sábado, 19 de mayo de 2018

.EL ESTERTOR PARTURIENTO DEL MONTE DIO A LUZ UN RATÓN EN CATALUNYA


   Para apaciguar, que no resolver, el tema de vascos y catalanes –entonces ni siquiera se denominaba problema de integración de las Nacionalidades históricas-, Franco y Carrero Blanco disponían de su propio artículo 155: el Estado de excepción. Durante la dictadura los súbditos españoles tuvimos que aceptar como algo normal la suspensión de determinados derechos, como si fueran pocos los suspendidos habitualmente, cada vez que los ciudadanos de aquellos territorios amagaban con movilizarse por la consecución de sus derechos.

   El advenimiento de la Democracia se comportó al respecto de manera más fina, por no decir “sibilina”; pero, en el fondo, todo seguiría igual. La Constitución de 1978, con el hallazgo del vocablo “nacionalidades”, pareció descubrir el “bálsamo de Fierabrás”, y, junto con el apenas hilvanado Título VIII y el encargo a la Fuerzas Armadas de defender su integridad  (de España) territorial y el ordenamiento constitucional  (artº 8 CE), intentó solventar el problema. Nada más lejos de la realidad según estamos viendo y viviendo. Pero no lo tendrían tan claro los redactores de la Carta Magna, cuando fijaron el artº 155, por si alguna “Comunidad Autónoma” se “salía de madre”. Su ambigua redacción y su falta de posterior regulación les ha venido de maravillas a los “poderes fácticos” que, de alguna manera, “otorgaron” a la ciudadanía la vigente Constitución de la que no todos se sienten satisfechos por igual.
   El concepto de “nación” o “nacionalidad”, en unos territorios más que en otros”, tiene un componente “esencialista”, étnico-cultural, y otro más objetivo y racional, que es el elemento político. Y es en este segundo componente político donde hay que buscar la solución; claro está que no de manera automática. ¡Hay que tener voluntad para ello! Durante la larga y dulce “transición bipartidista” el sentimiento étnico se ha tenido “aletargado”, mientras la voluntad política se limitaba a buscar en los hoy mal vistos partidos nacionalistas los apoyos parlamentarios necesarios para obtener el poder o para conservarlo, sin tener muy en cuenta las ideologías. ¡Hasta Aznar hablaba catalán en la intimidad!.
   Pero la feliz adolescencia suele ser efímera, y el calor del estío despierta del letargo. En el caso de Cataluña, ni siquiera la mixtura de los venidos de otras regiones cambió el sentir catalán. Más bien los charnegos lo asimilaron, haciendo bueno el dicho mi Patria es donde vivo y trabajo.
   Frente a ese sentimiento nacionalista periférico, se suele oponer y fomentar sobre todo por “las derechas”, sin querer reconocerlo, un sentimiento “castellanista” o centrista. Este sentimiento es más burdo y pasional, fácilmente estimulable al  grito de a por ellos, oe,,, a por ellos, oe, oe,,,,oe… Hasta ahora el rédito electoral les ha sido positivo. Mientras esos sentimientos nacionales se sigan interesadamente enfrentando, en vez de integrarlos voluntaria y pacíficamente en la realidad plurinacional de España, y muchos, para quedar bien la acepten “de boquillas” y hablen de federalismo o confederalismo, el conflicto persistirá.
   Mientras se siga enconando la confrontación de esos dos grandes bloques, nacionalistas-independentistas y nacionalistas-antiindependentista, el “choque de trenes” seguirá latente y amenazante. E igualmente que el 155 franquista no acabó con ese riesgo, el 155 de CE tampoco acabará con el conflicto. Mientras el Gobierno de España no esté ocupado por partidos progresistas sin miedo a una República, y el Govern catalán, perdiendo el miedo a un referéndum pactado y vinculante, no se sienten a negociar, sin prisas, pero sin pausas, no se saldrá del círculo que, desde las legislaturas de 2012-15 y 2015-17, han convertido en uno los referéndums por “el derecho a decidir” de 9-N-2014 y 1-O2017. El que entre los debates del viernes 11 y lunes 14 de Mayo  en el Parlament hayan finalizado con la elección de un President, según pudimos ver y oír, no augura estabilidad ni el levantamiento de la intervención del Gobierno. La actitud manipuladora de los medios que retrasmitieron dichos eventos, especialmente La Sexta, que, aun programando exprofeso ARV de G. Ferreras, no dejó de cortar para meter intervenciones de Rajoy en Jerez o en Segovia, indica las intenciones de los poderes a los que tales medios representan. Por otra parte, sean las razones que sean, con las que muchos han querido justificar la aplicación del 155, por lo que se ve y se oye, ya ni la razón de convocar elecciones “legales” tiene validez. Antes de que el Govern tome posesión y antes de que se levante “oficialmente” el 155, se da el primer enfrentamiento entre Gobierno y Generalitat, porque el nuevo President, Quim Torra, ha preferido intimidad, y en la fórmula empleada, no ha hecho sino seguir lo inaugurado por Puigdemont, al prescindir, legalmente,  de la fórmula de acatamiento al Estatut y la Constitución, sustituyéndola por la de cumplir lealmente las obligaciones del cargo de President de la Generalitat con fidelidad a la voluntad del  pueblo de Cataluña representado por el  Parlament. A este respecto, ya Pedrito Sánchez, en su afán de dejarlo todo atado y bien atado, ha propuesto “acatar la Constitución” en la toma de posesión de altos cargos. Después de la elección del Parlament, lo que se ha puesto de manifiesto es un refuerzo del antiguo bipartidismo. Le ha faltado tiempo a Pedro Sánchez, a pesar de todo el que dispone, para retratarse con Rajoy en la Moncloa, mientras por boca de su secretario de comunicación, sr. Abalos, el Psoe mostraba su posición sin complejos en seguir actuando, en lo que se refiere al 155, desde la firmeza política.  Alarma debieran producir en los auténticos socialistas las palabras del secretario de organización y número tres de Sánchez: Lo que tenemos es una posición sin complejos en este sentido. La primera vez que pones en marcha el 155 lleva acompañadas muchas prevenciones, porque no se había utilizado nunca esa experiencia. Ahora si hemos pasado por esa experiencia. Cuesta más la primera vez que la segunda… Volver a colaborar o a apoyar, o ratificar la propuesta constitucional no nos constituye ningún esfuerzo. Su llamada a la serenidad, frente al ataque de histeria que denota en Albert Rivera después de cotejar las encuestas, denota hipócritamente el esfuerzo común con el PP, para hacer volver a la “chistera” al “monstruito” Ciudadanos, dejado escapar por el exceso de confianza en la transición bipartidista. De esa táctica de “achicar el terreno de juego” para compensar la superioridad del equipo contrincante, participa también la propuesta de Pedro Sánchez de aminorar el requisito de violencia en el delito de rebelión… Algo así como protestar por la “ley Mordaza” y la turbulencia producida por sus primeros efectos prácticos. Para, luego, ir acostumbrándose a convivir con ella… Y así, hasta la Paz de los cementerios…
   Lo que sí ha evidenciado la aplicación del 155, y así de claro lo deja el profesor Javier Pérez Royo en sus artículos, Debate de investidura o el fracaso del 155, 155 por tiempo indefinido, ambos publicados en eldiario.es los días 12 y 16 de Mayo respectivamente, su desastroso efecto, judicializando un conflicto eminentemente político. Antes del 155 CE, dice el profesor, eran los gobiernos catalán y el español y las Cortes Generales y el Parlament los protagonistas del enfrentamiento, y, en consecuencia, había una posibilidad de que se pudiera negociar alguna salida. Antes del 155 CE no había dirigentes nacionalistas en el exilio o en prisión, ni había procesados por el delito de rebelión. Ahora hay un buen número y, probablemente, habrá muchos más en los próximos meses. Como consecuencia de ello, la división en el interior de Catalunya, por un lado, y la separación entre Catalunya y el Estado se ha hecho mayor. Con ese desplazamiento de problema de las instituciones políticas a la judiciales, la política, sigue diciendo el constitucionalista, ha perdido el control de la situación. Y cuando no hay solución política, es la fuerza la que decide.
   El proceso de investidura de Torra después del resultado electoral de 21-D parece haber llevado el asunto a la “normalidad”. Pero esta normalidad sólo es aparente, porque todo ese proceso, en lugar de ser protagonizado por el President del Parlament y el pleno de éste, lo ha estado dirigiendo, el Ejecutivo central a través del juez Llarena. Lo que ha supuesto la investidura de Quim Torra, según lo entiende Joan Coscubiela (Continúa la ficción. Del procesismo al legitimismo, eldiario.es de 15-5-18) es más de lo mismo, aunque esta vez con visos de legalidad. Torra –dice- ha aceptado ser un presidente provisional –para la ´gestión interior¨- sólo por el tiempo necesario para volver a elegir a Puigdemont, el único presidente “legítimo”. Y, pasando por realzar la ideología “supremacista” que Torra representa, Coscubiela considera que la elección de Joaquín Torra como presidente es una salida en falso, que, lejos de resolver el conflicto, lo agrava porque comporta reiterar en todo lo que nos ha llevado a este empantanamiento…
   No es suficiente para reconstruir la legitimación democrática con un “lavadito de cara”. El catedrático Pérez Royo hace tiempo dijo que con la “intervención” de la Generalitat catalana se entró en un estado de excepción que afectó a la Constitución Territorial; y, si ello supone una ruptura con la “normalidad” aceptada en aquel “pacto territorial”, es muy difícil reparar lo que se ha roto. Cuando se produce la ruptura, dice el profesor sevillano, lo hace en la forma de un terremoto de magnitud considerable, tras el cual ya no hay “normalidad” a la que volver. El edificio constitucional no puede ser reparado. Necesita ser construido de nueva planta. Los antiindependentistas, y otros que no lo son tanto, se quejan de la elección de Quim Torra, pero ignoran que la culpa de la misma la tiene el juez Pablo Llarena, interrumpiendo la investidura de Jordi Turrull, de manera inconstitucional, haciéndole volver a prisión, antes de la segunda votación, que lo hubiera elegido por mayoría simple.
   Al no haber optado por la política, en donde podría haberse encontrado una solución, el Gobierno central, con el apoyo del autollamado bloque constitucionalista, ha mantenido, e incluso ha fortalecido, el centralismo borbónico que ha provocado la reacción pertinente en el otro bloque. Para colmo, el Psoe, olvidando su “republicanismo” y su “federalismo”, ha perdido el norte con la propuesta de su Secretario general de hacer obligatorio por ley acatar la Constitución y respetar al jefe del Estado y la monarquía. O no han aprendido nada, o su pugna electoralista con C¨s, van a dejar a Rajoy como “moderado”. Con lo que se ha producido, según el juez Baltasar Garzón, un delirante juego de espejos, en cuyos efectos distorsionantes ha tenido especial incidencia el protagonismo concedido al poder judicial. Con Catalunya –dice Garzón- el Gobierno central ha emprendido un delirante juego de espejos, en el que el papel de lo político y lo judicial va cambiando, adoptando formas más o menos distorsionadas, incluso grotescas, según el momento y el interés de cada cual. Por su parte, el sector independentista también ha situado sus piezas sobre el tablero y se ha movido en la parte del circuito que le ha interesado sin aceptar ni las reglas ni la responsabilidad de quien está al frente de la totalidad de un pueblo, le haya votado o no…. Claro que todo ese juego especular, posiblemente, no se hubiera dado o no se hubiera producido con tanta intensidad –y en esto coincido con Garzón- si no hubiera entrado en escena el actor “mediático”, algunos de cuyos portavoces, más que informar de lo que estaba ocurriendo, una vez puestos en escena, se han dedicado a interpretar la realidad en función del interés de sus productores. Es interesante leer el artículo del juez Garzón, Catalunya: el juego de los espejos (eldiario.es, 15-5-18), para tener una visión jurídico-procesal del “conflicto”.
   Volviendo a la investidura, en el debate de la segunda votación, Torra es investido, haciendo un discurso centrado en un programa de gobierno basado en tres ejes: cohesión social, prosperidad económica y un proceso constituyente para conseguir una república para todos. Los dos primeros más bien son conservadores y abstractos, o, en términos de la CUP, “autonomistas”. Por eso no votaron positivamente. El tercer pilar es más complicado. Si lo afirmado por Torra es pura verborrea para obtener la abstención de la CUP, lo consiguió. Pero si pretende ponerlo en práctica, se encontrará en una encrucijada de muy difícil solución. Si no cumple, la CUP le sacará la “tarjera roja” que el mismo Torra le ofreció. Y, por otra parte, el sólo intento de cumplir con su programa de Govern, será de nuevo obstaculizado, esta vez con más fuerza, pues el “aparato” del Estado aún no ha bajado la guardia.
   Quiero entender que cuando Pérez Royo afirma que la designación de Quim Torra como candidato a la Presidencia (por Puigdemont), supone la puesta en práctica de la estrategia más radical de todas las imaginables en este momento, el catedrático sevillano se está refiriendo a la necesidad de plantearse un nuevo proceso constituyente, por agotamiento del que dio lugar a la Constitución de 1978, pero no limitado al que Torra propone para Catalunya. Esta interpretación me la permite la afirmación siguiente, de que hay problemas que únicamente se pueden resolver mediante la expresión de manera directa del principio de legitimación democrática. Que pretender solucionar el problema con el artículo 155 en manos del juez Llarena, no sólo no arregla nada, sino que, además, supone la certificación de la quiebra de la Constitución Territorial de 1978. Tenemos 155 de la Constitución por tiempo indefinido. Así concluye el profesor su segundo artículo de los citados. Y nosotros, al grito más ramplón y cansino de ¡vuelta a empezar!...



   Manuel Vega Marín. Madrid, 19, Mayo, 2018  www.solicitoopinar.blogspot.com.es


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