Los actores sociales y políticos
que más lucharon y arriesgaron contra el régimen franquista tuvieron que
conformarse, por la presión chantajista de los poderes fácticos –Ejército,
Iglesia y Capital-, con sacar de las cárceles a familiares y compañeros condenados,
y confiar en que el paso del tiempo y
una nueva mentalidad y educación, más distante de una mentalidad
guerrocivilista, permitiese ir cambiando y removiendo pacíficamente los
obstáculos que impedían que la democracia estrenada con tanta ilusión, fuese
siendo cada vez más homologable con las de nuestro entorno. Perdónenme
por la autocita, pero es lo que “osaba” escribir y “colgar” en mi blog en Mayo
de 2018 en el artículo ¿Tengo que aceptar
que España es un país democrático?.
Obviamente, si comparamos nuestra democracia con una dictadura como lo
fue la llamada “Democracia orgánica” franquista, la respuesta a la anterior
pregunta tiene que ser afirmativa. Pero, si nos fijamos en la actitud y
conducta de personajes públicos e instituciones, y hacemos la comparación con
los modelos de democracia tan deseados entonces, la respuesta ofrecería
muchísimas dudas, y no sería tan tajante. Pues esos poderes que se han venido
llamando “fácticos”, que fueron pilares del franquismo, prácticamente siguen
intactos. El tiempo, que todo lo erosiona, no ha podido “ablandarlos”. Es más,
todo ese entramado de poder está presente en la Constitución vigente, sin que
los cuarenta años de “transición ejemplar” hayan podido readaptarlo. Basta
recordar los artículos 2, 56, 8, 16 y 155 de CE invocados permanentemente por
los autodenominados partidos constitucionalistas, y a los que apelan
continuamente el aparataje mediático y judicial cuando instan a cumplir la
Constitución y la Ley. Del principio de la “división de poderes” casi mejor no
hablar, dada las injerencias constantes, que, según conviene, se dan entre
ellos. Cabe citar la intromisión del Rey Felipe declarando como inadmisible apelar a una supuesta democracia por encima
del derecho. No tuvo bastante con su famoso discurso del 3 de octubre
“contra” Cataluña, sino que “el preparao”, ignorando que su institución como
Rey tiene su origen en una supuesta democracia que también se regía por el
derecho, quiere darnos lecciones de democracia; precisamente él, a quién nadie
ha votado y que está por encima de la Constitución y de las Leyes. Con esas
palabras pronunciadas en la 26 edición del Congreso de la World Jurist
Association en el Teatro Real el 20 de febrero, acto que más bien recuerda
aquellos actos de “desagravio” que el caudillo organizaba en la plaza de
Oriente, muy cerquita, cuando el régimen era reprendido por organizaciones
internacionales por su represión y persecución contra los adversarios
políticos. En este caso, la injerencia real no sólo ha sido en la política general
de la Generalitat, sino en ponerse de parte de la Fiscalía en pleno juicio al procés, cuando los fiscales del Supremo
se las ven y se las desean para encontrar hechos que prueben los delitos de los
que están acusados y en prisión los líderes catalanes.
Y tiempo le ha faltado a Pedro Sánchez para, a través de su portavoz
Isabel Celaá, aceptar como dogma de fe las imprudentes palabras del Jefe de
Estado. Lo cual no deja de ser otra torpe injerencia del Ejecutivo en el
Judicial. Las contradicciones de la sra. Celaá en la rueda de prensa del
viernes 22 de febrero no dejan de ser un síntoma más del miedo del Gobierno de
Sánchez a la oposición hipócrita, respecto del problema catalán. No se puede
decir que el diálogo con los gobernantes catalanes es objeto de interés papa la
ciudadanía, y que éste dará sus frutos, y al mismo tiempo “arrugarse” ante las
embestidas de Casado o Rivera. ¿Es que es un crimen que los gobiernos y sus
consejeros o ministros dialoguen para solucionar los problemas de sus respectivas
competencias? ¿Qué trola es la que nos han querido hacer tragar desde las
cavernas del Psoe con la palabra relator, que no ha sido sino una
excusa para convocar elecciones?
El repetido mantra de que en este País todo el mundo es igual ante la
Ley, es una más de las tantas “falsas verdades”
con que sus principales beneficiarios vocean grandes soflamas de que la
democracia española es equiparable a la de las naciones más desarrolladas. Lo
cual no deja de ser una fake news de
las tantas que hoy pululan. Pero parece que dicho en inglés la cosa no tiene
importancia, y sí la tiene; no por la mentira en sí, fácil de detectar, sino
porque la “realidad virtual” que la tecnología digital facilita en un mundo
cada vez más comunicacional, puede dar por buena y “blanquear” la auténtica
realidad. Los límites entre lo real y lo virtual son muy difusos. Hoy se da más
verosimilitud al relato en sí que a los hechos relatados. Ya hay cada vez más
ciudadanos, cuya mente acrítica da por buena y constatada cualquier noticia
procedente de los medios de información. De cualquier manera, tengo que decir
que la propensión a confundir lo real con lo virtual no es nueva. Cualquiera
que haya estudiado Filosofía o Teología Escolástica habrá podido observar la
capacidad concedida a las palabras para distorsionar los hechos reales. Las
divisiones y subdivisiones que hacían aquellos sesudos pensadores para adaptar
la realidad a sus deseos, es muy similar a los métodos utilizados en aquellas
fechas por magos y alquimistas. No sólo pretendían cambiar la realidad con sus
mágicos ritos y palabrería, sino, además, que éstos tuvieran los efectos
deseados sobre la misma realidad. Recuerdo ahora aquella división ex opera operato/ex opera operantis, para
justificar que el efecto de un sacramento se producía independientemente de la
fe o la moral del oficiante que lo administraba. Lo novedoso, pues, de esta
“técnica” es la facilidad que ofrece la moderna tecnología para que el gran
público pueda acceder a esas percepciones
alternativas (así llaman algunos a estas realidades virtuales) que los
poderes interesados quieran inculcarle. Lo curioso es que cuanto más crece la
incredulidad en dioses y sacramentos, mayor es la necesidad que las mentes
acríticas tienen de confiar en otros sustitutivos. Dejemos aquí esta
divagación….
No hace falta seguir en la crítica de los grandes principios
constitutivos de una democracia medio decente. Basta echar un vistazo a lo que
cada día viene ocurriendo, para darse cuenta que, aunque muchos de los que hace
más de cuarenta años se acostaron franquistas y se levantaron demócratas hayan
muerto, sus vástagos y otros beneficiados por aquel régimen siguen pagando la
deuda que con él contrajeron. Si en Europa, donde el nazismo y el fascismo
fueron derrotados, éstos han vuelto a surgir, nada tiene de extraño que en
España en donde el fascismo, con la protección ideológica de catolicismo más
rancio, siguió gobernando cuarenta años más, es lógico que resurjan pujante y
vengativamente toda la mitología y simbología bajo las que se ocultan las
verdaderas ideas y aspiraciones fascistas. Quizá la desaparición del
bipartidismo y una mayor atomización del Parlamento sea una de las causas de
esa no tan inesperada aparición de esas
fuerzas que parecían aletargadas. Cuando el viejo bipartidismo va teniendo cada
vez más dificultad, sobre todo por lo que respecta al Psoe, en seguir siendo
fiel al atado y bien atado, surgen en la derecha estos relevos jóvenes
que buscan su futuro en el pasado, gracias al cual han llegado a liderar sus respectivos
partidos. A ello ha ayudado su ascenso al poder en Andalucía. Tengo que hacer
constar la concordancia que mantienen las viajas guardias y algunos barones del
Psoe con ciertas políticas de la derecha liberal, impidiendo a las nuevas
generaciones de socialistas buscar su identidad socialdemócrata, de la que
depende su futuro y, junto con Podemos, los ansiados cambios en la cultura
española.
Ha sido el problema catalán y su fallida solución el que ha revelado las
muchas carencias de nuestra democracia, que justifica el titulo de estas
reflexiones. Carencias puestas de manifiesto en la instrucción del procés, en las que no incidiré aquí, pues el lector, si le interesa, puede
consultar los artículos “colgados” en mi blog sobre el asunto. Esas
deficiencias contenidas en la instrucción del magistrado Llarena siguen
aflorando en el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo. Ya tendremos
ocasión de escribir sobre ello.
Me referiré, pues, a hechos
aparentemente menores, pero que también resaltan las deficiencias de nuestro
sistema democrático. Muchos legalistas y constitucionalistas no dejan de
repetir que democracia es cumplir las leyes. Pues bien, hay una Ley de Memoria
Histórica aprobada en la legislatura de Zapatero, de la que Rajoy en su
siguientes legislaturas se ufanaba de no dotarla económicamente, lo que, en la
práctica, equivalía a su incumplimiento. El 13 de septiembre de 2018 el Pleno
del Congreso validó el Decreto que aprobaba la exhumación del Valle de los Caídos
de la momia del dictador, y su traslado a otro lugar mucho más familiar y
discreto. Pues bien, a fecha en que esto escribimos la sombra de aquella
dictadura sigue alargándose, impidiendo, como decíamos al comienzo, la realización plena de la democracia por la
que con tanta ilusión lucharon y se sacrificaron nuestros mayores. Si
democracia es cumplir la Ley, mucho más lo es que ese cumplimiento sea igual
por todos y para todos. Es inconcebible que “personajillos” que representan a
los estamentos sociológicos, políticos-económicos o religiosos, dominantes en
el franquismo, sigan “echándoles un pulso” a un Parlamento y a un Gobierno
democráticos, que se han esmerado en ejecutar aquella decisión con las mayores
garantías jurídicas.
No puede ser que la familia del dictador, a la que no se le ha pedido
cuentas de su estatus social y de su fortuna, siga obstruyendo el deseo de gran
parte de españoles. Es una vergüenza que, al amparo de una democracia que ellos
“golpearon”, existan fundaciones como la Franco o Hazte oír, subvencionadas con
dinero público, empleado para financiar absurdos informes técnicos, utilizados
como dogmas que nada tienen que ver con considerandos jurídicos, para que un
juez ad hoc y de trayectoria fascista
como José Yusty Bastarreche, prevarique impunemente. Como si las oposiciones
que dan acceso a la judicatura, y, estoy seguro en este caso, “enchufado”, dada
su ascendencia familiar, “imprimieran carácter sacramental”…
Mención aparte merece el falangista Santiago Cantera, prior de la comunidad religiosa que tiene
encomendada la custodia de la momia en la Basílica de Cuelgamuros. Estos
señores de otro tiempo, que viven de la “sopa boba” de los presupuestos del
Estado y de los ingresos que la administración del Patrimonio Nacional les proporciona,
no me creo que tangan tanto contrapeso al Gobierno del Estado, si no es porque
la Iglesia Católica está detrás; y, aunque el Vaticano y del Arzobispado de
Madrid, aparentemente, parece no oponerse a los planes del Ejecutivo, dada la estructura
jerárquica de esta institución, es imposible que no haya destituido al prior
resistente de rango muy inferior. ¿No
será que la Iglesia está utilizando este asunto, para sacarle al timorato Pedro
Sánchez las mejores contrapartidas? ¡Inescrutables
son los caminos de Dios!...
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