miércoles, 25 de abril de 2018

EL RÉGIMEN DE 1978 ESTÁ AGOTADO



   Los que vivimos aquellos años, incluso militando contra el franquismo y sus herederos, sabemos cómo se gestionó el “proceso constituyente” y la tenida por “ejemplar” Transición. La larga dictadura franquista se basó en tres pilares: el establishment empresarial y financiero, la Iglesia católica jerárquica y el Ejército. Y todo ese entramado de poder está presente en la Constitución de 1978, articulado en torno a la “indisoluble unidad de la Nación española” (Art. 2 CE), la Monarquía (Art. 56 CE), el artº 8 otorgando al Ejército la misión de “defender la unidad territorial, el artº 16 nombrando a la Iglesia Católica por encima de otras religiones, el modificado artº 135, garantizando  al capital el cobro de su trozo de tarta, y, últimamente ha cogido un rango inesperado el artº 155 en su abuso para suspender la Generalitat.

   Estos son los artículos constitucionales que hay detrás de la permanente invocación de los partidos autonominados constitucionalistas, PP. Psoe y C´s, y todo el  “aparataje mediático” y judicial, a cumplir la Constitución y la ley. El resto de artículos ellos mismos los incumplen, como por ejemplo, el artº 23 (derecho a la participación política) en el caso de los políticos electos al Parlament catalán, sin que les importe mucho lo fundamentales que sean. Gracias a la pertinaz recurrencia a los artículos citados, y a una Ley Electoral que convierte en mayoritario el sistema proporcional del artº 68, que ha beneficiado un modelo “bipartidista” (PP, PSOE) centralizado, discriminando a otras minorías periféricas o “nacionalistas”, es como ha tenido continuidad el modelo autoritario franquista.
   La “rebelión democrática” que supuso el 15-M propició el nacimiento de nuevas fuerzas políticas en pro de un cambio social. PODEMOS pudo aglutinar en un partido político a parte de los “rebeldes”; en Cataluña se aprovechó esa movilización por los defensores del derecho a decidir, para llevar a cabo el afán independentista de una gran parte de catalanes..  Lógicamente los estamentos que se han beneficiado del bipartidismo se resisten a que éste caiga. Y así, avalado por la patronal empresarial y financiera, se “inventa” Ciudadanos, que no surge para romper con el bipartidismo, sino para acabar con la opción soberanista en Cataluña e impedir un cambio más social y progresista en el resto del Estado, aunque para ello tengan que sustituir al Partido Popular. El papel de C´s como centinela del bipartidismo lo vemos en el apoyo que está dando al PP en el Congreso, al Psoe de Susana en Andalucía, y en Madrid estos días, proponiendo una Comisión de investigación en el asunto del master de Cifuentes, en vez de apoyar la moción de censura del Psoe y Podemos.
   El denominado conflicto catalán, independientemente de su importancia en sí mismo, es el síntoma, detrás del cual se esconden los aparatos del Estado, desde los partidos “constitucionalistas”, PP, Psoe y C´s, las élites del Ibex-35 , hasta las grandes empresas de la comunicación, todos en comandita en defensa de una mítica “unidad de España”, con la que se quiere confundir la unidad política y territorial del Estado con la unidad de todos los españoles en torno a un “pensamiento único”. Y, para conseguir este objetivo, no dudan en poner a su servicio a toda la maquinaria judicial, pronta a convertir el derecho de autodeterminación en un delito. También la dictadura franquista se quiso revestir de legalidad delegando en el Tribunal de Orden Público (TOP), hoy Audiencia Nacional, y buscando la solución de problemas políticos en el Código Penal. Así la Democracia se convierte en una especie de república “bananera”, gobernada por jueces, que, bajo el manto de la independencia del poder judicial, se prestan a distorsionar le neutralidad de la ley, con interpretaciones arbitrarias y prevaricadoras, al servicio de un modelo de democracia preconcebido. Es lo que creo que está ocurriendo en el asunto catalán  A este respecto, tenemos que destacar algunos datos de la “derecha” en su camino hacia la “politización del Poder Judicial: La impugnación del Tribunal Constitucional  en 2010, a instancia del PP del Estatuto Catalán aprobado con todos los requisitos en 2006. El abuso de Rajoy y de su mayoría absoluta en la reforma de la ley, para otorgar al TC competencias sancionadoras, con el objetivo real de dinamitar el proceso soberanista  catalán. La formación del Consejo General del Poder Judicial, cuyos miembros se lo reparten los dos partidos mayoritarios, sin reservar una cuota a los propios jueces. Hay que anotar el control que ejerce el CGPJ en el nombramiento de las altas magistraturas.
   Rajoy, como dice el profesor Javier Segura, prefiere quitarse el muerto de encima, delegando su responsabilidad política en los jueces, para que sean éstos los que se saquen de la chistera delitos como el de sedición y rebelión, entre otros, que permitan tratar a los encausados como presos comunes o como “políticos presos”, con objeto de legitimar la escalada represiva, pensada para conseguir la capitulación del soberanismo catalán y eliminar los puentes de diálogo. Con esta “delegación”  la “democracia del Partido Popular quiere soslayar el coste que ante los organismos internacionales supondría tener en las cárceles presos políticos. (“De la dictadura franquista a la dictadura de los jueces”, publico.es de 3-4-18)
   Por otra parte, los jueces, a cuya función, generalmente acceden, por concurso-oposición, como cualquier otro funcionario, pierden ese hálito de infabilidad e imparcialidad en sus juicios, cuando utilizan la Ley y el Derecho, no para perseguir a delincuentes comunes, sino para perseguir a adversarios políticos. Igualmente los cuerpos de seguridad del Estado pierden la confianza de los ciudadanos, cuando facilitan a los jueces informes manipulados o preparados ad hoc.
   Basta leer los autos del magistrado Llarena y, sobre todo, los recursos contra ellos de los abogados de las defensas, para darse cuenta del enorme atropello a la democracia y a los derechos humanos, políticos y sociales, que se está cometiendo contras los líderes políticos en prisión preventiva por imputación de delitos, rebelión y sedición, de muy dudosa realidad. Los Tribunales Internacionales podrán las cosas en su sitio, dejando a jueces y fiscales españoles en el más absoluto de los servilismos.
   Realmente, no es que el “régimen” que se inició con la Constitución del 78 estuviese pletórico de democracia, y ésta haya venido agotándose hasta llegar a la situación actual. Como hemos dicho al comienzo, la misma elaboración de la Carta Magna, aunque más disimuladamente, ya estuvo condicionada por los llamados “poderes fácticos”, que son los mismos que hoy, de manera más descarada, vigilan cualquier intento de “desvío”. Eran tantas las ganas de dejar atrás la dictadura, que, frente a élla, cualquier derecho que se conquistara parecía “revolucionario”. Y así, mientras la economía crecía y los países europeos se fueron recuperando de los desastres de la Segunda Guerra, ayudados por el Plan Marshall, que fue  como una New Deal, muchos ciudadanos de a pie creyeron que todos los derechos y bienes fueron frutos de los efectos de la Revolución Soviética, cuando, en realidad no fueron más que “migajas” otorgadas con el fin de conformar y desarmar los deseos de la clase obrera. Cuando el capital y sus poseedores recuperaron su standing, volvieron a sus andadas, inventándose una crisis que les permitiera recuperar con creces aquellas migajas, buscando “nichos de ganancias” con los recortes y la privatización en los sectores de servicio público: sanidad, educación, etc…
    En España ese final de trayecto se está manifestando en el llamado Procés catalá. No es que este tema sea nuevo en la historia de la política española. Precisamente, solucionar el encaje de las “nacionalidades históricas” en el Estado es la cuestión que más salpullidos genera en la derecha borbónica o en la izquierda jacobina. Al nacionalismo catalán de CiU se acercó Aznar hablando catalán en la intimidad con Pujol cuando necesitó sus votos, y con la misma intención se acercaron los socialistas al catalanismo cuando gobernaron. Pero, aparte del problema en sí y de la incapacidad de que da muestra el PP para solucionarlo, lo nefasto es el uso que el Gobierno de Rajoy está haciendo de él para tapar sus vergüenzas y aminorar la pérdida de votos que su corrupción le está causando. Es esta abusiva actitud, aunque a sus militantes y votantes la función de “tapadera” les importe menos, la que debiera preocupar a todos los españoles, incluidos los votantes del PP.
   La actitud “justiciera” y policial adoptada por el Gobierno para resolver un problema político, no sólo está mostrando su total ineficacia, sino descubriendo la incultura política de gran número de ciudadanos, el cutrerío de muchos dirigentes políticos y lo que es peor: la debilidad de las de las instituciones democráticas. La intromisión del Ejecutivo y, vía fiscal, la del Judicial sobre el Legislativo, supone el derrumbe de los “tres poderes” sobre los que se sustenta nuestro sistema democrático liberal. El principio de no intromisión, según dicta la Constitución y explicita el constitucionalista Pérez Royo. Exige que, desde ninguno de los otros dos poderes constitucionales, ejecutivo y judicial, se adopte medida alguna que interfiera con el proceso de investidura tal como ha previsto su desarrollo el President (J. Torrent). Lógicamente, quienes cometen tal despropósito no lo hacen burdamente, y pretenden eludirlo con formalismos legales, que, como no hay democracia sin cumplimiento de la Ley… que cualquier opción política es defendible dentro de la Constitución,… resultan hueras y manidas.
  Interesadamente se está aludiendo a la Ley y a la Constitución, cuando, al mismo tiempo, los Tribunales están incumpliendo tanto el Artº 23 CE, que dictamina el derecho fundamental de participación política (sufragio activo y pasivo), así como la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG, de Julio de 1985, reguladora de tales derechos. Para la suspensión del ejercicio de tales derechos, se requiere, requisito hasta ahora inexistente, sentencia firme. Sin sentencia judicial firme el derecho de sufragio, tanto en su vertiente activa, como pasiva, dice el mismo constitucionalista, que son inescindibles, es un derecho intocable, que prevalece frente a cualquier otro, porque es el fundamento en el que descansa la democracia como forma política y en el que se apoya la arquitectura del Estado Constitucional. Para confirmar lo que venimos exponiendo, basta con leer loa autos del magistrado Llarena. Pero para no hacer interminable este trabajo, remito al lector a los que tengo “colgados” en este mismo blog sobre el tema. Igualmente remito a los artículos publicados por Javier Pérez Royo en eldiario.es, entre otros Prevaricación contra la democracia (28-2-18), Investidura y división de poderes (7-3-18) y Por qué prevaricación (13-3-18). Y termino; que aunque tengo mucho más escrito, esperaré qué hace la justicia extranjera.
Manuel Vega Marín. Madrid, 24, Abril, 2018   www.solicitoopinar.blogspot.com.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario