jueves, 15 de agosto de 2019

LA DIFÍCIL COMPETITIVIDAD COOPERADORA DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA


   Cuando Pablo Iglesias Posse fundó el PSOE en 1879, lo que pretendía era proporcionar a los trabajadores, igual que lo tenían los propietarios industriales, un instrumento que los agrupara, los representara y organizara en pro de su emancipación con la implantación del Socialismo. De ahí que lo adjetivara “socialista” y “obrero”. Así consta en el Manifiesto fundacional de 20-7-1879: el ideal del Partido Socialista es la completa emancipación de la clase trabajadora. Es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales. Y en sus palabras pronunciadas en el primer Congreso (Barcelona, 1888), a propósito del debate sobre la estrategia a seguir en la cuestión de la lucha de clases, se destacan las siguientes: La actitud del Partido Socialista Obrero con los partidos burgueses, llámese como se llamen, no puede ni debe ser conciliadora o benévola, sino de guerra constante y ruda.  . ¿Participa Pedro Sánchez esta opinión, cuando continuamente está suspirando a los partidos de la derecha su apoyo en la investidura?

 La evocación de tales textos no se hace con intención dogmático-ortodoxa. Simplemente, porque es importante reflexionar y no perder la referencia al origen.
    Ciertamente, las circunstancias sociolaborales y materiales de los trabajadores actuales no son las mismas de entonces, al menos en los países más desarrollados. Pero un Partido que en sus siglas sigue llamándose “socialista y obrero”, y que en “determinados actos”, puño en alto, se cante La Internacional, no sólo debe mirar por los trabajadores que pudieron mejorar sus condiciones materiales de vida en determinados países, sino que, manteniendo la “utopía”, siga luchando por todos los trabajadores del mundo que, material o espiritualmente, siguen siendo víctimas del mismo capitalismo, más salvaje aún que el que originó la fundación de los primeros partidos y sindicatos obreros. Como dice ese emocionante canto, hasta que ¡atruene la razón en marcha…, anunciando que es el fin de la opresión!...
Lógicamente, los partidos son libres y disponen de suficiente autonomía para ir cambiando y adaptando su estructura y organización a las exigencias de los cambios sociales. Lo que no se contradice con seguir manteniendo los principios básicos que iluminaron su nacimiento. Y si, “legítimamente”, deciden cambiar o renunciar a ellos, están en su perfectísimo derecho, con tal de no confundir a los ciudadanos, conservando el mismo nombre y siglas. En la Conferencia de la Segunda Internacional, celebrada en Berna en 1919, con asistencia de una delegación del Psoe encabezada por Julián Besteiro, se ratificó la apuesta de la vía “reformista-revisionista”. Los partidos que optaron por la vía “revolucionaria”, abandonaron y fundaron en Moscú, con Lenin, la Tercera Internacional, la Internacional Comunista, a la que se adhirieron un gran grupo de las JJ.SS, que, al unirse a otro grupo liderado por Santiago Carrillo, fundaron el Partido Comunista de España (PCE) en Abril de 1920. El Psoe jamás ha cambiado sus siglas a pesar de sus devaneos políticos, sobre todo, desde la renuncia de Felipe González al Marxismo, aprobada en el XXVIII Congreso extraordinario de 28-IX-1979. Aunque sus intenciones políticas ya se distanciaban bastante de las que inspiraron a sus “históricos” líderes, la acomodación a una sociedad despolitizada, inculta y harta de la dictadura, no justifica, no debe justificar, la renuncia a ciertos principios con tal de obtener el triunfo de Felipe en las generales de 1982. Esa victoria también puede explicarse desde otros postulados no explicitados suficientemente: golpe de ¿Tejero? de 1981, presión desde el interior y exterior por parte de los poderes políticos-financieros para que el PCE, que se lo merecía por su lucha contra la dictadura, no tocara gobierno, etc., etc., etc.  No restamos, con ello, méritos a las políticas de modernización en casi todos los ámbitos realizadas por el Psoe durante los Gobiernos de González, si decimos que tales políticas de “puesta al día” bien pudieran haber sido realizadas por otros partidos de corte democristianos, como las ejecutadas en Alemania, Italia y otros países después de la 2ª Guerra… Desde luego, el Psoe hubiera sido más coherente con los principios socialistas, de haber tenido de cómplices a otros partidos “hermanos”, que haberse echado en manos de un “bipartidismo” centralista, neoliberal y antirrepublicano. Pero debemos poner también de manifiesto que la enorme concentración de poder que ello le supuso, favoreció el surgimiento de clientelismo, amiguismo y corrupción, etc., hasta hacer perder la confianza de los ciudadanos en el proyecto “felipista”. Igualmente, sería mucho conceder afirmar que la política económica puesta en práctica por el Psoe desde la Moncloa obedece al modelo de socialismo, en el que se inspiraron sus fundadores. Obvio reproducir aquí, p.ej., las políticas de privatizaciones o las desavenencias socilaborales con su sindicato hermano, UGT.  Ese afán de querer hegemonizar todo el espacio político de izquierdas, no sólo lo ha tenido el Psoe con el PCE, sino con otros partidos más pequeños de su propia “familia” (PSP de T.Galván, PS Andaluz o Catalán, PSC).
   De no haber existido esa repulsión casi genética del Psoe a compartir el gobierno de la nación con otras fuerzas políticas de izquierdas, como reconoce Coscubiela, la solución de problemas actuales, como, p.ej.,la plasmación en un gobierno de coalición de fuerzas homogéneas de la variopinta formación del Parlamento, o la solución del “conflicto catalán”, reconociendo la pluralidad de naciones integradas libremente en el Estado español, sería enormemente más fácil. No coincido con Joan en su intento de justificar en base a las diferentes procedencias programáticas, culturales y políticas entre UP y Psoe, o que, además, sean las sempiternas razones de Estado, aducidas por el Psoe, o la atribución a UP de su dificultad en asumir el compromiso con las contradicciones que conlleva gobernar, las culpables del fracaso en la negociación, hasta ahora, del gobierno de coalición. Alguna podrían ser ciertas referidas a Izquierda Unida, pero no podría decirse lo mismo de Podemos, cuyo origen espontáneo le confiere gran transversalidad a sus votantes, aunque muchos de sus militantes y líderes, individualmente, procedan de la cultura comunista.
   Estamos convencidos de que el pragmatismo es un principio fundamental en el día a día de la política. Y en cumplimiento de ese principio los gobernantes deben estar atentos a solucionar los problemas diarios de los ciudadanos. Pero también deben tener presente que existen otros valores, cuya puesta en práctica trasciende el tiempo de tramitación de las necesidades materiales cotidianas, que son consideradas primordiales por una gran parte de una ciudadanía amorfa e inculta, con cuya satisfacción reparte mayorías electorales. Aquellos otros valores son los que, a la larga, hacen a la personas y a las sociedades más justas y solidarias. Son valores éticos a los que los políticos acuden, muchas veces hipócritamente, para justificar ciertas renuncias a determinados principios que poco tienen que ver con la moral.
   Los partidos políticos, especialmente, los que representan a las clases trabajadoras y a los estratos sociales que  más dificultad tienen de acceder a la cultura y a los ámbitos donde se “cocina” la política, además de representarlos “pasivamente”, dejándose llevar por falsas inquietudes que muchas veces juegan en su contra, deben de servirles de educadores y guías activos en todo lo que se refiere a la cultura en general, y, particularmente, a la política tanto teórica, como práctica. Los socialistas más viejos recordarán como en las Casas del Pueblo se enseñaba desde a leer y escribir hasta las tácticas de guerrillas urbanas…
   La lucha por la hegemonía en el espacio de la izquierda que inició el Psoe y el “felipismo” en la Transición, como dice Coscubiela, dibujó un escenario de guerra fría que ha dificultado cualquier estrategia unitaria de cooperación entre las izquierdas. Mientras el Psoe se siga considerando un partido de izquierda y persevere en mantener la hegemonía en ese espacio político, persistirá el escenario de guerra fría, en el que no sólo será imposible la negociación con otras izquierdas, sino que, a medida que “el pez grande se vaya comiendo al chico”, los alevines que se salven sólo servirán de comparsa de los adultos, por lo que la competitividad cooperadora no será más que una bonita y romántica frase. Así lo reconoce el propio Coscubiela al afirmar que hay que rechazar la idea de que una fuerza política de izquierdas sólo puede avanzar a costa del retroceso de las otras.
   En cuanto a las condiciones que el exsindicalista señala para que una negociación tenga  éxito, es difícil no estar de acuerdo con ellas en abstracto; pero cuando pormenoriza en lo que ha sido en la realidad la negociación, creo que Joan incurre en el mismo error, quizá debido a su ausencia del España, en  que otros tertulianos, a sabiendas, han incurrido: la equidistancia.  Si bien opina que para Unidas Podemos sería más útil políticamente un acuerdo de legislatura, y considera absolutamente legitimas las razones de UP para pretender un gobierno de coalición, no considero justo su comprensión de las prevenciones y reticencias de Pedro Sánchez y el Psoe a la entrada de Unidas Podemos en el gobierno, porque al principio ambas fuerzas estaban en ello, y así se lo exigieron los militantes, dado la matemática electoral, la noche del 28-A. Unidas Podemos ha mantenido esa tesis aun aceptando P. Iglesias su ausencia del Gobierno. No ha sido igual la actitud de Pedro Sánchez, que ya el gesto de su cara ante los gritos de ¡con Rivera, no! y ¡sí se puede!, revelaba que alguien, por encima de él, le ordenaba un Gobierno monocolor. Cantinela repetida desde la presidenta del banco de Santander, el presidente de la Patronal, la Vicepresidenta Calvo o el Ministro Ábalos, y difundida por los portavoces  en los medios afines. Se estaba anunciando “la farsa” que se iba a representar en el largo tiempo disponible para una negociación seria. El Psoe, desde el inicio, no tenía intención de negociar y sólo buscaba construir un relato verosímil, que culpabilizara a Iglesias del fracaso, dada la esperada tozudez de éste en mantener su presencia en el Consejo de ministros. Pero la inesperada y generosa renuncia de Iglesias, dejó sin excusas al Psoe, de manera que, removido el obstáculo, tuvo que recurrir a la estratagema de los minutos de prórroga, evitando así un debate a fondo, que le obligara aceptar lo que nunca estuvo dispuesto a aceptar: un Gobierno de coalición con UP, aunque fuera sin Iglesias.
   Coscubiela vuelve a caer en la equidistancia culpando por igual a UP Y Psoe de la estrategia ruinosa de romper el espinazo al socio con el que hay que acordar. Todo ciudadano objetivo ha podido ser testigo de cómo el Psoe ha utilizado los casi 80 días para humillar, desgastar y a descalificar zafiamente al “socio preferente”, mientras éste estaba a la espera de una llamada “preferente” del que exclusivamente tenía la responsabilidad de hacerla: el candidato. Como dice Pérez Royo, Pedro Sánchez necesita (no sólo la investidura) una mayoría “positiva”, que le permita gobernar, que le permita derogar la reforma laboral, la ley mordaza y un larguísimo etcétera (todas medidas impuestas por Rajoy con su mayoría absoluta de 2011). Y esa mayoría positiva solamente la puede conseguir con el concurso activo de Unidas Podemos. No sólo de Unidas Podemos, pero de Unidas Podemos de manera imprescindible (“De punto de partida a punto de llegada”, eldiario.es de 12-8-19). En la consecución de ese concurso debería reunir todo sus esfuerzos, no en reuniones con grupos afines de la sociedad civil en plan campaña electoral; ésta ya se pronunció el 28-A. Mucho menos irse a Doñana de vacaciones, como si en España no urgiera un Gobierno. Lo que no puede repetir, salvo que quiera elecciones, la absurda estrategia anterior. Lo de culpar a los de Podemos ya “no cuela”. Pedrito más bien se pueda encontrar en la tesitura de ni siquiera poder repetir su “odisea” del no es no
   Algo parecido habría que decir respecto al tema de la confianza o recelos entre los llamados a ser socios, o de la “jerigonza” de dos gobiernos en uno y tonterías por el estilo. Fue una excusa-trampa ventajista las declaraciones de Sánchez, aprovechándose de la visita al Rey en Marivent y de la multitud de cámaras que ella provoca. El Psoe debiera asesorarse por sus colegas alemanes, quienes gracias a gobernar en coalición sobreviven, y comprobar que no sería el primer gobierno de coalición de la UE. A la política, ya lo dijo Iglesias, no se viene a hacer amistades o a emparejarse sentimentalmente. Se viene a gestionar lo que la “voluntad popular” ha manifestado eligiendo entre las diferentes propuestas de los agentes políticos. Votando a un partido, y no a otro, los ciudadanos muestran sus preferencias y sus desconfianzas. Estas distintas actitudes se reflejan en un Congreso democrático variopinto, en  donde la cantidad de escaños obtenida por cada grupo “da la pista” para una correcta interpretación de la voluntad general, que se tendrá que concretar en un programa de gobierno a realizar por un solo partido, si es que ha logrado mayoría absoluta, o en la puesta en práctica de otro negociado y pactado entre partidos, cuya posible mayoría matemática no permita otra alternativa. Lógicamente, aquel programa será más fácil sintetizarlo cuanto mayor sea la afinidad ideológica entre sus negociadores. Afinidad que no debe ser una condición sine qua, non. Mucho menos buscar una coincidencia sentimental. Es precisamente esa no-coincidencia o desconfianza lo específico del Estado democrático… La desconfianza es, pues, el presupuesto de la democracia… A partir de dicho presupuesto hay que construir una relación de confianza entre quienes participan en la gestión del sistema político, sea desde el gobierno sea desde la oposición (“Gestionar la desconfianza”, Javier Pérez Royo, el diario.es, de 9-8-19)
     Pedro Sánchez, reuniéndose con grupos afines de la sociedad civil, aparte de simular un esfuerzo, merecedor de vacaciones, está intentando lo que ya hizo para recuperar la Secretaría General, y, desde ella, alcanzar la Moncloa. Entonces tenía sentido “podemizarse”; pero volver a hacerlo suena a “paripé”, además de ser una manera hipócrita de relegar o diferir la negociación con Podemos. No deja de ser una forma mentirosa e hipócrita de perder el tiempo; porque con quienes tiene la obligación constitucional de reunirse es con aquellas asociaciones que representan las soberanía nacional, y quienes tienen la facultad de investirlo o no Presidente, y, después, apoyarle en el Gobierno. Además, salvo UGT y CC.OO, que se sepa, ninguna de las restantes asociaciones, fuera de “hacerse la foto” y presentarle sus propuestas, ninguna se ha posicionado a favor de alguna forma concreta de gobierno.
   Para finalizar, el Psoe debiera aceptar la distribución del arco parlamentario salida del 28-A. Y una vez más tenemos que expresarnos con las acertadas palabras del profesor Pérez Royo: Por “activa” o por “pasiva”, no hay posibilidad de formar gobierno sin el concurso de Unidad Podemos, que no es “socio preferente”, sino “socio indispensable. Para el PSOE formar gobierno con Unidas Podemos no es una opción, sino una necesidad. Se lo han dicho de todas las maneras posibles tanto quienes pueden apoyarlo en la investidura, como quienes no están dispuestos a hacerlo de ninguna de las maneras… Pedro Sánchez podrá confiar más o menos en quien tiene que ser su socio, pero, como no tiene alternativa, tiene que entenderse con él. (“Recapitulación provisional”. Eldiario.es de 14-8-19).
   Sería una tremenda irresponsabilidad por parte del Psoe, que, confiando mejorar sus resultados en una nueva convocatoria electoral, arriesgara la posibilidad de iniciar un tiempo de políticas progresistas, facilitándoles tal posibilidad a las derechas. En la sociedad española se acumulan multitud de problemas de urgente solución, a los que un gobierno provisional no tiene capacidad de respuesta. Mucho menos, un electorado de izquierda toleraría prolongar tal provisionalidad hasta el 23 de septiembre. Para esa fecha es posible que la sociedad española no sólo se haya hartado del Psoe, sino que se cumpla el vaticinio de Pablo Iglesias sobre el Candidato a la investidura: si por la cerrazón de hacer un gobierno de coalición proporcional a los votos obtenidos (y convoca elecciones), usted no será Presidente nunca… Pues ya no será el electorado quien se lo impida, sino su propio partido…

   (Nota.- El título alude al artículo, Izquierdas, condenadas a cooperar, de Joan Coscubiela, y publicado por eldiario.es de 6-8-19).


   Manuel Vega Marín. Madrid, 15, Agosto, 2019  www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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