(Una amplia reseña de su
libro “Economía para el 99% de la Población” (Edit. Debate)
Decir que no soy licenciado en Economía no es lo mismo que decir que no
sea economista. Desde que comenzó la mal llamada “crisis económica de 2008, me
picó la curiosidad por saber si tal denominación era verdadera. Ya mi intuición
la ponía en “sospecha”. Para solventar mis dudas y carencias “académicas” he
leído y estudiado más de cincuenta títulos de los más diferentes e importantes
autores y profesores en la materia, premios Nobel unos, otros de reconocido
prestigio internacional. Y unos y otros, por opuestas razones, han confirmado
mi sospecha inicial: que la tal crisis no es más que un “fenómeno” contingente
e interesado, que, como tal se podría haber evitado o, por lo menos aminorado
sus efectos. Éstos: paro, empobrecimiento, bajada de salarios, pérdidas de
derechos ya conquistados, etc., etc., en absoluto pueden ser negados.
La
experiencia nos lo hace ver cada día. Pero no es verdad achacar tales males
sociales a una causa natural y estratosférica del todo inevitable por el
hombre. Más bien, su origen hay que endosárselo a un “sistema económico”, el
Capitalismo salvaje, que muchos “voceros” y actores concernidos nos pretenden
imponer como un fatum inamovible,
como si de un dogma religioso se tratase. Querer, por otra parte, hacer de la economía una ciencia semejante a
la Física o la Química, no es más que una quimérica tesis, solo mantenible hoy
por “profesionales” de segundo o tercer nivel. Éstos, con su “jerga” y sus
intrincados modelos matemáticos, se comportan como “beatos” o “acólitos”, que
no buscan otra cosa que una buena “canogía” en la “iglesia” que los protege y
ampara…
Ya en la primera página, lo que anima a seguir leyendo las siguientes,
Ha-Joon deja claro que la economía no es una ciencia. Es cierto que todas las
disciplinas y sus profesionales necesitan de una cierta competencia técnica y
una determinada “jerga”, pero ambas cosas no debería dificultar la comunicación
con los que deben beneficiarse de sus servicios. Hasta los fontaneros intentan,
no digo que no estén en su derecho, camuflar sus antiguos “monos” manchados,
por “batas” blancas. Es más, dice Ha-Joon, desde
una perspectiva un tanto más cínica, todas las profesiones técnicas tienen un
interés manifiesto en parecer más complicadas de lo que en realidad son, para
de ese modo justificar los elevados honorarios que cobran los profesionales por
sus servicios (pg.17).
Como filósofo no puedo negar que el estudio y comprensión de los
fenómenos, tanto físicos-naturales, como los sociales, no sea tarea ardua y
difícil, y que, la mayoría de las veces, no es suficiente el “sentido común” ni
la “cuenta de la vieja”. Esto es claro. Todas las parcelas del saber se las
tienen que ver con intrincadas hipótesis
y teorías, sólo al alcance de especialistas. Pero tal circunstancia no les
exime de exponer de la manera más sencilla, con honestidad y veracidad, sus
“intrincados” saberes. Un buen médico no tiene por qué explicar a su paciente
todo lo aprendido en la Facultad, pero, si quiere atraerse la confianza del
enfermo, imprescindible para su cura, tendrá que esforzarse en hacerle ver a su
nivel cultural e intelectual los males que padece. En esto se comportará como
el buen maestro y pedagogo en la enseñanza a sus alumnos, en consonancia con
sus respectivas capacidades receptivas y comprensivas…
Para definir, pues, la economía se precisa hacerlo como lo hacen las
demás disciplinas; en función de su objeto de estudio, y no en función de su
metodología o enfoque teórico. Pues no sólo, como creen lo neoclásicos, hoy
ultraliberales, hay un único punto de vista. El objeto de estudio de la economía, según Ha-Joon, debe ser la actividad económica –el dinero,
el trabajo, la tecnología, el comercio internacional, los impuestos y otras
cuestiones relacionadas con nuestra manera de producir bienes y servicios,
distribuir los beneficios generados durante ese proceso y consumir lo producido.
Ni que decir se tiene, que todo ello comporta elecciones, en cuyo transfondo
está la Política. Incluso los juicios éticos y políticos están
presentes en las prácticas aparentemente “libres de valores”, como por ejemplo,
definir las fronteras del mercado. Lo cual no significa que en política
todo vale, sino que jamás se debe dar
crédito a un economista que afirme ofrecer un análisis “científico” libre de
valores (pg.406).
Es importante resaltar lo que venimos diciendo, porque tomar la
economía, ya lo señalamos en nuestro anterior artículo, como una ciencia, conlleva dos consecuencias
nefastas: una teórica, que daría a la economía un carácter dogmático y de
pensamiento único; y, otra aún peor, excluir los temas económicos del debate
democrático. Ni siquiera los grandes fundadores de la economía, como Adam SMITH
(1723-1790), en su Riqueza de las
naciones, K. MARX (1818-1883), con su Contribución
a la crítica de la economía política (El Capital), o J.M. KEYNES
(1883-1946), La Teoría general del
empleo, el interés y el dinero, por citar diferentes visiones o escuelas, titularon
sus obras fundamentales , provistas de algo que sugiriera un “manual” de
ciencia o un “catecismo” dogmático.
Y, dicho lo dicho, ¿por qué es aconsejable la lectura detenida de este
libro? Si el propio autor no nos lo advirtiera desde el principio, con un fino
humor proporcionado por su humildad, y que es transversal en toda la obra,
cualquier lector, como yo mismo, coincidiría con él. Y las razones que, tanto
el autor para escribirlo, como las mías para difundirlo, son las siguientes:
antes que otras, y esta la añado yo, es la sencillez y claridad expositiva; por
su gran pedagogía, traducida en no pretender una visión dirigida y dirigible de alguna complicadísima verdad
eterna…, lo que conlleva presentar a
mis lectores numerosas maneras distintas (en el capítulo IV sintetiza las
nueve escuelas que considera importantes)
de analizar los sistemas económicos, porque estoy convencido de que son
perfectamente capaces de discernir entre los diferentes enfoques…; y porque
intento revelar los supuestos subyacentes
a las diferentes teorías económicas, para que los lectores puedan juzgar por sí
mismos el relativismo y la verosimilitud de cada una… En suma, un intento de
explicarles CÓMO pensar en vez de decirles QUÉ pensar (las mayúsculas son
mías)… Por último, pero no menos importante, porque contiene muchísima información del mundo real, y de muchos países,
no quedándose en una relación cuantitativa de los datos, sino que éstos son
completados con una visión de índole
cualitativa sobre los acuerdos institucionales, el transfondo histórico, las
políticas al uso y otras cuestiones por el estilo (pgs.19-20).
Otro de los aspectos en que los economistas ultraliberales centran su
atención es en el “mercado”, haciendo de éste, como diría Marx, un “fetiche”,
siendo el mercado uno más de los variados modos de organizar la economía. A
parte de la regularización que del mercado hacen los Estados y otros organismos
internacionales, también las propias empresas privadas prescinden de él mediante
directivas o intercambios internos. Esta focalización en el mercado y en el
comercio, junto con la cortoplacista rentabilidad que reporta la
“financieralización” de la economía, hace que se olviden elementos básicos y
esenciales en cualquier tipo de sistema económico. Son el trabajo y la
producción que origina el mismo. La
rentabilidad financiera es una de las causas de que muchas empresas dejen de
invertir en fuerza de trabajo “fijo” (maquinaria y tecnología) o “móvil”
(trabajadores), y cierren sus establecimientos, dado que sus propietarios ven
más rentabilidad en invertir sus beneficios en la economía financiera (fondos,
“derivados, etc.), que en la economía real y productiva.
Los ciudadanos, además de consumidores, tienen una vida más allá de la
pura relación producción/consumo. Romper el
equilibrio entre la vida privada y el trabajo, reporta que, incluso en los
países ricos en bienes materiales y servicios, los ciudadanos no se sientan más
felices. En definitiva, la economía es
mucho más que el mercado. No podemos construir una buena economía –o una buena
sociedad- a menos que consideremos la vasta extensión existente más allá del
mercado (pg.409).
No debemos, pues, dejar la economía en manos de los economistas
profesionales. Haciéndose eco de la frase del presidente H.S.Truman, “un
experto es alguien que no quiere aprender nada nuevo, porque entonces dejaría
de ser experto”, nuestro autor nos insta a los ciudadanos a cuestionar a los
economistas profesionales, incluyéndose él mismo, ya que éstos no tienen el
monopolio de la verdad; pero, además, sus análisis, aún en su especialidad, son
muy variados y parciales. No tenemos más que ver la multitud de análisis,
muchos de ellos interesados, de la actual crisis. Dice Ha-Joon que hay personas
que, no siendo economistas profesionales
tienen opiniones sensatas, sobre cuestiones económicas, basadas en algún
conocimiento clave de las teorías económicas y en la apreciación –añado- de los supuestos políticos, éticos y
económicos subyacentes. Y va más lejos:
poner en tela de juicio a los economistas profesionales… debería ser un pilar
de la democracia.
Glosando una inscripción latina –Audite
et alteram partem- (oír a la otra parte), en las paredes del Ayuntamiento
de Gouda (Holanda), Ha-Joon nos indica cómo conducirnos en el terreno de las
cuestiones económicas, porque, dada la
complejidad del mundo y la naturaleza necesariamente parcial de todas las
teorías económicas, deberíamos ser humildes respecto de la validez de nuestra
teoría favorita y mantener la mente abierta, que siempre hay algo que aprender
de las diferentes escuelas económicas, desde la marxista en la izquierda, hasta
la austríaca en la derecha del espectro ideológico. Demasiada gente a lo
largo de la historia ha visto sus vidas arruinadas por el empecinamiento de la
propia opinión. Por la lectura sabemos las “fechorías” de los “jemeres rojos”
en el extremo izquierda; pero también, desde muy cerca y en nuestras propias
vidas estamos padeciendo los estragos del fundamentalismo neoliberal, que por
la derecha, nos gobierna en Europa y en España. La gestión que de la crisis
están haciendo los burócratas y tecnócratas es una prueba evidente de que no
podemos ni debemos dejar la economía en manos de estos profesionales. Todos los
ciudadanos debiéramos involucrarnos activamente.
Junto con el mercado, otra “rueda de molino” con que nos quieren hacer
comulgar los “señores del mundo” y sus “voceros” es la sustitución o reducción
del Estado, achacando a éste posibles errores o fallos, intencionados
(corrupción) o no. ¡Como si los mismos o más no los hubiera en la gestión
privada! Es el eterno intento de “despolitizar
la economía, y hacer retroceder al Estado, otorgando independencia política a
organismos esenciales como el banco central. Lo cual, per se, no tiene por qué ser negativo. La trampa está en que bajo
el manto de la “independencia” con el que quieren restringir la “política”, se
oculta evitar la influencia del pueblo; ese mismo pueblo al que,
hipócritamente, reconocen como “soberano”. Con ardid seudodemocrático pretenden
sustituir la regla de oro de la democracia: un hombre, un voto, por la regla
del mercado: un dólar, un voto. Así pues,
la propuesta de una mayor despolitización de la economía en una democracia es,
en última instancia, un proyecto antidemocrático que pretende otorgar más poder
para dirigir los destinos de la sociedad a quienes tienen más dinero
(pg.355). Y, para no alargarme, remito al lector a seguir leyendo las páginas
sucesivas a la citada…
Y ya, finalizando el libro, Ha-Joon muestra que es consciente, como la
mayoría de los sufridores, de que esta crisis sólo sirve como pretexto de una
pequeña minoría beneficiada por la misma, cuestión ésta nunca puesta de relieve
por los voceros del stabliment. Y es
consciente también de que la dificultad de cambiar ese statu quo obedece a los
intentos contumaces de aquéllos que, beneficiados por la situación actual,
defienden su posición mediante el cabildeo, la propaganda mediática, el soborno
e incluso la violencia. Comprende perfectamente nuestro autor que muchos
afectados por esta política injusta, dada su escasa formación cultural y su
falta de “conciencia de clase”, que diría Marx, les lleve a tirar piedras
contra su propio tejado. Ha-Joon pone el extraño ejemplo de los jubilados estadounidenses
por la “intromisión” del gobierno de Obama en el Medicare, que les beneficia.
Pero, ¿intromisión en qué, si la financiación y gestión del Medicare es del
propio gobierno? Muy claro; en los intereses económicos que reporta la
privatización de la Sanidad…
Pero nuestro autor no es un “marxista utópico”. Reconoce las dificultades que conlleva cambiar el statu quo económico; (pero) ello no debería inducirnos a no dar la
batalla por crear una economía más dinámica, más estable, más equitativa y más
sostenible desde el punto de vista ambiental… Los cambios son difíciles, sí,
pero a largo plazo, cuando muchas más gentes pelean por ello, ocurren muchas
cosas “imposibles”. Y recuerda cómo desde la abolición de la esclavitud,
pasando por el sufragio femenino y universal, hasta dejar de considerar
“terroristas” a los movimientos anticolonialistas, las cosas han cambiado. ¡¡SI
SE PUEDE!!!...
Lo más difícil es arrancar. Es como aprender a montar en bicicleta…
Para una breve biografía de Ha-Joon CHANG, consultar mi artículo
anterior.
Manuel Vega Marín. Madrid, 20 de Agosto de 2015.
Solicitoopinar.blogspot.com.es
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