Para “consolar” a los suyos es comprensible que mienta y hasta que se
emocione; pero su no disimulado orgullo le ha llevado a mentir por enésima vez
y “en abierto” a todos los españoles. Se va de la Moncloa tal como entró:
¡diciendo medias verdades, que es mucho peor que mentir! Su dimisión digna y
democrática debió de tener lugar cuando le envió un SMS a su tesorero,
Bárcenas, pidiéndole que fuese fuerte y resistente a la corrupción. En tapar o
tratar de disimular el latrocinio de su partido ha empleado su tiempo como
Presidente. Y, para ello, ha utilizado todas las instituciones del Estado como
un cortijo propiedad del Gobierno y del partido que lo ha venido sustentando.
En esa conducta no ha escatimado en vaciar la hucha de las pensiones, o
utilizar todo el dinero ahorrado en servicios públicos, no para librar a España
de ser rescatada, sino para rescatar bancos y empresas privadas de sus pérdidas
con el dinero de todos los contribuyentes…
Es síntoma de muchas cosas que, proviniendo de una nacionalidad
histórica, aparte de no hablar la lengua de Castelao, haya defendido y
fomentado un “nacionalismo centralista-castellano-borbónico”, que nada tiene
que ver con la España plural. Durante su presidencia, no sólo ha sido incapaz
de mejorar el “problema catalán”, sino que ya desde antes de ocupar la Moncloa,
se propuso “echar leña al fuego”, sin que le dolieran prendas en enfrentar a
catalanes y españoles o a los catalanes entre sí. Su concepción autoritaria de
la democracia, heredada del franquismo, y su interesada interpretación de la
Constitución ha propiciado la intromisión del Ejecutivo en otro poder
fundamental del Estado de Derecho: el Poder Judicial. Sr. Rajoy, su inmovilismo
y su cobardía irresponsable no ha dudado en endosar la solución del “conflicto
catalán” a Jueces y Fiscales, cuando cualquier españolito no fanatizado sabe
que tal conflicto no es judicial, ni mucho menos penal, sino ¡político!
Pero, “quien a hierro mata, a hierro muere”. Aunque ahora no lo quiera
reconocer, su salida y la de los suyos del Gobierno y de otras instituciones ha
sido conminada por los propios Tribunales, a cuyas resoluciones remitía cuando
éstas les eran propicias, pero ahora, que ha tenido que beber de su propio
jarabe, reniega de aquellos. ¡Sorprendente actitud en un Jefe de Gobierno, que,
demás, es jurista! No sabemos si de vocación o por “recomendación”….
Sr. Rajoy, usted ya engaña a muy poca gente. Dudo de si sólo a los que “comen
de su mano”. Ya su decisión de dar su “despedida” en abierto, indica su
inequívoca actitud “goebbelsiana” de repetir unas mismas mentiras hasta
hacerlas parecer verdad. Ha sido hábil en la estructuración de su discurso,
dedicando su primera parte a repetir todas las mentiras, que desde la
intervención del portavoz Hernando en la sesión de la moción de censura, ha
venido repitiendo, como un mantra, todos los dirigentes del PP. Para, en su
segunda parte, que será más rememorada por “los medios”, mostrarse como humilde
servidor durante cuarenta años de la administración del Estado, y que ahora,
casi por un contubernio “judeomasónico” de los malos de la “otra España”, ha
tenido que apartarse de la dirigencia del Estado, con el temor de dejarla en
las manos de los que nos traerán el “apocalipsis”… No me voy a molestar en desmentir esa ensarta
de medias verdades, que tan claramente ha desvelado el periodista, director de
eldiario.es, Ignacio Escolar, entre otros.
Sr. Rajoy, sus emotivas lágrimas en la despedida de los suyos no son más
las gotas de agua con las que ha empezado a embarrar el terreno en el que su
sucesor intentará arreglar algunos de sus desaguisados, que los ha tenido, por
mucho que su orgullo caciquil se lo impida reconocer. Esa actitud
“antideportiva” preanuncia una oposición de su partido del “cuanto peor,
mejor”. Como dijo Montoro, ya volveréis para arreglar España. Sr. Rajoy, ¿qué
España arreglan? Sólo un detalle como respuesta: si aprobaron los Presupuestos
del Estado como los mejores para el bien de España, ¿por qué ahora en el Senado
lo enmiendan?
Sr. Rajoy, esta mañana su subconsciente le ha traicionado. Me voy –ha dicho- porque es bueno para mí,
para el partido y para España. Por ese orden. Que su marcha sea buena para
él, allá él; si para su partido, allá su partido…, y,¡coño! la única verdad: ¡También para España!
Pero, convénzase, sr.
Rajoy; usted no se ve ¡le echan! Quizá sea esa la causa por la que no sólo no
ha hecho autocrítica, ni pedido perdón a los españoles a los que ha podido
hacer daño, es que, esto es lo más grave, ha ofendido a más de once millones de
españoles, con cuyos votos, de igual valor que los del PP o C´s, sus
representantes en el Congreso, con más escaños que con los que usted fue
investido, le han enviado a paseo… ¡Sí se
puede!
Y por último, si me lo permite, un consejo. Deje de repetir que el
partido más votado es el que debe gobernar. La Constitución, que tanto cita y
que no quiere actualizar, en su artº 99 establece cómo se nombra al Presidente.
Si es preciso para que se lo aprenda, cópielo mil veces…
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