Resulta
escandaloso e hipócrita preguntarse e interrogar a PODEMOS de dónde sacará el
dinero para establecer su anunciada propuesta. Mucho más después de haberse
descubierto el pacto que 340 empresas multinacionales tenían con el ducado de
Luxemburgo para pagar sus impuestos sobre beneficios entre el 1 y el 2 %. Y eso
ya lo venían haciendo desde que el actual presidente de la Comisión Europea,
sr. Juncker, era presidente y ministro de finanzas de aquel país. Mejor que
decir que pagaban impuestos por esos porcentajes, sería afirmar que dejaban de
tributar entre el 24-29 %, comparado con otros
países de la Eurozona. La respuesta a la pregunta se la van poniendo fácil
a PODEMOS.
No tengo el
dato de cuántos cientos o miles de millones, supongo que muchos, han sustraído
esas empresas a los respectivos erarios públicos. Que los expertos lo calculen
y nos digan cuánto de lo robado por ese capítulo hubiera contribuido al
establecimiento de dicha Renta Básica. A esas cantidades súmese las que se
escapan por los sumideros de la evasión fiscal, las de la economía sumergida,
las de las desgravaciones injustas, las del impuesto de enormes patrimonios,
las del impuesto de transmisiones hereditarias, etc., etc… Añadamos las
cantidades que esos capitales evadidos podrían generar en la economía
productiva, y lo que ésta aportaría al fondo de la Seguridad Social. ¿Habría o
no habría de dónde echar mano para sufragar la escandalizadora renta?. La
crítica a PODEMOS es además engañosa e hipócrita. No le hemos oído a ese grupo
político recién nacido, ni a ninguno de sus dirigentes, que esa renta fuese una
pensión vitalicia, ni extensible a todo el mundo. Sólo sería una ayuda de
emergencia, como otras tantas que ya existen.
Esa crítica
puede provenir de varias ópticas. Una primera, aparentemente más leve, es la
que la tacha de “utópica”. La más leve, pero la más engañosa, dado que esa
visión pretende hacerse extensiva a todos los sectores políticos y sociales,
incluyendo a aquéllos que, en momentos determinados de “crisis económica”,
pudieran beneficiarse de tan importante prestación. La RAE define el concepto
“utopía” como “plan, proyecto, doctrina
o sistema optimista que parece como irrealizable en el momento de su
formulación”. No es, pues, algo per
se imposible de llevar a la práctica y, por tanto, desechable. Baste ver y
comprobar qué hubiera sido de los avances de todo tipo logrados por la
humanidad, de haber partido de esa visión ontologista y negativa del término.
Cierto es que los “logros” no se consiguen de la noche a la mañana y sin
esfuerzo y lucha. Pero sin una meta y un proyecto en el horizonte, nada se
hubiera conseguido, y la humanidad no hubiera salido de las cavernas.
Una segunda
visión es de la que parten los que defienden un falso “liberalismo”
individualista y egoísta. Su crítica es coherente y lógica. Pero esa lógica
está cargada de ceguera. Y esa ceguera es la que convierte a ese liberalismo en
falso. Hasta el llamado “Estado Liberal” es la realización en la historia de
una utopía. ¿Acaso las clases burguesas consideraron la posibilidad de
derrumbar el Feudalismo como algo utópico e irrealizable, que no merecía el
esfuerzo? ¡Está claro que no!.
El surgimiento
del Estado moderno, y la conquista de éste por las clases medias y
trabajadoras, es también, si se ve desde esta óptica, la realización de otra
utopía. Y ese Estado, que reconoce a todos como ciudadanos, se inventó como un
instrumento para la defensa del débil, y una inmejorable herramienta para la
distribución de las riquezas y eliminación de desigualdades. Los modernos
“ultra liberales” pretenden hacer de Él un elemento subsidiario, esto es;
reducir su capacidad de intervención. Su consigna de “menos Estado” no pretende
reducirlo, ni mucho menos, destruirlo, sino utilizarlo para su propio poder y
beneficio. Son los mismos que claman por la abolición del intervencionismo
estatal, los que acuden al Estado cuando necesitan ser rescatados. Es entonces,
incluso con argumentos falsamente apocalípticos, cuando requieren de Él y en su
provecho, el patrimonio común, al que poco o nada han contribuido.
Mucho más
peligrosa, por fin, es la visión que de esa “irrealizable utopía” tienen los
supermillonarios y capitalistas, que creen que la riqueza que poseen lo es por
méritos propios o por donación divina. Tienen un miedo no justificado a la
posibilidad de que su patrimonio le sea arrebatado violentamente. La Historia
demuestra que, cuando esos patrimonios ingentes se han empleado en la
generación de una economía productiva, no sólo especulativa, el patrimonio de
todos crece, especialmente el de ellos. Hoy vemos que, mientras la riqueza de
unos pocos se incrementa desorbitadamente, mucho más se incrementa la mayoría
pobre. Cuando con el advenimiento de la democracia se comenzó a repartir, no
por expropiación, sino vía sistema fiscal progresivo, las fortunas de unas
cuantas familias, en España comenzó a subir el PIB y la “renta per capita”. Y,
para ello, no ha hecho falta el paso de muchas generaciones. Los que andamos
por los setenta o menos lo hemos visto y vivido.
Para
finalizar, pues tiempo tendremos, cuando PODEMOS concrete su Programa, de hacer
una comparativa con los del PSOE, una cita textual del de 1977: Todo
miembro de la sociedad española, cualquiera que sea su condición, tendrá
derecho a recibir de la Seguridad Social asistencia médica en caso de
enfermedad y a percibir unos ingresos mínimos cuando no pueda trabajar por
razón de edad, salud o falta de trabajo. (pag. 15).
Los militantes
y simpatizantes del PSOE, antes que criticar a PODEMOS, deberían releer sus
programas electorales y preguntarles a sus líderes, empezando por Felipe
González y a todos los que le ayudaron en sus sucesivos gobiernos, de dónde
sacaron el dinero, no ya para una renta mínima de inserción, sino algo más
costoso como la universalización de la Sanidad, de la Educación, las diferentes
reconversiones industriales, etc., etc.,
Manuel Vega
Marín. Madrid, Noviembre de 2014.
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