jueves, 16 de octubre de 2014

RESPUESTA DE UNA OVEJA, HOY DESCARRIADA, A LA LLAMADA DEL PASTOR PLÁ



   Antes de ponerme a escribir, me he planteado abstenerme de hacerlo siguiendo el dicho de “a palabras necias, oídos sordos”; pero ante el grosor de tales palabras, he seguido aquél otro de “quien calla, otorga”. Pero, antes de entrar en el contenido de esa “pastoral”, es preciso responder a unas preguntas previas.
   1ª ¿Qué títulos tiene la Iglesia y sus obispos para autoproclamarse baluartes de un supuesto derecho a la defensa de lo que consideran “una vida”? He de recordar a monseñor Plá que no son ellos los únicos, ni, por supuesto, los primeros que defienden la vida. Igualmente, recordarles que una célula de una planta también es vida. Pero este debate se lo dejo a historiadores, filósofos y científicos.
   2ª ¿Qué es un obispo, y por qué y por quiénes ha de ser respetado como tal? Obviando la etimología latina de la palabra, digamos que es un individuo ungido por una “orden sagrada”, la máxima, siguiente a la de “sacerdocio”. Si he destacado lo de sagrada, es porque el concepto de “lo sagrado” remite a un orden que no es el “humano-racional”, en el que, naturalmente, nos movemos los humanos. Aquel orden extra o sobrehumano, entre otros símbolos, se manifiesta en los “Sacramentos”, siendo éste uno de los siete proclamados por la Iglesia Católica. Sacramento remite a la Fe, siendo aquél objeto de ésta. De donde se deduce una primera conclusión: para un ciudadano normal, al que no se le ha concedido el “don” de creer, ese señor, por más que se revista de ropaje y atuendo “romano-imperial”, no deja de ser un ciudadano más, digno del mismo respeto que éste, en base a sus razonamientos y conducta ajustados a su “estatus” social. Por tanto, su persona, sus palabras y actos, serán dignos de ser tenidos en cuenta, siempre que se ajusten a los criterios y normas que el común de los mortales nos hemos dado democráticamente.
   Fuera de ello, segunda conclusión, toda exhortación, doctrina o enseñanza, provenientes de un ciudadano revestido de una cualidad superior al “orden natural”, deberá ser seguida por aquellos otros ciudadanos, que, con su creencia, le han atribuido. El resto, en una sociedad moderna y democrática, serán libres de seguir doctrinas o argumentos, si los considera sensatos y favorables para la convivencia. Así ocurre con otras normas, morales, jurídicas, etc., aunque su observancia conlleve alguna renuncia individual.
   Pero jamás, tercera conclusión, esos señores “transubstanciados” por ungimientos sobrenaturales, tendrán derecho a imponer sus doctrinas y dogmas, por más que en sus “sermones” hablados o en sus “diatribas” escritas busquen el apoyo del argumento de autoridad, citando, como hace el obispo Plá, frases evangélicas o textos extraídos de documentos o directivas de la iglesia o de los papas. En todo caso, esa serie de argumentos obligaría a los que creen y pertenecen a la “congregación”, que se autoconsidera “sociedad perfecta”, equiparable a cualquier Estado laico y democrático. En definitiva, y concluyo este razonamiento, no estoy negando a los miembros de esa congragación –jerarcas o feligreses- su derecho a manifestar sus opiniones, consideradas por ellos como mandatos divinos. Pero la realización de ese mandato, como bien dice BARUJ SPINOZA (1632-1677) en su Tratado teológico-político, se puede realizar de dos formas: como profetas o como doctores. Si como profetas, éstos transmitían a “su” pueblo lo que recibían, sin tener que razonarlo, revelado directamente de su Dios: “dogmas, mandatos o declaraciones”.
   Si como doctores, aun pudiendo deducir y argumentar por su cuenta a partir de lo revelado, aquéllos, como Pablo y los demás Apóstoles, en absoluto recibieron sus deducciones u argumentos por revelación sobrenatural. “Así, pues, dice Spinoza, la manera de hablar y disertar de los apóstoles en sus epístolas indica clarísimamente que fueron escritas, no por revelación y mandato divino, sino únicamente en función de su propio juicio natural, y sólo contienen avisos fraternales mezclados con expresiones corteses” (Cfr. Rnos. 15,15 y I Corint. 14,6). Y todo ello, ¡ojito!, sin salirse de las Escrituras. Ya está bien, por tanto, que los jerarcas actuales, sucesores, según ellos, de los apóstoles, se dirijan “urbi et orbi”, como si fueran profetas, para “imponer” sus creencias. Es hora de que la jerarquía eclesiástica renuncie al poder que sobre “vida y hacienda” tuvieron en épocas felizmente superadas, y acepten que ya no dirigen sus ideas y mensajes a un pueblo “rudo y de dura cerviz”, sino a una sociedad civil madura y democrática.
   En cuanto al lenguaje utilizado por Plá: “holocausto silencioso”, “crimen más execrable”, “dos millones de niños abortados, decapitados, troceados, envenenados, quemados…”; su comparación del “tren de la libertad” con los “trenes de Auschwiz”, más le hubiera valido cerrar la “boquita”. Con su verborrea y actitud se ha expuesto a que le recordemos la condescendencia del Vaticano y la connivencia del papa Pío XII con el Fuhrer y con el Duce. Por no alargar este artículo, remito al lector al libro de KARLHEINZ DESCHNER (muerto recientemente), La política de los papas en el siglo XX, especialmente de las páginas 180-201. Así mismo, tendríamos a mons. Plá la palabra y actitud, ausentes, de la Iglesia respecto de las “fechorías” que los nazis practicaban con las mujeres embarazadas y los recién nacidos en los campos de concentración y sus cámaras de gas. Es tremendo tener que recordar lo que se descubre a poco que se escarbe en los claustros y jardines –no precisamente fetos de escasos días- de muchos conventos y monasterios católicos. Vuelvo a remitir al lector a K. Deschner, esta vez, a su libro Historia sexual del Cristianismo. (Ambas obras editadas en Edit. Yande).
   Pero, ¡basta ya de comparaciones con actitudes y hechos felizmente superados! Aunque no puedo por menos de traer aquí todo lo ocurrido en la larga noche del “nacionalcatolicismo”. Por cierto, ¿ha dicho algo la Conferencia episcopal española sobre la cantidad de vidas truncadas, que aun yacen en el anonimato de las cunetas?
   Y, ¿qué decir de la mentalidad obstrusa y tridentina de este “pastor”, cuando se refiere al liberalismo en general, achacando, ¡qué risa!, al Partido popular y a su presidente, Rajoy, tal liberalismo, por suspender el proyecto-borrador sobre el aborto? De actitud “diabólica síntesis de individualismo liberal y marxismo” le acusa. Sr. Plá, no confunda un cambio hipócrita de principios morales por principios electorales. ¿Qué diría Groucho Marx…?
   Lo más caritativo que se puede aconsejar al obispo es que se aggiornamente. Que renueve sus argumentos. Estos me recuerdan el célebre Syllabus, de 1864, en el que el papa Pío IX hace recuento de los, según él, ochenta errores modernos, entre ellos el Liberalismo. Pero aquí en España tenemos otra joya, de la que cualquier alumno de primero de Teología se estaría riendo hasta su licenciatura. Nos estamos refiriendo a la obra El liberalismo es pecado (1884), del “ilustre”, que no ilustrado presbítero catalán Felix SARDÁ Y SALVANY. No tiene desperdicio para pasar un agradable y divertido fin de semana. No hay que olvidar que en nuestro catoliquísimo país se había suprimido, poco antes, la “santa inquisición”, institución veladora del pensamiento único. No obstante, su ahijado índice de libros prohibidos seguirá vigente. Pero, dejemos la historia, y vayamos a la soluciones que mons. Plá propone ante ese terrible problema, el aborto, que la mujer tiene que afrontar con su conciencia personal. Esas propuestas me recuerdan, en parte, las que el reverendo Sardá desglosa en el capítulo XXXIII de su enjundiosa obra.
   Sobre la solución “b” del ser Plá, “insistir en la educación sexual y en la responsabilidad de las relaciones sexuales”, muchas cosas habría que decir de no estar limitado por el espacio de este artículo. Su solución la resume en la bonita e hipócrita frase de “educar para el amor”. El amor es, ciertamente, el principal mandado evangélico. Pero no es precisamente amor lo que destila su carta pastoral. El, como su institución, reduce ese hermoso mandamiento a sexo y a la “concupiscencia”. Ello es fruto de un “celibato” impuesto antinaturalmente a los clérigos. Lo cual ha supuesto para éstos un elemento “represor”, dicho en términos freudianos, que hace que las “pulsiones” naturales de la libido se “desplacen” y escapen por las rendijas más inusuales y extravagantes. Una de la cuales se manifiesta en la fobia que la Iglesia y muchos de sus jerarcas mantienen contra homosexuales, gays y lesbianas, a los que monseñor les atribuye igual poder de influencia que un “lobby”. ¿La Iglesia no lo es acaso? No me extrañaría que en la trastienda de su ánimo permanezca la añoranza de la ley franquista de “vagos y maleantes”. Me permito aconsejar al señor obispo que se pase por el diván de un psicoanalista. Y, ¿qué decir de la pederastia instalada en el seno de la Iglesia, asunto este en el que el papa actual ha tomado cartas. ¡A ver si esta vez va en serio!
   Sobre educación sexual, basta preguntar a todo/a, educado en colegios de curas o monjas, para constatar su pedagogía. Igualmente, interrogar a muchos adolescentes/as sobre las sufridas “preguntitas” de los confesores. Del “camelo” tan traído y llevado de la “paternidad responsable”, ¿cómo se traduce en la práctica? Basta con hacer un somero repaso por la actitud de la Iglesia ante los diferentes medios y técnicas anticonceptivas. Y ¿qué decir de la actitud de la Iglesia y de los obstáculos que, en el campo de la ginecología y biología genética, avanzadilla de la ciencia, manifiesta? ¡Qué sabrán los célibes para dar lecciones!
   Para terminar, ¿ha preguntado a “su” Gobierno la Conferencia episcopal por otras promesas electorales incumplidas? ¿En qué se traduce la solución “c”, de “promover la aprobación de leyes que protejan al no-nacido, la maternidad y la familia”? ¿Acaso han echado en cara al gobierno del PP los recortes habidos en educación, sanidad, dependencia, etc., que tantas vidas están dejando por el camino? ¿Se ha planteado la Iglesia distribuir su enorme riqueza o pagar los impuestos que les corresponden, contribuyendo así a la aminoración de tales recortes?... Y así podríamos seguir… Pero el tiempo apremia…

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