viernes, 30 de octubre de 2020

DIFICILÍSIMO DERRIBAR LO CONSTRUIDO DURANTE MILENIOS

   Las siguientes reflexiones me las sugiere el reportaje-reseña que Ángel Munárriz publica en infolibre.es, de 26-10-20, sobre el fallo de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo, desestimando el recurso presentado por la Generalitat Valenciana en Mayo de 2018, referente a los conciertos educativos (Bendición judicial para la expansión de la concertada: la Iglesia logra el blindaje del dinero público para sus colegios). La autoridad educativa alegaba para no renovar el concierto solicitado, que la Comunidad podía cubrir las necesidades en la red pública. La sentencia del Alto Tribunal niega a ésta la potestad de revocar conciertos, y blinda, según la Conselleria de Educación, a pesar de tratarse de unidades  de enseñanza no obligatorias, y cuyas plazas pueden ser cubiertas en centros públicos. En respuesta al periódico la Comunitat denuncia una grave intromisión en las competencias autonómicas e hipotecan de por vida a la administración con contratos suscritos con el sector privado. Invito al lector  interesado a leerse el citado artículo...

   Mi propósito con estas reflexiones no es entrar en contenidos doctrinales, ni pormenorizar en regulaciones legales o en litigios planteados por los afectados. Sobre ello ya escribí en el mes de octubre de 2015 (Sobre la enseñanza de la religión y la libertad religiosa), y, complementando al anterior, otro en diciembre del mismo año (Sobre la enseñanza de la religión). Los interesados lo pueden leer en mi blog o “bajarse” de Amazón mi recopilación “Escritos sobre temas religiosos”.

   No es la primera vez que la Iglesia Católica manifiesta su gran poder; en estos casos, sirviéndose de miembros de sus diferentes instituciones “infiltrados” en los diferentes niveles de los Tribunales de Justicia. En abril de 2018 ocho de doce magistrados del T. Constitucional fallaron a favor de seguir dando dinero público a colegios que segregan a sus alumnos por sexo. Uno de los firmantes del fallo fue el ultraconservador diputado del PP Andrés Ollero y miembro destacado del Opus Dei. En el fallo reseñado, el magistrado ponente ha sido José Luis Requero,  conservador y también  miembro de “la Obra”. Este magistrado es acérrimo de la enseñanza privada-concertada como si fuese algo natural. En algunas entrevistas reconoce la influencia de la religión en su forma de pensar, aunque critica la influencia de la ideología en los que no piensan como él.

   El ser humano viene al mundo tan débil física y mentalmente, que necesita en su proceso de desarrollo de los demás. Primero de sus padres, y, a medida que se va independizándose de la familia, se va haciendo dependiente de la sociedad. De manera que podemos decir  que su proceso de desarrollo, y, sobre todo, su educación y cultura es una continua adaptación a la civilización y a su entorno. El humano que nace o se cría en la selva muy poco se diferenciará del resto de animales  con los que en ella convive. La lucha, pues, por poseer el control de la educación es una lucha por la “hominización”. En esa guerra han batallado todos los poderes, tanto laicos, como, fundamentalmente, religiosos. Y por ganar esa contienda permanente, los contendientes no ahorran medios; desde los más violentos hasta los más refinados como la pseudociencia, las mentiras o los mitos y leyendas...

   Hace más de dos milenios, en la lucha de los judíos-palestinos por independizarse del dominio romano, destacó el movimiento cristiano, que, a partir del s. IV se sobrepuso a sus predecesores, más “religiosos” y conformistas con el Imperio: las otras sectas judías; y ya como Iglesia Católica, repartiendo su área de influencia con sus vástagos musulmanes, y, emulando los usos y costumbres del Imperio romano, se constituye en la gran institución que estará presente en todos los ámbitos de la vida y de la sociedad durante la Edad Media, hasta el s, XVI con las divisiones protestantes. Aún hoy, en una brutal competición con las principales sectas protestantes,  quedan más que vestigios de lo que fuera su gran influencia y poder. Basta hacer un repaso por el sector artístico, desde la música, pasando por la pintura y la escultura, hasta la arquitectura, para darnos cuenta de cuán inmenso fue, y sigue siendo, su poder, y lo difícil que una sociedad moderna y laica lo tiene, aunque sólo sea para competir; no digamos ya para, si quiera, intentar derrotarlo. No es que deseemos la desaparición de esta riqueza artística. Pero, como material que es, el paso del tiempo y la simple erosión se han ido encargando de que el esplendor pasado sólo se insinúe en los restos arquitectónicos que adornan parajes despoblados... Otras manifestaciones artístico-religiosas, como grandes catedrales y suntuosos templos, alguno de ellos vacíos de fieles, y procesiones de Semana Santa, perdurarán gracias al negocio turístico...

   Mucho más lento y complicado es deconstruir el bagaje educativo y cultural, que los que nacimos y vivimos en Occidente llamamos civilización cristiana. El “superEstado” que es la Iglesia Católica lo sabe perfectamente, y, por ello, en aquellos países en los que, como España, la influencia y poder del catolicismo ha sido brutal, sus representantes y administradores, no sólo se resisten a perderlo, sino que, valiéndose de todos los medios legales o ilegítimos, procuran ampliarlo. Es una forma de compensar la pérdida continua de fieles y mantener el casi monopolio en la enseñanza, que la dictadura franquista puso en sus manos mediante el “Concordato”, todavía en vigor, por mucho que se cambie de nombre o por muchas visitas de Pedro Sánchez al Vaticano. La democracia aún no ha sido capaz en este tema de desatarse de lo “atado y bien atado”. Aunque nuestra Constitución en su art. 27 reconoce a los padres el derecho sobre la educación de sus hijos, comprometiendo a los poderes públicos a garantizar ese derecho, incluso ayudando a centros docentes que reúnan los requisitos, en absoluto establece que esa ayuda tenga que ser a base de conciertos económicos eternos. Un trasvase de dinero público para engordar las escuelas privadas-concertadas, en detrimento y adelgazamiento de  la red de colegios públicos....

   Bien estuvo que en la década de los ochenta, gobernando Felipe González, con tal de universalizar la enseñanza obligatoria, y, dada la escasez de escuelas públicas,se acudiera de manera pasajera y subsidiaria a concertar el excedente de plazas escolares con  instituciones privadas, mayoritariamente propiedad de la iglesia católica. Es la muy bonificada herencia del nacionalcatolicismo, que aún hoy se sigue viendo cuando se construyen colegios privados en terrenos públicos cedidos gratuitamente a la iglesia. Ni siquiera los sucesivos Gobiernos de izquierda han podido acabar con la provisionalidad de los conciertos. Por el contrario, cada vez más se viene afianzando la red privada, y financiando incluso asignaturas, como la religión, que debiera ser impartida en la catequesis parroquial por el cura responsable. Lo cierto es que la iglesia católica siempre “saca tajada” en los litigios que le facilitan el “batiburrillo” de leyes orgánicas reguladoras de la Enseñanza.

   Lo preocupante es que los españoles estén “normalizando”, cada vez más, este sistema de enseñanza concertada. ¡Ojo!, que no somos contrarios a la enseñanza privada; pero el que quiera, que se la pague, y siempre que lo privado no sustituya a lo público... La Constitución de la República de 1931, aun respetando la libertad de conciencia y el derecho a profesar cualquier religión  (art. 27), es más “tajante” cuando afirma que las creencias religiosas no podrán ser fundamento de privilegio jurídico (art. 25), o al ordenar que El Estado, las regiones, las provincias y los municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas (art. 26).

   El lector amante de datos respecto de este tema, puede encontrarlos en el artículo reseñado al comienzo, y que me ha sugerido escribir esta columna. Sólo destacar el trasvase creciente de dinero público a la enseñanza privada-concertada en detrimento de la pública. Lo más preocupante es, sin embargo, que bajo ese trasvase de dinero se está fomentando un proceso segregador en el alumnado, y, quiera que no, con ese proceso de mercalización y privatización se produce, dada la tierna edad del alumnado, por parte de los educadores una manipulación  de sesgos ideológicos y religiosos condecentes a un elitismo confesional...

   Creo sinceramente que ni siquiera los gobiernos de izquierda  están haciendo lo necesario en conseguir una educación laica y libre de todo adoctrinamiento religioso, en consonancia con una sociedad democrática avanzada.

   Escalofríos me dan de pensar que, en base a sentencias como la que ha dado pie a estas reflexiones, los ciudadanos lleguen a pensar que la educación pública debe ser subsidiaria de la educación concertada, y no al revés...

   Ahí lo dejo...

 

 

   Manuel Vega Marín. Madrid, 29, Oct., 2020     www.solicitoopinar.blogspot.com.es

 

 

 


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