Tengo “colgadas” en mi
blog solicitoopinar.blogspot.com.es unas reflexiones sobre este tema, que el
profesor José I. TORREBLANCA sintetizó en su columna de El PAÍS, de 1-5-2015.
Después de haber tenido la ocasión y el gusto de leer al completo esas Confesiones
de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante, de
Yanis VAROUFAKIS, en este más extenso artículo, pretendo seguir reflexionando,
con el fin de divulgar el talante y el pensamiento honestos de este humanista
de la Economía, que, gracias a su nombramiento como ministro y negociador en
Bruselas, en representación del Gobierno griego, hemos tenido la suerte de
conocer más profundamente, sin “entretenernos” horteramente con su “atuendo rockero”.
Para situar al lector, le diré que estas “Confesiones” son el desarrollo
de un esquema que el profesor Varoufakis expuso en una conferencia, celebrada
el 14-5-2013, en el Festival Subversivo de Zagreb, que fácilmente puede
encontrar en Google.
Arranca el profesor-académico de su convencimiento de que el desplome
que está experimentando el “proyecto” europeo (el entrecomillado es mío), no
obedece a una simple recesión capitalista
normal, fácilmente superable, según él, mediante
una reducción de salarios que ayude a restablecer los beneficios. La crisis
que sufre Europa la conduce, a largo
plazo, hacia una depresión asimétrica y una desintegración monetaria. Ante
esta grave perspectiva, a la izquierda
radical se le plantea un terrible
dilema: o bien aprovechar esta
profunda crisis, sustentada por la adhesión
entusiasta (de la UE) al credo y a
las políticas neoliberales; o bien, aceptando que la izquierda no está
preparada para un cambio radical, más bien debería proponer la estabilización del capitalismo europeo.
Ante tan tajante disyuntiva, que, en absoluto, es nueva en la
trayectoria del Marxismo, opta por esta segunda, por poco atractiva que pueda sonar a los oídos de un pensador radical…;
cree que el deber histórico de la
izquierda, en esta coyuntura particular, es estabilizar el capitalismo con el objetivo más amplio de salvar al
capitalismo europeo de sí mismo, y a la propia eurozona de la inexorable catástrofe, a la que la
conducen sus inanes dirigentes.
A partir de ese preámbulo, de ese “status
questionis” que diría un escolástico, el “dialéctico” profesor comienza su
“confesión”, partiendo de su experiencia
personal y de su propia trayectoria intelectual. Y, como era de esperar de
un analista marxista, tiene en cuenta la realidad concreta (en argot
marxista), con la que vive, que no es
otra que la situación actual del propio capitalismo europeo y el escaso peso
que, en las condiciones actuales, tiene la izquierda; lo que la obliga a la
búsqueda de una coalición coyuntural y estratégica con otras fuerzas, aunque
éstas sean de derecha. Y todo ese esfuerzo y renuncia en el corto plazo, con el
objetivo de ir ganando tiempo y espacio
para desarrollar una alternativa genuinamente
humanista, a la vez que, reforzando
las instituciones públicas de Europa, minimizar
el sacrificio humano, que supondría caer en las garras de un nuevo
fascismo, vislumbrado en el actual panorama de muchas Naciones, con el retoño
de muchos movimientos ultranacionalistas y xenófobos.
Como el lector sabrá, si está avezado en la Historia del Marxismo, el
tema no es nuevo. Desde antes y después de la Revolución de 1917 se discutió, y
se sigue discutiendo entre los teóricos (Lenin y Kautsky representan las tesis
opuestas), si aquella Revolución, pensada por Marx para países industrialmente
avanzados, escogió el mejor momento para realizarla/imponerla en la Rusia
zarista, eminentemente agraria e industrialmente atrasada. La discusión no era
fácil entonces. Hoy quizá, dada la experiencia, podemos sopesar mejor si los
logros obtenidos compensaron los enormes esfuerzos y sacrificios humanos, que
aquel “movimiento” supuso. Entrar hoy a debatir sobre ese tema concreto, pienso
que no pasaría de un mero entretenimiento academicista. Lo que sí parece claro
es el lastre de miseria y deterioro del Planeta que la dinámica interna del
capitalismo provoca.
Varoufkis parte en su análisis de la constatación del espasmo global que sufrió el capitalismo en
el 2008. Al contrario de la actitud de abandono del humanismo y la razón
por parte de los dirigentes europeos, él mantiene la tesis de que la crisis actual de Europa no es meramente (no
sólo) una amenaza para los trabajadores, los desposeídos (los
parias de la Tierra), los banqueros, los
grupos sociales, clases sociales o, incluso, naciones. No; las políticas
dominantes hoy en Europa constituyen una amenaza para la civilización tal como
la conocemos.
Ante este negro panorama,
el marxista y mejor humanista Varoufakis –del que no entiendo su
autodenominación de errático-, opta por la
estabilización del capitalismo europeo. La opción opuesta, que defendería
un supuesto marxista ortodoxo, sería la de incrementar las contradicciones
internas del sistema, haciéndolo implosionar, para hundirlo y sustituirlo por
otro sistema mejor. Pero el profesor, aun reconociendo la parte de verdad de
los que le critican, tachándolo de menchevique
tardío, y de compartir con ellos el
punto de vista de que la UE es un cártel fundamentalmente antidemocrático e
irracional, que ha llevado a los pueblos de Europa por el camino de la
misantropía, el conflicto y la recesión permanente; e igualmente la opinión
de aquéllos que le tachan de que su opción se ha fundado en el supuesto de que la izquierda ha sido claramente
derrotada… Pues, a pesar de todo, según él ve las cosas, la crisis europea no está en proceso de
gestación de una alternativa progresista, sino preñada por fuerzas radicalmente
regresivas con capacidad para causar un inhumano baño de sangre y de cegar por
varias generaciones las esperanzas de cualquier movimiento progresista. Por
todo ello, que no es poco, intenta convencer a la izquierda radical, aunque la
misión pueda parecer (o ser) contradictoria, en su “confesión” lo expresa claro:
la misión consiste en evitar la caída
libre del capitalismo europeo para ganar el tiempo necesario, para formular su
alternativa. La que él denomina Sociedad Buena.
Es interesante su “curriculum” académico y el tiempo en que puso su
sabiduría en “asesorar” a Papandreu. Entonces en absoluto se consideraba
marxista. Por ello le asombra verme salir
del armario como marxista. Odia las etiquetas atribuidas desde fuera:
marxista, hegeliano, keynesiano, humeano…, pues tengo una tendencia natural a decir que no soy nada de eso… Se
considera una criatura que recoge el
néctar de millones de flores y lo convierte en su intestino en algo nuevo, algo
propio, algo que tiene mucho de cada brote, pero que no es definido por ninguna
flor individual…
Pero ahora, aunque la sola mención
de la palabra Marx espanta a la audiencia, reconoce y confiesa que, desde
su infancia, Karl Marx es el responsable del encuadre de su
perspectiva del mundo. Y es ahora cuando
me ha entrado, dice, la necesidad de
hablar con franqueza sobre la impronta de Marx en mi pensamiento, no
obstante reconocer que no es un marxista
apologético. En otras palabras, ser errático en tu propio marxismo.
¡EUREKA! Ahora comprendo el significado del adjetivo errático que Varoufakis se autoatribuye. Esto es, no dogmático… En ese sentido Marx decía
de sí mismo que no era marxista…
Es ahora importante encuadrar en el tiempo el momento en que Varoufakis
hace públicas sus Confesiones, que, para mí, son un examen de conciencia de su
trayectoria personal y académica. Con ello nos hace comprender mucho mejor su
talante abierto y desinhibido, su actitud “rockera”, poco frecuente en los
políticos al uso…
El texto que comentamos vio la luz dos años después de su Minotauro
Global, de Enero de 2011. En este magnífico libro considera la crisis
griega como el síntoma de un cambio más amplio en la historia de la economía
global, cuyo culpable es EE.UU., metaforizado en la figura mítica del
Minotauro, lo que le dio la oportunidad de examinar en un marco más amplio, y
arrojar una útil luz sobre nuestras
circunstancias tras el (crash) de 2008,
y apuntar discretas sugerencias (pg.13). Ya en Noviembre de 2010, junto
con Stuart HOLLAND, exdiputado del
Partido del Trabajo y profesor de la Universidad de Coímbra (Portugal),
publicaron Una propuesta modesta, que difundieron por Europa, Norteamérica
y Australia y que no es más que un compendio de medidas político-económicas,
encaminadas a la superación de la crisis del euro.
El autor del Minotauro, en el prólogo a su 2ª edición señala, en
conversaciones con su colega y amigo Joseph Halevi, convienen en que la característica fundamental de la era
post-1971 fue un cambio de rumbo del comercio y del flujo de excedente de
capital entre los Estados Unidos y el resto del mundo. El hegemón, por primera
vez en la historia mundial, consolidó su hegemonía aumentando su déficit
adrede. (pg.11).
Pero, una vez aclarado por el mismo Varoufakis su no dogmatismo
marxista, todavía tendremos que preguntarnos: ¿Es o no es Varoufakis un pensador
marxista, antes que economista? Desde luego, también él lo confiesa, no es un
economista del establishment,
metiendo en este concepto a aquellos economistas que son capaces de crear
modelos alternativos a los convencionales, sin intención de “poner en solfa”
sus propios modelos, y, mucho menos, de desestabilizar y desafiar
verdaderamente otros modelos, ya sean neoclásicos o, supuestamente marxistas.
Varoufakis escoge el modelo que, según él, escogió K. Marx, esto es, aceptó todos los axiomas de Adam SMITH y
David RICARDO, entonces axiomas convencionales, para, después, desde una crítica inmanente a los mismos,
desmontarlos exponiendo y resaltando sus contradicciones internas, que les
incapacitaba para explicar la realidad cambiante. Fue, dice el profesor, por esta razón que, desde el principio,
escogí meterme en los intestinos de
la teoría neoclásica y no gastar energías en intentar desarrollar modelos de
capitalismo alternativos, marxistas. Por ello, al tener que hablar o
escribir, tuvo que hacerlo en contraste con la ideología dominante, viéndose
obligado a echar mano de la tradición marxista, que, siendo todavía niño, le
fue inculcando, a-teóricamente, su padre, obrero metalúrgico, cuando le
explicaba los efectos producidos por los cambios tecnológicos y la innovación
que éstos producían en el desarrollo histórico. Más tarde, ya de manera
teórica, se da de bruces con el gran descubrimiento: la Dialéctica y su
aplicación al estudio de la Historia, el Materialismo histórico.
A Marx debe su percepción irreemplazable del triunfo constante de la razón humana sobre nuestros medios tecnológicos
y sobre nuestra naturaleza, que también sirve paradójicamente para poner en
evidencia el atraso de nuestras convenciones sociales y nuestras relaciones.
Con los textos de Marx, confiesa, se encontró saliendo de la pesadilla de la dictadura neo-fascista (griega) de 1967-74… Como buen aficionado al
cine y al teatro, le llamó el don
insuperable, fascinante, de Marx para escribir un guion dramático de la
historia humana, o de la condena humana, ligado a una posibilidad muy real de
salvación y auténtica espiritualidad. Fueron unas líneas del Manifiesto
Comunista de 1848, que, lógicamente, no me resisto a transcribir: la
moderna sociedad burguesa con sus relaciones de producción, de intercambio y
propiedad, una sociedad que ha creado como de la nada unos medios de producción
y de intercambio, tan gigantescos, es como el brujo que ya no es capaz de
controlar los poderes del mundo subterráneo que ha conjurado con sus hechizos.
No son para menos…
Su imaginación dramática le lleva a poner en escena una reunión de
personajes como el Dr. Fausto o el Dr. Frankenstein, de una parte, y a A. Smith
y D. Ricardo, de otra, creando una narración en la que personajes como los
trabajadores, capitalistas, funcionarios y científicos, protagonistas de la
Historia, luchando para utilizar la razón
y la ciencia a fin de dar poder a la sociedad, mientras que, contrariamente a
sus intenciones, desencadenaba fuerzas demoníacas, que usurpaban y subvertían
su propia libertad y humanidad.
En aquellas palabras Varoufakis descubre la Dialéctica marxista, que
impregna todas las estructuras y hechos sociales, incluso los que aparentemente
se tienen por constantes e inamovibles. Ese descubrimiento, que, estoy seguro,
aprendió de sus muy lejanos compatriotas, Demócrito, Heráclito, Platón, etc., y
más cercanamente, Marx en su maestro Hegel, fue clarividente como para que el
autor del Materialismo histórico, viera el potencial de cambio que “los
opuestos” proporcionan, y también me ayudaron, dice Varoufakis, a entender las grandes contradicciones de
la era capitalista.
Esa tensión producida por la “lucha de los opuestos” es la que no es
considerada por la “opinión oficial” establecida, impidiendo entender los
hechos tan contradictorios que emanan del sistema capitalista, allí donde se
dé, EE.UU., Europa o Grecia… Allí donde el Minotauro se instala se darán deudas y superávits, crecimiento y
desempleo, riqueza y pobreza, espiritualidad y depravación…, nuevas formas de
placer y nuevas formas de esclavitud… Es en definitiva, de esa mezcla de
oposiciones binarias sobre las que el dramático texto de Marx nos alertó y que
están en la raíz de la astucia de la
Historia…
Tan importante fue para Varoufakis el hallazgo, desde sus primeros pasos como economista, de
esa “oposición binaria”, que debe permanecer
en cualquier análisis útil del capitalismo, en el interior del trabajo humano.
Éste tiene dos naturalezas: una como actividad creadora de valor, que jamás
debe ser especificada o cuantificada por
adelantado, imposible de ser mercantilizada; y otra, como cantidad que se vende a cambio de un precio (horas
trabajadas). Esta doble naturaleza es la que diferencia al trabajo de cualquier
otra mercancía producida, v.gr., la electricidad. Tal diferencia/contradicción
fue ignorada antes de Marx, y que hoy la economía convencional no quiere
reconocer. Tanto los patrones como los trabajadores pugnan por la
mercantilización del trabajo. En los primeros es normal… Lo “enajenador” es que
los propios trabajadores quieran vender su “fuerza de trabajo” como portadora de
unidades cuantificables de trabajo. ¡Y
aquí está la trampa! Porque si trabajadores y patronos consiguieran
mercantilizar totalmente el trabajo, el capitalismo moriría. Sin comprender
esta profunda contradicción, nunca se podrá entender cabalmente la tendencia
del capitalismo a generar crisis…
Toda teoría económica que considere todos los “insumos productivos” como
intercambiables y equivalentes cualitativamente, tendrá que asumir que la
deshumanización del trabajo humano es completa. Lo cual, si eso sucediera, el resultado sería el fin del capitalismo
como sistema capaz de crear y distribuir valor. ¿Qué sentido tendría una
sociedad robotizada que fabricara relojes, esto es, maquinaria para marcar las
horas? ¿Para quién tal función? Un valor es un bien. Pero sin humanos de carne
y hueso, ¿qué significaría dar las horas? Desde luego, ese mecanismo, por muy
perfecto que fuese, no pasaría de tener una función, pero jamás podría ser
considerado como un mecanismo útil, un bien, mucho menos, un valor. La teoría del valor, ¡otra gran
aportación de Karl Marx!
Recapitulamos con Varoufakis: si
el capital consiguiera alguna vez cuantificar y, por consiguiente, convertir el
trabajo completamente en mercancía, como busca sin desmayo hacer, también
destruiría esta indeterminada y recalcitrante libertad humana que, ínsita en el
trabajo, permite la generación de valor. Esa fue, precisamente, la
brillante visión de Marx sobre la esencia de la crisis del sistema capitalista:
que cuanto mayor sea el éxito en su afán de convertir el trabajo (fuerza de) en
mercancía, menor será el valor por unidad de cada producto generado, más baja
será la tasa de beneficio y, eventualmente, más cercana la próxima y
desagradable la recesión del sistema económico.
Por más que se empeñen las teorías neoliberales en reforzar la
productividad del trabajo, con el fin de crear crecimiento, siempre se
encontrará con el antídoto marxista: si la clase de trabajadores asalariados
fuera aniquilada por la maquinaria, la cosa resultaría terrible para un
capital, que, sin trabajo asalariado, deja de ser capital (“Trabajo,
Salario y Capital”, de Marx, citado por Varoufakis).
Hoy todos los esfuerzos que hace el capital en todos los sectores, desde
los propiamente laborales y comerciales, hasta los académicos, van dirigidos al
incremento de la productividad y la competitividad. La ideología económica
dominante no escatima medios para cuantificar y usurpar el trabajo,
convirtiendo a la sociedad en meros consumidores autómatas. Una ideología, dice Varoufakis, cuya extensión programática es la
transformación del trabajo humano en una versión de la energía térmica, que
permite a las máquinas un mayor margen para funcionar y para fabricar otras
máquinas, que, trágicamente, carecen de capacidad para generar…valor (cita
el documental Matrix).
A Varoufakis no le duelen prendas, ni siente la más mínima vergüenza en
defender las grandes aportaciones (hoy consideradas “antiguallas” por muchos
“brillantes” académicos), de K. Marx a la Economía política. Por supuesto, lo
hace ante los “capitostes” de las escuelas neoliberales dominantes. Pero,
también, sin escrúpulos le echa en cara a los teóricos de los partidos
comunistas y socialdemócratas, además de sus propios errores e, incluso sus
crímenes, como consecuencia de haber abandonado a Marx en un aspecto crucial: en vez de tomar como bandera y conceptos
organizativos los de la libertad y la racionalidad, optaron por la igualdad y
la justicia, dejando la libertad para los neoliberales. A este respecto
insto al lector que se considere marxista a reflexionar sobre las tesis de los
profesores de UCM, C. FERNÁNDEZ LÍRIA y L. ALEGRE ZAHONERO, expuestas en su
libro El Orden de El Capital, editado en 2010 por Akal. (continuará)
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