jueves, 16 de julio de 2015

LA TOLERANCIA. REFLEXIONES SOBRE UNOS TEXTOS DE A. MACHADO



   La rutina de vivir en democracia, muchas veces, nos libera de pensar y profundizar en sus fundamentos, lo que conlleva que el “menos malo” de los sistemas del que se ha dotado nuestra convivencia en el espacio de lo público, “haga aguas”.
   Uno de esos pilares fundamentales es la TOLERANCIA. Para escribir sobre el tema, nunca mejor ocasión que la relectura de unos textos de Antonio MACHADO, de su Juan de Mairena.

   Si bien la democracia se realiza principalmente en el ámbito de lo público, si el ciudadano no ha sido entrenado previamente en su subjetividad mediante un contínuo ejercicio de autoenjuiciamiento e introspección de su intimidad, muy difícilmente y de manera voluntaria, podrá convivir con el resto de sus conciudadanos. Este examen de uno mismo, que a menudo suele ser benigno y casi exculpatorio, facilitará la comprensión de los demás. En definitiva, eso es la “tolerancia”: comprensión y compasión de nuestros semejantes. De la dificultad que encuentra nuestra “mirada” en hacer transparente nuestro “cambiante” Yo, surge la propia comprensión y compasión, y, por ende, la de los demás. La infancia, la educación, la propia historia y, en definitiva, las vicisitudes de nuestra vida, han hecho de nuestro Yo una especie de “magma” muy elástico para ser objetivable fácilmente en un análisis racional. Esto, creo, quiere expresar Don Antonio al decir: Cuando un hombre algo reflexivo se mira por dentro, comprende la absoluta imposibilidad de ser juzgado con mediano acierto por quienes lo miran por fuera, y es la imposibilidad en que él se encuentra de decir cosas de provecho cuando pretende juzgar a su vecino.
   Si los hombres fuésemos anacoretas o pudiésemos vivir ensimismados filosóficamente, no habría problema. Éste se plantea cuando, a pesar de nuestro individualismo y de las teorías que lo propagan, nos vemos obligados a “ser sociales” (zoón politikón de Aristóteles) o, como más modernamente dice Hannah ARENDT (1906-1975), es el espacio público, el mundo y la pluralidad, comúnmente compartidos, el marco ineludible de la condición humana. Y el medio que tenemos para relacionarnos, sí o sí, en ese “encuadre” es el lenguaje, que en lo que tiene de simbólico, es exclusivo de los seres racionales. Y a su uso también estamos “condenados”. Por eso dice Machado: Y lo terrible es que las palabras se han hecho para juzgarnos unos a otros. Pero, aun disponiendo de ese vehículo universal, muchísimas veces ese instrumento puede resultar ineficaz para la mutua comprensión. Por eso, en aras de la tolerancia, dice el Maestro: Que cada cual hable de sí mismo lo mejor que pueda, con esta advertencia a su prójimo: si por casualidad entiende usted algo de lo que digo, puede usted asegurar que yo lo entiendo de otro modo.
   La tolerancia, por encima de lo que muchas veces dictamina la razón abstracta, obedece a principios éticos y psicológicos. La razón se mueve en el ámbito de lo objetivo, siendo en ese terreno donde se las tiene que ver con “la verdad”, que trasciende de lo meramente subjetivo, de las creencias, en busca de “un hecho” real y externo, que dé “prueba” de la veracidad de las mismas y de nuestras ideas, a veces fantasiosas. Pero aun así, la confrontación entre lo que sentimos o pensamos  y el entramado de leyes lógicas y físico-matemáticas físicas, en que se nos muestra el mundo real, pretende invadir el ámbito privativo de la libertad, que con sus errores o equivocaciones, lucha por imponerse. Por eso, en pro de la convivencia, y siempre que no se causen daños mayores, debemos suspender provisionalmente lo que las leyes lógicas y la ciencia imponen a la razón. En este sentido interpreto a Machado cuando dice que nadie debe asustarse de lo que piensa, aunque su pensar aparezca en pugna con las leyes más elementales de la lógica. Porque todo ha de ser pensado por alguien, y hasta el mayor desatino puede ser un punto de vista de lo real.
   Y quiero resaltar aquí el método pedagógico del profesor Machado, literariamente heredado de sus predecesores, Abel Martín y Juan de Mairena. Éstos en sus clases de Retórica y Sofística aprovechan la “flexibilidad” que les brindan ambas disciplinas, para instar a sus alumnos a pensar por sí mismos y a extraer la Verdad allí donde hubiera un  mínimo indicio de la misma. Aprender no consiste en memorizar una serie de verdades transmitidas de generación en generación, con la finalidad de “aprobar” una asignatura. La búsqueda de la Sabiduría se orienta hacia la constitución de la personalidad de los alumnos y a su formación ética y tolerante con respecto a los demás. Es imposible no ver en la pedagogía “machadiana” la difícil y paciente labor de Sócrates en su tarea de extraer, preguntando y oyendo, el saber oculto en el interior del educando…
   Que nosotros hacemos (dice Machado previendo ser tachado, como Sócrates, de corruptor de la juventud…) en esta cátedra de Retórica y de Sofística, una especie de astracán filosófico, es algo que podemos decir en previsión de fáciles burlas, y para socorrer, de paso, la indigencia mental de nuestros enemigos… Machado no pretende usar la sofística en su peor acepción, esto es, el arte de enmascarar el error o de defender el absurdo… Nosotros queremos ser sofistas, en el mejor sentido de la palabra, o, digámoslo más modestamente, en uno de los buenos sentidos de la palabra: queremos ser LIBREPENSADORES… Nosotros pretendemos fortalecer y agilitar nuestro pensar para aprender de él mismo cuáles son sus posibilidades, cuáles sus limitaciones; hasta qué punto se produce de un modo libre, original, con propia iniciativa, y hasta qué punto nos parece limitado por normas rígidas, por hábitos mentales inmodificables, por imposibilidades de pensar de otro modo. ¡Ojo a esto, que es muy grave!... (Perdón por la larga cita, pero es que no tiene desperdicio).
   En las clases de Mairena, pues, nadie debe asombrarse de nada; ni siquiera de que alguien diga que 2+2 no son 4. Lo único que tiene que hacer quién así piense sinceramente es explicarse, razonarlo. Ni siquiera, dice el Maestro, hemos de exigirle la prueba de su aserto. En el aula todo el mundo tiene derecho a equivocarse; para ello se asiste a ella, para aprender de los propios errores y de los de los demás, incluido los “simulados” errores del profesor. ¡Cómo recuerdo a aquellos profesores, respecto de los cuales todavía me pregunto: ¿realmente eran tontos o lo simulaban…?!...
   Y tocamos ahora otra de las causas de la intolerancia: la Religión, o dicho más modernamente, el “fanatismo religioso”. De no respetar los dioses y de querer introducir otros nuevos, fue una de las acusaciones por la que fue condenado Sócrates a beber la “cicuta”…
   Hemos visto antes que Mairena aconsejaba a sus alumnos volver a la Sofística. Ya la tuvimos, pero nos falló la fe “protagórica” de poner al hombre como medida universal, y nos apartamos de ella a medio desdén, puesta la mano en la espada (Lope de Vega) o en el crucifijo. Y ese ademán garboso nos ha perdido. Por ello aconsejaba Mairena a sus discípulos  a hablar siempre con las manos en los bolsillos…
   De su maestro Abel Martín supo nuestro autor que el gran pecado que los pueblos no saben perdonar es introducir nuevos dioses. Oponerse a la rémora rutinaria de la tradición o a los convencionalismos hipócritamente aceptados, conlleva para los que osan apartarse del camino “trillado” el pecado, como mínimo la exclusión o el exilio. Sócrates, aunque se le propuso el exilio, optó por la muerte. Machado tuvo que optar por el exilio. A otros poetas libres, como a F. García Lorca, no le dieron opción; ¡lo asesinaron!...
   Y es que a estos nuevos dioses, los viejos les tienen “hincha”, porque no hay novedad de más terribles consecuencias. Los hombres han comprendido siempre que sin un cambio de dioses todo continúa aproximadamente como estaba, y que todo cambia, más o menos catastróficamente, cuando cambian los dioses. Op. cit., pgs. 2024-25). Pero el problema es que los dioses cambian sin que los humanos podamos evitarlo. Por eso los filósofos “del jardín” (los epicúreos”), para quienes la Sabiduría debe supeditarse a la ética y a una actitud pragmática en la convivencia humana, sitúan a los dioses en unos como interespacios cósmicos, en donde viven felices, sin tener que inmiscuirse en los asuntos humanos. Estos filósofos antiguos, injustamente difamados, se comportan de cara a los propios dioses, y de los que en ellos creen, de una manera mucho más elegante y tolerante, que muchos modernos “demócratas”…
   Así que se equivocaba el maestro Martín, jactándose de haber introducido el suyo. A estos dioses debemos procurar verlos desnudos y sin máscara. No así podemos decir de Dios, que hace morir a quien osa verle la cara… Y como esos dioses nos acompañarán toda la vida, hay que conocerlos para andar con ellos, aunque nos abandonen en los umbrales de la muerte, que ellos probablemente no cruzan. Trabajemos todos para merecer esa suave melancolía de los dioses, que tan bien expresaron los griegos en sus estelas funerarias… (pg. 2025).
   ¡Ay!, si Sócrates y Don Antonio con sus maestros Martín y Mairena levantaran la cabeza, y vieran la “escabechina” que los burócratas europeos están haciendo con la nación Griega, cuna de la tolerancia y de la democracia…


   Nota.- PROTÁGORA de Abdera (485-411 a.C.). En 444-443 a.C. , por encargo de Pericles, redactó la constitución de la nueva colonia de Turios. Gran sofista y experto en Retórica, conocido de Sócrates, y junto a Georgias fueron reconocidos como filósofos por Aristóteles y Platón, a los que este último les dedica sendos Diálogos. Los sofistas estaban mal vistos porque cobraban por sus enseñanzas. De Protágoras es famoso su principio Homo ómnium rerum mensura est (el hombre es la medida de todas las cosas).
   JUAN DE MAIRENA. Sentencias, donaires, apuntes recuerdos de un profesor apócrifo (1934-36). Obras Completas, vol. II de la Ed. Crítica de Oreste MACRI. Esp. Calpe, 1988. Existe una separata editada por Clásicos Castalia, 1971.

   Manuel Vega Marín. Madrid,16 de Julio de 2015. Blog: solicitoopinar.blogspot.com.es

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