jueves, 5 de febrero de 2015

Sobre los llamados medios de comunicación



   Se dice que los medios de comunicación son instrumentos imprescindibles para el buen funcionamiento de todo sistema democrático. A tal opinión nada que objetar, salvo añadir determinados matices, que, en forma de crítica, son el tema de este trabajo.

   En primer lugar, tendré que decir que hay periódicos, programas de televisión y radio, y, sobre todo, periodistas que se creen “médiums”. Esto es; se consideran como personajes únicos, dotados de facultades innatas, para “comunicar” con el mismísimo “espíritu” de la Democracia, para interpretarlo y difundirlo, después, cual “oráculos”, al resto de los mortales. Como si el paso por la Facultad les constituyera en clarividentes “pitonisos”, cuando, muchas veces, no son más que “voceros” de lobbies, por cuya labor les pagan para difundir e inculcar en los ciudadanos recónditos intereses que nada tienen que ver con el mantenimiento y fomento de un sano “estado de opinión”. Antes bien, con verborrea fácil y hábil manipulación de los hechos y noticias, contribuyen a todo lo contrario. Tales medios y su coro de seudoperiodistas, creyéndose investidos de una falsa independencia profesional, actúan cual sumos exégetas, que, no sólo no se conforman con interpretar la voluntad y la opinión de los ciudadanos, sino que pretenden ser sus creadores. Por ello, con manifiesta ignorancia socio-política y con escaso compromiso militante, se atreven a “perorar” sobre lo divino y humano respecto de la Democracia y de sus instrumentos vehiculares, que son los partidos políticos. Y así, osan atribuir moralidad y legalidad, o sus contrarios, a las conductas de aquéllos formalmente elegidos o propuestos para ello, en los que el pueblo, único poder soberano en democracia, delega su representación. Con lo anterior no estoy afirmando que no tengan el derecho y el deber, como cualquier ciudadano, de pedir cuenta de su comportamiento y, sobre todo, de cómo administran los bienes públicos. En este sentido, están obligados, dado los medios que poseen, a investigar cualquier tipo de desviación o corruptelas de esos actores políticos, siempre desde la legalidad y, sobre todo, desde la honestidad más rigurosa, para informar sanamente a la opinión pública, y no para vender “ejemplares” o captar radiotelevidentes sin ningún tipo de escrúpulos.
   Por concretar lo escrito arriba, y por reunir a todos los demás, me referiré al “medio” más representativo e influyente, cual es la TELEVISIÓN. Están de moda los debates y tertulias por todos los “platós” en días y horas de máxima audiencia. Lo cual es bueno, porque acerca la información a los que no la obtienen por otros medios como la lectura y el estudio. Pero ese medio puede devenir en un arma de doble filo si no se hace bajo determinadas reglas y requisitos. Tanto los ciudadanos, los tertulianos y, sobre todo, los políticos deben tener presente que en modo alguno tales debates deben sustituir al Parlamento. A este respecto debo reseñar aquí la dejación que de su función hace la más alta institución democrática. Esa dejación es la que provoca en los ciudadanos el sentimiento de lejanía de sus representantes, de la que tanto se quejan con la boca pequeña los propios parlamentarios y políticos.
   Antes de seguir, tengo que reconocer que el Medio Televisivo sus propios fines, a la vez que sus medios y técnicas para conseguirlos. Que, además de la de informar, es obvio que la televisión tiene la misión de distraer y divertir; pero para conseguirlo, no debe convertir el debate en sí en un “divertimento” del peor gusto. ¡En el tema, al tema; y a los entre actos, entremeses!...
   Todos los tertulianos, periodistas, políticos y público (este gran olvidado, salvo para aplaudir sumisamente), por supuesto, que tienen todo el derecho a confrontar sus ideas, sus intereses o sus ideologías políticas. Pero, eso sí, siempre con el máximo respeto al oponente; sobre todo, sin olvidar que están siendo observados por cientos de miles o millones de ciudadanos, que merecen el mismo respeto, si no más. Y ese respeto mutuo se traduce fundamentalmente en la máxima honestidad y rigor intelectual. No se puede consentir en el debate el uso de datos falsos, noticias o hechos pocos contrastados; mucho menos utilizar bulos y mentiras, con tal de hacer daño o descalificar al contendiente. Se descalifica a sí mismo el tertuliano que, siendo consciente de tales anomalías, no sale en defensa del que es aguijoneado maliciosamente, bien sea éste sea de su propia “cuerda” o de la “fila” de enfrente. Esta actitud es bajuna, porque denota que no interesa LA VERDAD, sino la mía, para conseguir votos o vender prensa. Es deplorable a este respecto la actitud, por ejemplo, del candidato a la Alcaldía de Madrid por el PSOE, Antonio M. Carmona, ante los “bajonazos” o la insolencia del periodista Eduardo Inda, contra los de PODEMOS o contra la candidata de IU (hasta ayer), Tania Sánchez, a la Comunidad madrileña. Sabemos que son sus contendientes políticos… Pero, sr. Carmona, ante todo, LA VERDAD. Recuerde al gran Machado… Y recuerde mi consejo: los votos que vienen manchados, a la corta o a la larga, manchan, ¡y mucho!...
   Es infantil, a la vez que deshonesta, la actitud y sempiterna presencia del director de La RAZÓN, sr. Marhuenda, amigo de todos los “brillantes por oposición”, corruptos o no, cuando, ocultando su ideología ultraconservadora (a la que tiene derecho), siempre defiende al Partido Popular, esgrimiendo sibilinos y rebuscados argumentos. ¿Dónde está su independencia de periodista? Este “doctor” y profesor de Derecho, lo mismo que el sr. Inda, siempre recurre a la “presunción de inocencia”, antes de condena firme, frente a indicios más que contrastados, cuando se trata de “los suyos”; pero que “dicta sentencias condenatorias” frente a bulos o simples indicios, cuando se trata de “los otros”. Sería, por otra parte, para troncharse de la risa, si no fuera tan hiriente cuando estigmatiza, con gestos despreciativos y de “amantis religiosa” a la “izquierda” o a los “progres” sin distinción, sin tener en cuenta el sacrificio que muchos de los que le están viendo tuvieron que hacer, para que él “tranquilitamente” redactara sus tesis, hasta que la democracia, tan “asentada”, según él, le colocara en el estatus que ostenta. Sr. Malhuenda, perdóneme; no he visto jamás una mente más infantil y retrógrada que la suya.
   Atenta también contra la honestidad profesional de los periodistas, de los citados y de muchos otros que proliferan por las tertulias, cuando se invisten del “sacrosanto” derecho de preguntar, que no dudo que lo tengan. Pero tal derecho deja de ser tan sacrosanto, cuando la intención es desprestigiar al interrogado. Principalmente cuando la pregunta lleva una soterrada carga explosiva, lo cual suele suceder cuando se inquiere por el origen de los dineros u honorarios. En estos casos, cuando se trata de “uno de los nuestros”, o  no se pregunta por sus ingentes honorarios y prebendas, o se intenta justificar por veinte mil vericuetos. Pero, si el interrogado es de “los otros”, esos mismos vericuetos se utilizan para difamar, aunque sean mínimas las cantidades, sin importar mucho si el origen de las mismas es lícito o legal. Pero que no se le ocurra a nadie preguntarles cuánto ganan ellos, o quién o quiénes les pagan… Entonces se agarran al “sacrosanto derecho”, confundiendo una simple pregunta con el legítimo derecho de “no revelar las fuentes de su información”. ¡Cosas muy distintas!... Y cuándo preguntan sin esperar respuesta, o siguen repreguntando artificiosamente, para que el espectador no pueda oír la respuesta, ¿no indica tal conducta, además de una falta de educación, una deshonestidad tendenciosa?...
   Es también una enorme falta de respeto a los televidentes la improvisación y la falta de documentación de los contertulios. Es indecente que ante datos y hechos, leyes o propuestas, todos perfectamente documentados, los debatientes se ensalcen en un “que si sí, que si no”; que “dice esto o lo otro”, con lo fácil que es que alguien saque el documento pertinente, y simplemente lo lea. ¡Debe resultar difícil, o entra dentro del “guión”, para que el “espectáculo” resulte!...
   Igualmente de irrespetuoso para los televidentes es la ineptitud de un “moderador” que no se hace respetar por los tertulianos; que no es ecuánime en el reparto y el orden de los tiempos de intervención; que no haga respetar los turnos de palabras; que permita insultos,  mentiras y “puñaladas traperas”… Pero en fin, ya es mucho concretar. Prefiero terminar con las palabras de un honesto periodista: “Tras casi cuatro décadas en esto, mantengo que el periodismo es el oficio más bonito del mundo. Me gusta perseguir historias y contarlas, ser testigo, documentarme, tratar de entender los porqués y luego... esmerarme en explicarlo lo mejor posible. En eso estoy y quiero estar. Con el mismo entusiasmo del primer día”.(Juan Tortosa).


    Manuel Vega Marín. Madrid, 5 de Febrero de 2015

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