No le gusta al Presidente en funciones, utilizar el verbo vetar. Está mucho más de actualidad en
la política usar perífrasis o circunloquios para referirse a la realidad de
determinados hechos, sobre todo, cuando éstos se quieren disimular. Para
Sánchez es “políticamente más correcto” referirse a Iglesias diciendo que es el principal escollo para poder formar un
gobierno de coalición entre el Partido Socialista y Unidas Podemos. O y es que no se dan las condiciones para que
el señor Iglesias sea miembro de ese Gobierno. Primero, dudo de que sea
sólo Pedro Sánchez quien así lo considere. Segundo, ¿cuáles serían las
condiciones para que ese Gobierno pudiera darse? Seguiremos a Sánchez en sus
argumentos, si es que se puede llamar así a razonamientos tan ambiguos.
En la entrevista con Ferreras el jueves 18-7-19 en Moncloa, señalándole
el entrevistador la sala del Consejo de ministros, Pedro afirma que buena parte de las conversaciones que he
tenido con el señor Iglesias han versado sobre la participación de Unidas
Podemos en el Gobierno, y en particular su
presencia en el gobierno. Sin embargo, Ferreras recuerda a Sánchez que
el lunes anterior en una entrevista en LA
SER, usted le dijo a Aimar Bretos que no lo había pedido, que no lo había
explicitado de esa manera. Más adelante, cuando Ferreras le dice que
Iglesias, en su entrevista del martes anterior, 16-7-19, le había dicho que más
del 90% de las horas las han dedicado a hablar de la posibilidad o no de estar
en el Consejo de Ministros, Pedro Sánchez balbuceando y achacando otros
pretextos, como la cuestión catalana, dice que lo mejor que podría hacer el
señor Iglesias, es entender que, para que se pueda fraguar ese nuevo gobierno,
con la suficiente cohesión interna, que garantice de manera eficaz la respuesta
a los desafíos que vamos a tener por delante, es que dé un paso atrás y que
permita la incorporación de algunos ministros y ministras de Unidas Podemos,
cualificados, que podamos consensuar.
Si de verdad el obstáculo fuese Pablo Iglesias, el problema hubiera
desaparecido una vez que éste dio, generosamente, un paso al lado. Pero Sánchez
no se esperaba tanta generosidad, y se quedó sin el pretexto para culpar a la
fuerte personalidad de Iglesias el posible fracaso de la investidura. Desde
luego, está fuera de toda duda el liderazgo de Pablo y su influencia en las
políticas de Podemos. Pero en Podemos las líneas políticas se elaboran
grupalmente, aunque no cabe duda de que en la organización hay individualidades
y gente preparada para sustituirle cuando toque. Así que bastaría esperar un
poco para comprobar que Pablo, como otros de Podemos, dejarán la política
profesional. Así que el veto ni es de Pedro, ni es a Pablo. Por lo demás, cualquiera que haya indagado en los 140 años
de historia, de que tanto alardean los socialistas, comprobará que gran parte
de la misma la han ocupado sus purgas y luchas intestinas o su afán de destruir
o tener de comparsa a cualquier grupo ajeno que le compitiera en el ámbito de
la izquierda. Así ocurrió con el PCE, con IU, y actualmente, lo pretende con
PODEMOS. Y, para lograr esa “hegemonía”, manteniendo sus siglas, no ha tenido escrúpulo
en cambiar sus postulados, su ideología y su programa máximo, con la misma
facilidad que un camaleón se adapta al medio. Su finalidad no es gobernar para
establecer democráticamente el Socialismo, sino “administrar” el Capitalismo.
El comportamiento del Psoe y Sánchez en sus
¿contactos? con su “socio preferente”, Unidas Podemos, desde el 28-A, hace vislumbrar que son los
mismos poderes que le echaron de Ferraz, cegándole el camino hacia la Moncloa,
los que le están presionando. Claro está que cambiando de estrategia. Pues
resultaría muy escandaloso que aquéllos osen redundar en la misma “fechoría”,
después de que, apoyado por los militantes y aupado a la Presidencia en la moción
de censura trabajada por Podemos, haya podido ganar las elecciones de Abril. Sin
embargo, Sánchez debiera tener presente que vuelve a jugárselas con los mismos
que en octubre de 2016 le defenestraron. El tiempo lo dirá. Sospecho que ahora,
dada la adicción de Pedro Sánchez por el poder, una vez instalado en él, el establishment ha dejado en sus manos la
tarea de buscar la fórmula de “cargarse” a Podemos. Evitando, de entrada,
durante 80 días negociar tranquilamente con su socio, y dejarlo para tres días
antes de la investidura, cuando ya no queda más remedio, Sánchez ha dado a
entender un escaso deseo de negociar. Asimismo, ha demostrado la casi nula
importancia que le concede a su interlocutor “natural”, implorando, simultáneamente,
a los adversarios de la derecha el apoyo o la abstención.
Una retahíla de propuestas: desde un gobierno “a la portuguesa”, “de cooperación”, incorporando
en un segundo nivel a “independientes” de reconocido prestigio del entorno de
UP, y, por último, una vez que Iglesias ha renunciado, dar entrada al Gobierno
de “personas cualificadas” de UP, una vez negociados programas. Que estas
propuestas vayan decayendo al poto tiempo de ofertarlas prueba de su vacuidad
de las mismas y de lo afirmado en el párrafo anterior. Y todo ello para poder
construir un relato con el que culpar a Podemos de su no aceptación, además de
difuminar el principal obstáculo, que es Pablo Iglesias.
Sánchez en la insegura y balbuciente entrevista con Ferreras aduce tres
motivos que justifican la imposibilidad de un Gobierno de coalición con la
presencia de Iglesias: 1) Político: Hay políticas de Estado que no son para
pasado mañana, sino para mañana, por ejemplo, la sentencia del procés por parte
del Tribunal Supremo que sacan a la luz las principales divergencias que tiene
Unidas Podemos con el Partido Socialista en esta cuestión. Es cierto que el
tema de Cataluña es el principal problema político de España, aunque no es
nuevo. Lo novedoso es que por disentir sobre si los encarcelados son presos políticos o políticos presos; si por no estar de acuerdo con la judicialización
del problema y por la aplicación del artº 155, o que dudar de la división de
poderes en España, etc., se dude de la defensa de la democracia española por
parte de Iglesias. Todos estos temas merecen una consideración más amplia. Pero
me voy a conformar con unas preguntas: ¿cree Pedro Sánchez que todos los
españoles, incluyendo eminentes especialistas, piensan de la misma manera? ¿Se
atrevería a pedir a sus hermanos catalanes o algunos de sus ministros que
levanten la mano los que no piensen igual que él? ¿A qué viene decir que necesita un Gobierno, cuyo vicepresidente o
ministros defiendan la democracia, que digan que en este país hay separación de
poderes, y que no miren para otro lado o silencien únicamente por lealtad? Todo
el mundo sabe la respuesta de Iglesias, de dejarle la iniciativa en el tema
catalán como jefe de gobierno o en los temas internacionales. Lo que me llama
la atención es la seguridad con la que afirma Sánchez que dentro de las
próximas semanas o meses vamos a vivir una de las mayores crisis de Estado -¿se
está refiriendo a la Sentencia?, ¿sabe algo?-, para la que no le vale que sólo
por lealtad se guarde silencio o se mire para otro lado.
Por cierto, el Presidente en funciones tiene poco claro cómo resolver el
conflicto catalán. Reconoce la importancia de su existencia; pero se emplea
poco en cómo empezar a resolverlo. Admite que
no hay alternativa a la formación de un gobierno del Partido Socialista;
que, para que éste sea progresista, tiene que sumar con UP; pero, para no
depender de los independentistas, no tiene más remedio que apelar a las
abstención de PP y C´s. Y sigue diciendo: ¿Esto
significa que yo desprecie a los independentistas? Caro que no, yo quiero
entenderme con las fuerzas independentistas dentro de la Constitución, quiero hablar con ellas porque hay una
crisis de convivencia en Cataluña que tenemos que resolver… Eso significa poner una vela a Dios y otra al
Diablo. Y de esta incongruencia surge el
que interpreta a su conveniencia lo que
nos dijo la ciudadanía. Esto es, ofrecer a Podemos una gobierno de
coalición, y a la vez apelar a la responsabilidad de los señores Casado y
Rivera para que se abstengan en su investidura. ¡Menudo lío! Encima critica a
Iglesias que considere torticera la forma de
negociar con la derecha. Sánchez afirma: Yo quiero gobernar desde la izquierda, yo quiero un Gobierno
progresista, pero entiendo que si queremos un Gobierno progresista, que no
dependa de los independentistas, la pura matemática parlamentaria lleva a mirar
al partido Popular y a Ciudadanos……, y les estoy pidiendo que se abstengan, no
por mí, sino por España, ese país que dicen querer tanto. ¡Aclárese, señor
Sánchez! ¡No nos tome más el pelo!...
Usted sabe muy bien que tanto a PP, como a C´s, el problema catalán sólo
les interesa en cuanto les supone una fuente de votos en el resto de España; y,
mientras eso sea así, poco les va a importar la convivencia de los catalanes
entre sí, y con el resto de españoles. Si les importara la convivencia entre
catalanes, ya hubieran hecho algo, sólo por mejorar sus resultados electorales
en dicha Comunidad Autónoma. Fíjense en el PSC, que, a pesar que el Psoe estuvo
con Rajoy y con el 155, al más mínimo gesto de diálogo con sus compatriotas, le
ha supuesto una importante recuperación electoral… Déjese, pues, de complejos
respecto de la derecha; aléjese de ella, e intente buscar fórmulas, aunque sean
las del relator o relatora de la sra. Calvo, que tanto
escandalizó y alborotó “al gallinero”. Porque muy difícil lo va a tener si no
se sienta, sin temor a las cámaras de los paparazzi,
a dialogar seriamente con los representantes de los ciudadanos que sufren los
efectos de la mala convivencia.
2) Funcional. No sé
exactamente qué entiende por ello, salvo que sea para culpar a Iglesias de que
Ada Colau no piense lo mismo que Carmena sobre los presos políticos, de
responsabilizarlo demagógicamente de lo ocurrido en La Rioja, en Andalucía o
Madrid, como si el Psoe no tuviera nada que ver en ello. Pero, cuando Ferreras
le recuerda que en Valencia gobierna Ximo Puig con Compromis y Unidas Podemos,
o que en el Ayuntamiento de Barcelona Ada Colau gobierna con Collboni, del
PSC, el Presidente da señales, una vez
más, de la inseguridad de sus razonamientos y de haberse visto obligado a
aceptar esta entrevista, una vez que le precedió la de Iglesias. Sintiéndose,
pues, incómodo, se “sale por la tangente” con los peregrinos y risibles
argumentos, que olvidan o ignoran la responsabilidad y competencias que cada
Administración tiene en la resolución de sus problemas.
3) Falta de confianza. Pedro
Sánchez la achaca sólo a Pablo Iglesias; y cuando Ferreras le replica que tal
desconfianza es mutua, el Presidente responde no, no, recurriendo a los
que se ha convertido en un “cajón de sastre”: la política de Estado, en el que,
al parecer, entre el Partido Socialista y Unidas Podemos, todas las diferencias son sustanciales. El mismo
peso tienen para Sánchez que Podemos siga defendiendo el derecho de
autodeterminación (que el Psoe defendió), que los “presos” sean políticos, que
ellos estén a favor de la aplicación del 155 y que UP lo recurriera, o que, en fin,
UP votó a favor del recurso de JxC a la Mesa del Congreso para que ésta reconsiderara
la decisión de suspender a los presos electos. Justamente, esas diferencias de
opinión sobre los temas más importantes de Estado son las que generan la
pluralidad de partidos políticos. Es más, aún dentro de un mismo partido la
unanimidad en el enfoque sobre variedad de temas, lo empobrece, haciendo del
mismo una secta monolítica, con la tentación permanente de “uniformar” a la
ciudadanía, con tal de mantener su hegemonía. Precisamente los partidos que no
piensan al unísono, pero que tienen proyectos
sociopolíticos básicos muy similares, son los que tienen que construir
gobiernos de mayorías en torno a la negociación y pacto de un programa común
que llevar a la práctica y mejorar la vida de los ciudadanos. Con más razón,
si, como es el caso, la matemática parlamentaria juega a favor. El Psoe debiera
olvidar, pues, su histórica actitud “cainita”, y desechar la idea de considerar
a Unidas Podemos como su antagonista, aunque compitan electoralmente.
El Psoe sólo tiene dos opciones, independiente de lo que resulte en unas
nuevas elecciones: o bien intenta una coalición mayoritaria con PP y C´s, a los
que continuamente les “está tirando los tejos”, o bien busca esa mayoría con
Podemos y los nacionalistas (incluidos los independentistas). La “nueva
política plurinacional” se impone. Por ello, el Psoe debería desistir del afán
de resucitar el viejo bipartidismo, en el que se sintió cómodo, y, en su lugar,
esforzarse, junto a Unidas Podemos, en robustecer y revitalizar la “ideología”
de la socialdemocracia, frente a un capitalismo cada día más salvaje. Lo que no
puede es esperar, como ocurrió en la moción de censura, que los apoyos a un ilusionante gobierno de coalición, les
lluevan del cielo como el “maná”. Mucho menos persistir en la indefinición y en
la ambigüedad sometiendo a los españoles a un ciclo de inestabilidad.
Con su experiencia el Psoe debiera saber que, independiente de las
siglas, un partido político sobrevivirá si es útil para resolver los problemas
cotidianos de la ciudadanía. Esos problemas ya no los puede resolver un
bipartidismo zombi. Contra las políticas destructivas de la convivencia humana
y del media ambiente, impuestas por el capitalismo miope y egoísta dominante, los partidos de progresistas sólo
sobrevivirán, si son capaces de olvidarse de sus siglas y elaborar y de llevar
a la práctica políticas auténticamente
de izquierdas, que posibiliten también a la ciudadanía una supervivencia digna
del ser humano.
Pero, a estas alturas, -cito a
Rosa María Artal-, al menos debe quedar
claro algo: la supervivencia del PSOE no
está en un bipartidismo muerto, la tienen… a la izquierda. Por justicia. Por
decencia. Por coherencia (“La supervivencia del Psoe…”, eldiario.es, 30-7-19).
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