domingo, 19 de enero de 2020

LA DERECHA CUANTO MÁS PROTESTA, MÁS MUESTRA SU IGNORANCIA


   Pero no sólo su ignorancia, sino también su historia de corrupción. Se comporta como el comandante fanático que lanza sus exiguas tropas contra el enemigo sin cerciorarse de la posible mejor preparación de éste. Ciertamente, si aquellas tropas son tan fanáticas y tan ignorantes como su comandante, no dudarán en estrellarse contra un muro. Pero tanto uno y otras terminarán rindiendo cuentas ante sus superiores jerárquicos del ineficaz dispendio de impuestos empleados en su buena preparación. Habrá incluso ciudadanos más cultos preocupados por saber si parte del presupuesto se desvió a las arcas del comandante.

   Si algo bueno están propiciando a los ciudadanos las infames protestas de la montaraz derecha, es obligarlos a recordar el comportamiento hipócrita y corrupto de ésta en similares situaciones. Así, ante el griterío montado por el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General, transparente y plenamente constitucional, ¿no nos hacen recordar los enguajes de Rajoy en los nombramientos de los fiscales Maza y Moix? ¿No recuerdan la dimisión del Fiscal General Torres-Dulce por no doblegarse a las presiones de quien lo nombró? ¿Ha olvidado el PP a su ministro de interior, Fernández Díaz, diciendo aquello de esto me lo afina la Fiscalía? ¿Tampoco recuerdan el “amoldamiento” que hizo Rajoy del Tribunal Constitucional para sacar adelante el asunto catalán?, ¿ni cuando nombró a su Presidente, el sr. Pérez de los Cobos, con el carnet del PP vigente?
   Poco ha tardado el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en unirse al desafinado coro de las derechas. Su Comité permanente, liderado por el del palo y la zanahoria, so pretexto de defender la independencia del Poder Judicial, lanza un comunicado institucional contra Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno (manque les pese), instándole a la moderación, prudencia y mesura y a abstenerse de hacer una utilización política de la Justicia o de cuestionas su independencia. Y todo este barullo por unas declaraciones en Antena 3, en las que, de pasada, describía como una humillación a los jueces españoles relacionados con el procès, por muchos tribunales europeos. Menos mal que a Pablo no le salió la palabra ridículo, que, en realidad, es lo que vienen haciendo nuestros jueces y tribunales respecto de los europeos en lo tocante a los presos políticos, protagonistas del tema catalán. Esta salida a la palestra del CGPJ no es más que la señal de corneta llamando al pleno a engancharse a la batalla contra el Ejecutivo, con motivo de la propuesta de nombramiento de la Fiscal General del Estado.
   Que los siete votos en contra de la propuesta de ese nombramiento provengan de una parte del sector conservador, elegido a propuesta del PP, no es más que la confirmación del inicio de la “guerra judicial” declarada por el PP al recién estrenado Gobierno de Coalición Progresista. Pero no ya porque sean conservadores o hayan votado en contra. Están en su derecho. Es por la “artimaña” que han exhibido en su votación, al emitir un voto particular, incluyendo en el mismo un requisito, el de imparcialidad, no contemplado en el Estatuto del Ministerio Fiscal. Éste es muy escueto en sus exigencias: ser jurista español de reconocido prestigio y acumular más de quince años en el ejercicio profesional. Tan tasados están, que en nombramientos anteriores, los propios conservadores habían considerado este trámite de formal y ritualista. Pero esta vez ni la propuesta de votación del Presidente Lesmes, omitiendo la palabra idoneidad, referida a la candidata, en pro de evitar una escandalosa división del pleno, ha conseguido su propósito. Así que estos señores, no sólo han usado su derecho de votar en contra, sino que se les ha concedido la oportunidad de presentar una moción que ya traían preparada.
   Sabemos que el PP domina las más altas magistraturas: el propio CGPJ, el T. Supremo, el T. Constitucional, etc., y no quiere dejar su influencia en la Fiscalía General. El PP no desea perder el último resorte de control de la judicatura en que se ha convertido el CGPJ bajo la presidencia del “amiguete” Lesmes. Por eso, aunque haya supuesto una aparente ruptura en la unanimidad habitual del pleno presidido por Lesmes, éste ha aceptado lo solicitado por Pablo Casado, retirando la alusión a la idoneidad de Dolores Delgado, que viene siendo rutina en este tipo de nombramientos. Y por eso también es por lo que el PP pone tantos pretextos falsos, que no son más que obstáculos para evitar el mandato constitucional de su renovación.
   El comunicado de la Comisión Permanente cintra el Vicepresidente del Gobierno denota su afán de anular el único contrapoder que tiene este omnipotente CGPJ, esto es: la crítica de cualquier ciudadano, en este caso, representante de los mismos. Pero, aunque el precio sea anular el derecho fundamental en democracia a la libertad de expresión, todo vale para taponar cualquier resquicio que interpreten como un atentado a su corporativismo o un acto de desobediencia a sus mandatarios y promotores. Sobraría tener que recordar que en una democracia “madura” todos los poderes del Estado son susceptibles de ser criticados, y que, cuanto mayor sea el poder detentado por sus instituciones, mucho más celo debe poner la crítica en su control. Máxime, como es el caso, si estamos ante un poder judicial que procura ser omnímodo, y que aún huele a naftalina franquista. Es tanta y tan clara la exhibición de poder de nuestro más alto Tribunal respecto del procès, que incluso a riesgo de caer en el ridículo, pretendiendo reinterpretar la jurisprudencia emanada de los Superiores Tribunales europeos.  Si no queremos tener un “Gobierno de los jueces”, es preciso que el pueblo soberano, mejor a través de sus legítimos representantes, ejerza el contrapeso, ejerciendo con su crítica la libertad de expresión. Uno de los pilares fundamentales de la Democracia.
   Hay que recordar que, a pesar de que su nombre confunde, el CGPJ es sólo un órgano administrativo, yo diría que político, en los asuntos referidos a la administración de Justicia. Es un sarcasmo, pues, que el CGPJ advierta del uso político de la Justicia, teniendo en cuenta el “modo politiquero” en que ha devenido el nombramiento de sus vocales. Ello pudo verse de manera clara en el último intento de renovación, frustrado por unas calculadas declaraciones del portavoz del PP en el Senado, Ignacio  Cosidó, de que pactando a Manuel Marchena como presidente de la institución, la tendría controlada. El CGPJ no es, pues, el lugar de “residencia” del Poder Judicial, pues ésta reside en cada uno de los miles de jueces “anónimos”, que cada día imparten justicia en sus destartalados juzgados, y no sólo los “amiguetes” del sr. Lesmes.
   Todos sabemos que este órgano es de mayoría conservadora, y es la institución que carece de los contrapesos propios de todo sistema democrático. De los tres poderes clásicos, en nuestro sistema democrático, el CGPJ es la institución que, sin ostentar per se el Poder Judicial, más se entromete en los otros dos, y el que más grita cuando alguien de los otros poderes, máxime si es de izquierdas, critica sus errores.
   El PP siempre ha tenido la habilidad de controlar la justicia para usarla en su favor, dada la cantidad de casos de corrupción habida en sus filas, a los que aquélla ha de juzgar.
   El culmen de la politización de la Justicia, a costa de su independencia, se alcanza en la reforma de 1913 llevada a cabo por el ministro Gallardón; el PP aprovecha la mayoría absoluta de Rajoy para hacer las reformas y cambios de efectos prolongados, que le sigan beneficiando aún cuando no estén en el Gobierno.  El gran número de nombramientos en las altas magistraturas por un CGPJ en funciones, seguramente será legal, no sé si será ético; pero sí muy antiestético. Ahora dicen que los van a parar hasta que no haya renovación... ¡A buenas horas, mangas verdes!...
   Por otra parte, estos señores togados de negro satén, con collares y abalorios al cuello y pecho y encajes de bolillos en sus pañetas, no debieran creerse ángeles puros y perfectos; el haber aprobado una oposición (algunos con recomendación) no les dota del don de la infalibilidad que les haga creer estás por encima  del resto de ciudadanos, mucho menos, si éstos han sido elegidos para representarlos en el Parlamento, sede de la soberanía nacional. Estos doctos señores que detrás de sus sonoras y altivas palabrejas se vislumbran, no obstante, sus carencias y corruptelas. Si no quieren ver a muchos de sus compañeros “humillados” por otros colegas menos serviles y más profesionales, mejor harían en “rebajarse los humos”, hacerse autocríticas y aprender de sus  socios europeos.
 En definitiva, el comunicado de la Comisión Permanente, aunque de entrada, ¡cómo no!, manifiesta su más absoluto respeto a la libertad de expresión, tal respeto está condicionado a que la crítica no cuestione la independencia, la imparcialidad o profesionalidad de los jueces a (¡todos!) los que este órgano debe defender y proteger. Pero, después de lo que venimos exponiendo,  el comunicado más bien nos parece un “aviso a navegantes”, que no se retirará mientras dure la legislatura recién comenzada.
   Dudo si el Vicepresidente cometió una imprudencia al manifestar en TV su opinión sobre la actuación de determinados jueces o tribunales; pero sí tengo la evidencia de que la irresponsabilidad institucional atribuida a Iglesias por sus declaraciones, más bien se las podría aplicar a sí mismo el propio Consejo. Porque es obvio que de las palabras de Pablo Iglesias no se puede deducir, sin cierta intencionalidad, un ataque a la independencia de los jueces. Como afirma el profesor Pérez Royo, lo que dijo el Vicepresidente no justifica la intervención del CGPJ, entre cuyas atribuciones no entra la de debatir políticamente con nadie... En defensa de la independencia del poder judicial puede y debe hacer de todo lo que esté en su mano. Pero la crítica política de las palabras del “Vice” no corresponde hacerla al Consejo. El CGPJ ha aprovechado la ocasión para ser beligerante. No para defender la independencia del Supremo, que no había sido puesta en cuestión, sino para atacar al Gobierno (“Imprudencia frente a irresponsabilidad”, el diario.es de 16-1-2020).
   La derecha con su hostil ofensiva contra el nuevo Gobierno intenta poner en práctica, “modo moderno” un golpe de estado: el law fere.   Pues la aniquilación o la anulación del disidente puede conseguirse, bien por una aplicación distorsionada de la ley, bien utilizando prevaricadoramente el sistema judicial  (“Hoy no está bien visto un golpe de Estado con tanques en la calle”; esto escribí el 19-6-1919).

   Manuel Vega Marín. Madrid, 19, Enero, 2020   www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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