jueves, 10 de noviembre de 2016

EL EDITORIAL DE EL PAÍS (2-X-16) VUELVE A MENTIR



   Ya es más que sospechoso que este periódico tenga que basarse, para negar las declaraciones hechas por Pedro Sánchez en SALVADOS sobre las presiones ejercidas sobre él por parte del expresidente de Telefónica, Sr. Alierta y por el grupo Prisa, en cuyo accionariado participa con más del 12 %, en una información de su adversario El Mundo, que afirma que los hechos ocurrieron exactamente al revés…, que fue Sánchez el que visitó al presidente de Telefónica para pedirle que presionara a su favor sobre la línea editorial de El País. Al menos indirectamente, con esa actitud no sólo está reconociendo el poder de influencia que determinados grupos empresariales y sus directivos ejercen, no sólo sobre El País, sino también sobre otro grupo de comunicación, y cómo, de alguna manera, grupos “adversarios” se conchavean para defender intereses económicos-políticos comunes.

   El viejo dicho “perro no come perro” habitualmente se utiliza por las diferentes redacciones de prensa en salvaguarda del corporativismo existente en esta profesión, como en otras, para no airear los problemas o, simplemente, para taparse mutuamente sus vergüenzas. Pero, ¡ay!, cuando se trata de “altas cuestiones empresariales”, ¡cuidadín, cuidadín!
   Afirma el editorial que titula este trabajo que ejercer presión desde el poder político sobre las empresas y accionistas de medios de comunicación es propio de regímenes autoritarios…; y que confundir el derecho de los medios a tener una línea editorial y expresarla libremente con el ejercicio de una presión inmoral e ilegítima sobre los partidos políticos sólo puede deberse a la ignorancia acerca del papel de los medios de comunicación en una democracia… ¡No se puede ser más cínico! Cebrián y Caño confunden el papel de control y crítica del poder en una sana democracia con la “ley del embudo”: pues, ¡claro que cada medio es libre de tener su propia línea editorial! Lo que no se puede hacer es exigir una determinada línea editorial, y, al mismo tiempo, negarla. Esa actitud sí que denota una mala fe deliberada al servicio de intereses y estrategias puramente personales, como a renglón seguido atribuye a Pedro Sánchez. Es que lo que viene ocurriendo en El País –y esto lo sabemos bien los que hasta hace poco hemos sido suscriptores-, no es cuestión de editoriales. La causa que cada día le hacer perder cientos de lectores u oyentes de la Ser es la manipulación y falta de honestidad con que distorsionan la objetividad de otros hechos noticiables.
   Lo difícilmente entendible es que, para informar o criticar a los políticos, haya que tener con ellos reuniones que sólo salen a la luz pública cuando lo tratado en las ajenas afectan negativamente a los intereses tratados en las propias. O “a toro pasado”, como es el caso que nos ocupa. Los ciudadanos y los políticos saben leer y oír; por tanto, esas reuniones clandestinas sobran. El mismo editorial reconoce que las reuniones con directivos de EL PAIS, en las que Sánchez participó y en las que asegura que se vio más o menos intimidado se realizaron en el marco de los contactos habituales que este periódico y los demás medios de comunicación mantienen con los líderes de todas las formaciones políticas, por insignificante que sea nuestra contribución, con el objeto de conocer de primera mano sus planteamientos y posiciones. ¿Es que los señores directivos de los medios no saben leer o escuchar lo que los políticos dicen o proponen en sus programas, y que esos mismos medios difunden? Si hemos aceptado que los medios están para controlar y criticar a los poderes políticos, ¿en base a qué derecho los directivos de los medios pretenden conocer de primera mano sus (de los políticos) sus planteamientos y posiciones? ¿No es más cierto que el objeto de esas reuniones es imponer a los líderes políticos sus (de los directivos) planteamientos y posiciones, previamente acordadas? No deja de ser una casualidad que éstas, en el grupo Prisa, se hicieran eco de las propuestas de Felipe Gonzáles, íntimo amigo de Cebrián, impuestas bochornosamente a todo un Comité Federal, luego sustituido por una Gestora urdida de manera aún más aberrante. Estas acciones sí que son propias, más que de una dictadura, de una democracia “bananera”. Y, como se ha demostrado posteriormente, Pedro Sánchez no era poder político, ¡ni  siquiera en su propio partido, siendo su Secretario General! Lo impropio de una democracia madura es que un candidato a la Presidencia de Gobierno tenga que mendigar a los “poderes fácticos”, que nunca se presentan para ser elegidos por la ciudadanía soberana.
   Tampoco es verdad que esos contactos habituales los mantienen con los líderes de todas las formaciones políticas, pues de todos es sabido el tratamiento sesgado que El País y la Ser hacen, no ya en sus editoriales, sino en cualquier noticia relacionada con PODEMOS o cualquiera de sus dirigentes. Basta citar el “notición” que ha provocado la emisora de radio con un hecho tan antiguo y tan natural como la compraventa de un pisito por un joven estudiante que creía poder emanciparse de sus padres una vez terminara su carrera. Cientos de miles de jóvenes hacen lo mismo, ayudados por sus familias, sin que tal hecho trascienda. Pero en este caso, el protagonista, ¡qué casualidad! es un joven Senador de PODEMOS.
   El sr. Cebrián sabe muy bien, por muy ocupado que esté en labores ajenas a la pura ocupación del periodismo, y su lugarteniente, sr. Caño, que pretender hacernos comulgar con rueda de molino, afirmando que los medios de comunicación no están mediatizados y presionados por estamentos financieros, cuyo cometido poco o muy poco tienen que ver con una información objetiva y veraz, y sí mucho con la formación de opinión, no es exactamente la misma cosa. Miren lo que dice al respecto un gran periodista, Jesús Maraña, director de un medio independiente como es Infolibre: Es innegable que el diario El País ha jugado un papel esencial en la estrategia dirigida a lograr un gobierno sujeto o facilitado por PP, PSOE y Ciudadanos, triángulo en el que grandes empresarios y banqueros españoles consideran que descansa la garantía de lo que el mundo del dinero exige: estabilidad y certidumbre. El hecho de que Pedro Sánchez pretenda, como también dice Maraña, exculpar sus errores echando la culpa a terceros, no cambia ni un ápice de lo sucedido (J. M., Pedro Sánchez en El País de la “posverdad”. Infolibre, 1-XI-16).
   Lean también el “monográfico “El Periodismo acosado” de eldiario.es, en el que su director, Ignacio Escolar, que, haciendo caso omiso del adagio perro no come perro, dice con valentía: …por eso informamos regularmente de los abusos en los medios de comunicación públicos, convertidos en televisiones o radios de partido. O denunciamos la manipulación informativa y explicamos en qué consiste la captura de los medios: cómo el poder político utiliza la publicidad institucional para comprar a la prensa con cargo al presupuesto público; o cómo los poderes económicos modelan la opinión pública a partir de la opinión publicada… Y esa conducta tiene su lógica. Pues igual que el Gobierno, aprovechando la falsa crisis financiera y bancaria, ha salido a su rescate con el dinero de todos los españoles, ahora son los grandes bancos y grupos financieros los que han salido a rescatar a los grandes medios de la crisis de deuda que éstos mantienen con aquéllos. Transcribo lo que el periodista Pere Rusiñol escribe en la pág.34 de la citada revista: El Grupo Prisa, el conglomerado periodístico de referencia en España –El País, la Cadena Ser, As-, y faro de los progresistas, tiene entre sus accionistas de referencia a Caixabank, el Banco Santander y hasta actores muy relevantes de la City y de Wall Street como HSBC y Amber Capital.
   Esta “conquista” de los medios por los bancos es lo que pone en gran riesgo la libertad de expresión y la capacidad del llamado “cuarto poder”, necesaria por demás, para el control de los tres poderes clásicos, sobre todo, del Poder Ejecutivo. A nadie se le oculta los dos principales problemas que hoy sufre la “prensa de papel”: el de la deuda con los bancos, y el de la falta de ingresos por pérdida de lectores (el grupo Prisa ha caído en torno a un 45% entre 2010-2015). Esta caída de ingresos en parte es causada por los nuevos medios tecnológicos, y, en parte, como hemos dicho, por la escasez de publicidad institucional, pues ésta también está en manos de bancos y grandes empresas, que la reparten entre sus medios leales.
   Todo ello, ¡cómo no! afecta al alma del periodismo, que son los periodistas, obligados a sacrificar su independencia y libertad expresiva en el altar de sus puestos de trabajo. Sólo en Prisa, en el periodo 2009-2015, la plantilla de empleados ha bajado de 15.000 a 8.600. Muy difícil lo tienen las empresas periodísticas con sus balances tan debilitados,  para resistir las  presiones del poder económico, del que depende sus supervivencias. Y, debido al efecto dominó, los buenos profesionales tendrán que pensárselo mucho para desobecer las indicaciones del jefe, ante la circunstancia de más de 11.000  despidos en las redacciones y las colas del paro, el número de becarios, cuyas perspectivas profesionales, así como la falta de protección de sus derechos laborales y sindicales, les obliga, como al resto de sectores, a trabajar por “un plato de lentejas”. A todo esto se añade, como ratifica la periodista Olga Rodríguez, (ibd.) ese mal que El País no quiere reconocer, cual es la connivencia del periodismo actual con el poder. Esta connivencia origina, además, que una parte importante de la prensa y de otros medios de comunicación, en vez de informar de los problemas que afectan a la mayoría de los ciudadanos, sólo publiquen no lo que realmente ocurre, sino lo que unos pocos dicen o cuentan qué sucede, después que tales sucesos han pasado por la criba de una opinión “interesada”. A través de los medios, sobre todo las TV, la mayoría de los altavoces de los grandes medios –cito de nuevo a Olga- están instalados en los despachos del poder, aislados de la gente y de los verdaderos problemas de nuestra actualidad. Por otra parte, es curioso observar cómo muchas veces los responsables de los gabinetes de prensa de políticos o empresarios dificultan la labor de sus colegas, que cubren sus actos, especialmente si éstos pertenecen a medios considerados más “independientes”…
   Con este panorama aparece un nuevo problema, que el propio Escolar destaca: si el corporativismo (perro no come perro), y si la “gran prensa” no controla ni critica al poder con el que conviven, ¿quién controla los abusos de esa prensa connivente? Está claro que tiene que ser una prensa participativa por los lectores y socios, que, con sus cuotas la hagan libre e independiente económicamente. Tema para otro artículo será los problemas que esta nueva prensa tiene. De momento, apoyarla, para que con la participación de socios y lectores, éstos puedan formarse sus propias opiniones extraídas de datos objetivos, y arrebatar así a la gran empresa tradicional su enorme capacidad de crear opinión y manipularla más fácilmente.

   Manuel Vega Marín. Madrid, 8, Noviembre, 2016 www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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