En mi anterior comentario
sobre el auto que rechazaba la apelación de Junqueras para su salida de
prisión, tachaba su discurso de apriorístico
e interesadamente preventivo, un tanto incoherente y contradictorio. Pues
bien, este nuevo auto con el que este juez deniega el traslado a otro centro
penitenciario del exvicepresident, aparte de confirmarme en mis consideraciones
anteriores, me sugiere la idea de que el Tribunal Supremo intenta tutelar y
controlar los efectos del resultado electoral del 21-D. Para ello, el
magistrado Llarena no tiene el más mínimo escrúpulo en seguir utilizando
argumentos escasamente jurídicos y, algunos de ellos, dudosamente democráticos.
Veamos.
El magistrado no da credibilidad a las alegaciones de los presos electos
ni a sus promesas de utilizar únicamente las vías pacíficas y legales para
defender su proyecto político independentista. Es más, supone la posibilidad de que su liderazgo
(confirmado en las citadas elecciones) volviera
a manifestarse con (nuevas) movilizaciones
ciudadanas colectivas violentas y enfrentadas al marco legal de nuestra
convivencia. Suprimiendo lo de violentas
y enfrentadas, supuesto sólo existente en la imaginación de este
magistrado, ¿qué ley democrática prohíbe a los ciudadanos manifestarse
pacíficamente incluso contra decisiones judiciales consideradas injusta o
ilegitimas? Considero, además, un mero guiño hipócritamente democrático aquello
de que para evitar una modificación de la
aritmética parlamentaria configurada por la voluntad popular en las urnas,
conceda la delegación de sus respectivos votos para la formación del nuevo
Parlament. No así concede lo mismo a los electos de Bruselas, a los que se
sigue considerando “huidos de la justicia”, cuando su salida de España se
produjo antes de que la Justicia actuara sobre ellos.
Digo lo de guiño hipócritamente democrático, porque, en la práctica, el
hecho de ni siquiera conceder el traslado a una cárcel catalana, pone de
manifiesto la intención del alto tribunal de obstaculizar la normal
constitución del Parlament salido de las urnas. ¿Qué tiene de anormal que los
presos, máxime si son preventivos, que éstos cumplan su condena en centros más
cercanos a sus domicilios, facilitando la cercanía con la sede de la soberanía
catalana? ¿No es contradictorio que, por un lado, se les niegue ese derecho, y,
por otro, aducir que tal competencia es de las instituciones penitenciarias?
¿Es más normal conceder a presos con condenas definitivas por delitos comunes
permisos de salidas para cuestiones menos relevantes políticamente? No me
extraña, pues, que este magistrado deniegue el traslado, si, como dice, la ley no establece que las funciones
parlamentarias, pese a su radical importancia en una sociedad democrática,
hayan de prevalecer sobre la medida de prisión provisional. Me gustaría que
algún experto en Derecho democrático aclarara a todos los ciudadanos tan
enigmático razonamiento…
¿Cómo, por otra parte, es posible pensar, si no es por una mente
retorcida e intencionada, que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado van
a ser incapaces de garantizar el
mantenimiento de la convivencia pacífica y de evitar un grave enfrentamiento
ciudadano en el traslado? ¿No es esto dudar de la profesionalidad y
preparación de tales fuerzas? ¿Es que en los habituales traslados de presos,
realizados por la policía, se producen esos riesgos? ¿No ha sido más bien
normalidad lo que han manifestado sus compañeros y ciudadanos solidarios con
estos presos de relevancia pública cada vez que han tenido que ser trasladados
de sus prisiones a los juzgados y viceversa?
¿De qué “puñeta” se saca el magistrado, si no es de los supuestos
delitos de rebelión y de sedición, aún no probados, de los que se les acusa?
¿En qué película o delirio onírico ha visto el juez que Junqueras o “los
jordis” llamaran a la ciudadanía a resistir o enfrentarse violentamente a las
fuerzas de seguridad estatales? Lo único que hemos visto en Catalunya han sido
muchas y millonarias manifestaciones pacíficas. Lo que televidentes de todo el
Mundo han contemplado ha sido a policías y guardias civiles cargando contra
ciudadanos de toda condición y convicción que, el 1 de octubre, acudían a los
colegios electorales con la única arma de la papeleta para votar. Por cierto,
que la tardanza en exigir responsabilidades a la vicepresidente Soraya y al
ministro Zoido ante la incapacidad y excesiva actuación policial, contrasta con
las prisas que mostró la Justicia para encausar a los llamados “cabecillas” de organizaciones
civiles, a cuyo eficaz control de los manifestantes pacíficos hay que agradecer
que la tensión, provocada por algunos exaltados, no pasara de hechos aislados,
frecuentes en otras manifestaciones
menos numerosas.
En fin, el Gobierno y Rajoy sabían desde el momento que lanzó a la
Fiscalía y a los Tribunales contra las instituciones de la Generalitat, la cosa
no empezaba bien; después, con la dudosa constitucionalidad en la aplicación
del 155, preveía que el tema catalán no se normalizaría con unas elecciones
convocadas desde Madrid con candidatos encarcelados o ausentes. Y hoy, en
vísperas de la formación del Parlament, la Generalitat sigue intervenida por un
partido, el PP catalán, que ni siquiera ha obtenido grupo parlamentario, y que,
pase lo que pase, en el peor de los casos, ya tiene preparado un recurso ante
el Constitucional por si Puigdemont da con una fórmula de ser investido
President que no se avenga al “como Dios manda”, y en el mejor, seguirá
tutelando y vigilando las conductas de los líderes catalanes, por más que
“formalmente” suspenda la aplicación del fastidioso 155. Desde que volvió a la
Presidencia del Gobierno de España, Rajoy hace lo que mejor sabe hacer:
gobernar sin gobernar. Y dudo, pues, que en este año, en que están en marcha
los juicios de CDC en Barcelona, el de los ERE en Andalucía, y sobre todo, los
que afectan a su partido, Gürtel, Lezo, etc., etc., etc., desaproveche la
ocasión para continuar tapando todas las fétidas cloacas de la corrupción que
venimos padeciendo los españolitos de a pie. Como mucho Rajoy se dejará ver
comentando los datos macroeconómicos, si éstos, claro, les favorecen. Hablar de
la bajada de las pensiones, de las subidas del gas, de la electricidad, del
IPC, de contratos basuras, de la bajada de la calidad sanitaria y educativa,
etc., etc., eso sería buscarse conflictos y
tal… Rajoy no olvida aquel consejo de Franco a un ministro: ¡eso te pasa por meterte en política! ¡Haz
como yo!...
las 4 de la mañana y ya he visto la gilipollez del dia en internet con este mensaje. Me acuesto 20 horitas y a ver si mañana tardo mas
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