Los mismos medios de comunicación y las empresas y empresarios que los
financian, hasta ayer, ensalzaban el sistema estadounidense como el más
democrático del mundo mundial. Pues ese mismo sistema es el que ha llevado a
Donald Trump a la Casa Blanca. Y durante toda la campaña electoral los votantes
sabían quién era este tipo y qué prometía. El Presidente con la ristra de
decretos u órdenes ejecutivas que firma cada día, si algo está demostrando es
coherencia con su ideario. La hipocresía, pues, está en los que se
escandalizan. Pero esa escandalera con la que los rotativos abren sus portadas,
y las televisiones adelantan las noticias, no es inocente, pues mientras que se
habla de las “burradas” del nuevo Presidente, no se habla de otros problemas
que nos afectan más de cerca; en Europa y en España también tenemos muros,
inmigrantes pasando frio en las fronteras o muriéndose en el mar. Se habla de
los negocios de este “loco”, pero no se habla o no se toman medidas eficientes
sobre los negocios que hacen los oligopolios energéticos y armamentísticos, los
cientos de tratados nacionales e internacionales que se hacen a espaldas de los
intereses de los ciudadanos o pequeños empresarios. Y así, un largo etcétera...
Y, a estas alturas, como señala el profesor Vicenc Navarro, el establishment político-mediático del
Partido Demócrata de EE.UU. continúa sin entender qué ha pasado en las
elecciones donde triunfó el candidato republicano Donald Trump http://blogs.publico.es/dominiopublico/19109/los-costes-de-enfatizar-genero-y-raza-sin-considerar-clase-social-el-caso-de-eeuu/
También otros partidos europeos y asociaciones empresariales se están rasgando
las vestiduras hipócritamente por tal triunfo. Y aquí tomo la palabra hipócrita
en su acepción egoísta en que cada cual toma o desecha lo que le conviene.
Trump en su primer discurso como Presidente acusó a las élites y al
establishment de ignorar las necesidades económicas de los ciudadanos
estadounidenses, y en su protección quiere poner fin a ciertos pactos
multilaterales, que según su opinión, perjudican a la economía de su país. Si
eso es así o no, el tiempo le dará o no la razón; pero lo cierto es que hay
muchas corrientes e instituciones europeas, no tachadas de fascistas, que
opinan igual. No tiene sentido, pues, que ahora salga Donald Tusk, polaco y
Presidente de turno del Consejo Europeo, organismo rector de la UE, que, por
cierto, nunca se presenta a elecciones, protestando por el daño que esas
políticas pueden ocasionar a Europa, cuando todos los europeos padecemos los
daños que a los ciudadanos de a pie está causando las políticas dictadas por
ese Consejo y su brazo alargado que es la Troika. Muchos se escandalizan
también por haber cesado a la Fiscal General saliente, o del nombramiento
vitalicio del Presidente del Tribunal Supremo que en EE.UU también funciona
como nuestro Tribunal Constitucional. Como si los españoles ignorásemos el
intervencionismo del Ejecutivo en el nombramiento de la Fiscalía General o en el
de los miembros del Constitucional y en el de los magistrados del Supremo u
otros tribunales superiores de justicia. Y así podríamos seguir…
No hace falta ser un profeta para prever que las políticas
socioeconómicas de Donald Trump, como gran magnate que es, terminará
beneficiando a sus “colegas” que hoy tanto protestan para ocultar
deshonestamente sus egoístas intereses. Han encontrado en Trump el “mono de
feria” perfecto al que dar toda la leña posible. Lo raro es que todavía no lo
hayan acusado de la muerte de Manolete. Se le quiere culpabilizar de ser el
autor de todas las injusticias que este mundo globalizado padece. ¿Acaso los
discursos “apocalípticos” de ese “loco fascista” son muy distintos a las
peroratas que echa Aznar desde los foros de élites? ¿Por qué se pretende culpar
a los votantes de Trump, y no a las élites burocráticas, no votadas, que dictan
las políticas de la Unión Europea? ¿Por qué, en nuestro país, se intenta
justificar a los que votan a Rajoy, a pesar de ser víctimas de su pasividad
como gobernante, sumiso cumplidor de los memorándums de la Tróika? Por no
hablar de la corrupción…
Hay muchos factores que pueden explicar parcialmente el triunfo del
rubicundo magnate: la educación e información de electorado, su color de piel,
sus opciones homófobas o xenófobas, etc., etc. Pero de la responsabilidad en el
olvido de esos factores no se puede exculpar al Partido Demócrata, ni a sus dos
máximos representantes, uno saliente, Obama, y otra queriendo sucederle, como
Hillary Clinton. A mi entender –en esto estoy de acuerdo con el profesor
Navarro-, un factor determinante ha sido la apelación al sentido y conciencia de clase del electorado que hizo el candidato
republicano, y venía haciendo el otro candidato de los demócratas, Bernie Sanders
hasta que el establishment de su propio partido se lo cepilló de un plumazo.
Algo similar sucedió en España, cuando una facción del aparato del Psoe expulsó
de la Secretaría General a Pedro Sánchez, para que siguiera gobernando el PP…
Si algo han demostrado las elecciones norteamericanas es que las clases
sociales, en este caso, la trabajadora, siguen existiendo, hasta tal punto que,
como dice Navarro, ha sido el factor determinante del triunfo de Trump. Y por
más que la corriente ultraliberal predominante pretenda ocultarlo, las clases
sociales existen. Y, aunque no de forma dogmática, bien claro lo explicó Carlos
Marx en sus tres escritos casi coetáneos: El
18 de Brumario (1852), El Manifiesto
Comunista (1848) y La lucha de clases
en Francia (1850). Este es un hecho empírico incontrovertible. Y, si bien
el contenido material del concepto es variable en función del momento histórico
que se analice, no lo es tanto el “elemento formal” que constituye a un grupo
social en una “tal clase social”. En cuanto a los componentes materiales, Marx
utiliza los datos de su experiencia, no exhaustivos, de su época. Pero siempre
tuvo claro el elemento formal: la conciencia
de tal pertenencia. Conciencia que, aparte de otras circunstancias (sexo,
raza, etc.), en el mundo laboral y económicosocial, esa toma de conciencia irá
siendo asumida por los trabajadores en función de su acceso a la propiedad de
los grandes medios de producción. Este es el factor fundamental que, en el
nacimiento de la era industrial, hace que Marx distinga dos clases sociales más
importantes: la burguesía
industrial, propietaria de esos medios, y la clase trabajadora, el proletariado, cuya única propiedad es
su fuerza de trabajo, que la primera trata como una mercancía más.
No ha sido, pues, ni el nivel educativo, ni el color de la piel, etc. lo
que le ha dado a Trump la victoria, sino el voto obrero, que en las elecciones
de 2008 hicieron presidente a Obama, esta vez ha ido en apoyo, aunque sea con
la nariz tapada, del magnate capitalista. Basta con ver que en los Estados
tradicionalmente más industrializados, hoy con grandes bolsas de parados, y el
voto rural, han afluido mayoritariamente hacia la candidatura republicana. Han
sido los Estados de Pensilvania, Wisconsin, Ohio o Michigan los que han puesto
a Trump en el despacho Oval, desde el que ahora firma lo que, para escándalo de
muchos, firma. Por si acaso, dejaré claro que no estoy defendiendo todas las
políticas de este “majadero”. Pero estoy en la libertad de alegrarme de su
triunfo por lo que tiene o pueda tener
de revulsivo para las élites acomodadas y para los trabajadores y sus
organizaciones, hasta ahora sumidas en el “sueño americano”, que ya no es solo
americano…
Las esperanzas que otrora el Partido
Demócrata, sobre todo con Obama, inculcó en las clases menos favorecidas no
sólo de la sociedad estadounidense, esta vez se han visto truncadas por las
promesas incumplidas que la élite de ese partido no han llevado a cabo. Y que,
si algún beneficio ha habido en el mandato anterior, se lo han repartido las
clases medias altas. Pero, ¡ojo!, que lo que ha sucedido en el país más
poderoso del mundo no lo ha hecho de manera imprevista y repentina. En Europa
muchos humanistas, economistas y politólogos lo vienen advirtiendo. Pero las
socialdemocracias, instaladas en el socialliberalismo, no lo quieren ver a
pesar de su continua decadencia. Algo de ello advirtió el entonces ministro
griego de economía, Yanis Varoufakis, a propósito del crecimiento de Amanecer
Dorado que es en Grecia el partido representante de la ultraderecha
fascistóide. En España, el Gobierno actual del PP, al que ha apoyado el Psoe,
cuando la UE ha empezado a reaccionar, todavía está a la espera de que la Sra.
Merkel le dé la orden. Y hasta la portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid,
la autoconsiderada liberal Esperanza Aguirre, se ha permitido el lujo de atacar
a la Alcaldesa, Sra. Carmena, cuando ésta en un pleno dejaba constancia del
pisoteo de los Derechos Humanos y de las Leyes internacionales, al comparar la
política migratoria de Trump con las que llevó a cabo Adolf Hitler. ¡Y todos
tan calladitos!...
Esperemos que en las elecciones que se avecinan en Francia, Italia o
Alemania, las derechas ultras no continúen el camino iniciado por Donald Trump
en EE.UU.
Sírvame este escrito, al menos, de desahogo personal. Con él no pretendo
cambiar el mundo; pero sí, que el mundo no me cambie a mí…
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