jueves, 6 de noviembre de 2014

CONTRIBUCIÓN CRÍTICA AL DEBATE SOBRE “LOS POPULISMOS” DE LA REVISTA “TEMAS”



 

   Como el diccionario de la RAE no define el vocablo “populismo”, cada analista o grupo de interés lo define o. por lo menos, le da la connotación más adecuada a las tesis a defender. El término más cercano, derivado de “popular” –al que la Academia da seis acepciones-, es el de “popularismo” que, por su terminación le confiere una connotación peyorativa, muy en consonancia con la pretensión de algunos analistas o grupos. Y lo define así: “Tendencia o afición a lo popular en forma de vida, arte, literatura, etc.” Muy cercano al anterior término está el de “populista”: Adj., “perteneciente o relativo al pueblo”.

   Como decíamos, debido a esa carencia, al menos de connotación política, los grupos, en este caso mayoritarios, PP y PSOE, más interesados hacen sus propias connotaciones, más o menos subrepticiamente, pero, en cualquier caso, dirigidas como dardos dirigidos al fenómeno político nuevo llamado PODEMOS. Suelen distinguir populismos de derechas y/o de izquierdas. De los de derechas no nos ocuparemos, si bien el partido que gobierna España se adjetive “popular”. De los de izquierdas sí nos ocuparemos para reflexionar críticamente sobre los escritos y opiniones publicados en el nº 240, Noviembre 2014, de la revista TEMAS, de la fundación Pablo Iglesias, PSOE.
   Y lo primero que quiero destacar es que, si bien todos los que escriben diferencian a PODEMOS de los populismos de derechas, le critican de que no se defina de izquierda. Aunque el politólogo DOMÈNEC RUIZ DEVESA, en su artículo El populismo de “izquierda” en España: el caso “Podemos”, contradiciendo lo anterior, dice textualmente: “Es importante destacar que tanto Iglesias Turrión, como el profesor Juan Carlos Monedero han formado parte de o colaborado con Izquierda Unida, coalición en la que no han encontrado espacio o hueco en las listas electorales, demostrando que su apuesta política podía prosperar de manera independiente al margen de la hegemonía del aparato del PCE en dicha federación de partidos” (pg.33). El mismo Domènec en la página anterior también afirma que “el protopartido conocido como Podemos es una creación de un grupo de profesores o investigadores de izquierda radical nucleados en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, y que ha contado con la red de formaciones extraparlamentarias de tal tendencia ideológica como Izquierda Anticapitalista, además de conexiones con el movimiento de movimientos conocidos como el 15M. ¿En qué quedamos?.
   Pero vayamos por orden, resaltando algunas definiciones y/o connotaciones ofrecidas por los que escriben. Empecemos por el editorial. Su comienzo, cuanto menos, es curioso, al afirmar que el “concepto de populismo se emplea… para referirse a un fenómeno que presenta rasgos muy concretos… Y que, “en realidad, se trata de una noción polisémica, que tiene múltiples facetas, y algunos de cuyos rasgos están presentes en comportamientos y organizaciones de diferente signo” (p.3), Y, la verdad, que poco aclara de esos “rasgos muy concretos”, o de las “múltiples facetas” de esa noción polisémica. No obstante, a continuación y coincidiendo con otros opinadores, señala algunos indicios bastante difusos de esos rasgos concretos. Veamos.  Achacando la culpa a la crisis financiera y económica, los llama “emprendedores” políticos, cuyo hilo conductor es el común rechazo al stablishmet político y al proyecto de la UE, al tiempo de no sentirse tributarios de la cultura política basada en la amistad cívica, el diálogo y los acuerdos en cuestiones básicas. Todo lo cual nos parece erróneo.
   Luego repite el “mantra” de que “los planteamientos populistas –da por sentado que podemos lo sea-, se caracterizan por ofrecer soluciones simples a problemas complejos, y tratan de afianzarse y ganar apoyos buscando la polarización política y social”. Aparte de no señalar ninguna de esas soluciones simples, les critica que se dirijan a “la gente”, sin polarizarla en izquierda/derecha. ¿Acaso los problemas de carencia en la sanidad, educación y en otros servicios públicos que sufre la mayoría de esa gente tiene color político? ¿Quién o qué polariza y divide? A continuación, lo que debería considerar como una virtud de ese nuevo fenómeno, cual es el dominio eficaz que “sus líderes tienen de las técnicas de comunicación”, y de defecto de “las élites de las familias políticas clásicas”, que el editorialista reconoce “demasiado preocupadas por no decir una palabra más alta que otra (es lo políticamente correcto), para evitar ofender a determinados sectores (¿cuáles?), y para garantizar sus opciones de proseguir una carrera política (¿desde cuándo la política es una carrera y no un servicio al ciudadano?), mediante una conveniente modulación de posiciones”. ¡No hay que ser muy listo para entender que, bajo ese eufemismo, se ocultan las “mamandurrias” del bipartidismo!
   Otro distintivo de los populismos, y ruego perdón al lector por la reiteración de citas pues éstas no tienen desperdicio, es que “el sujeto al que aspiran a representar no es una clase social o determinados sectores concretos, ni siquiera la mayoría social (asalariados, profesionales liberales, etc.), sino al pueblo o a “la gente”. Pero ¿qué es el pueblo o qué es “la gente”? Por otra parte, ¿no suprimió el PSOE de Felipe en 1979 el Marxismo y su reconocimiento de las clases sociales? A la interrogante anterior es la propia Constitución la que contesta que esa gente y ese pueblo son, nada más y nada menos, que el sujeto de la soberanía. Y a esa gente y a ese pueblo, en esto lleva razón el editorial, intentan “poner frente a unas minorías políticas a las que califica de profesionales, o frente a los poderes financieros, o a la UE, o a la globalización”. Pero mucha más razón llevaría el editorial, si añadiera a esa “casta privilegiada”, a esos parlamentarios que hacen del Parlamento un “bunker”, a esos financieros, que, desde sus “casinos” y sin ser elegidos por nadie, planifican y dirigen el presente y el futuro de los ciudadanos, de esa UE y de esa globalización de los mercados y sus mercaderes.
   Y, para colmo, considera que las propuestas de los populistas “suelen ser simplistas, inconcretas y rotundas”, con el fin de atraerse el voto popular. Recomendaría al editorialista se leyera lo que opina el sr. Cotaruelo en el artículo que más adelante comentaremos. ¿Le parece al editorialista que propuestas y las acciones como las de Stop desahucios, o las de las diferentes “mareas” de todo color no son concretas? ¿No son, por otra parte y cuando le conviene, de esos logros en las primeras etapas de gobierno del PSOE, de los que los socialistas presumen? ¿Por qué critican a Podemos, que reconoce esos logros? ¿Por qué a su programa que, por cierto, no está elaborado, lo critican de poca solvencia y de irrealizable, diciendo que “su objetivo principal es poner en crisis a la democracia liberal y al sistema de partidos de larga trayectoria? ¿Es que cuándo el histórico Pablo Iglesias fundó la UGT y el PSOE defendía la democracia liberal, era un partido de larga trayectoria? ¿Hasta cuándo el PSOE va a vivir sólo mirando al pasado? ¿Habrá que recordarle que el artº 1º,1 de la Constitución de la que tanto alardean que “España se constituye en un Estado social y de derecho, etc.,etc.? ¿Habrá también que recordarle a los socialdemócratas la función social de la propiedad, que consagra el artº 33,2 de esa misma Constitución? Y así podríamos seguir…
   Una  cosa es dejar de tener el Marxismo como referente principal, y otra muy distinta es entregarse, por acción u omisión, al neocapitalismo salvaje y ultraliberal. ¿Cuándo se convencerá la socialdemocracia española y la burocracia europea que hay otras formas de políticas y de economía?
   Josep BORRELL, exministro del PSOE y expresidente del Parlamento europeo, destaca en su artículo El populismo en Europa que “frente a los populismos de derecha, euroescépticos y xenófobos, los de izquierda tienden a proponer un regreso al Estado-Nación como alternativa mejor que pertenecer a la Europa neoliberal” (17). Achaca a los populismos una nota común: “que están realmente convencidos de que son los únicos y verdaderos representantes del pueblo”. ¿De dónde se saca tal aserto? Porque, es curioso, reconoce como normal que los votantes de izquierda hayan votado, hasta la crisis, a los partidos de izquierda más tradicionales, socialistas y comunistas. Hasta ahí, de acuerdo. Pero disiento de Borrell cuando afirma que “este tipo de populismo ha coincidido con el triunfo del neoliberalismo, la erosión de la socialdemocracia y la desaparición del comunismo del Este. Más bien pienso que el llamado fenómeno populista, concretamente Podemos, es posterior, y surge como reacción frontal al capitalismo financiero ultraliberal y a la dejación de la ideología socialdemócrata. Toda “esa gente”, militantes o no de los partidos de izquierda fueron llevada, precisamente por el PSOE, a aceptar la integración de España en la UE. Él mismo reconoce que “los socialdemócratas la apoyaron ampliamente, ya que significaba un camino hacia una mayor integración europea, lo que era visto como algo bueno en sí mismo” (p.18). Pero, ¿tiene algo que ver la UE actual con el proyecto de DELORS, MITTERRANT, H.KOHL o el propio F.GONZÁLE? La  respuesta es negativa. A la vista está el desastre que para el Estado del bienestar, conseguido con el esfuerzo y la lucha de la izquierda en el Estado-Nación, está suponiendo la política económica luterana-ultraliberal de los burócratas de la UE, capitaneada por A. Merkel. Esta política fue experimentada y fracasada anteriormente en países latinoamericanos (Chile, Argentina, etc.) y asiáticos, valiéndose de regímenes dictatoriales, y desde hace más de un lustro practicada en Europa, incapaz de solucionar la crisis, ya que esos mismos burócratas son sus promotores. Es la política económica impuesta por los Chicago boys que tanto criticaba Felipe González. Es La doctrina del shock con que la catedrática en la London School af Ecónomics, NOAMI KLEIN, intitula su importante libro, de muy aconsejable lectura. Y bien, ¿ante este panorama, ¿no está justificada la reclamación de la soberanía nacional cedida a cambio de cada día más miseria para el pueblo? ¿No tiene derecho “esa gente”, que aceptó la adhesión a la UE, a reclamar el Estado-Nación, antes que entregar su soberanía a un país, la Alemania de Merkel, que actúa como acreedor más bien que como solidario del resto de países que pretende liderar?
   Las izquierdas populistas de los países del Sur han dirigido su retórica contra los alamanes, responsables con sus bancos de imponer el austericidio egoísta, a la vez que en Alemania y Finlandia han surgido partidos nuevos que, para ¡más inri!, proclaman que sus virtuosos países han sido explotados por los irresponsables socios grecolatinos. Lo cual es rotundamente falso. ¿O es que esos países invirtieron en España por motivos de caridad fraterna, y no por excesivos intereses que fomentaron la “burbuja económica”?
   Rafael SIMANCAS, en su artículo La Socialdemocracia y el desafío populista, difunde la “voz de su amo”. Está lleno de contradicciones. Reconoce que “muchas veces la política se encuentra sometida por poderes económicos a los que nadie ha votado y que significa la pérdida de derechos y de bienestar para amplios sectores de la población”. Pero, eso sí, mantiene el “mantra” de que las soluciones de “los populismos pueden ser el gran enemigo, porque se presenta ante los ciudadanos con fórmulas simples, que yerran en los análisis de la realidad”. ¡Roma locuta, causa finita est!  
   Este diputado sigue contradiciéndose. Admite que en el sistema de democracia representativa el ciudadano cede soberanía a cambio de que su representante político solucione sus problemas, Y, si éstos no se solucionan, la política representativa entra en crisis. Pero a las protestas y a la frustración que esa crisis produce en el representado, él lo denomina “desahogo”, que, según él, es lo que administra el populismo. Sigue admitiendo que existe un poder económico necesitado de regulación para someterlo a la democracia y al poder del pueblo, y que tal poder económico no está acompañado de un poder político equiparable que le haga frente; que “la socialdemocracia hoy no puede desarrollar su programa a escala local o nacional, porque las causas de desregulación, de la desigualdad y de abuso del fuerte sobre el débil son de orden global”. Y se pregunta, “¿dónde van Hollande y Renzi frente a los grandes fondos de inversión transnacionales?  La respuesta es fácil: si se parte de un sentimiento de la socialdemocracia derrotada  (¡bonito título para un libro!), a ninguna parte. Y si se parte y la siguen los socialistas de la consigna del primer ministro francés, VALLS, mejor no salir de casa. No sólo se renuncia al Marxismo, como hizo F. González en 1979, sino también al Socialismo por considerarlo una antigualla. ¿Se olvida Simancas y sus “compañeros” de la Internacional Socialista? ¿No la consideran un medio adecuado para combatir la “internacional del capital globalizador? ¿Cómo pretenden los socialistas recuperar en España y en Europa los millones de votantes que les han dado la espalda? Con ese estado de ánimo y ese bagaje ideológico, de ninguna manera.
   Pero, en vez de recuperar los principios perdidos y “cargarse la pilas” con ímpetu, siguen repitiendo “mantras” contra PODEMOS. No se dan cuenta de que esta “organización” es un movimiento de masas, “transversal”, a la que se quiere no nombrar y así creerse que no existe. Con ese falso encubrimiento de “populismos” justifican su hipócrita actitud, diciendo que “las doctrinas de éstos, dice Simancas, sintonizan bien con la desesperación de la gente, pero que promueve análisis falsos y soluciones inviables para problemas reales”. Deben entender que los parias de la Tierra, encima, deben estar contentos. Pero, por otra parte ese mantra que repiten Simancas y otros, se contradice con lo que hace poco le hemos oído decir al nuevo líder, Pedro Sánchez y otros, que no coinciden en las soluciones, aunque sí, en el diagnóstico de los de Podemos. ¿Hablaba desde la hipocresía o era mero marketing para contentar a la parroquia y atraer a su recinto a los simpatizantes “descarriados”? Si tenemos el diagnóstico acertado, también tendremos las soluciones adecuadas. Pero sólo “nosotros”; los “otros”, no.
   Porque esto ya se alarga, vamos a un último argumento del diputado Simancas, éste no menos descabellado y contradictorio que los precedentes. Ahora va a resultar que es la derecha la madre del “engendro” Podemos, y, que para protegerle de sus minusvalías, fomenta los éxitos de éste, que, protegido como un “pequeño Nicolás” se cuela en las entrañas mismas del PSOE, desde donde fomentar su destrucción y fragmentar a la izquierda en provecho de la derecha, Y, curiosamente, este “fenómeno”, que, según algunos de los que discursean y opinan en la revista, es medio tonto. Pero resulta que tiene la habilidad de introducirse en los medios de un poderoso editor de prensa (La Razón) de la ultraderecha, y dos cadenas de televisión (Antena 3 y la Sexta), que, según Simancas “se han convertido repentinamente al boliviarismo e (incluso) se muestran tentados de repartir su grueso patrimonio entre los menesterosos de la Tierra” (pg.24). ¡Caramba con lo ubicuo e inteligente que nos ha salido este niño tonto! ¡Y que vosotros, con la experiencia y los medios que habéis tenido, no hubierais caído en la cuenta para utilizarlo en vuestro favor…! Bueno, algo de eso intenta Pedro Sánchez, llamando a un programa de “cotilleo”, también de una televisión privada. Compañero Simancas, dile abierta y directamente eso mismo al editor LARA, y verás el tiempo que dura vuestro alcaldable, A M. Carmona, como como tertuliano habitual en los debates de los diferentes platós de La Sexta. Sr. Diputado, ¡a otros perros con esos huesos!...
   Con el anterior argumento coincide el politólogo Domènec Ruiz, cuando afirma que el líder de PODEMOS tiene una excelente capacidad de comunicación y una disposición desacomplejada para usar la demagogia frente a rivales de poca altura en tertulias televisivas, a lo que achaca su éxito social y político. ¡No se puede decir más tonterías con tan pocas, pero rebuscadas palabra, ni en menos tiempo! No vale la pena contraargumentar.
   En cuanto a lo escrito por el catedrático de la UNED, Ramón COTARELO, diremos que es más moderado y realista, sobre todo, más honesto. Admite que los partidos tradicionales se han hecho populistas, por cuanto piden el voto al conjunto del pueblo, reconociendo, además, lo arriesgado de calificar a esas fuerzas políticas como “populistas”, pues parte del funcionamiento del sistema político se hace en términos populistas. Pero no estoy totalmente de acuerdo, cuando, en su distinción de populismos de derecha y de izquierda, afirma la hostilidad que ambos tienen a los “mecanismos democráticos-representativos por considerarlos desnaturalizadores de la voluntad del pueblo” (pg.26). Sobre todo, porque pienso que ese sistema, como cualquier otro, no son buenos per se. Su bondad depende del uso que de ellos se haga. Desde luego, si los candidatos sólo se dirigen al pueblo cada cierto tiempo, para recabar su voto, y, una vez elegidos, se olvidan de los electores, “bunkarizándose” en los parlamentos, sólo dedicados a conservar su poltrona y privilegios y, para ello, obedecer fielmente a la “cúpula” que los puso en las listas, no hace falta ser de Podemos, ni seguir la tradición de Rousseau. El pueblo soberano tiene derecho a protestar y a exigir más participación en la política diaria. Precisamente, para solucionar los problemas de los ciudadanos es, entre otras cosas, para lo que se inventó la política. El sistema o método será bueno, si y sólo si consigue ese fin.
   Por otra parte, es posible que los topónimos “los de arriba”, “los de abajo”, usados por PODEMOS hayan cogido por sorpresa a ciertos analistas políticos, pero que con su uso adquirirán un sentido político, de igual manera que el uso fue llenando de contenido a los, igualmente, topónimos “los de izquierda” y/o “los de derecha”, corresponden al locus que ocupaban en la asamblea los que defendían determinadas opciones, según fuera más o menos, respectivamente, en favor del pueblo. Por ello, como al sr. Cotaruelo, no me cabe la menor duda de que PODEMOS “es una organización de izquierda y con conciencia de tal”, Lo cual no es excluyente, ni debe estar reñido con la visión de que los problemas reales afectan a todos los ciudadanos. Bueno, a unos más que a otros. Y para a los que más acucian los problemas se ideó el llamado Estado de bienestar. Y, no hay que olvidarlo, éste se consiguió por el esfuerzo y la lucha organizados en los partidos y otros movimientos de izquierda. El Estado no es necesario para las clases bien dotadas materialmente, aunque muchos de los líderes de aquellos provienen históricamente de clase más bien burguesa, y que, por solidaridad y conciencia, optaron por el bienestar de todos. E, igualmente, esto sí que es contradictorio, hay ciudadanos menesterosos, que, por egoísmo o “desconciencia”, prefieran y voten por un Estado liberal de derecha. Algo así resumía Marx, cito de memoria, pertenecer a una clase (en este caso, la trabajadora), no es sólo pertenecer a ella materialmente, sino, principalmente, tener conciencia de esa pertenencia. ¡Algo así!..
   El politólogo y catedrático de la Universidad de Salamanca, Manuel ALCÁNTARA SAÉZ, en su artículo Populismo: el pueblo como coartada hace un estudio de las causas internas y externas que produjeron el fenómeno populista y las características de los mismos en diferentes países latinoamericanos, citando a cuatro: Venezuela (1998), Argentina (2003), Ecuador (2006) y Bolivia (2006). No voy a entrar en su discusión, ya que, entre otras cosas, no poseo todos los datos. Pero es una pena que no haya aprovechado la ocasión para hacer un comparativo de los movimientos surgidos en los citados países, con el fenómeno PODEMOS surgido en España, cuyos precedentes y causas son, “grosso modo”, bastante distintos a los de aquéllos. Digo que es una pena, porque, seguramente, les hubiera aportado argumentos, hasta ahora escasos o nulos, cuando no calumniosos, a todos aquellos que lanzan sobre PODEMOS el mantra de “chavismo”, “boliviarismo”, etc., etc…
   Sí me interesa destacar el siguiente párrafo: “se trataba, en cualquier caso, de proyectos que, al amparo del desarrollo del sufragio, dotaban de un protagonismo nuevo a masas populares no articuladas por otro tipo de organización social (sindicatos), pero activas en escenarios nuevos que tenían una fuerte movilización social…” (pg.28). Más adelante sigue diciendo que con esos diferentes movimientos “se generó un común denominador, aupado en el protagonismo del pueblo que se identificaba con la nación y con el propio proceso populista”, reconociendo ese factor de suma eficacia en “la construcción de la identidad nacional de sociedades nuevas”, para la cual, entre otras causas, destaca “la incapacidad del Estado liberal durante el s. XIX y tras la emancipación de los países latinoamericanos para construir la nación” (pg.29). En este momento resuena en mi interior el grito de ¡que no, que no, que no nos representan,,, que NO…!
   Puedo estar de acuerdo, aunque con matices, con el sr. Alcántara en lo del “protagonismo del pueblo”. Pues el pueblo, unas veces pasivo y otras, tremendamente activo, según se lo impida o permita, respectivamente, los factores sociales o de poder, siempre, digo, es protagonista. Es un problema de “toma de conciencia”. Dicho esto, no entiendo el empleo del término coartada en el título de su escrito. Este término, en su acepción jurídico-criminológica, más bien denota ausencia (del lugar del delito). Y su origen verbal, coartar, estorbar o limitar la acción, la potestad o la voluntad de alguien. (Dicc. Español actual de Manuel Seco y G.Ramos).
   ¿Cómo se puede denominar política democrática, si sus gestores no sólo no cuentan con el pueblo (dèmos), sino que, muchas veces, actúan de espaldas a él, que es el sujeto de la soberanía? Así lo dicta nuestra Constitución.
   La verdad, que no se entienden las quejas de políticos y gestores públicos, cuando cada día los ciudadanos nos desayunamos con nuevos casos de corrupción que afectan a todas las Instituciones… Y en la Historia eso tiene un nombre: Despotismo ilustrado. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Y de esto es de lo último que se puede acusar a PODEMOS. No entendemos el desprecio del sr. Domènec Ruiz por PODEMOS, cuando él mismo reconoce que “han acertado en tratar de dar expresión política al 15M, y en cualquier caso han aprovechado bien el terreno abonado de la peor crisis desde 1929 y la coyuntura caracterizada por el mayor descrédito de la política desde 1977” (pgs.32-33).  ¿Por qué utiliza el término “pelaje” para caracterizar a este movimiento, si seguidamente reconoce que “el auge (del mismo) viene una vez más de la mano del altísimo nivel de desempleo y del empobrecimiento de la clase media y de la clase trabajadora”? No es PODEMOS el causante de esas circunstancias. Por tanto, más que reprochárselas a él, mejor sería endosarle esa responsabilidad a los que, desde 1977, han venido gestionando la “cosa pública”, no sin errores y corruptelas, y se reconociera a PODEMOS el mérito de encausar ese descontento ciudadano, evitando así un estallido social de incalculables consecuencias. Si no fuese por la ironía y el sentido oculto, estaría de acuerdo con el sr. Domènec y su “recordatorio para no tomarse a la ligera fenómenos como el que ocupa este artículo” (pg.33).
   Por último, reflexión crítica sobre otros argumentos empleados para atacar a PODEMOS:
A) Sobre la “polvareda” provocada por el uso de los de PODEMOS de la palabra “casta”. En sí, como cualquier nombre, denomina una realidad. De suyo es aséptica. El diccionario de  la RAE, en su tercera acepción la define como “grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.”. Sólo cuando se usa en sentido figurado y peyorativo para referirse a sectores sociales privilegiados, resulta chocante. Pero aún así no deja de denotar una realidad, aunque destacando un matiz de la misma. Y ese matiz es el que debiera provocar la admiración y curiosidad del analista antes de escandalizarse. Sus homónimos cercanos, “élite”, “clase”, aplicados a los políticos escandalizan menos, quizá por el uso frecuente de los mismos. Sin embargo, en absoluto escandaliza a los ciudadanos decentes, incluidos la mayoría de los políticos, cuando un juez instructor o un tribunal de justicia denominan “mafia” o “asociación para delinquir”, a un grupo o élite que ha aprovechado su situación privilegiada para extorsionar a quienes debía servir. Es ahí cuando, curándose en salud o cogidos con “las manos en la masa”, a ese grupo se la “funden los plomos”. Se me viene al pensamiento aquello de “dime de qué presumes…”, o, más refinadamente, excusatio non petita… Pero, para que esto no suceda, mejor que escandalizarse hipócritamente de la palabra sería no consentir la realidad que aquella denomina. En términos castizos, nunca mejor empleados, “cortar por lo sano”; mejor abrir la ventanas que poner el ventilador para airear los microbios… Y eso en política se llama “honestidad” y “transparencia”…
Todo ese revuelo me recuerda el que provocó en el Congreso Alfonso Guerra cuando utilizó el término “filibustero”, dirigido al diputado de la UCD, Pérez de Arteaga. No era su intención llamarle “pirata” (1ª acepción de la RAE), sino obstruccionista en la aprobación de leyes (2ª acepción). ¡Cosas del Guerra!...
B) Para analizar la realidad, mucho más si esta es cambiante como la sociopolítica, es imprescindible utilizar el método y las herramientas más adecuados. Utilizar métodos y prejuicios “viejos” para intentar diagnosticar/pronosticar “fenómenos” sociopolíticos “nuevos”, puede llevar a errar en el resultado. Tengo la sensación, cuando leo o escucho a politólogos “mayores”, que, más que por argumentos objetivos, se dejan llevar por lo típicos prejuicios intergeneracionales. Aquéllos dan la impresión de sentirse desplazados de sus cátedras por una nueva generación de colegas.
Después de HEISENBERG y de su “principio de incertidumbre”, según el cual el instrumento influye y puede distorsionar la realidad física investigada, cuánto más ha de emplear con acierto el investigador social y político el mejor y más adecuado instrumental, teniendo en cuenta que esta realidad es más cambiante que aquélla. Más aún si consideramos que del error o acierto en la solución de los problemas por parte de los políticos, depende, ni más ni menos, que el bienestar y la felicidad de los ciudadanos. Es básico para el investigador-analista la admiración ante la aparición de fenómenos nuevos. Pero cosa muy distinta es una actitud de sorpresa y de extrañeza, pues ésta puede llevar, por una parte, a despreciar el fenómeno, y, por otra, a algo peor: a distorsionar manipuladoramente la realidad de lo nuevo. Lo cual es nefasto, teniendo en cuenta que será el político-gestor quien tendrá que aplicar los resultados.
C) Bipartidismo/no bipartidismo. Muchas veces es el miedo a perder “la canogía” lo que lleva a justificar hipócritamente la “alternancia” en el poder de siempre los mismos, aunque disfrazados de distintos colores políticos: hasta ahora, conservadores-progresistas, de derechas-izquierdas. La defensa de intereses partidistas, teóricamente de ideologías opuestas, es lo que muchas veces lleva a los partidos políticos y a sus “voceros” a defender el “sistema” con el falso pretexto de la estabilidad de gobierno. La cual no tiene que ser buena per se. La Historia demuestra que muchas veces la supuesta estabilidad que proporciona una alternancia “prevista”, esconde aquello de “hoy yo te mantengo a ti con la esperanza, si no con el pacto tácito, de que tú hagas conmigo lo mismo mañana”. ¡Y todos tan contentos! ¡Al pueblo sufridor, que le den…! Basta recordar la sucesión de Gobiernos y de Constituciones de los dos últimos siglos de la política española. Las palabras “regeneración” y “restauración” se repetían entonces tan inútilmente como actualmente la palabra “transparencia”. Dudo que a aquel sistema se le pudiera considerar estable. Siempre los viejos problemas, una y otra vez, surgían como nuevos. Ejemplos hay por doquier. Pero se los ahorro al lector…
Lo que realmente fortalece la estabilidad de la política es un modelo estable y fuerte de la profesionalidad de los funcionarios públicos: jueces, médicos, profesores, técnicos, etc., etc.. El “funcionariado” se inventó para evitar la famosa “cesantía”, originada por aquel régimen de “alternancia”. El funcionario de carrera, apoyado en sus méritos y reciclado en sus conocimientos técnico-profesionales, evitaría la plaga de asesores (comisarios políticos) puestos al frente de proyectos de todo tipo, que, además de fomentar la corrupción, despilfarran el dinero público en aeropuertos sin aviones, polideportivos sin deportistas, auditorios de aforos incompletos, etc., etc.


 Dice Antonio Muñoz Molina en su artículo La corrupción y el mérito (El PAÍS, 9-IX-14) que “nadie se ha beneficiado más del rechazo del mérito y de la falta de una administración basada en él que esa morralla innumerable que compone la parte más mediocre y parasitaria de la clase política, el esperpento infame de los grandes corruptos y el hormiguero de los arrimados, los colocados, los asesores, los asistentes, los chivatos, los expertos en nada, los titulares de cargos con denominaciones gaseosas, los emboscados en gabinetes superfluos o directamente imaginarios”…
   El caso de la reciente curación del ébola de una ciudadana por auténticos profesionales de la Sanidad pública ha dejado en el más absoluto desprestigio a toda una caterva de irresponsables, que pretenden privatizar la sanidad en provecho de sus amiguetes y de ellos mismos. ¡Clama al cielo que gran parte de los médicos que han curado a la paciente Teresa no tengan un contrato de trabajo fijo e indefinido en sus respectivos hospitales! Ultimando este trabajo, leo lo que publica al respecto Público.es (11-11-14), que el 47% de los médicos que trabajan en el Sistema Nacional de Salud no tiene la plaza en propiedad y, de ellos, un 26% lleva más de diez años en esa situación, “renovando contratos” por guardias, por horas o bajas de compañeros. La Organización Médica Colegial advierte de una desincentivación que puede acarrear un empeoramiento de la calidad asistencial. ¿¡Hasta cuándo podremos seguir presumiendo de nuestra maravillosa Sanidad!?
  Pero los partidos políticos que han venido gobernando desde el comienzo de la democracia, sobre todo, el PP, se encargaron de acabar con los controles existentes en la Administración, para dejar libre el máximo espacio a la ocupación de éste por arribistas y estómagos agradecidos, siempre pululantes en torno a aquéllos…
  Y así podríamos continuar, pero lo dejaremos para una próxima ocasión.

Manuel Vega Marín. Madrid, Noviembre de 2014  



  


  


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