sábado, 16 de enero de 2021

EL “NEGRO COVID-19” Y LA “BLANCA FILOMENA” CAMBIARÁN NUESTRA VIDA


   Muchos ciudadanos están pensando que, cuando esta “tormenta” amaine, volveremos a una nueva normalidad, muy similar a la vivida antes de la borrasca. Pero, aunque eso es lo que esperan, la nueva realidad les obligará a cambiar su esquema vital.

   Tanto el coronavirus, como la oleada de nieve y frio, son dos fenómenos distintos con que la Naturaleza responde a los abusos parecidos que los humanos le infringimos. Ambos, cada cual a su manera, nos recuerdan las míticas y tradicionales siete plagas bíblicas con que Yavé castigó a su pueblo.

   Si bien los estragos del virus son de efectos más severos y repentinos para la salud humana, el poderío financiero y su repercusión en la investigación científica, hace que una vacuna sirva de arma ofensiva para esos malignos y mortales efectos. Sin embargo, si la duración de una oleada de nieve y frio fuese más larga de lo habitual, sus efectos sobre la vida humana actual aún serían más perniciosos. Lo estamos viendo. Y, para más inri, ¡contra el “desprestigiado” cambio climático no hay vacuna!..

   Con estos prolegómenos quiero decir, en definitiva, que, si los humanos y su modelo de convivencia no cambia radicalmente; si su forma de estar en el mundo no es igual de generosa con la Natura, como ésta los es con ellos, de una u otra manera, más temprano que tarde, la madre Naturaleza seguirá su ineluctable ritmo evolutivo, acabando no sólo con el “enloquecido” e injusto modelo socioeconómico en que nos desenvolvemos, sino que la irracional especie humana habrá agotado toda posibilidad de subsistir.

   Ya se ha escrito abundantemente –yo mismo he dedicado algunos de mis artículos- sobre los enormes fallos estructurales en nuestra forma de vida que el COVID-19 ha detectado, y que, si no queremos que la historia se repita a peor, tendremos que corregir y cambiar. En estos días es el fenómeno Filomena quien, aunque más limitado territorialmente, nos vuelve a poner ante la evidencia los mismos fallos a corregir, y que nos afecta más pragmática y cotidianamente a todos los que residimos en ese territorio. No vale, pues, olvidarse de la maldad del virus porque somos jóvenes o aún hemos tenido la suerte de no ser infectado. De la misma manera que no vale quitarle importancia al daño que Filomena causa a los moradores de la España vaciada, con el hipócrita pretexto de que están acostumbrados. No es cierto; caer enfermo en un pueblecito aislado y carente de los mínimos servicios sanitarios es más peligroso que en una gran ciudad... Precisamente, ese abandono de determinados pueblos solamente por estrictos intereses económicos, es una de los escandalosos defectos a corregir de la actual normalidad capitalista/consumista. La nueva normalidad no puede ser volver a un consumismo más preocupado por el incremento del PIB, que por el deterioro de los ecosistemas. Si sólo empleamos la investigación y los avances científicos-técnicos para seguir en esa carrera de obstáculos que es la competencia mercantil, y únicamente, para corregir pequeñas averías de la maquinaria, más temprano que tarde regresarán, aumentadas, las averías que nos impondrán la obsolescencia de la máquina...

   Si en tan poco tiempo se ha conseguido una vacuna ha sido por la confluencia de inversiones de los Estados ricos en la investigación y por el intercambio de experiencias y logros de las empresas investigadoras. Una nueva normalidad que, en la distribución del antídoto no siguiera los mismos criterios “solidarios”, convertiría el esfuerzo en ineficaz  por no conseguir la llamada inmunidad de rebaño...

   La deslocalización industrial, causada por la “globalización liberal”, ha supuesto un incremento de la desigualdad social y una continua pérdida de derechos  y una aberrante explotación de mano de obra infantil, al mismo tiempo que un empobrecimiento de los que, por ello,  pueden conservar su trabajo, cuya precariedad le impide proyectar un futuro digno. Con el pretexto de “reconversión industrial”, nuestro complejo industrial buscó otros países en que el abaratamiento de la mano de obra proporcionara más beneficios a los accionistas. Tal huída, entre otros efectos, ocasionó que al comienzo  de la inesperada pandemia careciésemos de los utensilios de protección más básicos. Incluso los propios sanitarios tuvieron que fabricar con bolsas de basura su uniforme defensivo. Algo parecido a la deslocalización ha supuesto, el abandono, aún en el mismo barrio, de los comercios de siempre, dando ventaja  a Filomena, cuyas nevadas  han dificultado el aprovisionamiento de víveres  en los más distantes y modernos  supermercados.

   Merece destacar la improvisación de los inútiles gobernantes en todo lo referente a la Sanidad. Desde el acceso a los centros hospitalarios, hasta la falta de protocolos organizativos de su personal sanitario. Una vez más la autoorganización de éstos y su probada vocación de servicio han evitados males mayores. Mientras, los responsables políticos alardeaban de su destreza en el uso de las palas y de su afición al marketing. Por más que quieran culpar  a los   Servicios Meteorológicos de no avisar, cosa que es mentira,  sobre la llegada de Filomena, ha sido el abandono de lo público y las políticas de recortes en el aprovisionamiento de sus servicios en beneficio de lo privado, lo que ha causado un mayor incremento de los daños. Ciertamente, para atajar cuanto antes los problemas que ocasiona un fenómeno como Filomena, la ayuda y colaboración  de los ciudadanos es imprescindible; pero es vergonzante que la actitud apática y la falta de provisión de medios haya forzado, una vez más, a los irresponsables que gobiernan la Comunidad y la Capital del Reino a acudir al voluntariado, ahorrando dinero que trasvasar a sus amiguetes de la empresa privada. Algo de eso deja entrever el comunicado varias ONG, que con el apoyo de la Red Madrileña de lucha contra la  exclusión social, critican la falta de previsión y desorganización de las administraciones publicas. Tal descoordinación e improvisación no fueron casuales, sino que responde a un orden de prioridades,... y a las deficiencias históricas del modelo de atención a las emergencias en Madrid. 

   Tanto el COVID, como Filomena han puesto en primera plana lo imprescindible del Servicio de cuidados. En un país como España, de tradición filántropo-cristiana, -omitiendo ahora el negocio que los  fondos buitres han visto en este “nicho económico”-, este servicio, sobre todo el cuidado de los mayores, ha sido desempeñado por las mujeres dentro de la  propia familia o por entidades caritativas o humanitarias como son las ONGs. Como su nombre indica, al no ser gubernamentales, su organización y regulación pertenecen al ámbito de lo privado, sin que la autoridad legítima pueda intervenir en un mayor aprovechamiento de sus actividades. No seré yo quien prohíba desarrollar la generosidad solidaria de los ciudadanos con sus semejantes necesitados.  Pero sí denunciaré el aprovechamiento que del altruismo de estas organizaciones ha tenido el Estado para hacer dejación de su deber en la protección social a estas personas. Igualmente aprovecharé para denunciar también los “vicios” y corruptelas en que algunas  ONG han caído.

   Un Estado (moderno) Social y Democrático, que es como la Constitución en su artículo 1.1 define al nuestro, no debe dejar al albur del mercado un servicio tan delicado y esencial como es el de cuidados. Igual que de la Sanidad, Educación  y otras prestaciones fundamentales se hace cargo el Estado, de la misma manera debe hacerlo de esta parcela del bienestar. Debemos exigir que, aun aceptando la generosidad privada, esta importante prestación vaya perdiendo su enfoque asistencial e ir progresando en el de los derechos ciudadanos. La necesidad de cuidados es un hecho totalmente previsible, y las Administraciones públicas deben tener un “aparataje” permanente, independientemente de que en desastres inusitados haya que echar mano de la colaboración ciudadana. El mantenimiento de esa estructura reportará mano de obra abundante, así como la profesionalización de la misma. En manos del Estado este servicio llegará a todos los rincones del país, adonde no llega el largo brazo del Mercado, ni resulta  interesante al lucro privado. Como el inteligente lector habrá deducido que no  nos estamos refiriendo sólo al cuidado de mayores y dependientes, sino a todos los ciudadanos, que por vicisitudes de la vida necesiten de esa ayuda, citaremos a título de ejemplo el Ingreso Mínimo Vital (IMV).

   Para terminar resaltando la absoluta imprescindibilidad de lo público, nada mejor que transcribir el resumen de la catedrática Cecilia Castaño: La normalidad no puede ser la vuelta a un consumo sin restricciones ni preocupación por el medioambiente; que el PIB crezca a costa de acrecentar la vulnerabilidad de nuestro modelo económico, a la espera de una nueva crisis u otra pandemia. Reivindiquemos cierta destrucción creadora hacia una economía más sostenible, con menos consumo de energía, de territorio, de recursos naturales, y que genere más empleos ligados al medioambiente, tan necesario socialmente. Más allá de las políticas fiscales y monetarias, de la digitalización y transición ecológica, es el momento de las políticas redistributivas y sociales orientadas a la sostenibilidad  de los sectores más vulnerables de la población, el refuerzo del sistema sanitario y los servicios públicos de asistencia. Las políticas de organización social de los cuidados, desarrollando y dotando la ley de atención a la dependencia, una ley de cuidado a la infancia, más regulación y control sobre cómo se ofrecen los cuidados, concebidos como espacio para la innovación social y una apuesta por la igualdad de género. (“Reinventar el Sistema Económico”. tintaLibre, Enero 2021).  

   Pero, como los burros y como venimos haciendo, volveremos a tropezar con la misma piedra.

 

 

   Manuel Vega Marín. Madrid, 16. Enero, 2021    www.solicitoopinar.blogspot.com.es

 

 

 

 

 

 

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