Escalofrío nos daría al oír las proclamas de las derechas españolas, si
no fuera por el desprestigio y la ignorancia que sus respectivos discursos
ponen de manifiesto. Pero, si existe una cierta preocupación, ya no es por la vacuidad de sus peroratas, sino por la
venganza de las fuerzas y poderes que las sustentan. Y todo porque vamos a
tener un Gobierno de coalición progresista. Algo normal en la mayoría de los
países de nuestro entorno. La firma del programa de gobierno por Pedro Sánchez
y Pablo Iglesias, ha sido como la apertura del “séptimo sello” dando la señal
para que los ángeles toquen sus trompetas y, sucesivamente, vayan anunciando
todas las calamidades que sucederán a los elegidos, si no siguen lo anunciado
por los profetas (ver el Apocalipsis de San Juan). A los tres ángeles
principales de la derecha, Casado, Abascal y Arrimadas, se han unido, sin
ahorrar pestilencia, Lambán, Rosa Díez, García Paje y la CEOE. Siete eran los
ángeles apocalípticos sopladores de trompetas... A ninguno de ellos les he oído
el más mínimo razonamiento sensato, aunque sea
crítico, sobre las propuestas del pacto. Se valen de la escasa cultura
jurídica y política de los españolitos, para hacerles creer mentiras, como si
fuesen verdades, a base de repetirlas. Para ello cuentan con todo el
trompeterío de sus medios de comunicación afines que amplifican su chirriante y
monótono griterío. De cada tres palabras usadas en sus bravatas, dos y media
son ofensivas: feminicidas, rompedores de
España, golpistas, traidores, felones...
.
A estos hipócritas se les llena
la boca denominándose “constitucionalistas” o idolatrando la Constitución, y
desprecian el principio básico que legitima toda democracia, y que está en el
frontispicio de nuestro Máximo Pacto: La
soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado (CE, art. 1,2). Y esa soberanía se muestra en las elecciones, cuando
cada ciudadano introduce en las urnas su voto universal, libre, igual, directo y secreto. Como están
acostumbrados a mandar, bien por derecho de sangre, bien por el voto censitario;
no tienen ningún inconveniente en minusvalorar el voto de los que no son de
“los suyos”. No tienen el más mínimo escrúpulo en ofender a los ciudadanos que
optaron con su voto por otras formas de pensar. Las derechas sólo reconocen y
aceptan la democracia cuando los resultados electorales les favorecen. De igual
manera, sólo confían en las instituciones democráticas cuando éstas están de su
parte y las “mangonean”.
Huérfanos del dictador, y a pesar de todo el poder heredado, dado los
tiempos, no tienen más remedio que convertirse en demócratas de la noche a la
mañana. Aprovechando que la oposición se
encuentra debilitada por su larga lucha y con muchos de sus líderes en las
cáceles o en el exilio, y cuyo más inmediato objetivo es la excarcelación de
aquéllos y el regreso de éstos, los estamentos franquistas se inventan un
“seudopacto”, al que llaman Transición. Sus voceros y aprovechados de la misma
se encargan de que se reconozca como ejemplar lo que, realmente, sólo fue una
forzada “cesión” de una de las partes. Los luchadores que mas arriesgaron en el
combate contra el régimen franquista no tuvieron otra opción que conformarse,
dada la presión chantajista de los “poderes fácticos”, -Ejército, Iglesia y
Capital- con sacar de las cárceles a familiares y compañeros, confiando en que
el paso del tiempo y un cambio de mentalidad, permitiese ir cambiando y
removiendo pacíficamente los obstáculos
que impedían a la democracia ir siendo cada vez más homologable a las de
nuestro entorno. Y con la ilusión de que Europa garantizaría nuestra
democracia, más o menos “engañados” por el Psoe de Felipe, también tuvimos que
“tragar” con la OTAN (Cfr.
mi artículo ¿Tengo que aceptar que España
es un país democrático”, solicitoopinar.blogspot.com.es
de 6-5-2018).
Hoy comprobamos que tal esperanza ha sido fallida. Pues la derecha
española no ha dejado de ser montaraz. Sólo durante la alternancia bipartidista
de la transición, en la que ambos partidos, PP y Psoe, se aprovecharon del chorro de dinero
proveniente de Europa y de la especulación urbanística, pudo disimular su
egoísmo silvestre. Hasta que se produjo la falsa crisis dejaron que gran parte
de los ciudadanos tuviesen la sensación de que también participaban en el gran
festín que parecía el “estado de bienestar”. Hasta Mariano Rajoy tuvo la
desfachatez de culpar al ciudadano medio, incluso a la pequeña empresa, de
haber vivido por encima de sus
posibilidades, cuando lo que ocurría realmente era que una mayoría de ciudadanos
estaba financiando a una minoría sin escrúpulos. El pueblo, sobre todo jóvenes,
cuyas perspectivas de vida ve empeorar respecto de sus padres y abuelos, reacciona echándose a
las plazas y calles en protesta contra el confortable bipartidismo, al grito de
no nos representan y Psoe, PP, la misma mierda es. Es el movimiento 15M, del
que surgirá Podemos. El “régimen del 78” da señales de agotamiento.
Políticamente esa fatiga ya no se puede curar, sobre todo, desde que Rajoy
pierde la mayoría absoluta en 2015 y el Psoe, también en decadencia, no es ya
la alternativa habitual. Se produce una fragmentación del sistema de partidos
que PP y Psoe se resisten a reconocer. Al PP hubo que echarlo del Gobierno por
corrupto en una moción de censura presentada por P. Sánchez, pero forzada y
gestionada por Pablo Iglesias. De ella surge la Presidencia del Sánchez; pero éste,
una vez en la Moncloa, pasa del grito ¡con
Rivera no! de sus militantes, , y, creyendo que el resultado de las
elecciones del 28ª le proporcionaría, si las repite, poder prescindir de UP,
las convoca para el 10N, y un resultado
más adverso, con aumento de la extrema derecha, le obligan a formar un Gobierno
de coalición con Unidad Podemos. En las negociaciones para su conformación
estamos, provocando, según el trifachito, el falso apocalipsis que venimos
describiendo.
Pero esta actitud de la derecha cuando no está en el poder no es nueva.
Ya su “pataleo” obstruccionista lo puso de manifiesto Rajoy en la oposición a
Zapatero en la legislatura de 2004 recurriendo al Constitucional en más de 20
ocasiones; prácticamente todas las propuestas de ley que no podía tirar en el
Parlamento elegido por los ciudadanos, lo pretendía hacer en un “parlamento ad hoc”, nombrado por él. Así cuando no
son capaces de ganar en las urnas, lo intentan en los tribunales. Cuando la
derecha está en el Gobierno, aprovecha para ramificar su poder e introducirse
en todas las instituciones del Estado, y, manipulándolas, controlar la
estructura del mismo, que sobrepasa a los Gobiernos. En ese arte son expertos;
comportándose como una auténtica “casta”, impiden que ningún otro “meta las
narices” en lo que consideran su coto privado. Y, cuando no están en el
Gobierno, recurren a cualquier artificio (fake
news, incluido), que impida ver a los ciudadanos el uso ilegítimo y
seudolegal de aquellas personas e instituciones en las que lograron infiltrarse
cuando gobernaban. Repase, si no, el lector quiénes forman parte de las altas instituciones del Estado, desde
el Constitucional, el Consejo del Poder Judicial, el Supremo y los tribunales
superiores de justicia, la Junta Electoral Central, la Abogacía del Estado,
etc., etc. Son, precisamente, ellos los que por esos extraños vericueto
“legales” están dando continuos “golpecitos” de Estado.
Sólo los muy fanáticos “patriotas” dejarán de reconocer que el más grave
problema político del Estado es el
catalán, al que ni siquiera reconocen como un conflicto político entre el Estado central y la Nacionalidad
Catalana. Reconocerlo como tal sería tanto, como admitir que dicho conflicto,
si no lo creó Rajoy, si lo incrementó con su famosa recogida de firmas contra
los catalanes y sus productos. Esa actitud mendicante no cesó hasta la
sentencia del Constitucional de 2010, que, prácticamente, anula el Estatut,
aprobado cuatro años antes con todas las “bandiciones”, y funcionando sin
problemas. La cobardía y la falta de diálogo del Rajoy presidente llevará a
judicializar un asunto eminentemente político, terreno del que nunca debió
salir.
El acuerdo alcanzado por el Psoe e ERC
reconoce como tal el conflicto,
intentando llevarlo al ámbito político. Sólo los que quieren seguir bloqueando
el deseo de un Gobierno PSOE-UP, expresado en las urnas, pueden tachar el Documento,
en que las palabras “diálogo, negociación y acuerdo se repiten casi 20 veces,
sin que ello suponga traspasar los límites
y
el respeto a los instrumentos y a los principios que rigen el ordenamiento
jurídico democrático, como maliciosamente quieren hacernos ver.
Por otra parte, ¿alguien de buena voluntad puede maldecir o tachar de
revolucionarios los puntos concretos del programa de gobierno pactados entre
PSOE-UP? ¿Es que se va a empobrecer el 0,8% que gana más de 130.000 €/año por
que se les suba dos puntos el IRPF? ¿Van a estar contra el acuerdo los
pensionistas y los que están por debajo del salario mínimo a que se les aumente
sus mermados ingresos? ¿Van a estar en contra de que se deroguen las normas
laborales, de las que son víctimas los trabajadores? ¿Serán contrarias a las
medidas contra la violencia machista las mujeres que la sufren? ¿Las PYMES
estarán en contra de que se les ayude con medidas tributarias favorables? En
definitiva, y por no alargar este escrito, ¿estaremos en contra la gran mayoría
de españoles que nos beneficiamos de los servicios públicos, Sanidad,
Educación, Vivienda, etc., que estas medidas pretenden mejorar? ¿Estaremos en
contra de mejorar la ecología? ¿Es que tiene más importancia el haber exhumado
a Franco de Cuelgamuros, que las ayudas que el Estado puede ofrecer a las
familias que siguen buscando por las cunetas a los más de cien familiares,
víctimas del genocida?...
Artículo aparte se merece la cantidad de irregularidades y
“prevaricaciones” que respecto del procès
y de los políticos catalanes están cometiendo nuestros Tribunales de Justicia
en relación con los Tribunales europeos. Pero esto se lo dejo a especialistas
como Javier Pérez Royo, Martín Pallín, Joaquín Urias, Gonzalo Boye, entre
otros, a cuyas exposiciones remito al lector.
1.
Por mi parte, prefiero acabar este trabajo
abogando por lo que Elisa Beni titula Apocalipsis de esperanza. Eso es lo
que esperamos de un Gobierno de coalición progresista. No se trata sólo de implantar unas u otras medidas, que también, sino
de volver a limpiar el espacio público, de invertir la espiral de silencio,
para que vuelva a ser posible defender los derechos universales y vuelva a ser
un estigma el racismo, la xenofobia, el machismo y todo lo que embrutece y nos
aleja de nuestra dignidad como seres humanos (eldiario.es
de 1-1-2020).
Pero como las fuerzas afectadas van a seguir en su empeño obstaculizador,
invito a todos los que abogamos por ese gobierno a no quedarnos sólo en el
voto, sino seguir apoyándolo desde nuestras más diversas posiciones...
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