miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL CHAT CORPORATIVO EN QUE SE MANIFIESTAN ALGUNOS JUECES Y FISCALES


   Sería mucho más honesto y acorde con la realidad acabar con el mito de que los jueces son imparciales en la aplicación de la Ley. Es una hipocresía creer y afirmar que, aunque a los jueces, como ciudadanos, tienen derecho a tener ideología, ésta la dejan en sus casas cuando forman parte de un tribunal; que, si en su función juzgadora yerran aplicando las leyes o introducen sus opiniones particulares, para corregir está el sistema de recursos. Sobre el mito de la imparcialidad del juez se ha fundamentado todo el sistema judicial. Y hasta en su aspecto externo, como en las funciones religiosas o mágicas, los magistrados se “disfrazan” de raros ropajes y extraños abalorios, para infundir al ciudadano medio la sensación de que la justicia es algo sagrado proveniente de difusos espacios siderales o que sus administradores actúan como chamanes asexuados o arcángeles desapasionados. Pero, igual que nadie en una sociedad democrática y crítica puede imponer a nadie la creencia en el dogma de la virginidad de María, nadie podrá hacer tragar el “dogma” de la imparcialidad de los jueces. Tal creencia es  desmentida por la realidad cotidiana, por la actuación de muchos jueces y fiscales, o por la forma torticera que su órgano de gobierno, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con su Presidente, Carlos Lesmes, que también lo es del Supremo, están ejerciendo su función. El procès catalán, el máster de Casado o el “chat corporativo, al que dedicamos este escrito, está poniendo en entredicho la confianza social en la que se debe basar la verosimilitud o legitimidad del “tinglado” juridiscional. Precisamente, si dedicamos este trabajo al asunto del “chat corporativo”, es debido a la escasa difusión que los “medios generalistas” han hecho de este grave problema.

   Como todos sabemos, el llamado Poder judicial está constituido por jueces y magistrados a título individual, aún cuando éstos formen parte de un  tribunal de más de un juez. Ni siquiera, como muchos parecen creer, el CGPJ es poder judicial. Además, por ley, los jueces son funcionarios del Estado, y en tanto que tales, están condicionados por la división de poderes del Estado Constitucional. Por tanto, en cuanto “portadores” de ese “poder omnímodo”, mucho más que otros funcionarios, como policías o militares, los jueces tienen limitado el derecho a manifestar en público sus opiniones particulares. A fortiori si el medio en que se expresan es un “chat corporativo”, al que, mediante clave, sólo tienen acceso ellos. Sería absurdo intentar privar a los jueces de su derecho a tener ideología u opinión política. De hecho, el que existan diferentes asociaciones de jueces y fiscales revela que esas diferentes opciones de asociación lo hacen por algo más que por intereses profesionales. Asunto bien distinto es que esas opiniones hagan proselitismo entre colegas, para tomar posturas comunes sobre personas o hechos que pueden tener que juzgar. Cuando un juez, aunque sea en privado, emite su opinión sobre un determinado asunto, debe tener en cuenta que, de cara al público, y por estatus individual de poder del Estado, está trasmitiendo una especie de calificación de lo opinado. No hay más que ver el follón que ha montado Llarena con sus declaraciones sobre los presos políticos.
   No se puede llamar imparciales a magistrados que, a través del chat corporativo, buscando la adhesión de otros compañeros, tildan de nazis, golpistas, criminales independentistas, etc. a cientos de miles de catalanes que no piensan como ellos. No son, precisamente, muy neutrales esos calificativos que circularon por esa red corporativa los días previos y posteriores al 1-O, y que prepararon los ánimos de ciertos jueces para que los políticos catalanes se vieran obligados a  elegir entre el exilio o la prisión. Asombra, en cambio, el corporativismo con el que todas las asociaciones de jueces han tratado de disculpar tan aberrantes comentarios.
Tampoco se puede reiterar, como ha hecho el Presidente Sánchez, la confianza en la imparcialidad e independencia de la justicia habiendo oído o leído de sus representantes frases como quien la hace la paga, con los golpistas no se negocia ni se dialoga… O frases “mafiosas” como las pronunciadas por quien está llamado a presidir el Gobierno, Pablo Casado, de que no se puede dialogar con independentistas con la pistola sobre la mesa. ¡Más que bochornoso!
   Tiene razón el profesor Antón Losada cuando en su artículo, Ellos son la justicia, (El Nacional, 22-9-18)  dice: Los funcionarios públicos tienen la obligación de comportarse respetando los principios del código de conducta que establece el Estatuto básico del empleado público, en público o en privado. Que se manifiesten en privado, su posición de servidores de la justicia no les exime de la responsabilidad que tal estatus les confiere.  Cuando un juez –sigue Losada- dice que alguien ha cometido un delito de rebelión importa, en un chat privado o en una conferencia, porque ellos son la justicia, ellos son quienes interpretan y aplican una ley donde caben diferentes interpretaciones y grados de aplicación.
   Asimismo es lamentable el clamoroso silencio mantenido al respecto por el Consejo del Poder Judicial. Su presidente, Carlos Lesmes, que tan dado es a emitir titulares políticos, siendo, además, magistrado/presidente del Tribunal Supremo, mantiene un absoluto silencio, del que se puede fácilmente entender que, si no sanciona a estos magistrados es porque con sus declaraciones siguen su “doctrina oficial” expuesta ante el Rey en su discurso de apertura del año judicial. En aquel parlamente… el presidente del CGPJ y del Supremo –cito a David González- advirtió que los jueces “ampararán” a quien haga “cumplir la ley” en Catalunya y proclamó que la Constitución “como máxima expresión de la soberanía nacional” y de la “indisoluble unidad de la Nación española” deviene “un mandato jurídico que corresponde garantizar al poder judicial…, en definitiva, un deber para todos nosotros de inexcusable cumplimiento”. (“¿Por qué Lesmes no sanciona a los jueces…” El Nacional cat. De 20-9-18).Hay juristas que, si bien dudan de si estas inecuánimes y partidistas expresiones sean punibles por delictivas, sí debieran ser objeto de una sanción disciplinaria, ya que constituyen un exceso verbal clarísimo (Joan Queralt) o “van más allá de la opinión jurídica (J.A. Martín Pallín). Por otra parte, algunos de los correos pueden incurrir en falta grave referida en el art. 418.3 de la Ley O. del P. Judicial: Dirigir a los poderes, autoridades o funcionarios públicos o corporaciones oficiales felicitaciones o censuras por sus actos, invocando la condición de juez, o sirviéndose de esta condición. ¿Cómo considerar la frase con los golpistas, se llamen Tejero o cualquier otro de actualidad, no se puede dialogar?  Ya el CGPJ expulsó de la carrera judicial a Santiago Vidal por escribir en sus ratos libres una hipotética constitución catalana; y más reciente aún fue sancionado otro Vidal, esta vez Federico del nº 17 de lo Contencioso de Barcelona, por llamar terroristas de uniforme a los policías que protagonizaron la represión del 1-O en un foro privado, o por haber censurado la actitud del Rey respecto de la crisis catalana.
   Parece ser que el autor de la frase “con los golpistas ni se negocia ni se dialoga” es el juez Agustín Vigo Morancho; pero tiene su antecedente en aquella otra, “cuando la Constitución resulta golpeada, no puede renunciar a defenderse”. Esta frase no es pronunciada por un “juez de paz” en un juzgado de pueblo, sino por el mismísimo Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ ante el Jefe del Estado, en el discurso citado arriba, dando por hecho juzgado que lo que se ha producido en Catalunya ha sido un golpe de estado. Calificación con la que no están de acuerdo juristas de reconocido prestigio o la justicia de otros países de la UE que se van decantando sobre el tema.
   Es curioso, por otra parte, y no tiene nada de extraño que la sala 61 del Supremo, presidida por Lesmes, se haya retrasado en la publicación del auto que, por unanimidad, rechaza el recurso de recusación de los cinco magistrados que tienen que juzgar a los procesados catalanes. No es este el espacio adecuado, ni he tenido ocasión todavía de formarme una opinión del citado auto. Pero una de las frases del auto para rechazar el recurso, que los presos políticos catalanes buscan tan sólo empañar la honorabilidad de la justicia española, más que jurídica es política, amén de “topicazo manido”. Parecido seudoargumento se ha utilizado para justificar los honorarios en defensa del juez Llarena frente a la demanda civil en un juzgado  belga por Puigdemont y otros exconsellers. Dudo mucho que los abogados de la defensa, sabiendo al “bunker” al que se enfrentan, hayan alegado razones ambiguas y poco jurídicas, como para no merecer ser contradichas por la Sala con argumentos más jurídicos. Lo que realmente empaña la honorabilidad de la justicia española son las irregularidades que ésta ha venido cometiendo desde que Rajoy dio orden al entonces fiscal general, sr. Maza para que pusiera en marcha todo el procès. ¿O es que también los juristas y magistrados españoles de gran prestigio o los tribunales europeos que han venido denunciando esas irregularidades son antipatriotas que pretenden deshonrar el sistema del que viven? Más bien es la impunidad y la arbitrariedad con la que muchos jueces juzgan, actuando como hooligans, lo que hace que los ciudadanos pierdan la confianza en la justicia. Que los magistrados de la Sala 61 del Supremo pretendan solventar una recusación legal, amparada por el derecho de defensa, con un empañar la honorabilidad de la justicia española, más bien denota en ellos una especie de paranoia conspiranoide, propia de quien ha gozado de una excesiva protección durante el franquismo y la “transición”, que les ha anulado la capacidad de autocrítica y no soportan que otros profesionales y tribunales les enmienden la “plana”…
   Creo interpretar bien a Elisa Beni si considero que esa honorabilidad de la que hablan está referida a la “honrilla ofendida”, típicamente española, por la que muchos se batían en duelo. El procès catalán está enseñando, al menos, que con el honor y con lo español hemos topado. Pero como sigue diciendo E.Beni, el honor entendido como una forma de blindaje ante cualquier control, inspección, escrutinio, crítica o denuncia respecto a cómo algunos hacen funcionar el sistema, o sobre sus posicionamientos políticos que, por supuesto, en su imaginario no afectan jamás a su imparcialidad. (La conspiración contra los jueces. El Nacional,26-9-18).
   Los jueces y fiscales que se han expresado de la manera que lo han hecho en el chat corporativo, no sólo denotan la ignorancia de su posición en el Estado constitucional. Lo cual es grave. Pero más sería que estuviese en sus manos la solución del problema catalán. Y más grave aún es el riesgo que la actitud “fanática” de esos jueces supone para la Democracia.

  Manuel Vega Marín. Madrid, 26, Sptbre. 2018  www.solicitoopinar.blogspot.com.es





    

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