jueves, 7 de mayo de 2015

DEBATE CON EL PROFESOR GIL CALVO



        El profesor Gil CALVO en su reciente libro, Los poderes opacos, austeridad y resistencia, (Al. Editorial), capítulos 6-10, hace una descripción/recorrido de los hechos socio-económico-políticos ocurridos desde antes de la crisis de 2008 hasta nuestros días. Cualquier ciudadano de mente independiente e interesado en lo que pasa a su alrededor, ha podido ser informado por “los Medios”, aunque, inevitablemente, unos más objetivos y veraces que otros. Cada ciudadano informado ha podido hacer de los hechos referidos sus propias conexiones y conclusiones. Es lo que el profesor hace, lógicamente de una manera más sistemática y académica. Como básicamente estoy de acuerdo con él en cuanto a su exposición cronológica se refiere, aunque  tengo hecha una síntesis manuscrita del relato, me resisto a transportarla a este artículo, evitando así su innecesario alargamiento. Remito al lector al estudio provechoso de su libro.

           Pero no me puedo resistir, pues es el meollo del debate, a exponer razonadamente mis discordancias, en muchos casos muy alejadas de la opinión y valoración del profesor. Me consta, como al lector, no sólo por el libro citado, sino del seguimiento de sus columnas y tertulias, de que el sr. Gil está en contra del austericidio y del fracaso y tremendo error, “en realidad se trata de algo peor que un error: es un verdadero crimen, dice el profe, a juzgar por los millones de damnificados”, que ha supuesto la imposición a los países más débiles del sur de Europa de la política económica ultraliberal. Lo que NAOMI KLEIN denomina la Doctrina del shock. Tanto le preocupa al sr. Gil, que le parece “urgente rectificar el austericidio” (Op. cit. pg.221).
           Por tanto, para el profesor, serán necesario “retoques” a los excesos del capitalismo ultraliberal. Pero, eso sí, tales retoques tendrán como fin “restaurar el orden liberal” (pg.223). El sr. Gil Calvo sigue pensando que el Capitalismo es inalterable, y querer transformarlo siquiera, “sería tanto como querer transformar el sistema solar”. Es la misma tesis que provocó hace quince años el “rifirrafe” con Santiago Carrillo, y que hemos glosado en un artículo reciente (Ver blog: solicitoopinar.blogspot.com.es).
            Referidas a España todas esas políticas austericidas, han causado similares daños, si no cuantitativamente, sí estructuralmente, a los de Grecia. Son las múltiples reformas impuestas desde la TROIKA, provocadoras, a su vez de la indignación ciudadana que llevaron al 15M, al plural colorido de las “mareas”, y al surgimiento del “fenómeno” PODEMOS. Todo ello, según el profesor, aparte de los mencionados retoques, en España llevará a “proceder a profundas transformaciones institucionales… y una seria reforma de la Constitución (pgs.222-23). Pero, aunque en el mismo texto diga que después nada será como antes, yo pienso que todo cambiará de esa manera, para que lampeducianamente todo siga igual. Considero que mientras el sistema capitalista no cambie sustancial y radicalmente, no en lo que ha ofrecido de bueno, seremos víctimas de sus crisis cíclicas, propias de sus contradicciones internas. Ahí radica mi principal divergencia con el profesor, que en lo que sigue iré desarrollando razonadamente.
           En la página 73 hay algo que me llama la atención. Se establece una dicotomía entre el interés general o público e intereses privados, a la que atribuye una naturaleza política, basada en que el Estado, como sistema político, es el encargado de servir al interés general, siendo la sociedad civil, “un agregado –obvia aquí la palabra servir- de intereses privados”. Admite que esta distinción no implica necesariamente la superioridad de aquel sobre ésta. Incluso acepta la posibilidad de que los intereses de ésta deba prevalecer sobre aquel, cuidándose, eso sí, desde una visión ética. Más adelante afirma que el liberalismo postula la primacía de la sociedad civil sobre el Estado, por miedo al abuso del poder estatal (totalitarismo). Pero si el poder del Estado está limitado y controlado por la sociedad civil (Estado democrático)… no hay duda de que el interés general ha de prevalecer sobre los intereses privados en caso de conflicto entre ambos. Será justo esto lo que exigirá una clara separación de la esfera de lo público y lo privado, siendo esta distinción un criterio que se establece para la calidad de una democracia basada en el imperio de la Ley y el Derecho. Esa separación, pensamos, es al mismo tiempo el terreno de juego donde compiten todos los actores en la lucha por el poder. Y es ahí donde se puede crear, de hecho se crea, un espacio opaco (figura empleada insistentemente por el profesor), en donde el equipo “con más presupuesto” puede obtener la victoria, viniendo con “las cartas marcadas” desde las performances de los “palcos” de los estadios.
           Considero una carta, ésta bien marcada, la pretensión de establecer el modelo económico liberal-burgués-capitalista y su forma de Estado como natural en el ser y el devenir de la Historia, o como un maná llovido no sé de qué ultramundo, e imponerlo como LA Democracia, cuya filosofía subyacente es el “pensamiento único”. Intentar cambiar este gran modelo equivaldría a pretender transformar el sistema solar. Me pregunto, y pregunto al profesor, qué hubiera sucedido si Galileo se hubiera “amilanado”, y no hubiera pronunciado ¡y sin embargo, se mueve!. Seguramente persistiría la esclavitud, y al Estado Feudal no se habría impuesto el Estado Burgués, al que, a su vez, intentó desbancar el Estado de los Soviets en su lucha por la instauración del Comunismo. Estado este último, que, una vez utilizado respectivamente como mecanismo “represor y controlador” por la clase dominante en cada momento histórico, en este penúltimo estadio por la “Dictadura democrática del proletariado”, según las tesis del Marxismo-Leninismo,  desaparecería para ser sustituido por la administración de las cosas por parte de una sociedad igualitaria. (Liberaré al paciente lector de la exposición monográfica que tenía preparada, pero no sin remitirle a la lectura de dos libros, para mí, prototípicos y complementarios entre sí sobre el tema: El Estado y la Revolución de Lenin y Eurocomunismo y Estado de Santiago Carrillo).
           Mientras se consigue llegar a esa sociedad que algunos considerarán “utópica”, las fuerzas revolucionarias, llamadas hoy más suavemente izquierda marxista, tendrán que seguir luchando contra su adversario actual, el capitalismo ultraliberal, igual que en el  feudalismo lo hizo la burguesía, para imponer sus intereses. Y, como el auténtico marxismo se basa en análisis concreto de la realidad concreta, y ésta cambia continuamente, aquél, si quiere ser científico, según se proclama, tendrá, como la Ciencia, que estar en continua revisión y búsqueda de nuevos instrumentos, sin conformarse con sus conquistas. Lo contrario sería pura ideología vacía y dogmática. En  apoyo de lo dicho anteriormente, no me resisto a transcribir lo que en su libro citado, decía Santiago Carrillo: Este Estado de hoy, que no solamente tiene a su servicio al ejército, a la policía, a los magistrados, a los cobradores de impuestos y a la burocracia tradicional, sino a cientos de miles de enseñantes, administradores, técnicos, periodistas y otros trabajadores, sigue siendo el instrumento de dominación de clase que definía Marx, Engels y Lenin; pero sus estructuras son mucho más complejas, más contradictorias que las que conocieron los tres maestros del marxismo, y sus relaciones con la sociedad presentan ciertas características diferentes. (Op. cit. Ed. Crítica, pg.29). A este Estado es al que denominamos “neocapitalista”. Y la izquierda que se quiera seguir llamando marxista, tendrá que inventar otras estrategias y otros métodos para transformarlo. Y de ello, tanto el PCE, como su líder, dieron sobrado testimonio.

         Como se puede deducir de lo dicho por Carrillo, el adversario a abatir ha cambiado y modificado sus estructuras. Lo que en el capitalismo clásico se bipolarizaba en burguesía-patronal y proletariado también ha sufrido un enorme cambio. El moderno capitalismo financiero ha difuminado la linde, que claramente definía ambos polos (clases) en los dos siglos pasados. La imagen del capitalista-patrono con “bombín y fusta”, creador/administrador o heredero, dueños del capital acumulado en los “medios de producción”, y la del obrero-productor, con “mono” y alpargatas, habrán de ser cambiadas de escenario. Como dice Varoufakis, “el impulso autorreferencial del capital (el Minotauro) se burla de la voluntad humana, del empresariado y de la clase trabajadora por igual. Pese a ser inanimado e inconsciente, el capital –abreviatura de máquinas, dinero, derivados titularizados y toda forma de riqueza cristalizada- evoluciona rápidamente como si funcionase por sí mismo, usando agentes humanos (banqueros, jefes y mano de obra en igual medida) como peones de su propio juego”. Ese personaje mítico crea tantas ilusiones en las mentes (alienación diría Marx) de unos y otros, que hace que cierren “los ojos al trágico hecho de que es el capital el que, en efecto, es dueño de todos nosotros, y que somos nosotros quienes lo servimos a él”. (El Minotauro global, 5ª ed., pg. 38. Edt. Capitan Swin
           La bipolarización en clases claramente delimitadas por el antiguo capitalismo industrial-productor ha sido difuminada por el moderno capitalismo financiero. Esto ya lo preveía Lenin (en Imperialismo, fase superior del Capitalismo), y lo refleja Varoufakis en la cita anterior. Pero esto no quiere decir, por más que muchos se empeñen, que las clases sociales, cada una con sus intereses, hayan desaparecido. Mucho menos mantener que la democracia formal-liberal actual ha acabado con ellas, y que tal democracia “ha venido para quedarse”. Ante, al contrario, esa difuminación  de las lindes precisamente ha supuesto que en el nuevo espacio ampliado ingresen otras nuevas clases o que las ya existentes intercambien su posición. Pero es indudable ¡que la tierra se mueve!, y que ¡haberlas, haylas!...Y lo que no puede hacer la izquierda marxista es renunciar a la lucha y renunciar a su programa máximo. Otra cosa será que tenga que utilizar otras formas y otros instrumentos. Que ahora no los tenga totalmente claros, y que parte de las energías de la lucha se consumirán en ello, no conlleva el sometimiento a la “fiera”, renunciar a la lucha contra Goliat o considerar este esfuerzo tan inútil como querer transformar el sistema solar. Y hasta es posible que la lucha de clases no sea ya el motor, como consideraba Marx y el Marxismo clásico, para transformar el Estado actual capitalista en ese otro Estado comunista donde las cosas sean administradas por un hombre nuevo. Me reconocerá el profesor Gil Calvo que entre el capitalismo financiero-especulador y el capital humano-productor sigue habiendo una brutal confrontación de intereses. Pero, además, mientras que aquél viene representado por un estamento cada vez más minoritario: grandes bancos, corporaciones cada vez, oligopólicas, contrariando el principio de la libre competencia, etc., el segundo, como señala Varoufakis, ha aumentado su espectro, engullendo a pequeños empresarios y autónomos, reconvertidos en trabajadores por cuenta ajena. Y lo que tradicionalmente se ha venido denominando “clases medias”, no sólo se ha ampliado, sino que a pesar de las apariencias, se han empobrecidos. El capitalismo popular de la sra. Thatcher  y mr. Rigan resultó ser una falacia. La segmentación entre una minoría muy enriquecida y una gran mayoría cada vez más empobrecida, se va ampliando. Esto es lo que ponen de manifiesto dos premios Nobel como son Paul Krugman y J. Stiglitz, entre otros. (Hago aquí este inciso para recomendar la lectura de Confesiones de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante del Y. Varoufakis, de Dic. 2013, del que me propongo hacer algún comentario en otro momento).
            Aceptar, pues, el Estado capitalista actual como un suceso ajeno a la Historia, y por ello considerarlo permanente e inmodificable, es negar la Historia misma. Al mismo que denota una actitud intelectual idealista y dogmática. Las ciencias físicas nos demuestran que el tiempo es indefinido, y una interpretación del mismo desde la dialéctica del “Materialismo histórico” nos puede reservar muchas “sorpresas”. Por eso, pretender seguir una lucha con los instrumentos adecuados a los “fines”, pueda seguir pareciendo “utópico”. Pero una utopía “razonable y científica” todavía no ha sido negada por la historia. Lo que sí ésta nos confirma es que, a pesar de los errores propios y de los enormes obstáculos externos, esa lucha, a veces titánica, ha hecho avanzar a la sociedad, al menos en el llamado primer mundo,que conocemos, a pesar de la crisis, “sociedad del bienestar”.
            Las antiguas discusiones teóricas habidas en el seno del socialismo marxista o socialdemócrata, sólo nos puede servir de experiencia para no repetir errores. Pero, si la izquierda no busca nuevos instrumentos y adecuados a las condiciones actuales, está condenada a hacer política ficción. Lo que ciertamente nos hace ver la historia –ahí está la gran crisis actual y otras anteriores del capitalismo- es que este sistema, con su gran instrumento que es el Mercado, hay que controlarlo de alguna manera, antes de que su propia dinámica interna lleve a la Humanidad al desastre total. Ese Mercado que el capitalismo liberal considera la “mano anónima” que todo lo arregla, sin necesitad de intervención estatal, se ha demostrado que ni es anónima ni que todo lo arregla. Por el contrario, basta pensar un poco para caer en la cuenta que esa “mano” pertenece a un cuerpo y a una mente que, si parecen anónimas es por la “opacidad” con la que influyen y controlan tanto la vida privada, como la pública. Consecuentemente, no estoy de acuerdo con el profesor Gil, cuando considera que ese secreto resulta indispensable tanto para la vida privada como pública (pg.21). Creo que se confunde al asemejar la privacidad o intimidad personal con un ente abstracto, como es la “sociedad”, que, per se, es público. Precisamente, en ese espacio público es donde, desde el anonimato y desde la oscuridad, cual “duende”, los poderes, no tan ocultos, actúan controlando las vidas y haciendas de los ciudadanos concretos que formamos la sociedad.
           Da por hecho el profesor una tácita opacidad convencional (pg.23) , ciertamente, como mal menor, al objeto de reducir al mínimo el conflicto latente (de un grupo), para mantener la convivencia pacífica (del mismo), aunque, para ello, convenga renunciar al consenso máximo, basado en la transparencia total. Me parece contradecirse cuando el profesor admite que la democracia representativa es un régimen de opinión pública que exige máxima transparencia (pg.25), a la que contribuyen las nuevas tecnologías de “los medios”, aunque con tales progresos técnicos de los medios se produce también un desarrollo acumulativo tanto de la transparencia, como de la opacidad. Algo tan natural como la convivencia del colesterol bueno con el malo (pg.27).
            Y lo que me sigue pareciendo aún más contradictorio, es que ese “nuevo poder mediático”, cuya misión sería publicitar y combatir la opacidad en todos los ámbitos de poder (cap.II), en los que la corrupción sistemática es un déficit democrático, aún en las democracias plenamente institucionalizadas (cp.III), ese poder mediático, dice y digo, sin embargo utiliza su naturaleza y sus recursos para someter a la ciudadanía a sus propios fines. Y todo ello, tengo que deducir, desde la opacidad tan natural, como tan natural es convivir con el “colesterol bueno y malo”. En fin, algo tan normal y natural como que el sol sale cada mañana, sin que podamos corregir los movimientos de rotación o traslación de la Tierra…. Al análisis del poder de los medios dedica el profesor Gil el capítulo IV de su libro, al que remito al lector, para no alargarme más de lo que tenía previsto en este trabajo.
            Yo le pregunto retóricamente al profesor,  ¿por qué ese Leviatán desde la opacidad, o el Minotauro desde el “laberinto” pueden manejar los hilos de manera que ellos sí pueden alterar el sistema solar, y no así el resto de los ciudadanos organizados, ni siquiera utilizando las instituciones o los “medios”? Y, también retóricamente, adelanto mi respuesta: porque, dado el poder económico que han ido acumulando que le ha facilitado el uso de la inteligencia, mientras el pueblo se mantenía ignorante, han construido un cuasi inexpugnable muro protector de su “ciudadela”, desde la que lanzar cuasi impunemente su artillería y artilugios bélicos, que son las propias instituciones del Estado –las “superestructuras, diría Marx-, la “razón de Estado”, que, como el profesor reconoce, no son más que la “cloacas del poder” (pgs.53-56).
            Estas cloacas, reconoce el profesor, están en manos de las élites del poder que compiten y negocian por su control al margen de la ciudadanía. E igual que antes actuaban dentro de las fronteras nacionales, si excluimos los colonialismos, y hoy, con la “globalización”, una de esas élites la constituye, en lo económico, y yo añadiría en lo político, la coalición dominante que controla la economía política de la Eurozona. Por no hablar de EE.UU., para lo que remito al lector a los capítulos 3 y 4 del libro del profesor Y.Varoufakis).
            Pero, claro, todo lo dicho anteriormente, es imposible que se hubiera dado, sin utilizar la Educación, la Cultura y la portavocía de los “medios” por un lado, y la fuerza, por otro, con el fin de mantener a las masas populares “engatusadas” con un estrecho resquicio de acceso a un cambio de “estatus”, o un “alienante” disfrute en propiedad de ciertas “mercancías” (vivienda, coche, etc.), que no es sino más comida para retroalimentar y mantener bien cebado al “monstruo”. Y, lo más importante, sin haber inculcado acríticamente que este sistema de democracia liberal y de mercado es el mejor de los mundos posibles.
            Pero, hasta ahora, siempre que ese Leviatán ha entrado en sus grandes crisis cíclicas (véase la de 1929), sólo grandes economistas, como Keynes, y grandes hombres de estado, como Roosevelt con su Ley Glass-Eteagall de 1933, intentaron embridar sus furias, aunque sin conseguir amansarlo del todo. Como ya advirtió Marx y repite Varoufakis, achacar ese camino desastroso sólo a la avaricia, al egoísmo y la codicia humanos, si bien es estar siguiendo un buen instinto, pero es estar mirando en el lugar equivocado; pues el secreto del Capitalismo es su tendencia a la contradicción, su capacidad para producir al tiempo riqueza masiva y pobreza insoportable, magníficas libertades y las peores formas de esclavitud, resplandecientes esclavos mecánicos y trabajo humano depravado (pg.38). El mismo Marx, sigue diciendo Varoufakis, metió a la economía en la estampa, reprendiéndonos por ignorar la realidad de que nuestros pensamientos han sido secuestrados por el capital y su ansia acumuladora (pg.39). Y, puesto que nadie diseñó este Leviatán, ni nadie intentó dirigirlo de pequeño, nadie podrá civilizarlo y amaestrarlo ahora que es adulto y va a toda máquina, siguiendo su propia y férrea lógica inconsciente.
            El Capitalismo, en ese férreo engranaje, es capaz de ponerse zancadillas a sí mismo, ya que su mecánica interna le da suficiente confianza y poderío para levantarse de la caída, sin importarle el pesado lastre que va dejando en su evolución.
            Con la experiencia del crash del 29, si, en su repetición en el 2008, con tantos analistas y “nobeles” bien pagados y disponiendo de los más avanzados medios técnicos; si la codicia y el despilfarro y una regulación muy “relajada” y “alejada” de la que supuso la ley de 1933; y si ni siquiera la previsión marxista de las contradicciones internas de capitalismo, son explicaciones suficientes de la ocurrencia de tan desastroso fenómeno presente, ¿cuál es, pues, “el eslabón perdido”? Tanto a la pregunta, como a la respuesta del exministro griego me adhiero. Mientras la bestia, que él llama “Minotauro global dominaba el planeta, su puño de hierro fue implacable y su reinado atroz…, mientras conservó la salud, mantuvo la economía global en un estado de equilibrado desequilibrio. Esto ofrecía cierto grado de estabilidad. Pero cuando fue presa de lo inevitable y cayó en estado comatoso en 2008, sumergió al mundo en una crisis a fuego lento. Por tanto, concluyo con Varoufakis, hasta que no encontremos la manera de vivir sin la bestia, una incertidumbre radical, un estancamiento prolongado y la renovación de una inseguridad extrema estarán a la orden del día (pgs.41-42).
            ¿Puede ser una manera de sobrevivir y de domar a la bestia la Democracia liberal-burguesa y neocapitalista? Me temo que no… Pero de momento aquí lo dejamos… Ocasión tendremos de seguir reflexionando…
        


               Manuel Vega Marín. Madrid, 5 de Mayo de 2015. Blog: solicitoopinar.blogspot.com.es



  











  

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