jueves, 21 de mayo de 2015

SOBRE LAS “CONFESIONES” DE UN MARXISTA ERRÁTICO (primera parte)



   Tengo “colgadas” en mi blog solicitoopinar.blogspot.com.es unas reflexiones sobre este tema, que el profesor José I. TORREBLANCA sintetizó en su columna de El PAÍS, de 1-5-2015.
   Después de haber tenido la ocasión y el gusto de leer al completo esas Confesiones de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante, de Yanis VAROUFAKIS, en este más extenso artículo, pretendo seguir reflexionando, con el fin de divulgar el talante y el pensamiento honestos de este humanista de la Economía, que, gracias a su nombramiento como ministro y negociador en Bruselas, en representación del Gobierno griego, hemos tenido la suerte de conocer más profundamente, sin “entretenernos” horteramente con su “atuendo rockero”.

   Para situar al lector, le diré que estas “Confesiones” son el desarrollo de un esquema que el profesor Varoufakis expuso en una conferencia, celebrada el 14-5-2013, en el Festival Subversivo de Zagreb, que fácilmente puede encontrar en Google.
   Arranca el profesor-académico de su convencimiento de que el desplome que está experimentando el “proyecto” europeo (el entrecomillado es mío), no obedece a una simple recesión capitalista normal, fácilmente superable, según él, mediante una reducción de salarios que ayude a restablecer los beneficios. La crisis que sufre Europa la conduce, a largo plazo, hacia una depresión asimétrica y una desintegración monetaria. Ante esta grave perspectiva, a la izquierda radical se le plantea un terrible dilema: o bien aprovechar esta profunda crisis, sustentada por la adhesión entusiasta (de la UE) al credo y a las políticas neoliberales; o bien, aceptando que la izquierda no está preparada para un cambio radical, más bien debería proponer la estabilización del capitalismo europeo.
   Ante tan tajante disyuntiva, que, en absoluto, es nueva en la trayectoria del Marxismo, opta por esta segunda, por poco atractiva que pueda sonar a los oídos de un pensador radical…;  cree que el deber histórico de la izquierda, en esta coyuntura particular, es estabilizar el capitalismo con el objetivo más amplio de salvar al capitalismo europeo de sí mismo, y a la propia eurozona de la inexorable catástrofe, a la que la conducen sus inanes dirigentes.
   A partir de ese preámbulo, de ese “status questionis” que diría un escolástico, el “dialéctico” profesor comienza su “confesión”, partiendo de su experiencia personal y de su propia trayectoria intelectual. Y, como era de esperar de un analista marxista, tiene en cuenta la realidad concreta (en argot marxista), con la que vive,  que no es otra que la situación actual del propio capitalismo europeo y el escaso peso que, en las condiciones actuales, tiene la izquierda; lo que la obliga a la búsqueda de una coalición coyuntural y estratégica con otras fuerzas, aunque éstas sean de derecha. Y todo ese esfuerzo y renuncia en el corto plazo, con el objetivo de ir ganando tiempo y espacio para desarrollar una alternativa genuinamente humanista, a la vez que, reforzando las instituciones públicas de Europa, minimizar el sacrificio humano, que supondría caer en las garras de un nuevo fascismo, vislumbrado en el actual panorama de muchas Naciones, con el retoño de muchos movimientos ultranacionalistas y xenófobos.
   Como el lector sabrá, si está avezado en la Historia del Marxismo, el tema no es nuevo. Desde antes y después de la Revolución de 1917 se discutió, y se sigue discutiendo entre los teóricos (Lenin y Kautsky representan las tesis opuestas), si aquella Revolución, pensada por Marx para países industrialmente avanzados, escogió el mejor momento para realizarla/imponerla en la Rusia zarista, eminentemente agraria e industrialmente atrasada. La discusión no era fácil entonces. Hoy quizá, dada la experiencia, podemos sopesar mejor si los logros obtenidos compensaron los enormes esfuerzos y sacrificios humanos, que aquel “movimiento” supuso. Entrar hoy a debatir sobre ese tema concreto, pienso que no pasaría de un mero entretenimiento academicista. Lo que sí parece claro es el lastre de miseria y deterioro del Planeta que la dinámica interna del capitalismo provoca.
   Varoufkis parte en su análisis de la constatación del espasmo global que sufrió el capitalismo en el 2008. Al contrario de la actitud de abandono del humanismo y la razón por parte de los dirigentes europeos, él mantiene la tesis de que la crisis actual de Europa no es meramente (no sólo) una amenaza para los trabajadores, los desposeídos (los parias de la Tierra), los banqueros, los grupos sociales, clases sociales o, incluso, naciones. No; las políticas dominantes hoy en Europa constituyen una amenaza para la civilización tal como la conocemos.
   Ante este negro panorama, el marxista y mejor humanista Varoufakis –del que no entiendo su autodenominación de errático-, opta por la estabilización del capitalismo europeo. La opción opuesta, que defendería un supuesto marxista ortodoxo, sería la de incrementar las contradicciones internas del sistema, haciéndolo implosionar, para hundirlo y sustituirlo por otro sistema mejor. Pero el profesor, aun reconociendo la parte de verdad de los que le critican, tachándolo de menchevique tardío, y de compartir con ellos el punto de vista de que la UE es un cártel fundamentalmente antidemocrático e irracional, que ha llevado a los pueblos de Europa por el camino de la misantropía, el conflicto y la recesión permanente; e igualmente la opinión de aquéllos que le tachan de que su opción se ha fundado en el supuesto de que la izquierda ha sido claramente derrotada… Pues, a pesar de todo, según él ve las cosas, la crisis europea no está en proceso de gestación de una alternativa progresista, sino preñada por fuerzas radicalmente regresivas con capacidad para causar un inhumano baño de sangre y de cegar por varias generaciones las esperanzas de cualquier movimiento progresista. Por todo ello, que no es poco, intenta convencer a la izquierda radical, aunque la misión pueda parecer (o ser) contradictoria, en su “confesión” lo expresa claro: la misión consiste en evitar la caída libre del capitalismo europeo para ganar el tiempo necesario, para formular su alternativa. La que él denomina Sociedad Buena.
   Es interesante su “curriculum” académico y el tiempo en que puso su sabiduría en “asesorar” a Papandreu. Entonces en absoluto se consideraba marxista. Por ello le asombra verme salir del armario como marxista. Odia las etiquetas atribuidas desde fuera: marxista, hegeliano, keynesiano, humeano…, pues tengo una tendencia natural a decir que no soy nada de eso… Se considera una criatura que recoge el néctar de millones de flores y lo convierte en su intestino en algo nuevo, algo propio, algo que tiene mucho de cada brote, pero que no es definido por ninguna flor individual…
   Pero ahora, aunque la sola mención de la palabra Marx espanta a la audiencia, reconoce y confiesa que, desde su infancia, Karl Marx  es el responsable del encuadre de su perspectiva del mundo. Y es ahora cuando me ha entrado, dice, la necesidad de hablar con franqueza sobre la impronta de Marx en mi pensamiento, no obstante reconocer que no es un marxista apologético. En otras palabras, ser errático en tu propio marxismo. ¡EUREKA! Ahora comprendo el significado del adjetivo errático que Varoufakis se autoatribuye. Esto es, no dogmático… En ese sentido Marx decía de sí mismo que no era marxista…
   Es ahora importante encuadrar en el tiempo el momento en que Varoufakis hace públicas sus Confesiones, que, para mí, son un examen de conciencia de su trayectoria personal y académica. Con ello nos hace comprender mucho mejor su talante abierto y desinhibido, su actitud “rockera”, poco frecuente en los políticos al uso…
   El texto que comentamos vio la luz dos años después de su Minotauro Global, de Enero de 2011. En este magnífico libro considera la crisis griega como el síntoma de un cambio más amplio en la historia de la economía global, cuyo culpable es EE.UU., metaforizado en la figura mítica del Minotauro, lo que le dio la oportunidad de examinar en un marco más amplio, y arrojar una útil luz sobre nuestras circunstancias tras el (crash) de 2008, y apuntar discretas sugerencias (pg.13). Ya en Noviembre de 2010, junto con  Stuart HOLLAND, exdiputado del Partido del Trabajo y profesor de la Universidad de Coímbra (Portugal), publicaron Una propuesta modesta, que difundieron por Europa, Norteamérica y Australia y que no es más que un compendio de medidas político-económicas, encaminadas a la superación de la crisis del euro.
   El autor del Minotauro, en el prólogo a su 2ª edición señala, en conversaciones con su colega y amigo Joseph Halevi, convienen en que la característica fundamental de la era post-1971 fue un cambio de rumbo del comercio y del flujo de excedente de capital entre los Estados Unidos y el resto del mundo. El hegemón, por primera vez en la historia mundial, consolidó su hegemonía aumentando su déficit adrede. (pg.11).
   Pero, una vez aclarado por el mismo Varoufakis su no dogmatismo marxista, todavía tendremos que preguntarnos: ¿Es o no es Varoufakis un pensador marxista, antes que economista? Desde luego, también él lo confiesa, no es un economista del establishment, metiendo en este concepto a aquellos economistas que son capaces de crear modelos alternativos a los convencionales, sin intención de “poner en solfa” sus propios modelos, y, mucho menos, de desestabilizar y desafiar verdaderamente otros modelos, ya sean neoclásicos o, supuestamente marxistas. Varoufakis escoge el modelo que, según él, escogió K. Marx, esto es, aceptó todos los axiomas de Adam SMITH y David RICARDO, entonces axiomas convencionales, para, después, desde una crítica inmanente a los mismos, desmontarlos exponiendo y resaltando sus contradicciones internas, que les incapacitaba para explicar la realidad cambiante. Fue, dice el profesor, por esta razón que, desde el principio, escogí meterme en los intestinos de la teoría neoclásica y no gastar energías en intentar desarrollar modelos de capitalismo alternativos, marxistas. Por ello, al tener que hablar o escribir, tuvo que hacerlo en contraste con la ideología dominante, viéndose obligado a echar mano de la tradición marxista, que, siendo todavía niño, le fue inculcando, a-teóricamente, su padre, obrero metalúrgico, cuando le explicaba los efectos producidos por los cambios tecnológicos y la innovación que éstos producían en el desarrollo histórico. Más tarde, ya de manera teórica, se da de bruces con el gran descubrimiento: la Dialéctica y su aplicación al estudio de la Historia, el Materialismo histórico.
   A Marx debe su percepción irreemplazable del triunfo constante de la razón humana sobre nuestros medios tecnológicos y sobre nuestra naturaleza, que también sirve paradójicamente para poner en evidencia el atraso de nuestras convenciones sociales y nuestras relaciones. Con los textos de Marx, confiesa, se encontró saliendo de la pesadilla de la dictadura neo-fascista (griega) de 1967-74… Como buen aficionado al cine y al teatro, le llamó el don insuperable, fascinante, de Marx para escribir un guion dramático de la historia humana, o de la condena humana, ligado a una posibilidad muy real de salvación y auténtica espiritualidad. Fueron unas líneas del Manifiesto Comunista de 1848, que, lógicamente, no me resisto a transcribir: la moderna sociedad burguesa con sus relaciones de producción, de intercambio y propiedad, una sociedad que ha creado como de la nada unos medios de producción y de intercambio, tan gigantescos, es como el brujo que ya no es capaz de controlar los poderes del mundo subterráneo que ha conjurado con sus hechizos. No son para menos…
   Su imaginación dramática le lleva a poner en escena una reunión de personajes como el Dr. Fausto o el Dr. Frankenstein, de una parte, y a A. Smith y D. Ricardo, de otra, creando una narración en la que personajes como los trabajadores, capitalistas, funcionarios y científicos, protagonistas de la Historia, luchando para utilizar la razón y la ciencia a fin de dar poder a la sociedad, mientras que, contrariamente a sus intenciones, desencadenaba fuerzas demoníacas, que usurpaban y subvertían su propia libertad y humanidad.
   En aquellas palabras Varoufakis descubre la Dialéctica marxista, que impregna todas las estructuras y hechos sociales, incluso los que aparentemente se tienen por constantes e inamovibles. Ese descubrimiento, que, estoy seguro, aprendió de sus muy lejanos compatriotas, Demócrito, Heráclito, Platón, etc., y más cercanamente, Marx en su maestro Hegel, fue clarividente como para que el autor del Materialismo histórico, viera el potencial de cambio que “los opuestos” proporcionan, y  también me ayudaron, dice Varoufakis, a entender las grandes contradicciones de la era capitalista.
   Esa tensión producida por la “lucha de los opuestos” es la que no es considerada por la “opinión oficial” establecida, impidiendo entender los hechos tan contradictorios que emanan del sistema capitalista, allí donde se dé, EE.UU., Europa o Grecia… Allí donde el Minotauro se instala se darán deudas y superávits, crecimiento y desempleo, riqueza y pobreza, espiritualidad y depravación…, nuevas formas de placer y nuevas formas de esclavitud… Es en definitiva, de esa mezcla de oposiciones binarias sobre las que el dramático texto de Marx nos alertó y que están en la raíz de la astucia de la Historia…
   Tan importante fue para Varoufakis el hallazgo,  desde sus primeros pasos como economista, de esa “oposición binaria”, que debe permanecer en cualquier análisis útil del capitalismo, en el interior del trabajo humano. Éste tiene dos naturalezas: una como actividad creadora de valor, que jamás debe ser especificada o cuantificada por adelantado, imposible de ser mercantilizada; y otra, como cantidad que se vende a cambio de un precio (horas trabajadas). Esta doble naturaleza es la que diferencia al trabajo de cualquier otra mercancía producida, v.gr., la electricidad. Tal diferencia/contradicción fue ignorada antes de Marx, y que hoy la economía convencional no quiere reconocer. Tanto los patrones como los trabajadores pugnan por la mercantilización del trabajo. En los primeros es normal… Lo “enajenador” es que los propios trabajadores quieran vender su “fuerza de trabajo” como portadora de unidades cuantificables de trabajo. ¡Y aquí está la trampa! Porque si trabajadores y patronos consiguieran mercantilizar totalmente el trabajo, el capitalismo moriría. Sin comprender esta profunda contradicción, nunca se podrá entender cabalmente la tendencia del capitalismo a generar crisis…
   Toda teoría económica que considere todos los “insumos productivos” como intercambiables y equivalentes cualitativamente, tendrá que asumir que la deshumanización del trabajo humano es completa. Lo cual, si eso sucediera, el resultado sería el fin del capitalismo como sistema capaz de crear y distribuir valor. ¿Qué sentido tendría una sociedad robotizada que fabricara relojes, esto es, maquinaria para marcar las horas? ¿Para quién tal función? Un valor es un bien. Pero sin humanos de carne y hueso, ¿qué significaría dar las horas? Desde luego, ese mecanismo, por muy perfecto que fuese, no pasaría de tener una función, pero jamás podría ser considerado como un mecanismo útil, un bien, mucho menos, un valor. La teoría del valor, ¡otra gran aportación de Karl Marx!
   Recapitulamos con Varoufakis: si el capital consiguiera alguna vez cuantificar y, por consiguiente, convertir el trabajo completamente en mercancía, como busca sin desmayo hacer, también destruiría esta indeterminada y recalcitrante libertad humana que, ínsita en el trabajo, permite la generación de valor. Esa fue, precisamente, la brillante visión de Marx sobre la esencia de la crisis del sistema capitalista: que cuanto mayor sea el éxito en su afán de convertir el trabajo (fuerza de) en mercancía, menor será el valor por unidad de cada producto generado, más baja será la tasa de beneficio y, eventualmente, más cercana la próxima y desagradable la recesión del sistema económico.
   Por más que se empeñen las teorías neoliberales en reforzar la productividad del trabajo, con el fin de crear crecimiento, siempre se encontrará con el antídoto marxista: si la clase de trabajadores asalariados fuera aniquilada por la maquinaria, la cosa resultaría terrible para un capital, que, sin trabajo asalariado, deja de ser capital (“Trabajo, Salario y Capital”, de Marx, citado por Varoufakis).
   Hoy todos los esfuerzos que hace el capital en todos los sectores, desde los propiamente laborales y comerciales, hasta los académicos, van dirigidos al incremento de la productividad y la competitividad. La ideología económica dominante no escatima medios para cuantificar y usurpar el trabajo, convirtiendo a la sociedad en meros consumidores autómatas. Una ideología, dice Varoufakis, cuya extensión programática es la transformación del trabajo humano en una versión de la energía térmica, que permite a las máquinas un mayor margen para funcionar y para fabricar otras máquinas, que, trágicamente, carecen de capacidad para generar…valor (cita el documental Matrix).
   A Varoufakis no le duelen prendas, ni siente la más mínima vergüenza en defender las grandes aportaciones (hoy consideradas “antiguallas” por muchos “brillantes” académicos), de K. Marx a la Economía política. Por supuesto, lo hace ante los “capitostes” de las escuelas neoliberales dominantes. Pero, también, sin escrúpulos le echa en cara a los teóricos de los partidos comunistas y socialdemócratas, además de sus propios errores e, incluso sus crímenes, como consecuencia de haber abandonado a Marx en un aspecto crucial: en vez de tomar como bandera y conceptos organizativos los de la libertad y la racionalidad, optaron por la igualdad y la justicia, dejando la libertad para los neoliberales. A este respecto insto al lector que se considere marxista a reflexionar sobre las tesis de los profesores de UCM, C. FERNÁNDEZ LÍRIA y L. ALEGRE ZAHONERO, expuestas en su libro El Orden de El Capital, editado en 2010 por Akal. (continuará)

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