miércoles, 21 de noviembre de 2018

IGNACIO COSIDÓ, SENADOR DEL PP, ES UNA DESHONRA PARA LA DEMOCRACIA


   ¿Cuándo caerá la gota que colme el vaso? No caben disculpas. El lenguaje utilizado en el whatsApp a sus senadores no puede ser más mafioso; los vocablos jugada estupenda y control desde atrás de las Salas II y 61 del Tribunal Supremo sólo son entendibles en la mentalidad de un policía procedente de las cloacas del Estado. Quiero recordar que este sujeto fue director de la Policía Nacional en el Gobierno de Rajoy (2011-2016), siendo ministro de Interior Fernández Díaz, al que algunos fiscales le “afinaban” algunos asuntos o tenía comisarios que le facilitaban informes falsos contra Podemos y otros adversarios políticos. Últimamente, según revelaciones de El Mundo y El Español, también se le relaciona con la “operación Kitchen”, organizada por Villarejo, por la que, con fondos reservados, se ha estado sobornando al chofer de Bárcenas, para que se hiciera con documentos que éste conservaba para chantajear al PP y al gobierno de Rajoy en su defensa. En fin, todo un émulo de Al Capone.

  El párrafo nos jugábamos las renovaciones futuras de dos terceras partes del Supremo y centenares de nombramientos en el poder judicial, vitales para el PP y para el futuro de España, indica a las claras el concepto que este “elemento” tiene del propio PP, del Poder judicial, de la Democracia y de España. ¡No hay “lecturas sacadas de contexto”, ni malentendidos que valgan! El largo y calculado mensaje y la frase ha sido una jugada estupenda que he vivido desde la primera línea indican una trama, en cuya urdimbre no ha estado él solo. ¿Será esa la razón de que el principal “desconsiderado”, el Supremo, no haya dicho algo al respecto, después del desprestigio que viene sufriendo? Según escribo, se hace pública la renuncia de Manuel Marchena a presidir el Poder Judicial y el Supremo. Aunque no comulgo con las razones de su escueto comunicado, hay un hecho que las pone en entredicho: no sólo no haber renunciado al cargo antes por la irregularidad de su candidatura y haber protestado por la misma, sino haber influido en las negociaciones del “pacto”, para excluir a posibles vocales ajenos a su “cuerda”. Por ejemplo, la exclusión de Victoria Rosell o la inclusión de la fiscal conservadora Rosa García. Alguien pensará que es mejor renunciar a la “dignidad” del cargo, que desempeñarlo sin dignidad. De lo que no cabe duda, sin embargo, es que su renuncia ha venido propiciada, no porque se sienta considerado un “pelele” de los políticos, a algunos de los cuales les debe su estatus en la magistratura, sino porque se hayan publicado los hilos que mueven al “cristobita”. La dignidad como persona y su sabiduría como jurista las hubiera demostrado “abandonando el escaño”, es decir: yéndose a su casa. En el mundo de la judicatura hay muchos y eminentes juristas, como para que nadie se crea imprescindible. Sin duda, la estupenda jugada la ha realizado Marchena, que, con su dimisión, intenta resaltar su independencia, presidir el juicio del procés y poner la sentencia que ya tiene bosquejada, y, mientras tanto, estar al acecho hasta que el camino quede libre para volver en “olor de multitud”, dada las adhesiones fanáticas que provocará, probablemente, el rechazo de “la” Sentencia en los tribunales internacionales.
   De gran prevaricación tilda Jordi Barbeta (El Nacional, 20-XI) la aceptación por Marchena de los cargos a los que era candidato. Dice este comentarista que grupos de jueces y fiscales y abogados de procesos afectados estaban decididos a denunciar la componenda ilegal ante los propios tribunales españoles, pero con la intención de que fuera en última instancia la Justicia europea la que impartiera justicia verdadera, valga la redundancia, e hiciera saltar por los aires definitivamente el búnker judicial español. La renuncia de Marchena, si bien supone para él una medida de autoprotección, y para el sistema judicial, su salvamento in extremis del desastre, pero no salvará la apariencia, al menos, de imparcialidad de la Sala II y su Presidente en “el” Juicio. Lógicamente, en estas circunstancias, los abogados de los presos catalanes ya han anunciado la oportuna recusación de Marchena, que, como resalta Barbeta, no prosperará en España por la propia falta de imparcialidad de los tribunales comprometidos con la ofensiva política contra el independentismo, pero añadirá combustible a las denuncias ante el Tribunal de Estrasburgo (ibd.).
   Quien no debiera haber durado un segundo sin ser cesado de todos sus prebendas es este insensato portavoz del PP en el Senado. Pero, ¿realmente sabe tanto de la tramoya de su partido como para que nadie se haya atrevido a cesarlo? Y es que ahora parece ser que el texto del Whatsapp no fue redactado por Cosidó, que, para apaciguar a los suyos, se ha tirado el “pego” de haber estado presente en el “pacto”. El Psoe, implicado, como siempre, mirando para otro lado. Hasta esta hora (19 h de 19-XI) sólo Unidos Podemos, ERC y PDeCAT han criticado a este energúmeno, pidiendo su dimisión. Pablo Casado, en unas declaraciones, se ha apartado del contenido del Whatsapp, pero no ha destituido a su autor, y en un gesto de pura hipocresía oportunista propugna un cambio en el sistema de elección del CGPJ. Pedro Sánchez se queja de la ruptura del pacto por Casado; pero, sospechosamente,  no dice nada sobre la propuesta de éste, para cambiar el sistema de elección. ¡Y la pelota sigue rebotando de un tejado a otro, hasta que su propia inercia la detenga!...
   Después de tantos años disimulando la germinación y la  fermentación de la corrupción, el odre viejo que es la Constitución del 78 no resiste ni un remiendo más, aún a pesar de los pocos y malos, que se le han hecho. Pero, más que en la Constitución y sus preceptos, el problema está en que sus “guardianes” en la Transición no fueron capaces o temieron hacer los cambios necesarios en la Judicatura, cuyo corporativismo sostuvo tanto al franquismo, como al bipartidismo. El principio de separación de poderes, que caracteriza a la llamada democracia liberal-representativa, sólo ha existido sobre el papel. El Poder Judicial, llamado a controlar desde la Ley y el Derecho, a los otros dos, más bien está siendo controlado por el Ejecutivo. El estudio del Derecho en la Universidad lo cursaban los niños de papá para obtener el título de “don” con el que administrar sus fincas y cortijos, o aquellos otros, cuyas familias podían financiar a un “opositor” durante años, si antes no encontraban al patrocinador idóneo, que les “enchufara” y pusiera en vías del escalafón.
   Las declaraciones del exdirector de la Policía Nacional, aparte de poner en evidencia sus escasas dotes como policía, dada la facilidad con que se descubren sus “artimañas”, denotan, sin ningún tipo de disimulo, la idea que la “derechona” de este País tiene de la “división de poderes”, con la que, con más o menos hipocresía, ha venido gobernando. Los párrafos controlando la sala segunda desde atrás y presidiendo la sala 61; Ha sido una jugada estupenda… Nos jugábamos las renovaciones futuras de 2/3 del TS y centenares de nombramientos en el poder judicial, vitales para el PP y para el futuro de España… Se comentan por sí solos. En realidad, como el mismo Cosidó considera, junto con los que lo defienden, el Whastapp como tal puede ser tenido como una anécdota o un error más, como lo fue el chat de un grupo de jueces de Cataluña respecto del procés. Pero su contenido indica, en expresión de Pérez Royo, el desmoronamiento de nuestro sistema constitucional (“La anécdota Cosidó”, eldiario.es). Pues, además de evidenciar una “parcialidad objetiva” del candidato por la forma de elegirlo presidente del máximo órgano judicial, debilita una de las patas que sustenta la estructura jurídica, cual es la confianza de los ciudadanos, precisamente, en la imparcialidad de la misma. Por otra parte, Cosidó, sin serlo en absoluto, se ha portado con la ingenuidad de un niño, que dice lo que ve, pero los mayores callan: que la corrupción institucional que todos intuimos, ahora se ha puesto de manifiesto que también afecta a la cúspide del Poder judicial.
   La credibilidad o no del CGPJ, como órgano constitucional, o del T. Supremo, como representante máximo del Poder judicial, puede provocar infinidad de interrogantes, todos de importancia. Pero el tema que más decisivas interrogantes suscita es el “conflicto catalán”. No es un litigio más. En el juicio que tendrá lugar próximamente en el T. Supremo, no sólo va a solventar cuestiones de cierta importancia como la errática instrucción del magistrado Llarena, del tipo de delito, o la procedencia o no de la prisión de los líderes políticos catalanes. Sin duda, todos ellos temas de gran relevancia. Pero la cuestión más trascendente que no resolverá “el” Juicio es la de la integración constitucional de Cataluña en el Estado español. Y, ante la expectación, tanto nacional, como internacional, que el famoso litigio viene provocando, así como la debilidad e imparcialidad que esta crisis está causando a nuestro alto tribunal, vale la pena preguntarse: ¿nuestra Justicia y nuestros jueces estarán y aparentarán estar a la altura que merece una Democracia madura? Yo, particularmente, lo dudo mucho…



Manuel Vega Marín. Madrid, 21, Nov., 2018.  www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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