lunes, 1 de febrero de 2021

EL ULTRALIBERALISMO ECONÓMICO ES UN DRAGÓN VORÁZ E INSACIABLE

 

   La RAE en su primera acepción lo define como Animal fabuloso al que se atribuye forma de serpiente muy corpulenta, con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad... Es normal, pues, que, para mantener su fortaleza física, además, sea insaciable. Y nada mejor que la pandemia que la Humanidad padece, para que ésta se convenza de ese desmesurado afán de riquezas.

   La actitud puramente mercantilista de la potente industria farmacéutica respecto de la distribución y venta del único antídoto que, por ahora,  puede librarnos de la pandemia y sus consecuencias, sólo es posible calificarla de criminal, adjetivo incluyente de otras calificaciones menos graves. Pero esa actitud es coherente con la lógica del sistema. De ahí que, en parte, esté de acuerdo con el catedrático sevillano Juan Torres, cuando disculpa a las farmacéuticas, para responsabilizar a la Comisión, al Parlamento y a los gobiernos europeos de semejante conducta (Las culpables no son las farmacéuticas, sino la Comisión, el Parlamento y los gobiernos europeos. Público.es de 29-I-21). Y digo en parte, porque ni dichas instituciones, ni los políticos que las ocupan “han caído” del cielo, sino que han sido “puestos” por los ciudadanos europeos que los eligen, aunque sea indirectamente, sin preocuparse, cuando votan, de que tales instituciones forman parte del sistema vigente, como si fuese la única opción posible y más beneficiosa.

   En la búsqueda de una solución común a una enfermedad global que puede causar millones de muertes, la Unión Europea está actuando como si el COVID-19 fuese una más de las tantas enfermedades que sólo afectan a determinados grupos de personas. Por ello, en la negociación con los laboratorios para la fabricación y distribución de la vacuna, los ejecutivos europeos están actuando como si  la vacuna fuese una medicina más de las muchas que se compran en las farmacias para combatir un simple catarro. La UE, como dice el profesor Torres, ha sucumbido una vez más a las lógicas del capitalismo financiarizado, especulativo y monopolista de nuestro tiempo... Las autoridades de la Unión Europea han renunciado a considerar la solución de la pandemia, las vacunas, como lo que debería ser, un bien público al que debieran acceder de modo gratuito y equitativo todas las personas del mundo, puesto que la Covid-19 es un mal global. Por el contrario, han permitido que se conviertan en una mercancía más, impidiendo su uso generalizado, eficiente, menos costoso y seguro (ibídem).

   Como en otros grandes descubrimientos, los inversores y las industrias que lo han puesto en marcha han sido los Estados con el dinero de todos los contribuyentes. Véase Internet o cualquier proyecto de la NASA. En el caso de las vacunas anticoronavirus, además del dinero público, han colaborado y participado en su investigación y veloz invención los conocimientos y tecnologías disponibles en el mundo civilizado. De ahí que denunciemos que a la hora de la comercialización y distribución del “milagroso medicamento”, se prime la política ultraliberal y egoísta de la propiedad intelectual y de patentes.

   Pero es que esa política del pelotazo y de “poner el cazo” es, además de egoísta y mercantilista, es ineficiente desde el punto de vista económico. Es ilusorio pensar en una pronta y equilibrada economía global, sin antes alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño”. Y ésta sólo es posible si los pacientes de todos los Países, ricos y pobres, son inmunizados al mismo tiempo. La alternativa, imposible de llevar a cabo, sería cerrar fronteras, lo que además de retroceder, cualquier persona contaminada se las puede saltar, como vemos que sucede.

   Sería absurdo y antieconómico que por no distribuir y garantizar el acceso a las vacunas a los países menos desarrollados, el PIB mundial corriera el riesgo de perder, sólo en el años 2021, 9,2 billones de dólares. Según un informe de la Cámara Internacional de Comercio, que  Juan Torres menciona en su artículo, poner la vacuna a toda la población mundial que la necesite costaría 27.200 millones de dólares, 338 veces menos que costaría no hacerlo. Esa cantidad de dólares sólo representa el 3% de los 750.000 millones de euros previstos por la UE para hacer frente a la pandemia y a sus efectos económicos. Sería una ceguera total del ultraliberalismo mantener su egoísmo cortoplacista, cuando, según esos mismos cálculos, por cada dólar de esos 27.200 millones, podrían retornar a las economías 166 $ (cfr. ibid.).

  En un artículo de 14-XII-2020  decía que a un Estado democrático la Constitución y las Leyes le atribuyen y le obligan a subsanar los problemas básicos y fundamentales que acucian a los ciudadanos, dejando a la solidaridad y a la iniciativa privada la colaboración con aquél. Uno de esos deberes del Estado es el mandato recogido en nuestra Carta Magna es el derecho básico a la salud (Art.43 CE). En dicho artículo defendía la tesis, que sigo manteniendo,  de que al neoliberalismo económico no le interesa, como piensan algunos, la supresión del Estado, sino su control (Al neoliberalismo no le conviene suprimir el Estado, sino ponerlo a su servicio (www.solicitoopinar.blogspot.com.es).

   Estamos convencidos, y la pandemia lo está evidenciando, de que el Mercado no soluciona los problemas importantes de los ciudadanos como creen los economistas liberales. Mucho menos cuando los supuestos sujetos que acudirían a esa lonja a intercambiar sus mercancías, lo hacen imponiendo sus precios y condiciones. Así se vienen comportando el poderoso lobby farmacéutico, en plan oligopolio. Pero en las presentes circunstancias, aun respetando ciertas normas de mercado, el Gobierno Europeo, como cualquier otro Gobierno soberano, no debe consentir el “chuleo” que las industrias farmacéuticas están exhibiendo en la negociación sobre las entregas de las cantidades de vacunas comprometidas. Máxime, si fueron los Estados con el dinero de todos los que impulsaron la investigación y el desarrollo del “suero sanador”. El deber de todo Estado es proteger la salud de sus ciudadanos, y no someterse a los intereses financieros o comerciales de las empresas del medicamento por muy legítimos que sean...

   Podría extenderme en los pormenores de las negociaciones de la Comisión Europea con los distintos laboratorios; pero, para no ser pesado, sugeriré al lector un par de artículos que me parecen interesantes, publicados por infoLibre.es: Así se han burlado de la Unión Europea los laboratorios farmacéuticos, de Rozenn Le Saint (Mediapart) 30-I-21,  y La vacuna, el “Gran Farma” y nuestra hipocresía, de Jesús Maraña, 31-I-21.  

 

 

 

 

Manuel Vega Marín. Madrid, 31, Enero, 2021    www.solicitoopinar.blogspot.com.es

  

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