miércoles, 3 de octubre de 2018

ELLOS SOLITOS SE DESHONRAN


   Desde que comenzó el folletín de los másteres, comprendí lo absurdo de perder el tiempo escribiendo sobre el tema. En este país el “enchufismo”, la “recomendación” o el “usted no sabe con quién está hablando” siguen estando a la orden del día. Tenía, por otra parte, la confianza en que la magistrada del juzgado de instrucción 51, CARMEN RODRIÍGUEZ-MEDEL, con su investigación honesta, haría recuperar a la Universidad Pública el prestigio perdido por las actividades mafiosas del “chiringuito” del ¿catedrático? Álvarez Conde y algunos alumnos políticos privilegiados.  Igualmente confiaba en que la indagación profesional, seria e independiente de eldiario.es sobre este asunto, pondría en evidencia ante los ciudadanos de hasta dónde puede anidar la corrupción en nuestra ma”dura” democracia…

   Si ahora protesto con estas  líneas, ha sido porque al saber la decisión, nada sorprendente, del Tribunal Supremo rechazando investigar al aforado Pablo Casado por su máster en URJC, acabo de perder la escasa confianza en el sistema judicial español, como unos de los fundamentos de la Democracia. Es un escandalazo que la corrupción haya anidado también en nuestro máximo tribunal de justicia. El seguidismo babeante de los cinco altos magistrados de la Sala Penal, Manuel Marchena (presidente de la misma), y los restantes, Pablo Llarena (instructor del procés catalán), Miguel Colmenero (redactor del auto), Francisco Monteverde y Ana Ferrer, del fiscal jefe, Luis Navajas, que en su informe no veía indicios suficientes en los delitos de prevaricación y cohecho impropio, a pesar del apoyo de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 16, a la instrucción impecable de la Jueza y sus fiscales, en contraposición del fiscal del Supremo. ¡Pero “salvar al aforado Casado, nuevo presidente del PP, está por encima del sistema judicial y de la puesta en duda de la democracia!
   Como supongo al lector interesado informado de la secuencia de los hechos, me ahorro su repetición. Sólo remitirle a lo publicado por infolibre.es, público.es, especialmente a artículo publicado en eldiario.es 28-9-18 por su director, Ignacio Escolar, con el título Todo lo que olvida el Supremo para salvar a Pablo Casado.
   La Fiscalía del Supremo no ve suficientes indicios porque, a priori, no quiere verlos. Y con su corto escrito al Supremo, libera a éste se seguir indagando al aforado, y, así, sin juicio, emitir en un auto una sentencia que ya estaba predeterminada. Lleva razón el profesor Javier Pérez Royo al tachar el escrito del fiscal como Un escrito para tapar la corrupción (eldiario.es 23-9). El escrito del Ministerio Fiscal es de una desfachatez inaudita, dice textualmente. No es que el fiscal no se haya leído todos los hechos que la jueza detalla en su exposición razonada sin oposición del fiscal del juzgado 51 de Madrid, y elevada al Supremo, sino que el fiscal Navajas por arte de magia, hace desaparecer de la realidad aquéllos aplicables a Casado. Pero no es que la conducta de éste haya sido distinta de la de los otros alumnos VIP imputados, sino por  el privilegio del aforamiento de aquél. Precisamente por ello la jueza Rodríguez-Medel deriva al Supremo. Pablo Casado no aparece en las primeras 46 páginas (que Navajas obvia leer) de la exposición razonada porque está aforado, pero su conducta, en cuanto alumno del máster, no se diferencia en lo más mínimo de la conducta de los tres alumnos no aforados. En consecuencia, todo lo que se dice en esas 46 págs. vale presuntamente también para Pablo Casado. ES lo que el Tribunal Supremo tiene que verificar, ya que la magistrada-juez no puede hacerlo (art. cit.).
   Si el Tribunal Supremo hubiera aplicado el principio de igualdad de todos ante la ley (art.14 CE), tendría que haber practicado con el aforado Casado las mismas diligencias que la jueza de instrucción hizo con los alumnos no aforados. Sin embargo, la Fiscalía primero, y, después, la Sala, menospreciando casi el buen hacer de aquélla, niegan consistencia y relevancia penal a los mismos hechos en relación con Casado. La renuncia de la Fiscalía en su informe, y de los magistrados en su auto, a discutir o debatir con argumentos jurídicos los razonamientos de la instructora, evidencia en ellos una intención de no querer llegar, presuntamente, a pronunciar una sentencia condenatoria del presidente del Partido Popular.
   La jueza instructora ve indicios de prevaricación y de cohecho impropio en la actuación de los veintitantos imputados. El Supremo ni siquiera ve complicidad en el supuesto delito de prevaricación, y, desconectándolo de éste, da por prescrito el cohecho. Está claro que el T. Supremo, con tal de salvar a Casado, echa por tierra el núcleo de la investigación del  juzgado 51 de Madrid sobre una veintena de imputados. El Supremo mantiene en su auto que la no asistencia a clase o la inexistencia de datos que avalen la presentación de trabajos son actuaciones imputables al responsable de su valoración, sin que el hecho de que el alumno se beneficie indique de forma suficiente y consistente que ha existido un previo acuerdo ilegítimo con el profesor. Esto me recuerda a aquella ministra del PP que tampoco se enteraba de los coches de lujo regalados a su marido, que aparecían en su garaje.
  Esa ausencia de indicios delictivos mantenida por el fiscal y la Sala del Supremo es, justamente, lo que rechaza de la Audiencia Provincial de Madrid, dando la razón a la jueza Rodríguez-Medel, en contestación al recurso presentado por los principales imputados, en el que la acusaban de hacer una investigación prospectiva o una causa general. La Audiencia, sin embargo dice que la investigación ordenada en absoluto puede considerarse prospectiva, al centrarse en unos hechos concretos, que pudieran estar en relación de continuidad delictiva con otros y no en una causa general contra determinada persona o personas, analizando su conducta en su globalidad. La decisión del Supremo de exonerar al aforado hace ahora imposible de analizar esa globalidad conductual. Esa continuidad delictiva, que no causa general, pone de manifiesto un sistema de prebendas, del que sólo se beneficiaban ciertos alumnos elegidos por el responsable del máster; lo que pone de manifiesto, según manifiestan reputados juristas una doble vara de medir y una diferencia de trato del grupo de estudiantes, según sea su relevancia política o la amistad con el director de esos másteres.
   Llama, pues, la atención, y así lo reconoce la Unión Progresista de Fiscales (UPF), que se esté instruyendo un mismo caso durante meses, con el apoyo de la Fiscalía, y que otro tribunal con el apoyo también de la Fiscalía, rápidamente y sin investigar, rechace lo instruido. Pero lo extraño de todo es que en una situación como a la que se ha llegado, ni la Fiscalía General del Estado ni el Consejo Fiscal hayan abierto la boca. Lo que está claro es que la magistrada-jueza, con su impecable instrucción, ha demostrado su independencia. Pero toda esa labor profesional se viene abajo ante el infranqueable muro formado por el Tribunal Supremo, cuyos jueces y fiscales deben sus cargos al Partido Popular.
   Ante semejante anomalía, siguiendo su coherente proceder, la jueza Carmen Rguez-Medel no ha tenido más remedio que archivar el grueso de la investigación sobre el “caso Máster”, haciendo extensiva al resto de implicados la decisión del Supremo. Por el principio básico constitucional de igualdad de trato, la jueza considera que la decisión del Supremo de exonerar sólo a Pablo Casado, debe aplicarse también al resto de alumnos. En su auto la jueza no escatima ironías y “reproches finos” a la decisión del Supremo. Entre otros, que se está elevando notablemente las exigencias habituales de la jurisprudencia para abrir una instrucción penal y citar a cualquier persona a declarar como investigado. Yo añadiría, como dijo el Presidente del “alto tribunal”, sr. Lesmes, salvo que esa persona sea un robagallinas… La jueza señala también que salvo que se cace in fraganti, los indicios de delito no aparecen en el momento de abrir una investigación penal, sino a lo largo de la instrucción, etc., etc.
   La, para mí, prevaricadora actuación del Supremo y el consecuente archivo de la causa por parte de la jueza instructora, supone dos efectos importantísimos: la opacidad y la impunidad en que quedan los delitos cometidos en un “chiringuito” anexo a una Universidad pública por una “mafia” de catedráticos y profesores, que, a la vez que beneficiaban sus bolsillos, beneficiaban también a una serie de alumnos escogidos. El agravio comparativo con la mayoría de alumnos que hicieron las cosas debidamente es tremendo. Para un más exhaustivo cono- cimiento del tema, remito a leer el relato El sistema para regalar másteres en la universidad pública quedará impune tras el archivo del caso de la periodista que más sabe del asunto, Raquel Ejerique  (eldiario.es 1-10-18). No obstante, transcribiré su último párrafo: Aunque el sistema para dar títulos a personas escogidas mientras otras estudiaban ha sido confesado y relatado, y las irregularidades han sido avaladas con documentos y la propia intranet de la URJC, a no ser que se reabra…, el caso Máster y los posibles delitos que en él incurrieron quedarán impunes tras el cierre de la causa y la desimputación de 19 personas, incluyendo el “urdidor”, profesores y los políticos, amigos y conocidos que se vieron beneficiados por este sistema de favor de esta universidad pública española.
   El segundo efecto nefasto es el desprestigio que supone, no ya para los propio magistrados que han actuado como  estómagos agradecidos, sino para el propio Sistema Judicial, unos de los “poderes” del Estado constitucional. Al margen de razones jurídicas, es el sentido común y el fondo de su conciencia lo que, al menos les obliga a reconocer indicios de trato de favor al presidente del PP. Y, aunque sólo fuera por ese reconocimiento, su desprestigio no menguaría. ¡No es para eso para lo que están los tribunales de justicia! Ello, que en el común de las relaciones humanas puede ser normal, resulta escandaloso, sin embargo, que, mediante la figura del “aforamiento”, una forma de corrupción vaya también penetrando y corroyendo el sistema de administración de justicia.
  Analizando esta actuación del Tribunal Supremo, su Sala 61 no necesita de demandas venidas de afuera o tramitadas por tribunales extranjeros, para tacharlos de intentar empañar la honorabilidad de la justicia española. ¡Ellos solitos se deshonran y la deshonran!


   Manuel Vega Marín. Madrid, 2 de Octubre, 2018  www.solicitoopinar.blogspot.com.es

    

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