sábado, 16 de junio de 2018

PREVIAS A LA NORMA ESCRITA, LA LEY, ESTÁN LA LEALTAD Y LA ÉTICA


   Los casos recientes de la dimisión del Máxin Huerta como ministro de cultura o de la destitución de Julen Lopetegui como seleccionador de “la Roja”, por su repercusión en la opinión pública, traen a colación el frecuente tema de discusión sobre “legitimidad” y “legalidad” de cualquier conducta humana en las relaciones de convivencia. Cierto es que cuanto mayor sea el números de los convivientes y mayor el espacio en el que conviven, mayor necesidad habrá de regular aquellas relaciones, poniendo por escrito el sentido de las mismas. Es lo que todos conocemos por Ley. Pero ésta, por muy objetivada y tipificada que sea su redacción, siempre será relativizada por visiones subjetivistas o interesadas a la hora de su puesta en práctica. De la calculada ambigüedad de su redacción o de los inevitables resquicios de que el lenguaje adolece,  se aprovechan los “leguleyos” de todo tipo y los “advenedizos” a la Democracia. Para ellos basta con cumplir “literalmente” la ley, aunque sea fraudentándola o manipulando a los tribunales encargados de su aplicación, para creerse más demócratas que nadie, y proclamar que el Estado que así funciona es el llamado constitucional y de derecho.

   Desde luego, la norma escrita es imprescindible. Mucho más, como señala Javier Pérez Royo (Normas no escritas eldiario.es 14-6-18) en una sociedad individualista, en la que las relaciones entre los ciudadanos forman cadenas “sinfín”. Disponer, dice el catedrático sevillano, de normas (escritas) acerca de lo que cabe esperar de cada una de las partes de la relación jurídica es la única manera de disponer de una referencia objetiva para dar respuesta a los mismos (conflictos que de manera regular se producen).
   Pero la norma escrita o Ley, en absoluto excluyen, ni puede excluir la norma no escrita, que también es Ley. La instauración de aquélla viene ocasionada por circunstancias externas de orden cuantitativo (aumento del número de ciudadanos y un proceso de creciente globalización territorial), mientras que la necesidad de la no escrita viene motivada desde el mismo interior de quien solamente puede instaurarlas (la una y la otra), si no quiere impedir que el instinto de supervivencia y cultura sea derrotado por el de destrucción animalesco. Y por eso, entiendo con Pérez Royo, que cuanto mayor es la presencia de la norma escrita, más indispensable resulta el respeto de las pocas, poquísimas normas no escritas, que son en cierta medida la atmósfera que hace posible la vida del universo de la norma escrita. Yo diría más; son lo mismo. La una no tiene sentido sin la otra. Lo que hace que un ciudadano normal, con conciencia ética y con sentido de la lealtad hacia su vecino y hacia el sistema de convivencia democrática, es la propia interiorización de la Ley ante el Tribunal de su Conciencia. Sin esa capacidad que todos los ciudadanos tenemos  de autoimponernos normas para organizar la propia convivencia, ésta tendría que ser impuesta por el interés de algunos, de los que seríamos meros súbditos, o bien la convivencia social, fundamentada sólo en nuestros instintos vitales y primarios, acabaría, en el mejor de los casos, regida por un sistema robotizado, del que cada uno de los ciudadanos seríamos parte inerme del gran mecanismo.
   El incumplimiento de la lealtad debida por parte de los dos ciudadanos “mediáticos” citados, ciertamente, no podrá ser considerado como un delito tipificado en los códigos legales pertinentes, ni castigado con las sanciones  previamente establecidas en ellos; pero que tales conductas desleales quedasen indemnes hubiera supuesto un mal ejemplo más de los muchísimos que han venido corroyendo nuestro sistema democrático. Y, aunque con cierto retraso, la dimisión del ministro de cultura, sin tener que obligar formalmente al Presidente a cesarle, en cierto sentido ha cumplido con una norma no escrita, si bien hubiera sido mejor que hubiera puesto en conocimiento del Presidente del incumplimiento en su día de la norma sí escrita que le ha obligado a dimitir.
   Para mí, sin embargo, el caso del seleccionador nacional, Julen Lopetegui, añade un matiz, que, aunque no jurídicamente, sí lo hace distinto del de el ministro. Lopetegui fue nombrado seleccionador mediante un contrato con fecha de comienzo y vencimiento, y, aunque en ese contrato hubiera una cláusula de rescisión, dudo de que ésta le liberara de, al menos, comunicar a la otra parte, la Federación Nacional de Futbol, las negociaciones que, soto voce, venía manteniendo con el Real Madrid, para entrenar al club blanco, una vez terminado el compromiso de la Competición Mundial. Hasta aquí todo más o menos normal en lo que respecta al cumplimiento o no de una norma, escrita o no. Lo que añade una significación nueva a esta conducta es la presencia es un tercero  en discordia que es, ni más ni menos, que el Real Madrid con su presidente, Florentino Pérez. Me pregunto qué hubiera ocurrido en este País si un desplante de tal calibre a la Selección Nacional hubiera procedido del Futbol Club Blau Grana o de su presidente Bartomeu. ¡Hasta el magistrado Llarena hubiera intervenido! Ya sabíamos quién manda en este país y desde qué tribuna se dirige la política. Ahora este gesto lo ratifica. Desengáñense los auténticos patriotas que tienen a la Selección como un símbolo de su patriotismo. Para los “patrioteros” que esconden su nacionalismo tras los silbidos a Piqué, pero se quejan de las “pitadas” al Borbón y a la marcha de Granaderos; para los que, valiéndose del fanatismo deportivo por un equipo o por unos colores, dirigen esos sentimientos contra una parte de la ciudadanía al son del a por ellos, oe, la negociación del presidente del Madrid con el entrenador de la Selección ha dejado claro que los intereses que prevalecen sobre un falso honor de contribuir a la “alineación” de la Roja, son los puramente económicos…
   Ante la rapidez con que se han sucedido los acontecimientos políticos en los últimos días, el inmenso ego de Florentino, no se había quedado satisfecho con el reciente triunfo en la Champion, y tenía necesidad del soltar el boom de la noticia casi al mismo tiempo en que daba comienzo el Campeonato Mundial. Pero, para que ese notición fuera un escándalo controlado, el dueño de varias empresas constructoras importantes, además del Madrid, también ha hecho alarde de su poderío en el mundo de los medios de comunicación y en los “chiringuitos” deportivos. La Sexta, la TV del fino manipulador García Ferreras, aparte de culpabilizar en su programa Al Rojo Vivo al Presidente de la Federación del cese de Lopetegui, como era su deber, en la misma tarde en que daba comienzo el Mundial, el programa vespertino MVT retransmitía la toma de posesión del nuevo entrenador del Madrid, incluido el discurso de su presidente. Dicho programa fue un alarde de pluralidad informativa, cargando contra el Presidente federativo, pero omitiendo todos los argumentos justificativos de su difícil decisión. ¡Ya podía haber esperado el regreso de Rusia de los jugadores madridistas, incluido su capitán Sergio Ramos, teóricamente afectados por el sorprendente cese del entrenador.
   No, Florentino Pérez, ciertamente no ha podido ser juzgado ni castigado por no haber cumplido con una norma escrita. Pero, gracias a su influencia en “los medios”, a la cantidad de periodistas peloteros y a los políticos invitados que pasan por la tribuna del Bernabeu, tampoco va a ser suficientemente “castigado”, no ya sólo por sus fanáticos partidarios, sino por el resto de los españoles, que, además de haberse sentido ofendidos como aficionados al deporte, no han sido respetados en su calidad de tales, incluidos los catalanes.
  A los dos personajes que han debido dejar sus cargos por no haber cumplido una norma no exigible judicialmente, habría que sumar un tercero, por su trascendencia mediática, Florentino Pérez, al que alguien más influyente que él, si es que lo hay, debería recordarle que, como dice Pérez Royo, es imprescindible cumplir las normas no escritas, a través de la cuales se reconoce en una sociedad la honorabilidad de una conducta. No solamente se han faltado el respeto a sí mismos, sino que nos han faltado el respeto a todos.  
   Ahora sólo faltaría que los millones de euros que debiera pagar el club madrileño por la rescisión anticipada del contrato del entrenador nacional, los tuviera que pagar la Real Federación de Futbol por una demanda de éste por su cese anticipado. No sería nada de extraño dado lo ventajosos que a Florentino le salen los negocios que, como el Castor, hace con el Estado.



   Manuel Vega Marín. Madrid, 16, Junio, 2018  www.solicitoopinar.blogspot.com.es

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