En mi anterior artículo intenté explicar las carencias de nuestro Estado
Democrático que el procès catalán está poniendo de manifiesto. Una inestimable
oportunidad para subsanarlas. El nuevo Gobierno de coalición parece estar
haciendo esfuerzos en ese objetivo. Pero, más bien parece que son las altas
instancias judiciales las que aprovechan el problema de Cataluña, según dice
Gonzalo Boye, para poner en valor su
propia agenda política y, también, su visión de lo que ha de ser el estado
español (sic), que, sin duda, dista
mucho de ser el compartido por la mayoría de la sociedad (“Cataluña
es una oportunidad”, el.nacional.cat de 7-2-20). Frente a la buena voluntad
que se viene mostrando en los contactos políticos, fundamentalmente en la
visita del Presidente del Gobierno a Cataluña y su encuentro con el President
Torra, la actitud de las instituciones y jueces relacionados con el conflicto
catalán no parece estar en la misma sintonía. Tanto al instructor Llarena, como
a la JEC, no parece haberles
importado mucho lo dictaminado por el TJUE respecto de los
europarlamentarios catalanes, por ejemplo.
lunes, 10 de febrero de 2020
lunes, 3 de febrero de 2020
EL PROCÈS PONE DE MANIFIESTO CARENCIAS EN EL ESTADO DEMOCRÁTICO
Si bien el artículo 1,1 de nuestra Constitución dice que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho..., en la
práctica parece confirmarse que España sólo es un Estado de Derecho, para el que solamente
basta contar con un conjunto de leyes, y unos órganos dispuestos a
interpretarlas torticeramente. Así lo ve el letrado Gonzalo Boye cuando
afirma que lo que está sucediendo en
España, y que se está poniendo en evidencia desde Cataluña, es que leyes
tenemos, tal vez demasiadas, y también cada día vemos que hay gente dispuesta a
hacerlas cumplir al precio que sea, porque, en realidad lo que les acomoda es
vivir en un “estado de derecho” sin
que el prerrequisito democrático sea para ellos un impedimento. La aplicación
irrestricta de esas leyes, incluso su uso torticero, es lo que nos ha llevado
hasta el punto en que nos encontramos que, cada día, está más cercano al de no
retorno (“Estado
de desecho”, el Nacional.cat de 31-1-2020).
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