El profesor Gil CALVO en su reciente libro, Los poderes opacos, austeridad y
resistencia, (Al. Editorial), capítulos 6-10, hace una
descripción/recorrido de los hechos socio-económico-políticos ocurridos desde
antes de la crisis de 2008 hasta nuestros días. Cualquier ciudadano de mente
independiente e interesado en lo que pasa a su alrededor, ha podido ser
informado por “los Medios”, aunque, inevitablemente, unos más objetivos y
veraces que otros. Cada ciudadano informado ha podido hacer de los hechos
referidos sus propias conexiones y conclusiones. Es lo que el profesor hace,
lógicamente de una manera más sistemática y académica. Como básicamente estoy
de acuerdo con él en cuanto a su exposición cronológica se refiere, aunque tengo hecha una síntesis manuscrita del
relato, me resisto a transportarla a este artículo, evitando así su innecesario
alargamiento. Remito al lector al estudio provechoso de su libro.
Pero no me puedo resistir, pues es
el meollo del debate, a exponer razonadamente mis discordancias, en muchos
casos muy alejadas de la opinión y valoración del profesor. Me consta, como al
lector, no sólo por el libro citado, sino del seguimiento de sus columnas y
tertulias, de que el sr. Gil está en contra del austericidio y del fracaso y
tremendo error, “en realidad se trata de
algo peor que un error: es un verdadero crimen, dice el profe, a juzgar por los millones de damnificados”,
que ha supuesto la imposición a los países más débiles del sur de Europa de la
política económica ultraliberal. Lo que NAOMI KLEIN denomina la Doctrina del shock. Tanto le preocupa al
sr. Gil, que le parece “urgente
rectificar el austericidio” (Op. cit. pg.221).
Por tanto, para el profesor, serán
necesario “retoques” a los excesos del capitalismo ultraliberal. Pero, eso sí,
tales retoques tendrán como fin “restaurar
el orden liberal” (pg.223). El sr. Gil Calvo sigue pensando que el
Capitalismo es inalterable, y querer transformarlo siquiera, “sería tanto como querer transformar el
sistema solar”. Es la misma tesis que provocó hace quince años el
“rifirrafe” con Santiago Carrillo, y que hemos glosado en un artículo reciente
(Ver blog: solicitoopinar.blogspot.com.es).
Referidas a España todas esas
políticas austericidas, han causado similares daños, si no cuantitativamente,
sí estructuralmente, a los de Grecia. Son las múltiples reformas impuestas
desde la TROIKA, provocadoras, a su vez de la indignación ciudadana que
llevaron al 15M, al plural colorido de las “mareas”, y al surgimiento del
“fenómeno” PODEMOS. Todo ello, según el profesor, aparte de los mencionados
retoques, en España llevará a “proceder a
profundas transformaciones institucionales… y una seria reforma de la
Constitución (pgs.222-23). Pero, aunque en el mismo texto diga que después
nada será como antes, yo pienso que todo cambiará de esa manera, para que
lampeducianamente todo siga igual. Considero que mientras el sistema
capitalista no cambie sustancial y radicalmente, no en lo que ha ofrecido de
bueno, seremos víctimas de sus crisis cíclicas, propias de sus contradicciones
internas. Ahí radica mi principal divergencia con el profesor, que en lo que
sigue iré desarrollando razonadamente.
En la página 73 hay algo que me
llama la atención. Se establece una dicotomía entre el interés general o
público e intereses privados, a la que atribuye una naturaleza política, basada
en que el Estado, como sistema político, es el encargado de servir al interés
general, siendo la sociedad civil, “un agregado –obvia aquí la palabra servir-
de intereses privados”. Admite que esta distinción no implica necesariamente la superioridad de aquel sobre ésta.
Incluso acepta la posibilidad de que los intereses de ésta deba prevalecer
sobre aquel, cuidándose, eso sí, desde una visión ética. Más adelante afirma
que el liberalismo postula la primacía de
la sociedad civil sobre el Estado, por miedo al abuso del poder estatal (totalitarismo).
Pero si el poder del Estado está limitado
y controlado por la sociedad civil (Estado democrático)… no hay duda de que el interés general ha de
prevalecer sobre los intereses privados en caso de conflicto entre ambos.
Será justo esto lo que exigirá una clara separación de la esfera de lo público
y lo privado, siendo esta distinción un criterio que se establece para la
calidad de una democracia basada en el imperio de la Ley y el Derecho. Esa
separación, pensamos, es al mismo tiempo el terreno de juego donde compiten
todos los actores en la lucha por el poder. Y es ahí donde se puede crear, de
hecho se crea, un espacio opaco
(figura empleada insistentemente por el profesor), en donde el equipo “con más
presupuesto” puede obtener la victoria, viniendo con “las cartas marcadas”
desde las performances de los
“palcos” de los estadios.
Considero una carta, ésta bien
marcada, la pretensión de establecer el modelo económico
liberal-burgués-capitalista y su forma de Estado como natural en el ser y el
devenir de la Historia, o como un maná
llovido no sé de qué ultramundo, e imponerlo como LA Democracia, cuya filosofía subyacente es el “pensamiento único”.
Intentar cambiar este gran modelo equivaldría a pretender transformar el sistema solar. Me pregunto, y pregunto al profesor,
qué hubiera sucedido si Galileo se hubiera “amilanado”, y no hubiera pronunciado
¡y
sin embargo, se mueve!. Seguramente persistiría la esclavitud, y al
Estado Feudal no se habría impuesto el Estado Burgués, al que, a su vez,
intentó desbancar el Estado de los Soviets en su lucha por la instauración del
Comunismo. Estado este último, que, una vez utilizado respectivamente como
mecanismo “represor y controlador” por la clase dominante en cada momento
histórico, en este penúltimo estadio por la “Dictadura democrática del
proletariado”, según las tesis del Marxismo-Leninismo, desaparecería para ser sustituido por la administración de las cosas por parte
de una sociedad igualitaria. (Liberaré al paciente lector de la exposición
monográfica que tenía preparada, pero no sin remitirle a la lectura de dos
libros, para mí, prototípicos y complementarios entre sí sobre el tema: El Estado y la Revolución de Lenin y Eurocomunismo y Estado de Santiago
Carrillo).
Mientras se consigue llegar a esa
sociedad que algunos considerarán “utópica”, las fuerzas revolucionarias,
llamadas hoy más suavemente izquierda marxista, tendrán que
seguir luchando contra su adversario actual, el capitalismo ultraliberal, igual
que en el feudalismo lo hizo la
burguesía, para imponer sus intereses. Y, como el auténtico marxismo se basa en
análisis
concreto de la realidad concreta, y ésta cambia continuamente, aquél,
si quiere ser científico, según se proclama, tendrá, como la Ciencia, que estar
en continua revisión y búsqueda de nuevos instrumentos, sin conformarse con sus
conquistas. Lo contrario sería pura ideología vacía y dogmática. En apoyo de lo dicho anteriormente, no me
resisto a transcribir lo que en su libro citado, decía Santiago Carrillo: Este
Estado de hoy, que no solamente tiene a su servicio al ejército, a la policía,
a los magistrados, a los cobradores de impuestos y a la burocracia tradicional,
sino a cientos de miles de enseñantes, administradores, técnicos, periodistas y
otros trabajadores, sigue siendo el instrumento de dominación de clase que
definía Marx, Engels y Lenin; pero sus estructuras son mucho más complejas, más
contradictorias que las que conocieron los tres maestros del marxismo, y sus
relaciones con la sociedad presentan ciertas características diferentes.
(Op. cit. Ed. Crítica, pg.29). A este Estado es al que denominamos “neocapitalista”.
Y la izquierda que se quiera seguir llamando marxista, tendrá que inventar
otras estrategias y otros métodos para transformarlo. Y de ello, tanto el PCE,
como su líder, dieron sobrado testimonio.
Como se puede deducir de lo dicho por
Carrillo, el adversario a abatir ha cambiado y modificado sus estructuras. Lo
que en el capitalismo clásico se bipolarizaba en burguesía-patronal y
proletariado también ha sufrido un enorme cambio. El moderno capitalismo
financiero ha difuminado la linde, que claramente definía ambos polos (clases)
en los dos siglos pasados. La imagen del capitalista-patrono con “bombín y
fusta”, creador/administrador o heredero, dueños del capital acumulado en los
“medios de producción”, y la del obrero-productor, con “mono” y alpargatas,
habrán de ser cambiadas de escenario. Como dice Varoufakis, “el impulso autorreferencial del capital (el
Minotauro) se burla de la voluntad
humana, del empresariado y de la clase trabajadora por igual. Pese a ser
inanimado e inconsciente, el capital –abreviatura de máquinas, dinero,
derivados titularizados y toda forma de riqueza cristalizada- evoluciona
rápidamente como si funcionase por sí mismo, usando agentes humanos (banqueros,
jefes y mano de obra en igual medida) como peones de su propio juego”. Ese
personaje mítico crea tantas ilusiones en las mentes (alienación diría Marx) de
unos y otros, que hace que cierren “los
ojos al trágico hecho de que es el capital el que, en efecto, es dueño de todos
nosotros, y que somos nosotros quienes lo servimos a él”. (El Minotauro global, 5ª ed., pg. 38.
Edt. Capitan Swin
La bipolarización en clases
claramente delimitadas por el antiguo capitalismo industrial-productor ha sido
difuminada por el moderno capitalismo financiero. Esto ya lo preveía Lenin (en Imperialismo, fase superior del Capitalismo),
y lo refleja Varoufakis en la cita anterior. Pero esto no quiere decir, por más
que muchos se empeñen, que las clases sociales, cada una con sus intereses,
hayan desaparecido. Mucho menos mantener que la democracia formal-liberal
actual ha acabado con ellas, y que tal democracia “ha venido para quedarse”.
Ante, al contrario, esa difuminación de
las lindes precisamente ha supuesto que en el nuevo espacio ampliado ingresen
otras nuevas clases o que las ya existentes intercambien su posición. Pero es
indudable ¡que la tierra se mueve!, y que ¡haberlas, haylas!...Y lo que no
puede hacer la izquierda marxista es renunciar a la lucha y renunciar a su
programa máximo. Otra cosa será que tenga que utilizar otras formas y otros
instrumentos. Que ahora no los tenga totalmente claros, y que parte de las
energías de la lucha se consumirán en ello, no conlleva el sometimiento a la
“fiera”, renunciar a la lucha contra Goliat o considerar este esfuerzo tan
inútil como querer transformar el sistema
solar. Y hasta es posible que la lucha
de clases no sea ya el motor, como consideraba Marx y el Marxismo clásico,
para transformar el Estado actual capitalista en ese otro Estado comunista
donde las cosas sean administradas por un hombre
nuevo. Me reconocerá el profesor Gil Calvo que entre el capitalismo
financiero-especulador y el capital humano-productor sigue habiendo una brutal
confrontación de intereses. Pero, además, mientras que aquél viene representado
por un estamento cada vez más minoritario: grandes bancos, corporaciones cada
vez, oligopólicas, contrariando el principio de la libre competencia, etc., el
segundo, como señala Varoufakis, ha aumentado su espectro, engullendo a
pequeños empresarios y autónomos, reconvertidos en trabajadores por cuenta
ajena. Y lo que tradicionalmente se ha venido denominando “clases medias”, no
sólo se ha ampliado, sino que a pesar de las apariencias, se han empobrecidos.
El capitalismo popular de la sra.
Thatcher y mr. Rigan resultó ser una
falacia. La segmentación entre una minoría muy enriquecida y una gran mayoría
cada vez más empobrecida, se va ampliando. Esto es lo que ponen de manifiesto
dos premios Nobel como son Paul Krugman y J. Stiglitz, entre otros. (Hago aquí
este inciso para recomendar la lectura de Confesiones de un marxista errático en medio
de una crisis europea repugnante del Y. Varoufakis, de Dic. 2013, del
que me propongo hacer algún comentario en otro momento).
Aceptar, pues, el Estado capitalista
actual como un suceso ajeno a la Historia, y por ello considerarlo permanente e
inmodificable, es negar la Historia misma. Al mismo que denota una actitud
intelectual idealista y dogmática. Las ciencias físicas nos demuestran que el
tiempo es indefinido, y una interpretación del mismo desde la dialéctica del
“Materialismo histórico” nos puede reservar muchas “sorpresas”. Por eso,
pretender seguir una lucha con los instrumentos adecuados a los “fines”, pueda
seguir pareciendo “utópico”. Pero una utopía “razonable y científica” todavía
no ha sido negada por la historia. Lo que sí ésta nos confirma es que, a pesar
de los errores propios y de los enormes obstáculos externos, esa lucha, a veces
titánica, ha hecho avanzar a la sociedad, al menos en el llamado primer mundo,que
conocemos, a pesar de la crisis, “sociedad del bienestar”.
Las antiguas discusiones teóricas
habidas en el seno del socialismo marxista o socialdemócrata, sólo nos puede
servir de experiencia para no repetir errores. Pero, si la izquierda no busca
nuevos instrumentos y adecuados a las condiciones actuales, está condenada a
hacer política ficción. Lo que ciertamente nos hace ver la historia –ahí está
la gran crisis actual y otras anteriores del capitalismo- es que este sistema,
con su gran instrumento que es el Mercado, hay que controlarlo de alguna manera,
antes de que su propia dinámica interna lleve a la Humanidad al desastre total.
Ese Mercado que el capitalismo liberal considera la “mano anónima” que todo lo
arregla, sin necesitad de intervención estatal, se ha demostrado que ni es
anónima ni que todo lo arregla. Por el contrario, basta pensar un poco para
caer en la cuenta que esa “mano” pertenece a un cuerpo y a una mente que, si
parecen anónimas es por la “opacidad” con la que influyen y controlan tanto la
vida privada, como la pública. Consecuentemente, no estoy de acuerdo con el
profesor Gil, cuando considera que ese secreto
resulta indispensable tanto para la vida privada como pública (pg.21). Creo
que se confunde al asemejar la privacidad o intimidad personal con un ente
abstracto, como es la “sociedad”, que, per
se, es público. Precisamente, en ese espacio público es donde, desde el
anonimato y desde la oscuridad, cual “duende”, los poderes, no tan ocultos,
actúan controlando las vidas y haciendas de los ciudadanos concretos que
formamos la sociedad.
Da por hecho el profesor una tácita opacidad convencional (pg.23)
, ciertamente, como mal menor, al
objeto de reducir al mínimo el conflicto
latente (de un grupo), para mantener
la convivencia pacífica (del mismo), aunque, para ello, convenga renunciar al consenso máximo,
basado en la transparencia total. Me parece contradecirse cuando el
profesor admite que la democracia
representativa es un régimen de opinión pública que exige máxima transparencia (pg.25),
a la que contribuyen las nuevas tecnologías de “los medios”, aunque con tales progresos técnicos de los medios se produce
también un desarrollo acumulativo tanto de la transparencia, como de la
opacidad. Algo tan natural como la convivencia del colesterol bueno con el
malo (pg.27).
Y lo que me sigue pareciendo aún más
contradictorio, es que ese “nuevo poder mediático”, cuya misión sería
publicitar y combatir la opacidad en todos los ámbitos de poder (cap.II), en
los que la corrupción sistemática es un déficit democrático, aún en las
democracias plenamente institucionalizadas (cp.III), ese poder mediático, dice
y digo, sin embargo utiliza su naturaleza y sus recursos para someter a la
ciudadanía a sus propios fines. Y todo ello, tengo que deducir, desde la
opacidad tan natural, como tan natural es convivir con el “colesterol bueno y
malo”. En fin, algo tan normal y natural como que el sol sale cada mañana, sin
que podamos corregir los movimientos de rotación o traslación de la Tierra…. Al
análisis del poder de los medios dedica el profesor Gil el capítulo IV de su
libro, al que remito al lector, para no alargarme más de lo que tenía previsto
en este trabajo.
Yo le pregunto retóricamente al
profesor, ¿por qué ese Leviatán desde la opacidad, o el Minotauro desde el “laberinto”
pueden manejar los hilos de manera que ellos sí pueden alterar el sistema
solar, y no así el resto de los ciudadanos organizados, ni siquiera utilizando
las instituciones o los “medios”? Y, también retóricamente, adelanto mi
respuesta: porque, dado el poder
económico que han ido acumulando que le ha facilitado el uso de la
inteligencia, mientras el pueblo se mantenía ignorante, han construido un cuasi
inexpugnable muro protector de su “ciudadela”, desde la que lanzar cuasi
impunemente su artillería y artilugios bélicos, que son las propias
instituciones del Estado –las “superestructuras, diría Marx-, la “razón de
Estado”, que, como el profesor reconoce, no son más que la “cloacas del poder” (pgs.53-56).
Estas cloacas, reconoce el profesor,
están en manos de las élites del poder
que compiten y negocian por su control al margen de la ciudadanía. E igual
que antes actuaban dentro de las fronteras nacionales, si excluimos los
colonialismos, y hoy, con la “globalización”, una de esas élites la constituye,
en lo económico, y yo añadiría en lo político, la coalición dominante que
controla la economía política de la Eurozona. Por no hablar de EE.UU., para lo
que remito al lector a los capítulos 3 y 4 del libro del profesor
Y.Varoufakis).
Pero, claro, todo lo dicho
anteriormente, es imposible que se hubiera dado, sin utilizar la Educación, la
Cultura y la portavocía de los “medios” por un lado, y la fuerza, por otro, con
el fin de mantener a las masas populares “engatusadas” con un estrecho
resquicio de acceso a un cambio de “estatus”, o un “alienante” disfrute en
propiedad de ciertas “mercancías” (vivienda, coche, etc.), que no es sino más
comida para retroalimentar y mantener bien cebado al “monstruo”. Y, lo más
importante, sin haber inculcado
acríticamente que este sistema de democracia liberal y de mercado es el mejor de los mundos posibles.
Pero, hasta ahora, siempre que ese Leviatán ha entrado en sus
grandes crisis cíclicas (véase la de 1929), sólo grandes economistas, como
Keynes, y grandes hombres de estado, como Roosevelt con su Ley Glass-Eteagall
de 1933, intentaron embridar sus furias, aunque sin conseguir amansarlo del
todo. Como ya advirtió Marx y repite Varoufakis, achacar ese camino desastroso
sólo a la avaricia, al egoísmo y la codicia humanos, si bien es estar siguiendo un buen instinto, pero es
estar mirando en el lugar equivocado; pues el secreto del Capitalismo es su
tendencia a la contradicción, su capacidad para producir al tiempo riqueza
masiva y pobreza insoportable, magníficas libertades y las peores formas de
esclavitud, resplandecientes esclavos mecánicos y trabajo humano depravado
(pg.38). El mismo Marx, sigue diciendo Varoufakis, metió a la economía en la estampa, reprendiéndonos por ignorar la
realidad de que nuestros pensamientos han sido secuestrados por el capital y su
ansia acumuladora (pg.39). Y, puesto que nadie diseñó este Leviatán, ni
nadie intentó dirigirlo de pequeño, nadie podrá civilizarlo y amaestrarlo ahora
que es adulto y va a toda máquina, siguiendo su propia y férrea lógica
inconsciente.
El Capitalismo, en ese férreo
engranaje, es capaz de ponerse zancadillas a sí mismo, ya que su mecánica
interna le da suficiente confianza y poderío para levantarse de la caída, sin
importarle el pesado lastre que va dejando en su evolución.
Con la experiencia del crash del
29, si, en su repetición en el 2008, con tantos analistas y “nobeles” bien
pagados y disponiendo de los más avanzados medios técnicos; si la codicia y el
despilfarro y una regulación muy “relajada” y “alejada” de la que supuso la ley
de 1933; y si ni siquiera la previsión marxista de las contradicciones internas
de capitalismo, son explicaciones suficientes de la ocurrencia de tan
desastroso fenómeno presente, ¿cuál es, pues, “el eslabón perdido”? Tanto a la
pregunta, como a la respuesta del exministro griego me adhiero. Mientras la
bestia, que él llama “Minotauro global
dominaba el planeta, su puño de hierro fue implacable y su reinado atroz…,
mientras conservó la salud, mantuvo la economía global en un estado de equilibrado desequilibrio. Esto ofrecía
cierto grado de estabilidad. Pero cuando fue presa de lo inevitable y cayó en
estado comatoso en 2008, sumergió al mundo en una crisis a fuego lento. Por
tanto, concluyo con Varoufakis, hasta que no encontremos la manera de vivir
sin la bestia, una incertidumbre radical, un estancamiento prolongado y la
renovación de una inseguridad extrema estarán a la orden del día
(pgs.41-42).
¿Puede ser una manera de sobrevivir
y de domar a la bestia la Democracia liberal-burguesa y neocapitalista? Me temo
que no… Pero de momento aquí lo dejamos… Ocasión tendremos de seguir
reflexionando…
Manuel Vega Marín. Madrid, 5 de
Mayo de 2015. Blog: solicitoopinar.blogspot.com.es
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