Desde que Sánchez llegó a la Moncloa gracias a la legítima moción de censura que le facilitó PODEMOS y el esfuerzo
personal y dialogante de Pablo Iglesias, la derecha saliente, el PP, por
corrupción, la oportunista de Rivera, y la ultra de Vox, animadas por su
conquista de la Junta de Andalucía gracias al pacto trifálico, no ha
escatimado osadía en enseñar toda la hipócrita maldad que lleva en sus genes
hasta no ver cumplida su venganza de desahuciarle del palacete que considera
cortijo de su propiedad. Por fin hoy lo ha conseguido, y el hijo del señorito,
Casado, se siente eufórico atribuyéndose el “asalto” en que el “zombi” de
Sánchez ha tenido que tirar la toalla.
Este desvergonzado, que no tuvo el más mínimo escrúpulo en dejar en ridículo al
Tribunal Supremo en el caso de sus títulos y másteres, tampoco lo tiene en
creerse sus propios falsos argumentos y mentiras, con tal de justificar ante
otros compañeros más cualificados y moderados su extravagante ascenso a la
jefatura del PP. No es de extrañar, pues, que, después de todos los
descalificativos lanzados sin ningún rubor contra el Presidente de todos los
españoles, se crea el nuevo salvador de la Paaatria.
sábado, 16 de febrero de 2019
domingo, 3 de febrero de 2019
DEMOCRACIA CONTRA CAPITALISMO
En la sociedad en que actualmente vivimos, y a pesar de la enorme
“seudo-crisis” económica sufrida desde 2007 en el “mundo desarrollado”,
provocada por el Capitalismo y su brazo político, el neoliberalismo; gracias a
los medios propagandísticos de que disponen, por no hablar su poder
militar, una gran masa de ciudadanos
sigue creyendo que tal sistema político-económico es tan connatural a la
sociabilidad humana, que no concibe otro. Los ciudadanos, aún sufriendo día a
día en sus carnes los muchos y diferentes recortes en los derechos laborales y
en los servicios públicos, y de lo evidente que ya es el desastre que para
nuestro Planeta Azul supone el desarrollismo “loco” de tal sistema, en una
mayoría siguen apostando y votando por los partidos de derecha de lo
representan. Ese auge de las derechas extremas les anima a que sus discursos
contra todos los movimientos democráticos-progresistas sean cada vez más
aceptados (blanqueados). Volvemos,
afirma Alberto Garzón, al siglo XIX en
materia de relaciones laborales y derechos mientras producimos y consumimos por
encima de la biocapacidad del planeta. (“Elegidlos y vigiladlos”,
eldiario.es, 29-1-19). Justo es en el s. XIX, al socaire de la Revolución
Industrial, cuando la sociedad se estratifica en torno a la propiedad de los
grandes medios de producción en dos grandes grupos o clases; una de cuyas
consecuencias es el surgimiento de los partidos modernos, que van a ser nuestra
referencia. Éstos fueron los instrumentos que los propietarios de aquéllos
(burgueses-capitalistas), por un lado, utilizaron para defender sus intereses
(partidos conservadores o de derechas);y, por otro, los que sólo poseían su
fuerza de trabajo, obligados a venderla para subsistir, se agruparon en los
partidos obreros para defenderse del abuso de sus compradores. Es cierto que a
medida que la sociedad se fue haciendo más compleja, los partidos clásicos
también se van fraccionando y diversificando en base a otros factores que ya no
son los estrictamente económicos-laborales. Sin embargo, por más que muchos
interesados, basados en un crecimiento de los estratos sociales medios y en la
facilidad con que algunos grupos de asalariados pueden acceder a los bienes
materiales, pretendan hacer creer que las clases sociales han desaparecido,
éstas siguen existiendo. Un indicador de ello es la gran sima que se ha
producido en la sociedad entre un 1% que lo tienen todo, y un 99% que necesita.
Es “El precio de la desigualdad”, según titula uno de sus libros J. E.
STIGLITZ, premio Nobel de economía
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