En un artículo
inmediatamente anterior a este defendía que No es suficiente con pedir perdón,
para reparar el daño causado a la ciudadanía por la mala conducta de políticos
o de otros cargos relevantes de nuestro sistema democrático. De los señores
citados decía: estos señores jueces, que
se creen por encima del bien y del mal, y que pueden disponer de la vida y
hacienda de los ciudadanos cuando éstos han obrado mal, no pueden conformarse
con sólo pedir perdón cuando han sido ellos los que han perjudicado a los
ciudadanos. Ahora, además, el sr. Lesmes, Presidente del Supremo, debería
dimitir por mentiroso; pues después de que la Sección II de la Sala III el 16
de octubre sentenciara que era la banca quien debería hacerse cargo del
impuesto por AJD de las hipotecas, a requerimiento de la prensa declaró a los
pocos días, que tal sentencia era firme y no susceptible de revisión,
produciendo plenos efectos en relación con las partes en litigio… Asímismo
recordó que tanto los magistrados de dicha sección y sala, como su presidente,
Díez-Picazo, han actuado con plena
lealtad al Alto Tribunal, así como con independencia, profesionalidad y
competencia técnica en la interpretación y aplicación de la ley, y con
escrupuloso respeto a las normas procesales aplicables al presente caso.
Este miércoles, 7-oct.-18, después de saberse el resultado vergonzoso del pleno
de la Sala, manipulada por su presidente, Díez-Picazo, el Presidente del Supremo y del CGPJ vuelve a
declarar a la prensa sin asumir ninguna responsabilidad. Después de eximirse y
de eximir a su subalterno de toda responsabilidad, cínicamente dice: Aceptamos las críticas, pero esta situación
se ha producido por una falta de claridad de la ley. E, hipócritamente,
afirma que la decisión del pleno de la Sala se tomó con libertar e independencia de
criterio… Y, cuando los periodistas le preguntan por su dimisión,
cobardemente, hace mutis por el foro… (Los textos de las declaraciones están
tomados del diariopúblico.es).
Hay que tener mucha caradura y mucho cinismo para, cobrando los sueldos
que cobran del erario público y mantener el estatus de máximos intérpretes de
las leyes, en este caso aleguen incapacidad de interpretación,
responsabilizando al “legislador” de falta de claridad en la ley. Sólo ahora,
cuando su decisión puede afectar a la cuenta de resultado de la Banca, se dan
cuenta de que su “jurisprudencia” ha estado equivocada durante tanto tiempo,
¡qué casualidad!... Si esto de no una gran prevaricación… Lo que ocurre es que
es tan grande, que su sombra impide verla con mejor perspectiva… Pero ¡no pasa
ná! No sólo no dimiten, sino que ni siquiera piden perdón. ¿Estaremos los
ciudadanos seguros de que la jurisprudencia con que, en parte, nos gobierna es
la correcta? ¿No estaremos gobernados por un sistema democrático virtual de
leyes ambiguas? ¿Es posible tanto “borreguismo” en tan Alta institución? ¿No
hay un contrapoder que controle y saque al órgano máximo del Poder judicial de
su “endogamia”? Luego, estos privilegiados de la sociedad taparán sus torpezas
fomentando y azuzando a la jauría patriotera contra la Justicia europea, cuando
ésta, una y otra vez, nos tira de las orejas. Analizando tanto la presente,
como otras actuaciones del Tribunal Supremo, su Sala 61 no necesita de demandas
venidas de afuera o tramitadas por tribunales extranjeros, para tacharlos de
intentar empañar la honorabilidad de la justicia española. ¡Ellos solitos se
deshonran y la deshonran! Así acababa, perdonen la autocita, un
artículo mío el 2 de Oct.-18.
Estos jueces del Supremo, a fuer de una posición de privilegio y poder,
confunden su inmunidad e independencia profesionales con una especie de
licencia para decidir y hacer lo que les da la gana. Es lo que se llama
impunidad. Parece como si sus atavíos e indumentarias les instaran a creer que
viven en otro mundo. No se dan cuenta que los ciudadanos ya no nos conformamos con
aquello de: ¡oiga!, usted no sabe con
quién habla… Como dice Raquel Ejerique en un sencillo, pero profundo
articulo (“El Supremo deja un cadáver exquisito”, eldiari.es 7-11-18), Ya no somos aquellos sujetos pasivos que
deglutían la idea de que todo se hacía por nuestro bien sin preguntar, o que
repetían la cantinela de que todos somos iguales ante la ley.
Pero, como dice el refrán, no hay
mal que por bien no venga. Igual que el tema de los famosos másteres a
políticos influyentes desveló la corrupción en la Universidad y bajó de sus
pedestales a los catedráticos, ahora le toca el turno a la justicia. Mejor; a
ciertos tribunales o jueces. Sentencias como la de la “manada”, la de los
tuiteros, la del máster de Casado, la que condenó a Otegui injustamente, etc.
y, ahora, la resolución tomada por el pleno de la Sala de lo Contencioso del
Supremo y su nefasta gestión sobre el impuesto de las hipotecas, provoca un
punto de inflexión en el que se desmitifica o se licúa la confianza y credibilidad
ciudadana en la que ha descansado esta justicia. En adelante –y me hago eco de
algunas ideas expresadas por la periodista Ejerique-, a la justicia le va a ser
difícil permanecer en sus salas blindadas, y a sus sirvientes escondidos tras
sus barrocas togas o su intrincado lenguaje. Las “reglas de juego” de las que
habla Lesmes ya no serán las de todos. Son ellos los que se han encargado de
irlas “demoliendo” según las “manoseaban”. La
presión y la desconfianza van obligar a escribir otras (normas) en las que, por primera vez, y si quieren
sobrevivir como ha hecho otras instituciones, vamos (los ciudadanos) a escribir algunas líneas con lenguaje
llano. Para impartir su justicia, van a tener que tenernos en cuenta.
(ibid.).
Pero no basta con que los señores referidos y otros que tengan cargos
administrativos o de gobierno en la judicatura dimitan, demostrada su
incapacidad profesional. Esto debiera ser obvio. Ya resulta raro que en los más de 200 años de
historia del Tribunal Supremo sólo haya dimitido uno de sus presidentes. Fue
Carlos Divar, en 2012, después de haber gastado con cargo al erario público en
restaurantes, hoteles y viajes privados. Algo más difícil es que un juez o
magistrado pierda su condición de tal. Parece que una vez adquirida esa
condición por las vías establecidas, éstas “imprimieran carácter” casi de por
vida como si fueran sacramentos de fe. No voy a entrar a comentar el artº 379
de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que regula la pérdida de ese “don
vitalicio”. Creo, sin embargo, que la línea divisoria que separa la
capacidad/incapacidad para desempeñar un cargo de administración o gobierno es
muy poco clara respecto de la de juzgar. No siempre esa “difuminación” tiene
por qué confundirlas. Pero es evidente que la coincidencia de ambas incapacidades
se dio en la persona de Díez-Picazo, actuando como Presidente de Sala y como
juez, cuya opinión provocó la nefasta sentencia. Por ello, no sólo él debe
dimitir, sino también su protector y responsable de su cargo, el sr. Lesmes,
quien ostenta la presidencia del Consejo y del Tribunal Supremo. Está fuera del
sentido común que un juez o magistrado sólo deba dimitir o ser cesado si es
pillado cometiendo delito, lo cual resulta harto difícil dado el corporativismo
existente en la magistratura. Es ridículo que ni siquiera exista un mecanismo
interno para pedir formalmente la dimisión del presidente del Supremo o la del
presidente de la Sala de lo Contencioso. Lo único que podemos hacer son estas
manifestaciones públicas, dice Ignacio Vega, portavoz de Juezas y
Jueces para la Democracia, que se han tenido que conformar con un comunicado
para solicitar la dimisión de los presidentes citados.
La resolución del Tribunal Supremo no sólo pone de manifiesto quién
“manda”, sino que, además, pone en claro
que la corrupción llega a las más altas instituciones estatales. El asunto no
es nuevo, pues ya la UE obligó a España a modificar el artículo 135 de la
Constitución, lo que convierte a los bancos en acreedores preferentes en el
pago de la deuda pública, por encima de otras prioridades de los ciudadanos.
Pero lo que ocurre en la Unión Europea y en España ocurre en todo el mundo
donde impera el capitalismo. Sólo que en nuestra “España diferente”, en este
tema, como en otros, las cosas suceden de manera más burda y chulesca, sin que
haya que guardar siquiera las apariencias, por mucho que seamos advertidos por
las propias instituciones comunitarias. Sin ir más lejos, ante la próxima
renovación del Órgano de Gobierno de los jueces, como si no hubiera pasado
nada, ahí tenemos a los dos “cancerberos” de la Transición y del
“bipartidismo”, PSOE y PP, negociando el reparto de quiénes ocuparán sus
poltronas. Es elogiable, por otra parte, el esfuerzo que hace PODEMOS para
sacar al Psoe en el gobierno un proyecto de Presupuestos Generales más
beneficiosos para los ciudadanos; pero deberán explicarles a éstos, al mismo
tiempo, que tanto ese proyecto, como sus propios programas lectorales son
“papel mojado” sin el Vº Bº de la UE y de su moneda. Las reformas del sistema y
la dimisión de los que lo corrompen no es, pues, más que un paso no
contradictorio con ir realizando al mismo tiempo, la labor pedagógica, para
muchos, revolucionaria, de enseñar el funcionamiento de la dominación
capitalista actual, si se pretende cambiarlo….
Los efectos de la seudocrisis, a la vez que han causados verdaderos
destrozos en la mayor parte de la ciudadanía, también ha abierto los ojos y las
conciencias de muchos. Y que, como en toda crisis, el que la ha padecido sale
fortalecido por la realidad que se
impone a pesar de todas las artimañas disponibles por los poderosos para
ocultarla. Los partidos políticos de izquierda y los movimientos sociales
progresistas deben, pues, aprovechar esa nueva toma de conciencia de las gentes,
para plantearles nuevos y exigentes objetivos político-sociales.
Para terminar, lanzaré al lector algunos interrogantes, nada
bolcheviques revolucionarios: ¿es mucho pedir, si no la expropiación de la
banca privada, sí al menos la creación de un banco público que compita con
aquélla?; ¿es descabellado no dar preferencia al pago de la deuda, revertiendo
el 135 a como estaba en CE antes del Tratado de Estabilidad?; ¿es de locos no
querer que este modelo de UE con su Euro se perpetúe como única y última
alternativa de convivencia?....
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