miércoles, 15 de abril de 2020

EL CORONAVIRUS ES LA SOCIEDAD DE MERCADO


   Desde que nacieron las sociedades de mercado, hemos destruido dos tercios de todos los bosques del planeta, hemos propiciado la lluvia ácida que ha envenenado los lagos, hemos drenado completamente los ríos, hemos aumentado la acidez de los océanos, hemos erosionado la tierra, hemos hecho desaparecer animales y plantas, hasta tal punto que el equilibrio de nuestra biosfera, que es nuestro único refugio, se ha visto alterado.
   Este escalofriante párrafo lo escribió Yanis VAROUFAKIS en 2013 en su primera edición en griego. Fue traducido y editado en 2015 por Planeta (Destino) con el título ECONOMÍA SIN CORBATA.

   A través de un ameno texto, el economista, profesor y humanista heleno se propone, en conversación  con su hija adolescente, explicar a todos los jóvenes de su edad los “enigmáticos vericuetos” de la Economía. Dice Varoufakis que, si no puedes explicar las grandes cuestiones económicas de forma que los jóvenes las puedan entender, es que ni tú mismo las entiendes. Y, la verdad es que lo logra. Por eso, desde que el librito cayó en mis manos, su lectura me duró lo que un güisqui. También desde entonces se lo aconsejo a los padres y amigos y exijo su uso como libro de texto y de consulta en E.S.O.
   Tanto me impactó su sabiduría (sophia) y su personalidad humanista, que leo todo lo que de él me llega; he “colgado” en mi blog varios artículos sobre  algunas de sus ideas, y hasta me atreví, no sé si con acierto, a escribir un libro, La Unión Europea según Y. Varoufakis (Amazón), después de observar su actitud como Ministro de Syriza y negociador en la UE.
   Desde luego, no es que haya sido solamente el economista griego quien nos advirtiera de los trastornos que nos ocasiona la pandemia actual; ya otros afamados biólogos y científicos desde sus respectivas especialidades, alertaron de lo que se nos avecinaba si seguíamos desoyendo los quejidos de la Naturaleza. El estudio de lo ocurrido en las gripes de los últimos años (A de 2009, el MERS de 2012) ha evidenciado que la eliminación de determinados hábitats favorece la zoonosis, esto es, el salto de un agente patógeno entre especies. La des trucción de un ecosistema rompe el equilibrio que actúa de muro de contención en el tráfico de los agentes infecciosos. Por último, transcribiré lo que respecto del COVID-19 dice la asociación de Ecologistas en Acción: Un ecosistema sano supone una barrera natural de control de patógenos, y su destrucción nos expone a peligros inciertos.
  Pero mi simpatía por Varoufakis y por la sencillez con que explica tesis económicas ya antiguas, me han provocado que asocie las nefastas vicisitudes que estamos padeciendo estos días con lo expuesto en el capítulo siete, ¿Virus idiota?, de su obra citada.
   Quizá nuestra civilización judeocristiana, sintetizada en la narración bíblica de la creación, y aquello de seréis como dioses, ha hecho creer al hombre que su razón le faculta a ser el único mamífero con licencia para “saltarse” sin límite las normas de sus entornos naturales en su lucha por la supervivencia. Todo lo contrario de cómo actúan otros seres vivos. Esa soberbia de la razón y la avaricia de la voluntad, siguiendo con un el lenguaje simbólico, le hizo despreciar los bienes que la Naturaleza le ofrecía gratuitamente, para añadirles un plus, que, al intercambiarlos con sus semejantes, le proporcionase un beneficio agregado. En términos económicos modernos, es lo que llamaríamos dar o sustituir el “valor de uso” de los bienes –valor experiencial lo llama Varoufakis- por el “valor de cambio”. Es la Teoría del valor que tan estupendamente desarrolló C. Marx en El Capital. Es el afán del capitalismo de convertirlo todo en “mercancía”. Es entonces  cuando aparece la “sociedad de mercado”. Es este tipo de sociedad, con la victoria absoluta de los valores de cambio la que, según Varoufakis, ha puesto al planeta Tierra en la senda de un colapso ecológico... La sociedad de mercado nos ha convertido en idiotas (en individuos que se desentienden de lo público, según los griegos antiguos), en estúpidos virus que matan el planeta en el que viven.
   Es la prevalencia del interés privado sobre el beneficio colectivo, la privatización de la tierra y de otros grandes medios de producción y la mercalización de todo, así como de otros valores impuestos por el neoliberalismo económico, quienes están encaminando a nuestro Planeta Azul a la catástrofe.
   Así pues, que si queremos parar ese enloquecido rumbo, y dejar de “hacer el idiota”, tendremos que, entre todos, encontrar una manera más inteligente de decidir, al menos en los que nos afecta a todos, de manera más colectiva y dejar de mirar sólo por los intereses egoístas y particulares.
   Y no es que no se puedan compaginar los sanos intereses particulares con los de todos. Eso sí, tendremos que cambiar nuestra jerarquía de valores individuales y colectivos. Lo cual será muy difícil, por no decir imposible, si algunos sectores sociales persisten en contar solamente con la acción del Estado cuando sus egoístas intereses están en peligro. De hecho, es una gran contradicción que, en estos precisos momentos, en que todos nos jugamos la salud o la vida, gran parte de grupos políticos e instituciones patronales, están anteponiendo sus intereses políticos y económicos. Se les llena la boca con la palabra democracia, cuando, en realidad, están aprovechando esos momentos delicadísimos, para tumbar a un Gobierno recién salido de las urnas, que, aún con errores, está dando la cara y aportando soluciones, que ellos mismos han sido incapaces de prevenir cuando gobernaban, y que, estoy seguro, que volverán a repetir las mismas conductas cuando vuelvan a gobernar. No entro a juzgar el desastre que ocurre en algunas CC.AA. en las que gobiernan.
   Estoy con la conclusión de Varoufakis, de que la mejor solución es la Democracia, en la que el Estado intervenga arbitrando normas estrictas, controladas por todos y transparentes, cuyo complimiento, civilizadamente, todos los ciudadanos nos comprometamos a cumplir.
   Y termino con palabras de Varoufakis a su pupila: El hecho de que nuestras democracias sean imperfectas o corruptas, a veces hasta un nivel repulsivo, y que permitan que se cometan crímenes a costa de las personas débiles y de nuestro frágil entorno, no refuta el hecho de que la democracia siga siendo nuestra única oportunidad para que no nos convirtamos en estúpidos sobre el planeta Tierra.

   Manuel Vega Marín. Madrid, 15, Abril,2020   www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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