¿Cuándo caerá la gota que
colme el vaso? No caben disculpas. El lenguaje utilizado en el whatsApp a sus senadores no puede ser más mafioso;
los vocablos jugada estupenda y control desde atrás de las Salas II
y 61 del Tribunal Supremo sólo son entendibles en la mentalidad de un policía
procedente de las cloacas del Estado. Quiero recordar que este sujeto fue
director de la Policía Nacional en el Gobierno de Rajoy (2011-2016), siendo
ministro de Interior Fernández Díaz, al que algunos fiscales le “afinaban”
algunos asuntos o tenía comisarios que le facilitaban informes falsos contra
Podemos y otros adversarios políticos. Últimamente, según revelaciones de El Mundo y El Español, también se le
relaciona con la “operación Kitchen”, organizada por Villarejo, por la que, con
fondos reservados, se ha estado sobornando al chofer de Bárcenas, para que se
hiciera con documentos que éste conservaba para chantajear al PP y al gobierno
de Rajoy en su defensa. En fin, todo un émulo de Al Capone.
El
párrafo nos jugábamos las renovaciones
futuras de dos terceras partes del Supremo y centenares de nombramientos en el
poder judicial, vitales para el PP y para el futuro de España, indica a las
claras el concepto que este “elemento” tiene del propio PP, del Poder judicial,
de la Democracia y de España. ¡No hay “lecturas sacadas de contexto”, ni
malentendidos que valgan! El largo y calculado mensaje y la frase ha sido una jugada estupenda que he vivido desde la primera línea
indican una trama, en cuya urdimbre no ha estado él solo. ¿Será esa la razón de
que el principal “desconsiderado”, el Supremo, no haya dicho algo al respecto,
después del desprestigio que viene sufriendo? Según escribo, se hace pública la
renuncia de Manuel Marchena a presidir el Poder Judicial y el Supremo. Aunque
no comulgo con las razones de su escueto comunicado, hay un hecho que las pone
en entredicho: no sólo no haber
renunciado al cargo antes por la irregularidad de su candidatura y haber
protestado por la misma, sino haber influido en las negociaciones del “pacto”,
para excluir a posibles vocales ajenos a su “cuerda”. Por ejemplo, la
exclusión de Victoria Rosell o la inclusión de la fiscal conservadora Rosa
García. Alguien pensará que es mejor
renunciar a la “dignidad” del cargo, que desempeñarlo sin dignidad. De lo que
no cabe duda, sin embargo, es que su renuncia ha venido propiciada, no porque
se sienta considerado un “pelele” de los políticos, a algunos de los cuales les
debe su estatus en la magistratura, sino porque se hayan publicado los hilos
que mueven al “cristobita”. La dignidad como persona y su sabiduría como
jurista las hubiera demostrado “abandonando el escaño”, es decir: yéndose a su
casa. En el mundo de la judicatura hay muchos y eminentes juristas, como para
que nadie se crea imprescindible. Sin duda, la estupenda jugada la ha realizado
Marchena, que, con su dimisión, intenta resaltar su independencia, presidir el
juicio del procés y poner la
sentencia que ya tiene bosquejada, y, mientras tanto, estar al acecho hasta que
el camino quede libre para volver en “olor de multitud”, dada las adhesiones
fanáticas que provocará, probablemente, el rechazo de “la” Sentencia en los
tribunales internacionales.
De gran prevaricación tilda
Jordi Barbeta (El Nacional, 20-XI) la aceptación por Marchena de los cargos a
los que era candidato. Dice este comentarista que grupos de jueces y fiscales y abogados de procesos afectados estaban
decididos a denunciar la componenda ilegal ante los propios tribunales
españoles, pero con la intención de que fuera en última instancia la Justicia
europea la que impartiera justicia verdadera, valga la redundancia, e hiciera
saltar por los aires definitivamente el búnker judicial español. La
renuncia de Marchena, si bien supone para él una medida de autoprotección, y
para el sistema judicial, su salvamento in
extremis del desastre, pero no salvará la apariencia, al menos, de
imparcialidad de la Sala II y su Presidente en “el” Juicio. Lógicamente, en
estas circunstancias, los abogados de los presos catalanes ya han anunciado la
oportuna recusación de Marchena, que, como resalta Barbeta, no prosperará en España por la propia falta
de imparcialidad de los tribunales comprometidos con la ofensiva política
contra el independentismo, pero añadirá combustible a las denuncias ante el
Tribunal de Estrasburgo (ibd.).
Quien no debiera haber durado un segundo sin ser cesado de todos sus
prebendas es este insensato portavoz del PP en el Senado. Pero, ¿realmente sabe
tanto de la tramoya de su partido como para que nadie se haya atrevido a
cesarlo? Y es que ahora parece ser que el texto del Whatsapp no fue redactado
por Cosidó, que, para apaciguar a los suyos, se ha tirado el “pego” de haber
estado presente en el “pacto”. El Psoe, implicado, como siempre, mirando para
otro lado. Hasta esta hora (19 h de 19-XI) sólo Unidos Podemos, ERC y PDeCAT
han criticado a este energúmeno, pidiendo su dimisión. Pablo Casado, en unas
declaraciones, se ha apartado del contenido del Whatsapp, pero no ha destituido
a su autor, y en un gesto de pura hipocresía oportunista propugna un cambio en
el sistema de elección del CGPJ. Pedro Sánchez se queja de la ruptura del pacto
por Casado; pero, sospechosamente, no
dice nada sobre la propuesta de éste, para cambiar el sistema de elección. ¡Y
la pelota sigue rebotando de un tejado a otro, hasta que su propia inercia la
detenga!...
Después de tantos años disimulando la germinación y la fermentación de la corrupción, el odre viejo
que es la Constitución del 78 no resiste ni un remiendo más, aún a pesar de los
pocos y malos, que se le han hecho. Pero, más que en la Constitución y sus
preceptos, el problema está en que sus “guardianes” en la Transición no fueron
capaces o temieron hacer los cambios necesarios en la Judicatura, cuyo
corporativismo sostuvo tanto al franquismo, como al bipartidismo. El principio
de separación de poderes, que caracteriza a la llamada democracia
liberal-representativa, sólo ha existido sobre el papel. El Poder Judicial,
llamado a controlar desde la Ley y el Derecho, a los otros dos, más bien está
siendo controlado por el Ejecutivo. El estudio del Derecho en la Universidad lo
cursaban los niños de papá para obtener el título de “don” con el que
administrar sus fincas y cortijos, o aquellos otros, cuyas familias podían
financiar a un “opositor” durante años, si antes no encontraban al patrocinador
idóneo, que les “enchufara” y pusiera en vías del escalafón.
Las declaraciones del exdirector de la Policía Nacional, aparte de poner
en evidencia sus escasas dotes como policía, dada la facilidad con que se
descubren sus “artimañas”, denotan, sin ningún tipo de disimulo, la idea que la
“derechona” de este País tiene de la “división de poderes”, con la que, con más
o menos hipocresía, ha venido gobernando. Los párrafos controlando la sala segunda desde
atrás y presidiendo la sala 61; Ha sido una jugada estupenda… Nos jugábamos las
renovaciones futuras de 2/3 del TS y centenares de nombramientos en el poder
judicial, vitales para el PP y para el futuro de España… Se comentan
por sí solos. En realidad, como el mismo Cosidó considera, junto con los que lo
defienden, el Whastapp como tal puede ser tenido como una anécdota o un error
más, como lo fue el chat de un grupo de jueces de Cataluña respecto del procés. Pero su contenido indica, en
expresión de Pérez Royo, el
desmoronamiento de nuestro sistema constitucional (“La anécdota Cosidó”,
eldiario.es). Pues, además de evidenciar una “parcialidad objetiva” del
candidato por la forma de elegirlo presidente del máximo órgano judicial,
debilita una de las patas que sustenta la estructura jurídica, cual es la
confianza de los ciudadanos, precisamente, en la imparcialidad de la misma. Por
otra parte, Cosidó, sin serlo en absoluto, se ha portado con la ingenuidad de
un niño, que dice lo que ve, pero los mayores callan: que la corrupción
institucional que todos intuimos, ahora se ha puesto de manifiesto que también
afecta a la cúspide del Poder judicial.
La credibilidad o no del CGPJ, como órgano constitucional, o del T.
Supremo, como representante máximo del Poder judicial, puede provocar infinidad
de interrogantes, todos de importancia. Pero el tema que más decisivas
interrogantes suscita es el “conflicto catalán”. No es un litigio más. En el
juicio que tendrá lugar próximamente en el T. Supremo, no sólo va a solventar
cuestiones de cierta importancia como la errática instrucción del magistrado
Llarena, del tipo de delito, o la procedencia o no de la prisión de los líderes
políticos catalanes. Sin duda, todos ellos temas de gran relevancia. Pero la
cuestión más trascendente que no resolverá “el” Juicio es la de la integración
constitucional de Cataluña en el Estado español. Y, ante la expectación, tanto
nacional, como internacional, que el famoso litigio viene provocando, así como
la debilidad e imparcialidad que esta crisis está causando a nuestro alto
tribunal, vale la pena preguntarse: ¿nuestra
Justicia y nuestros jueces estarán y aparentarán estar a la altura que merece
una Democracia madura? Yo, particularmente, lo dudo mucho…
Manuel Vega Marín. Madrid, 21,
Nov., 2018. www.solicitoopinar.blogspot.com.es
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