Cuando unos de los padres
de la Economía, junto con su coetáneo David RICARDO (1772-1823), Adam SMITH
(1723-1790), dijo aquello de que los mercados, como una mano invisible,
conducirían al bienestar social, pudiera que fuese verdad teniendo en cuenta el
desarrollo contextual de las fuerzas productivas. Hoy, la experiencia nos dice
lo contrario. Sólo algunos economistas influidos por las grandes corporaciones
oligopólicas pueden mantener seriamente tal aserto. Da la sensación de que
estos “profesionales” buscan más un empleo bien remunerado, al igual que los
que tienen sus “colegas”, en muchas empresas financieras.
El Mercado, si es que alguna vez fue así, ya no actúa como una mano
invisible y milagrosa, correctora de los desequilibrios económicos. Más bien
los induce. Es el propio Mercado el que está manipulado por muchas manos, cuya
finalidad no es precisamente el bienestar de la mayoría social, sino la mera
satisfacción de la “codicia” de ciertas minorías. Es por ello que el Estado,
como institución debe fomentar y
preservar, por encima de los intereses de esas minorías, y tendrá que
intervenir, aunque no sea más que para establecer unas “reglas de juego”,
transparentes y equitativas para todos los agentes y factores intervinientes en
las relaciones económicas. Lo cual no es poco, aunque a algunos les parezca
fuera de lugar.
En el contexto al que me he referido antes, finales de los siglos
XVIII-XIX y principios del XX, las grandes empresas tenían dueños más o menos
identificados con familias o pequeños grupos de accionistas que empeñaban en
ellas sus ahorros y sus esfuerzos casi de manera presencial. Con la “revolución
industrial”, la introducción de la maquinaria y nuevas tecnologías, junto con la
producción en serie y la “división del trabajo”, los mercados se ampliaron
enormemente, de manera que, para satisfacer la “demanda” de productos, ya no era
suficiente el capital familiar, y, en muchos casos, ni siquiera una ampliación
privada del mismo, sin que, aunque sea indirectamente, el Estado tuviera que
intervenir. Hoy las grandes empresas “anónimas” no están controladas por sus
propietarios o accionistas. Se ha producido una ruptura entre la propiedad de
la empresa y sus propietarios. Inclusive, muchos accionistas, que invierten sus
ahorros a través de entidades mediadoras: fondos de inversión, pensiones, etc.,
ignoran ser partícipes de determinadas empresas que pueden llevarles a la
ruina.
El control y dirección empresarial está encomendado a una élite de
ejecutivos, muchos de los cuales, al no tener que ser accionistas, están más
preocupados por la consecución de elevados incentivos profesionales y
económicos a corto plazo, que por la rentabilidad de la empresa y de los
ahorros de sus propietarios en el mediano y largo plazo. No hay más que ver la
cantidad de activos financieros, inventados y lanzados al mercado por ellos,
todos ellos muy complejos, y que nada tienen que ver con las verdaderas
necesidades reales de los ciudadanos, muchas veces confundidos y “estafados”
por la compra de esos complejos “productos”. ¿Tenemos que recordar el daño
producido a la economía mundial, no sólo a ciudadanos con nombres y apellidos,
por las surprimes, hipotecas basuras
o preferentes, etc., etc.?
El “dogma” liberal de que la gestión privada de la empresa es más
eficiente que la gestión pública, aparte de ser un “mito”, no deja de ser un
“prejuicio ideológico”. Como siempre, tal dogma es la experiencia la encargada
de desmentirlo. Dos ejemplos contrapuestos expone el profesor norteamericano y
Nobel de economía, Joseph E. STIGLITZ, que citaré literalmente: Las grandes acerías de Corea del Sur y de
Taiwán, que son propiedad del Estado, fueron más eficientes que las
estadounidenses, que son privadas. Uno de los sectores en el cual EE.UU todavía
es líder es la educación superior y todas las universidades de primer nivel son
estatales o sin afán de lucro (pg.344). Y saca una conclusión: la actual debacle financiera, con la mala
asignación de recursos masiva, inducida por el sector privado, debería habernos curado de este tipo de
prejuicios (pg.342).
Otro de los mitos o dogma de la opción ultraliberal es el tema de los
impuestos. El pensamiento conservador, egoísta y nada solidario, propugna que
“el dinero está mejor en el bolsillo del ciudadano”, olvidando, además, que hay
ciudadanos que, ni aun trabajando, pueden hacer frente a sus necesidades más
básicas. Se olvidan de que un sistema impositivo proporcional y equitativo es
el mejor método, nada revolucionario, de redistribución de las riquezas
producidas por un país. Su ceguera egoísta e insolidaria les impide ver, no ya
desde el punto de vista de la solidaridad y de la igualdad de oportunidades,
sino también desde el de una mayor eficacia de la propia economía. Tal es la
fuerza de este dogma, que hasta algunos partidos “socialdemócratas” creyeron en
él. El ejemplo más cercano lo tenemos en el PSOE de Zapatero, diciendo aquello
de que “bajar los impuestos también es de izquierda”. Quizá el mimetismo
“bipartidista” hizo olvidar a los socialistas españoles el ejemplo de sus
“colegas” de los países nórdicos, especialmente Suecia, que, junto con otros de
su entorno, descubrieron la falsedad del mito. Suecia, dice Stiglitz, tiene
unas de las rentas per cápita más altas del mundo, y los indicadores de la ONU
muestran que su bienestar social supera con creces al de EE.UU.
Tener buenos sistemas de educación, sanidad, de protección social, así
como una buena red de infraestructuras de comunicación exige un sistema de impuestos
elevados. El quid de la cuestión está en controlar la corrupción y despilfarro
de las instituciones y moderar la codicia de los poseedores de riqueza. En
definitiva, saber gastar bien el dinero, tanto público, como privado. El sector público sueco se las ha ingeniado,
dice el Nobel, para gastar bien su
dinero; el sector financiero privado de EE.UU. ha hecho un trabajo pésimo… Y
saber corregir y ajustar los cambios necesarios en uno y otro sistema. Suecia, sigue
diciendo el profesor, descubrió que un
buen sistema de protección social puede ayudar a la gente a adaptarse al cambio
y hacer, por tanto, que la gente esté dispuesta a aceptar ese cambio y los
fenómenos que lo provocan, como la globalización… Una mejor protección social,
combinada con una buena educación y un reciclaje de los trabajadores, hizo que
su economía fuese flexible y se adaptase más de prisa a los cambios,
manteniendo niveles más altos de empleo (pgs.341-42).
Es mentira, además de una hipocresía, que el proteccionismo estatal, sobre
todo en los países en vía de desarrollo, es dañino para la “libre” competencia.
Pero, a pesar de mi escasa formación económica y mi falta de datos personales,
tendré la osadía de afirmar que es en este territorio donde se concentra la
máxima hipocresía y el colmo del cinismo de los países ricos, así como la de
los teóricos que los sustentan. Cualquier ciudadano con sentido común vería
normal que, para intercambiar riquezas, antes es preciso crearlas. Y así
actuaron los hoy países ricos, sin dudar lo más mínimo en “esquilmar” a unas
empresas contra otras dentro de su territorio, y no dudaron y siguen sin dudar
en seguir enriqueciéndose a costa de explotar y dejar en la miseria a otros
países que hacen verdaderos esfuerzos por desarrollarse. Los ejemplos se
multiplican, siendo infinitos los medios que los países ricos tienen para
impedírselo.
Para no alargarme, sólo citaré el uso de mano de obra barata, incluso
infantil, la “deslocalización” de empresas o la especulación con las energías
básicas y las materias primas.
Pero mi osadía no es tal, teniendo en cuenta las enseñanzas y los datos
que me han proporcionado las lecturas de los “grandes” de la Economía, desde
Marx hasta Varoufakis, pasando por Galbraith, Keynes, Krugman, Stiglitz,
nuestro V.Navarro o, más recientemente, Ha-Joon Chang… ¡Ahí lo dejo!... Sólo
algunos ejemplos que me brinda, por no acudir a otros, el profesor Stiglitz.
Éste cita varios que nos pueden servir de prototipo de muchos más. (Remito al
lector a las páginas 344 y sgtes. del libro que nos está sirviendo de guía. Es
importante destacar, en cuanto a la “deslealtad” interna, el caso de Internet,
que tanto ha influido en la prosperidad de EE.UU. Internet se creó con fondos públicos; incluso el prototipo de navegador Mosaic
fue financiado por el gobierno. Fue comercializado por Netscape, pero Microsoft utilizó su poder
monopolístico para aplastar a Netscape por un procedimiento que todos los
tribunales del mundo han considerado como un abuso de poder monopolístico.
¡A esto le llaman competencia!...
Respecto del daño que las subvenciones y aranceles han infringido a
otros países, hay que resaltar, después de que Buch prometiera lo contrario,
las subvenciones a la agricultura; en
2006, 27.000 granjeros acomodados productores de algodón se repartieron 2.400
millones de dólares a través de un programa que violaba las leyes del comercio
internacional, y perjudicaba a millones de campesinos pobres de África, América
del Sur e India. Algo similar fueron las subvenciones masivas al maíz, para
proteger la propia industria del etanol, en 1978, con la justificación de
proteger a la misma, que empezaba a desarrollarse, con el consiguiente
perjuicio de los cultivadores de ese cereal en Brasil.
Pero todas esas cantidades de millones de dólares son peccata minuta comparada con las que se
concedieron en la crisis a las entidades financieras, que la provocaron. Dice
Stiglitz que “la privatización de los
activos estatales en Rusia fue probablemente algo mayor (pgs.345-46) No hay
mejor ejemplo de confundir, en provecho propio, la libertad de mercado con la
Ley del Embudo…
Y aquí me quedo, de momento. Si bien tengo “pergueñado” las conclusiones de todo lo
dicho anteriormente, será en un próximo artículo, esperando que mi ánimo se
recupere del impacto que las noticia, vistas o leídas en los medios, de lo que
pasa por el mundo han provocado en mis sentimientos y convicciones. Mientras
tanto, me parece una frivolidad “pequeñoburguesa” seguir razonando
descriptivamente lo que pasa en la humanidad. Bastante tenemos con la
frivolidad de las tertulias televisivas.
¿Se puede llamar humano, y vivir en él, a un mundo raudo y veloz en
poner controles y alambradas con cuchillas a decenas de miles de seres humanos
que intentan escapar de la miseria y de las guerras, mientras, sin ningún tipo
de problemas, se permite el libre tránsito de capitales, que son los
provocadores de tal situación? Es, simplemente, DES-COJONANTE la contemplación
de esos cientos de miles, niños, mujeres y hombres, esperando, mejor,
desesperando, hambrientos y sedientos, un tren-jaula que los lleve a no se sabe
dónde… Son escenas dantescas que recuerdan aquellos trenes de la muerte, que
conducían a los mataderos de los campos nazis… ¡Y los muertos en el mar? Sin
embargo, nuestros medios escritos y visuales dedican más tiempo y preocupación
a una supuesta, ¡y prevista! situación caótica en la “bolsas” mundiales sólo
por una medida del gobierno chino en su estrategia económica. ¿Acaso es nuevo
este tipo de “movidas” especulativas para “manejar”, fundamentalmente, los precios del
petróleo u otras materias de consumo básico? En este “gran casino” que controla
la economía global, la banca nunca pierde. Los perdedores y estafados son
siempre los “jugadores” incautos…
¿Y qué decir de Europa y de los líderes que rigen nuestras vidas? Mucho
celo en que los países menos ricos o pobres paguen, aunque sea con sus vidas y
haciendas, hasta el último euro de las deudas, que se les ha obligado a contraer, pero ni una sola
“directiva” contra gobiernos corruptos como el nuestro. Toda una legislatura
llevamos los españoles soportando a un gobierno de mentirosos, sin el más
mínimo talante ético ni sensibilidad social; incapaces de dimitir por más que
se les pille en sus continuos embustes y manipulación de hechos… Es vomitivo el
trato sanitario que se les da a los inmigrantes, que, por si no fuera poco
carecer de trabajo y otros medios básicos para satisfacer sus necesidades más
primarias, enferman y no se atreven a acudir ni si quiera a “las urgencias” por
miedo a ser puestos en manos de la policía que los expulse del país… Son dignas
del máximo repudio las últimas declaraciones del secretario de Sanidad; no se
conforma con exponer una visión mercantilista de la Sanidad, sino que con una a
penas esbozada sonrisa, propia de un “capo”, se pregunta y contesta si no sería
conveniente que los registrados en los centros médicos fueran puestos en
conocimiento de la policía, para ser expulsados a su anterior miseria… Esa es
la compasión mostrada por un miembro de un gobierno, apoyado por un partido, el
PP, que debiera quedarle en sus venas algo de las “reservas espirituales” del
régimen anterior… Y, sin embargo, ahí está tan lirondo, chupando del
presupuesto, sin que haya recibido, si quiera, una llamada al orden….
¿Son culpables esos seres humanos que, aparte de arribar a nuestras
fronteras buscando una vida mejor, nos piden asilo político, huyendo de los
desastres causados por unas guerras que les fueron impuestas por los mismos
países que ahora les rechazan? ¡Ni siquiera las instituciones internacionales
son capaces de hacer respetar las convenciones y los tratados, hipócritamente
ratificados, por los “guerreros”…
Y así podríamos seguir. Sólo quiero recordar, para no hacerme cómplice,
que todo un Imperio Romano cayó cuando, por no dar pan, trabajo y cultura a los
que llamaban barbarii, volvieron con
palos y armas… Algún día alguien se las
proveerá…
¿Es que nos hemos vuelto locos, y queremos hacer de este mundo gran
centro psiquiátrico?
Manuel Vega Marín. Madrid, 26 de Agosto de 2015. Blog:
solicitoopinar.blogspot.com.es
NOTA.- El libro citado se titula “Caída libre”. El libre mercado y el
hundimiento de la economía mundial. De Joseph E. STIGLITZ. Edit.
DEBOLSILLO, 2015.
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