jueves, 6 de diciembre de 2018

CARLOS LESMES Y MANUEL MARCHENA (continuación del artº. anterior)


   En mi escrito anterior me decantaba por la fórmula vigente, entre las varias que la Constitución ordena y permite, para la elección y formación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La considero más democrática y ajustada al modelo constitucional; lo que no quiere decir que esté de acuerdo con el “pasteleo” que el “bipartidismo” ha venido utilizando para repartirse la tarta. Reparto que se hubiera seguido produciendo a pesar de sus continuas críticas y, actualmente, por lo desajustado a la pluralidad social que hoy representa el multipartidismo parlamentario. El WhatsApp del portavoz del PP en el Senado ha supuesto sólo la guinda que culmina la tarta, y que ha puesto de manifiesto, por su difusión, hasta qué nivel estaba subiendo la corrupción. Pero que nadie se engañe; pues esa divulgación ha sido intencionada, ya que el sector más conservador del PP no estaba de acuerdo con lo pactado con el Psoe. Temía que la Presidencia del magistrado Marchena, aún siendo “de los suyos”, no compensara suficientemente la diferencia de dos vocales en el grupo de “progresistas” cedidos al Psoe. Falsa alarma; pues ya Marchena, aún siendo sólo candidato a presidir la institución, tuvo ocasión de poner y quitar de la lista de sus “teóricos” electores a aquellos/as que no eran de su cuerda.

   Con la ruptura del pacto alcanzado el PP y su nuevo líder, Pablo Casado, se confirma la sospecha de no querer mejorar el sistema de elección del CGPJ. Es más, cuando afirma que la elección de vocales del CGPJ por los jueces es el sistema que consagra la Constitución, o miente o, una vez más, evidencia su ignorancia. Lo que no resulta extraño, dada la rapidez con que este “privilegiado” saca sus títulos y másteres. Su reforma nos transporta al pasado de la 1ª Ley Org. de 1980, superada por la reforma de Julio de 1986, declarada por el Tribunal Constitucional totalmente acorde con la Constitución, ante el recurso de inconstitucionalidad presentado por su partido. La actual regulación consagra un sistema mixto, en el que, según el catedrático Blanco Valdés, se basa en tres principios esenciales: combinación entre propuesta corporativa y designación parlamentaria; posibilidad de proponer, tanto por parte de las asociaciones judiciales, como por parte de jueces y magistrados no asociados; y, por último, autonomía procedimental para que cada asociación judicial proceda a la elección de sus correspondientes candidatos (La Constitución de 1978. Alianza Edit., pág. 219).
   La resolución de este reiterativo problema, lo más equilibrada posible, es urgente, ya que el CGPJ, aparte de ser un órgano de gobierno  de jueces y magistrados, que son los que ostentan el “poder judicial”, preserva el ejercicio jurisdiccional de aquéllos, y, con las funciones que la propia Constitución le atribuye, evita la injerencia de otros poderes. No entiendo, si las cosas se hacen con buena voluntad, la aversión a que el Parlamento, representante del pueblo del que emanan todos los poderes, intervenga de alguna manera en la elección del Consejo. Hay que destacar aquí que el “poder judicial” que ostentan jueces y magistrados no es un auténtico poder, ya que los juzgadores en sus decisiones judiciales no expresan su propia voluntad, como lo hacen el Legislativo y el Ejecutivo, sino que están sometidos a las leyes que el Parlamento hace.. Es absurdo que la “autonomía” que el art. 122.2 CE y su desarrollo en la Ley Orgánica concede (nombramientos, ascensos inspección, etc.) al Consejo sea convertida, por las malas prácticas, en fuente del desprestigio que nuestro sistema judicial viene sufriendo. Sobre este tema mi admirado José A. Martín Pallín, magistrado emérito del Supremo, con el título El Poder Judicial al borde del despeñadero (publico.es 28.11.18), escribe un interesante artículo, con el que no estoy plenamente de acuerdo, sin que ello menoscabe mi admiración por su pensamiento jurídico y político. Su “fe” en la Judicatura y en el propio sistema judicial le hace afirmar que la capacidad real (del CGPJ) para incidir sobre la independencia de los jueces y magistrados que ejercen la jurisdicción, es mínima o inexistente. Por muy sometida que esté la actividad del Consejo al control jurisdiccional de sus gobernados, y la de éstos a la Ley, es casi imposible que el Consejo, con su capacidad de nombramientos, ascensos, etc. no caiga en algunos vicios de la conformación “endogámica” del sistema.  Es la táctica de el palo y la zanahoria con que –son sus propias palabras- con que Carlos Lesmes ejerce la Presidencia del prolongado Consejo…
   En cuanto a la manera de elección del Consejo, nuestro “emérito”, si bien parece que opta por la fórmula vigente, sus reminiscencias corporativistas salen a flote, cuando, aunque no del todo claro, defiende que sean los jueces y magistrados quienes elijan a sus pares… No obstante, propone como fuerza regeneradora de un Consejo, en el que los doce vocales judiciales fuesen elegidos por los jueces, entre jueces y magistrados, con una fórmula electoral proporcional que evitase el sistema mayoritario y que diese cabida….al pluralismo político y social del cuerpo judicial esté reflejado en la Magistratura y en el Poder Judicial… Por mi parte, no sé si será una total ignorancia técnica, propondría en una próxima reforma de la Ley Orgánica, que para reunir los tres quintos de parlamentarios no cuenten sólo los votos de los partidos mayoritarios, como hasta ahora, sino que de ese porcentaje, para representar el pluralismo social, formen parte los votos del resto de grupos parlamentarios en su debida proporción. El lógico que para los jueces, cuya mayoría sigue siendo conservadora, la solución es volver al anterior sistema, es decir, que los 12 vocales de extracción judicial sean elegidos directamente por sus pares. Algo parecido aconseja, ante la politización que padece la fórmula vigente, el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO). Pero es posible que este organismo esté poco y mal informado de la cultura del “enchufismo y amiguismo”, de la que todavía adolece el mundillo de la judicatura, insuflada en su ADN por los largos años de la dictadura franquista. Los jueces no son ángeles por mucha liturgia y parafernalia con que disimulen sus actuaciones. Cualquier ciudadano medio, aún “laico” en Derecho, sabe distinguir muy bien los “intereses” que se esconden tras el lenguaje leguleyo de muchas sentencias y autos, e igualmente sabe captar los “tejemanejes” del Consejo en nombramientos, etc… Sólo algunos de los últimos acontecimientos darían para escribir varios artículos. De hecho, ya lo han hecho periodistas especializados.
   ¿No es un gran escándalo toda la “tramoya” puesta de manifiesto en el WhatsApp del senador Cosidó? En cualquier país decentemente serio, ¿no habrían dimitido o cesados, o incluso, imputados los responsables? ¿Acaso son ejemplarizantes las decisiones sobre el pago del impuesto de las hipotecas o sobre el máster de Casado, tomadas respectivamente nada menos que por las Salas III y II del Tribunal Supremo? ¿No responde a amiguismo algunos de los últimos nombramientos de jueces o magistrados? Pues en nuestra España, salvo alguna tímida petición de dimisión de Jueces por la Democracia, o una huelga de la que apenas se hacen eco los medios de información, “no paasha náaa”… Eso sí, cuando desde la Justicia o Tribunales extranjeros no den el “toque”, muchos ondearán sus enormes banderas, y gritarán, cada vez más fuerte, el ¡a por ellos…oé!...
   No sólo no se ha producido dimisión o cese alguno, sino que con la ruptura del ya famoso “pacto”, todo va a seguir igual o peor, y beneficiando aún más a los mismos actores. Elisa Beni en su artículo Los beneficiados (eldiario.es, 1-2-18) lo explica bastante bien. Me conformaré, pues, con transmitir sus ideas, que asumo totalmente. La renuncia del magistrado Marchena - bomba de humo y confeti la llama Beni-, sólo le ha supuesto reservar su carrera mientras amaina el temporal, y transportar los trastos de nuevo a la Sala II que juzgará el procés.
   Otro gran beneficiado es Carlos Lesmes que seguirá presidiendo el CGPJ y el Tribunal Supremo, cargos que hubiera tenido que dejar el pasado martes, y desde donde, sin urgencia de tiempo, podrá continuar con los mismos vocales y nombrando, como preveía Cosidó en su chat, los cientos de jueces y magistrados en las distintas instancias judiciales.
   Sobre todo, se beneficia el PP, que seguirá controlando por delante y por detrás el “tinglado” en el que medran sus jueces afines. Y es que, como dice la articulista, hasta cambiando el sistema todos van a seguir ganando, porque está demostrado que la elección de jueces por los jueces arrojará siempre órganos de gobiernos mayoritariamente conservadores…
   La única manera, creo, de para el deterioro de la Justicia y de evitar que Carlos Lesmes siga mangoneando indefinidamente el cotarro, es que dimitan, al menos los vocales “progresistas” del actual Consejo “prorrogado”, y que los candidatos presentados por las asociaciones de jueces al Parlamento renuncien. Pero, con Beni, no creo que lo hagan. Las poltronas, las reverencias y los dineros pesan mucho… ¡Que luego no se quejen los jueces y sus asociaciones que la ciudadanía no se solidarice con las justas reclamaciones de sus huelgas!...
   Y lo peor es que lo que tanto beneficia a los ya de por sí privilegiados, más perjudica a los “robagallinas”  referidos por Lesmes.


   Manuel Vega Marín. Madrid, 6, Diciembre. 2018  www.solicitoopinar.blogspot.com.es



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