lunes, 16 de marzo de 2020

LA MADRE NATURALEZA SE REBELA..., ¡Y CON “RAZÓN”!


   Y el rugido, en forma de virus, con que lo hace, a nadie debería espantar. No es la primera vez, ni, seguramente, será la última. Nuestros primitivos antepasados acudieron al mito para interpretar sus “quejíos” y obedecer con paciencia sus anhelos de progreso. Las religiones fueron una etapa avanzada en ese proceder. La razón surgió mucho después de una larguísima evolución natural, y, casi, casi por azar. Y ese novísimo instrumento ensoberbeció tanto a su poseedor, que creyó encontrar la piedra filosofal que todo lo explica, o el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Una parte de la  Humanidad ha pasado del dogma mítico-religioso al “dogma científico” y tecnológico. Otra mayor vive en un “interregno” en el que pugnan las dos opciones anteriores. Y, para mí, que ese periodo va a ser indefinido. En todo caso, me inclino, aún siendo ateo, por el triunfo de la religión. En ello estoy de acuerdo con el psiquíatra francés  J. Lacan cuando dice, no sólo refiriéndose al Psicoanálisis,  que la religión no sólo triunfará sobre el psicoanálisis, también lo hará sobre un montón de cosas. Ni siquiera se puede imaginar lo poderosa que es la religión. (“El triunfo de la religión”. Ed. Paidós, 2006).

   Pero la incertidumbre y el miedo que la propia naturaleza, de la que somos parte, inocula en nuestro ADN, ocasionan las dos posturas anteriormente citadas, en torno a las cuales rondan grandes y contrapuestos intereses de todo tipo, sobre todo económicos, que nos hacen ver como normal y única cierta forma de organizarnos socialmente. El proceso civilizatorio y cierta cultura se han encargado de que así sea. Pero basta un “bichito” desconocido, para hacernos pensar, aunque sea pasajeramente, que no tiene por qué ser siempre así, máxime si dicha forma de organización sociedad es injusta y desigual. Los angustiosos problemas que, temporalmente, nos sacan de nuestro letargo conformista e insolidario, nos hacen ver, aunque no a todos, lo que repetía un profesor que tuve: que el “hombre es una mieeerda pinshá en un palo”. Y lo preocupante no es el bichito en sí, que, con razón, está provocando reflexiones y siendo analizado desde muchos puntos de vista. Inclusive algunos líderes tomarán nota, y harán propósito de enmienda para evitar que hechos semejantes vuelvan a repetirse. Sin embargo, serán otros u otras estructuras más poderosos, insolidarias y egoístas los/as que, cual tozudo burrito, hagan que, una y otra vez, tropecemos en la misma piedra. Aún recuerdo a Zarkozy, todo un Presidente de Francia, gritar que había que refundar el capitalismo, ante lo que no fue más que  una “falsa crisis” económica en 2007, de la que, como siempre, se enriquecieron los mismos que la provocaron. Todo quedó en una hipócrita alarma que sólo intentaba consolar a los que aún siguen sufriendo las consecuencias...
    Estoy seguro que el coronavirus, como otros microbios anteriores, será vencido por la Ciencia; pero éste, igual que sus congéneres, seguirá conviviendo con nosotros. Pero los  humanos no nos acostumbraremos a pensar que sobre nuestro planeta, además de la nuestra, pululan otras formas de vida que exigen su hábitat en el que poder desarrollarse, y que, cuando se lo hacemos imposible, la ley evolutiva en la que el “pez grande se come al chico”, no sabemos por qué, parece suspenderse, y la fábula de David venciendo a Goliat, intenta animarnos a los hombres a cambiar y a dominar ciertos aspectos y tramos, que la propia Naturaleza nos permite, a condición de respetar sus inexorables leyes. Sólo respetando y conservando racionalmente toda la riqueza que nos ofrece la Madre Naturaleza, y distribuyendo de manera justa y equitativa sus bienes, recobrará todo su sentido el mito bíblico narrado en los primeros capítulos del Génesis.
   Es cierto lo difícil que sería deconstruir de un plumazo todo lo que el sistema capitalista ha venido construyendo desde sus comienzos. En su historia ha hecho cosas positivas que debemos conservar; pero también es cierto que, en su última etapa “salvaje”, es el culpable del deterioro galopante que viene sufriendo la Naturaleza. El desprecio que su prepotencia viene haciendo de los consejos proporcionados por el avance de la Ciencia, en nuestro País se transforma en anécdota; desde el “Zumosol”, primo de Rajoy, hasta la última muestra de ignorancia de su sucesor en el PP, Pablo Casado, criticando al Gobierno de dejarse llevar en sus decisiones sobre la pandemia por los criterios de los científicos y expertos...
   La Ciencia, fruto de la razón, debería de ser neutra en todo lo que de sus avances se deriva para beneficio de todos los seres humanos. Pero uno de los principales defectos del sistema capitalista es haber pervertido la neutralidad científica con su “ideología mercantil”. No es difícil que, para ello, disponga de grupos de científicos que no dudan en poner al servicio de la mencionada ideología sus nuevos descubrimientos. Por poner un ejemplo muy general, citaré la trasnochada discusión  entre los defensores de la teoría “creacionista” y la “evolucionista”.
   Es evidente, ni siquiera lo niegan sus creadores, la importancia que la Economía tiene en la organización social y en las relaciones humanas. Pero no es menos cierto que esta “ciencia” debe supeditarse a la Política. En esto también coinciden aquellos autores, cuyos primeros e importantes tratados fueron titulados “Ciencia de Política económica”...
   Siempre que ha habido en la historia una crisis sanitaria de las características de la que estamos padeciendo, aparte del daño producido en la salud de los ciudadanos, se pone de manifiesto la enorme crisis económica a la que nos puede derivar, si no se toman las medidas políticas adecuadas. Es archisabido lo inestable e imprevisible en su evolución que son sistemas complejos como el capitalismo; la crisis ínsita en su ADN le exponen constantemente a un fallo sistémico. Quizá, por ello, hace que el propio sistema cree sus “anticuerpos” que le puedan inmunizar, mientras algún factor imprevisto no se añada a sus fallos latentes. Si tal conjunción ocurre, el sistema puede saltar por los aires, y los costes para su reconstrucción pueden ser muy superiores a los que hubiera supuesto una corrección a tiempo.
   Ese factor añadido puede ser el intempestivo bichito. En un clarividente artículo el profesor Juan Torres López, que recomiendo leer, afirma que la extraordinaria gravedad del coronavirus no es el daño que produciría una epidemia si se pudiera contemplar aisladamente, sino la aceleración del efecto degradante o destructor de los demás fallos que estaban más o menos contenidos hasta ahora (en el sistema capitalista). (El virus y la economía: mucho peor de lo que parece. Publico.es 15-3-20). 
   Urge, pues, que las autoridades competentes tomen las medidas necesarias para evitar la extensión del virus, antes que se pueda dar aquella fatídica conjunción de elementos. El virus y la crisis ya la estamos padeciendo, y con las medidas drásticas que se están tomando quizá se podrá evitar la parálisis total de la actividad humana y económica. Ya no se podrá hacer otra cosa. Pero el sentido común nos insta, una vez más, a no tropezar otra vez en la misma piedra.  Se trata de prevenir y no conformarnos con tomar las medidas político-económicas convencionales. Sólo serían “tiritas” en la piel de un elefante. Porque el problema no es el virus en sí. La cuestión es corregir los fallos estructurales del sistema que lo provoca. Hablando en plata; no se trata de poner parches que taponen los múltiples agujeros por donde al sistema capitalista “hace aguas”. Se trata simplemente, obviando toda falsa ideología, de poner en solfa el sistema neoliberal que, cual dogma se nos viene imponiendo, y de seguir en lo posible criterios científicos neutrales, ordenados y administrados por una política justa y solidaria al menos en lo que atañe a “las cosas del comer” de los ciudadanos. 
   Lo importante en estos tiempos, sin que ello evite otras cuestiones, es ¡escuchar el grito cada vez más desesperado de la Naturaleza!, que también clama por la vida humana...


   Manuel Vega Marín. Madrid, 16, Marzo, 2020   www.solicitoopinar.blogspot.com.es

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario