miércoles, 19 de junio de 2019

HOY NO ESTÁ BIEN VISTO UN GOLPE DE ESTADO CON TANQUES EN LA CALLE


   Este mundo en proceso de crecimiento, conmocionado por la amenaza de la Revolución francesa, fue asaltado, con la colaboración de los gobiernos, por los estamentos dominantes de terratenientes y grandes comerciantes, con la voluntad de adueñarse de los beneficios y, al mismo tiempo, impedir que se constituyese una fuerza política alternativa que les disputase la hegemonía. (“Capitalismo y Democracia” Josep Fontana. Ed. Crítica)
   Sintetizando mucho, la Historia, al menos desde los últimos 250 años, ha sido una lucha, no ya por conseguir las materias cuyo “valor de uso” era suficiente para satisfacer nuestras necesidades más primarias, sino que, desde el momento en que aquéllas ya no fueron  suficiente, hubo que inventar otras, e insuflarles a las dos un “valor de cambio” que las convierte en “mercancías”. A partir de entonces, la anterior “lucha natural” por la supervivencia se convierte en una lucha por el poder, convertido éste en la herramienta más “idónea”, no ya para la consecución del abastecimiento producido por el trabajo propio y el conseguido, en su trueque, con el excedente de los demás, sino para vencer la resistencia que éstos pudieran oponer a que le enajenen los propios excedentes en un comercio injusto y desequilibrado o, simplemente, se los expropien por la fuerza. El descubrimiento por el capitalismo de ese “valor de cambio” convierte a todo elemento de consumo en una fuente de riqueza, que, con la ayuda de nuevas tecnologías, puede multiplicar al infinito. Todo, pues, para el capitalista se convierte en mercancía. Hasta la fuerza de trabajo que la produce se vuelve una mercancía más, de la que el capitalista quiere apropiarse a sabiendas de que en su explotación está la fuente de riqueza.
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   En esa lucha por conseguir una hegemonía indisputable, los estamentos dominantes, es decir; los “poderes fácticos”, con la colaboración “hipócrita” de los Estados y sus gobiernos, utilizaron todos los instrumentos puestos a su alcance para atacar a otras fuerzas que pretendían, siquiera, repartir los beneficios proporcionados por la hegemonía conquistada. Desde esta perspectiva podemos considerar la historia y el avance de la humanidad como una evolución darwiniana, en la que sobrevive la especie mejor dotada para adaptarse al medio, y dentro de la especie, el grupo que disponga de los más efectivos instrumentos de dominio. Eso son los ejércitos: el mejor invento de la inteligencia humana con el que unos pueblos se imponen a otros, o, dentro de un mismo pueblo, unas élites se imponen al resto de conciudadanos. Desde esta perspectiva, a través de la historia de las guerras podríamos hacer un retrato de la historia humana. Sobre todo, a partir de las guerras “modernas”, que son las que, con mejor maquinaria bélica cumplen su cometido. No es el momento ni el lugar de hacer siquiera un sucinto recorrido por los diferentes escenarios en los que han tenido lugar las muchas confrontaciones. Bástenos decir que desde las guerras “coloniales”, “mundiales” o “locales”, los motivos promotores han sido económicos, y los ejecutores casi siempre han sido empresas monopolistas u oligopolios, que, actuando en diferentes Estados “soberanos”, o dentro de un mismo Estado, han pretendido imponer sus intereses.
   Ni siquiera las guerras que hemos denominado locales, esto es, las producidas en el territorio de una Nación, denominadas como guerras “civiles”, dejan de tener ramificaciones de intereses económicos, políticos o, en general, estratégicos, que se controlan desde otras Naciones. La mayoría de las veces, aunque los casus belli son variados, la confrontación comienza con un golpe del ejército. A esta institución es a la que el Estado encomienda tener el “monopolio de la fuerza”; y cuando ésta, bien motu proprio, bien instigada por poderosos intereses, no del todo ajenos, intentan remover el “orden establecido”, se produce lo que todos conocemos como Golpe de Estado. Limitándonos a España, muy pocos ciudadanos que fueran testigos del de Julio de 1936 quedan vivos; pero sí muchos más recuerdan el que se quedó sólo en el intento: el del Febrero de 1981.
   Actualmente, como la fabricación de armamentos, cada vez más sofisticados, es un negocio boyante, sus beneficiarios no dejarán de promocionar guerras en países menos desarrollados o “tercermundistas”, aunque sea con la sola finalidad de agotar el “stock armamentístico” “convencional” y sustituirlo por otros equipos más modernos. Distinta es la función que cumple el mantenimiento de los arsenales atómicos. Los diferentes países que lo poseen, aparte de recordar a sus países de influencia quién es el que manda, entre ellos se disuaden de usarlo, dado la aniquilación planetaria o cósmica que ello supondría. No daría opción a que el último que saliera, apagara la luz.
   Los EE.UU de América son avezados y prolijos en promover y mantener en los Estados del Sur todo tipo de guerras o golpes de estado. El último ejemplo lo encontramos en el intento de derrocar el régimen bolivariano implantado por Hugo Chávez en Venezuela. Trump, valiéndose de un títere corrupto como Juan Guaido, ha pretendido inútilmente derrocar a Nicolás Maduro, Presidente electo, para hacerse con las mayores reservas de petróleo del mundo. Pero por más aliados internacionales que USA  se ha buscado  y de todas las artimañas empleadas, hasta el presente todo se ha quedado en el intento, gracias a la fortaleza y lealtad del ejército venezolano. Lo que no quiere decir que las fuerzas golpistas hayan renunciado a su cometido.  Lo que ocurre es que está menos peor visto por la opinión pública conseguir lo mismo por medios, aparentemente, menos violentos. Existe un anglicismo, law fare, combinación de los vocablos law (ley) y warfare (guerra), que explica que un golpe de estado o una guerra pueden llevarse a cabo por otros medios menos violentos. La aniquilación del enemigo o la anulación del disidente puede conseguirse bien por una aplicación distorsionada de la ley, bien utilizando prevaricadoramente el sistema judicial. Es una forma de judicializar la política. Países latinoamericanos, como Ecuador, Argentina o Colombia son buen ejemplo de ello. Pero el caso más llamativo es lo sucedido en el Brasil de Bolsonaro. No debe ser muy difícil reunir bajo un mismo relato diferentes hechos ocurridos en un extenso período de tiempo, y convertirlo en una causa penal atribuible al “enemigo” que se quiere eliminar.
   Lógicamente, para dar la apariencia de que se actúa dentro de un “Estado de Derecho”, la “elaborada” causa penal será enjuiciada por tribunales de justicia, en cuya “vista” los expertos, con un lenguaje leguleyo y haciendo alardes de independencia y de no estar contaminados por intereses políticos, reafirmarán el veredicto previamente acordado. Precisamente en estos días se está dando a conocer por los galardonados periodistas Glenn Greenwald y Victor Pougy la trama golpista de Brasil, formada por jueces y fiscales, que, comandados por el exjuez Sergio Moro, retribuido con el Ministerio de Justicia por Bolsonaro, consiguieron alterar la realidad política  del Brasil, encarcelando al expresidente Lula da Silva después de juzgarlo y condenarlo falsamente de corrupción. (¿No me recuerda algo de esto a lo sucedido en el procès?...) El fiscal Zaragoza, teniendo muy difícil probar la violencia anexa al  tipificado delito de rebelión, y, aunque el “golpe de Estado” no figura como delito en nuestro Código Penal, acude de manera torticera al concepto, que el gran jurista y filósofo austríaco Hans Kelsen. Será que el fiscal querrá sacudir la sensibilidad de la audiencia con la fonética de la palabra G-O-O-L-P-E….
   Evidentemente, para que el veredicto de los tribunales, aparte de la aprobación jurídica, tenga también la aceptación popular, es necesaria la puesta en marcha del “aparato mediático informativo”. El llamado también “cuarto poder”. La misión no es difícil dado que los mismos “poderes fácticos” que manipulan los otros poderes del Estado, dominan también los consejos de administración de los grandes oligopolios de la comunicación; con lo que los informativos de las grandes cadenas de TV y Radio o las portadas de los periódicos abrirán con las noticias que quieran destacar. A la rápida difusión de las mentiras, fake news, se prestan la rapidez y la gran extensión de las “redes sociales”. El famoso dicho goebbeliano de que una mentira repetida…., hoy se “queda en pañales”.
   Tampoco podemos minusvalorar la gran contribución que presta a la trama golpista las llamadas cloacas del Estado. Es una vasta red de espionaje formada principalmente por ciertos fiscales, funcionarios de los aparatos de seguridad en connivencia con ciertos mal llamados periodistas, cuya principal contribución es dar difusión y veracidad a las noticias que aquéllos les proponen. Bajo el epígrafe falso de “periodismo de investigación” se nos cuelan hasta la intimidad de nuestras alcobas las más burdas noticias. El tema es grave, pues no es fácil acceder sin mandato judicial debidamente justificado a los teléfonos o a otro tipo de soporte de información personal. Sin embargo, en estos días estamos viendo y oyendo cómo el “gran espía” Villarejo tenía “pinchado los teléfonos” de periodistas de varios medios importantes. Pero, salvo cierto interés corporativo, la mayoría de los ciudadanos, por desgracia, se está acomodando y aceptando como normales estas “polillas” de la Democracia.
   Otro día escribiremos sobre el triste espectáculo de las “negociaciones democráticas”…


   Manuel Vaga Marín. Madrid, 19, Junio, 2019   www.solicitoopinar.blogspot.com.es


    

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