En esta España que se cree “postmoderna” basta que un ciudadano/a
exprese una opinión sobre cualquier tema, para que los que no conocen la tribu
porque aún no han salido de la “caverna”, toquen a rebato por temor a perder el
estatus que les ha proporcionado la cátedra o el púlpito del “pensamiento
único”. Ya no sólo estos casposos meapilas se escandalizan del sexo, sino que
se abre un debate de viejas beatas, cotilleando al ver en el Parlamento a una
diputada-madre dando teta a su hijo.
No vamos a exigir que hagan memoria de lo que Platón escribía hace más
de 2.300 años, sino que recuerden algo más cercano, cuando el movimiento
“hippy” quiso ensayar, respecto de la educación, en las numerosas “comunas” de
los años 60-70.
Algunos intentan ocultar, como si del “pelo de la dehesa” se tratara, su
crianza y educación en la casona matriarcal, las casas de vecinos de los
pueblos o “las corralas” de las ciudades. En esos espacios, como dice Raquel
Pérez Ejerique (diario.es, 14-5-16), vivían
en régimen de puertas abiertas (o de remendadas cortinas, añadiría yo), vivían en común abuelos, padres con hijos,
hermanos, sobrinos y vecinos. Haríamos bien todos los que crecimos o
conocimos esos ambientes del realismo galdosiano-barojiano en reflexionar sobre
sus causas: si se trataba de la costumbre, el exceso de cariño y paciencia de
los mayores, o, mejor, la penuria económica de los tiempos, no pasados para
muchos. Lo que está claro, dice la periodista, es que la confluencia familiar es algo tan antiguo como el hombre o la manada
de leones. Pero la gran reacción a esta idea antigua demuestra, otra vez, que
es peor para la concordia hablar de crianza, que de religión o de política.
En esa reflexión se dejaría claro que, desde luego, no fue sólo la
higiene o la búsqueda de la libertad que proporciona la intimidad personal y
familiar lo que pretendió acabar con ese estado de cosas. Entre otras causas,
sin duda, estaría el “boom del ladrillo”, además de otras exigencias impuestas
por el modelo industrial del liberal-capitalismo. Se sacó a las familias de las
corralas y casas vecinales, para concentrarlas en apretadas urbanizaciones,
impulsadas por una “economía de escala”, que, igual que reducía costes,
aumentaba el beneficio de los inversores y especuladores financieros. Es más
fácil apiñar pacientes en un ambulatorio médico y apelotonar alumnos en
colegios-barracones, ubicados en tales urbanizaciones, sin tener en cuenta el
coste humano, que promocionar estos y otros servicios, modernizando los pueblos
de origen, que tenían capacidad de futuro. La convivencia en ellos sería más
humana y menos estresada. Como dice Fernández Liria, nada ha sido más eficazmente destructivo que la proletarización
capitalista y la globalización. Ahora ya no es que no haya tiempo para fiestas
(y verbenas en la plaza del pueblo), es
que ya no hay tiempo ni espacio para tener hijos, para fundar una familia o,
siquiera, para tener residencia fija. (“En defensa del populismo”, pg.157).
A pesar de los cerquita que se vive en esas “torres-colmenas”, y de lo
“juntitos” que nos desplazamos al trabajo, al colegio o al consultorio en el
Metro, cada vez nos sentimos más incomunicados, y es porque el auténtico lazo
que une o separa a los seres humanos es la CONVIVENCIA y no la COMPETITIVIDAD,
que nos inculcan desde la escuela…
Después de las declaraciones de Anna Gabriel, de la CUP, faltó tiempo
para ver con qué socarrona sonrisa chulesca los presentadores de las
televisiones y otros medios expandieran tan “importantísima” noticia. Esos
gestos risueños ocultaban toda una carga de machismo, muy especialmente, de
machismo ibérico. Tan de mal gusto me pareció la forma en que fue difundida la
opinión de la feminista de la CUP, que aproveché el magnífico artículo de
Beatriz Gimeno (diario.es, 13-5-16), diputada de PODEMOS en la Asamblea de
Madrid, en su apoyo, para unirme con mi comentario, que, por ser el germen de
las presentes reflexiones, no tengo inconveniente en reproducir: De las declaraciones de la representante de
la CUP sobre la educación de los hijos, sólo se pueden “sonreír” burlonamente
los machistas, los ignorantes y los estúpidos. Estoy seguro que muchas mentes
calenturientas por el sexo reprimido, cual mal demoníaco, se estarán imaginando
a todas las que piensan como ella, son unas “fulanas” que lo que quieren es que
les dejen ir por las calles “fornicando” libremente, y que después, los hijos
nacidos de los “despistes” se los críen y eduquen los demás… Veremos a los
curas y obispos en sus sermones despotricar… ¡Que estudien a Platón!...
A todos, especialmente a los curas y a los políticos “decentes”, se les
ablanda la lengua, cuando hablan de la familia como célula fundamental de la
sociedad. Incluso muchas mujeres de la derecha más recalcitrante, activistas de
los movimientos “pro-familia” y “pro-vida”, se enfadarían si se las tachara de
antifeministas por ignorar su propio ser de mujer. Hay quienes, por culpa de
una educación “eclesiástico-machista-virginal”, mortifican su propio cuerpo. Si
no abominan del sexo “tentador”, sí lo supeditan y condicionan a la
“procreación”. Relegan al ámbito de lo privado todo el proceso previo y
posterior que conduce a la constitución de la familia como institución pública.
Creo que lo que ha pretendido decir la militante de la CUP, y así se deduce de
la interpretación de la parlamentaria de PODEMOS, es que la Humanidad menstrua, que, para concebir y parir de manera natural
es practicando el sexo, y que, si queremos no ser como el resto de los
animales, debemos atribuirle un valor en sí mismo, que sobrepasa la pura
finalidad biológica y procreativa. Que, relacionados con el acto de parir para
crear una familia, están temas como el aborto, el derecho de la mujer a decidir
sobre su propio cuerpo, la crianza de la prole, etc., etc., por no hablar de lo
que pudiera parecer menos importante, como es todo el entramado industrial y
comercial relacionado con la menstruación y con la vagina…
El concepto de ciudadanía y el estatus que, para los habitantes de un
Estado se fraguó en la Ilustración, si bien es cierto que fue un gran avance,
no lo es menos, como constata Beatriz Gimeno, que tal ciudadanía es exclusivamente masculina, toda vez que esa universalidad de los derechos del hombre
excluyó a la mitad de la humanidad, representada por las mujeres. Si éstas,
desde entonces, sólo formalmente, adquirieron ese estatus de igualdad, fue
debido a su constante lucha que hoy muchos de aquellos derechos formales se
hayan cargado de contenido. Actualmente, las mujeres tienen la posibilidad de
ejercer sobre el papel todos los derechos; pero, hoy por hoy, tales derechos
están configurados a la medida del
cuerpo, de la subjetividad, de las vidas, de los varones. Una mujer,
pongamos Michelle Bachelet en Chile, en su posición de Presidenta, puede
incluso declarar el estado de guerra u otras políticas “masculinas”, pero lo
sigue teniendo muy difícil para poner en práctica políticas específicamente
femeninas, como el aborto o la crianza, planificación y educación de los hijos.
Para que los varones políticos puedan lucirse en los foros, y ocuparse
del trabajo, etc., etc., las mujeres, en infinidad de casos, tienen que
renunciar a esos mismos objetivos, ocupadas en un trabajo menos visible, como
es la maternidad y todo lo que ella comporta. De esas renuncias saben mucho las
feministas de izquierda, mujeres de obreros, cuyos salarios no les permiten
pagar una asistenta o poder dejar a los críos en la guardería. Por eso,
reivindican métodos alternativos en esa tarea maternal, que pueden ser más o
menos individualistas o “colectivistas”, teniendo presente que estos últimos
son más “igualitarios” y suponen menos sacrificios. Estos problemas deben ser
debatidos en el ámbito de lo público; porque,
termino con Beatriz, no somos lo
particular de la ciudadanía general. Porque no somos una excrecencia que le ha
salido a la humanidad, también somos el todo, aunque muchos, ante esta sola
idea, les dé por reírse y hacer bromas…, que ya han tenido que tragarse a lo
largo de la historia…
Como antes he aludido a Platón,
remitiendo al estudio del pensamiento de este gran filósofo clásico, plasmado
en su obra de madurez más importante, LA REPÚBLICA, y no siendo este el momento
ni el espacio más adecuado para una mínima exposición de todo el contenido del
famoso “diálogo”, sí, no obstante, facilitaré al lector interesado en el tema
los pasajes que, más literalmente, lo tratan. Sé que, según el momento
histórico y otros intereses, no debidamente justificados, el pensamiento de
este “idealizado” filósofo, ha sido interpretado y tachado, en cuanto al tema
se refiere, de totalitario retrógrado, comunista, etc., sin tener en cuenta el
conjunto de la obra, y, mucho menos, sin situarlo en su contexto sociopolítico
e histórico. Por esta razón, para que el lector se forme su propia opinión, lo
mejor que puede hacer es asomarse a esta milenaria obra, sin detenerse
excesivamente en la literalidad de las frases referidas a la organización de la
familia y del Estado.
Utilizaré la edición crítica publicada por Biblioteca Básica Gredos,
tomo 27. Los referidos temas están tratados en el libro V de los X que integran
este Diálogo.
-Naturaleza y tareas de la mujer, 451d,
-Comunidad de mujeres y de niños,
457e,
-Ratificación de la comunidad de
hombres y mujeres, 466d,
-Carácter comunitario de la
sociedad, 462ª.
El lector también podrá encontrar en Internet, tanto la Obra, como
buenos comentarios a la misma.
Manuel Vega Marín. Madrid, 23 de Mayo de 2016. www.solicitoopinar.blogspot.com.es
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