Una vez que el Congreso, representante de la soberanía nacional, ha
rechazado ese “pacto” y que ningún otro grupo haya querido adherirse al mismo,
y a pesar de que 161 escaños suman más que 130, por mucho que Pedro Sánchez y
los suyos quieran ignorar la aritmética, no tiene sentido que el Psoe siga con
esa estrategia. Pero lo peor no es que haya fracasado en su investidura, sino
que ese fracaso estaba anunciado. Lo cual hace sospechar, si no, confirmar que
detrás de ese “pacto” hay intereses ocultos a los que no les abochorna
convertir el Parlamento en una sala de espectáculos. Y la tenaz persistencia
del Psoe de poner como materia de nuevas negociaciones, no sólo el contenido
del acuerdo, sino la presencia en las mismas de los negociadores de C´s, indica
la debilidad del Psoe y la poca confianza que sus “socios” tienen en él. Es
como “ir de ligue” y llevarse a la
mujer, o dejar salir a tu hija con su novio, pero acompañados por la criada,
como hacían antiguamente las mamás…
Pero, además, fracasan a la hora de “seducir” a otros partidos,
mintiendo cuando dicen que están dispuestos a hablar con todos y ponen por
delante como “línea roja” el falso pretexto de la cuestión catalana. El Psoe
olvida los Gobiernos “tripartitos”, con ERC, de Pascual Maragall y Montilla,
tan criticado entonces por la derecha española (PP) y la catalana (CiU), que,
según Vicenc Navarros (diario Público, 8-3-16) fueron los que realizaron un mayor número de intervenciones para mejorar la
vida de la población en Cataluña.
Al grito de “los que quieren
romper España”, quieren introducir el “trágala” que la derechona más
casposa y “patriotera” utilizaba para ocultar los verdaderos intereses de
clase. Con ese eslogan Psoe y C´s pretenden sustituir el concepto “España,
nación de naciones” muy presente en el debate constituyente de 1978. Me remito
a las declaraciones de Peces-Barba, Miguel Roca o Herrero de Miñon, citadas por
Xavier Domenech en su artículo de El País, 2-3. Más aún, con la
autodenominación de “partidos constitucionalistas” están ocultando su concepto
de partidos centralistas-jacobino-borbónico. No sé de dónde se sacan que el
resto de partidos, porque tengan otra visión de España, no sean
constitucionalistas. Es más, con esa actitud han puesto en la tesitura
independentista a CiU que antes no lo era, o a los que ya lo eran (ERC),
aceptaron la Constitución y en todo el proceso democrático que se abrió a
partir de aquélla, han colaborado en la tarea de construir Parlamentos y
Gobiernos estables, tanto de derechas, como de izquierda. ¿Tanto les cuesta a
estos listillos repasar un poco la historia, si quieren seguir viviendo
honestamente de la Política?
Alguna intención, “pretendidamente oculta”, muy importante debe haber para
que este tema vuelva a surgir hoy como el principal obstáculo en el
diálogo-pacto de los diferentes grupos políticos en pro de la formación de
Gobierno. Como dije en un artículo anterior, lo que realmente rompe España es
la polarización que las políticas austericidas, impuestas por el ultra
liberalismo, aceptadas por el Psoe tanto en España, como en Europa. Basta leer
los últimos informes de Cáritas sobre la distribución de la riqueza, y el
porcentaje tan elevado de pobres y a punto de caer en la marginación social. El
premio Nobel de economía Stiglitz, entre otros, dice en su libro El Precio de la desigualdad, que el 1%
de la población tiene lo que el 99% necesita. Esta es la realidad que quieren
ocultar los que se benefician de la misma cada vez que otean en el horizonte un
posible Gobierno de izquierda y de verdadero cambio…
Como bien dice Albert Rossich (El País 4-3-16), en el panorama que nos
ha dejado las últimas elecciones sólo una
cosa ha cambiado de un modo determinante, y es el peso específico que ha
alcanzado el soberanismo catalán. De haber sido anteriormente piezas claves
para formar Gobiernos, aún hoy siendo casi imprescindibles a tal efecto, por
mor de su soberanismo, esos grupos nacionalistas han devenidos en “apestados”,
y, como a tales se les ha aislados en una especie de “leprosería” o “círculos
rojos” por los autollamados “constitucionalistas”, haciendo que la formación de
un nuevo Ejecutivo se torne en misión casi imposible. En esto, se mire como se
mire, PODEMOS, más atento al sentir de los catalanes, con su aceptación del
“derecho a decidir”, sin ser nacionalistas ni independentistas, ha planteado su
propuesta de referéndum como un elemento clave, para intentar solucionar el
resurgente problema del encaje de Cataluña en el Estado español. ¡Y no
precisamente para romper España!...
En esta cuestión tanto el Psoe, como su novísimo socio, C´s, se están
mostrando tan inmovilistas como el Partido Popular, con la falacia del dogma de
la legalidad. Es ese inmovilismo y el miedo a que los ciudadanos afectados
decidan democráticamente, el que ha causado un incremento de independentistas,
convirtiendo, incluso, en soberanistas a los ciudadanos catalanes que no lo
eran, como a CiU. Son los viejos prejuicios, muy arraigados en el otro nacionalismo
centralista-castellano, los que están impidiendo la solución al problema de la
organización territorial del Estado. Ya el problema volvió a plantearse en la
elaboración de la Constitución vigente, y la derecha proveniente del franquismo
sólo “tragó” a regañadientes, haciéndose notar su resistencia en el
“deshilachado” cañamazo de los tres capítulos que integran el Título VIII de la
Carta Magna.
Plantear el tema de la soberanía del Estado desde una visión
decimonónica del mismo, comporta un error en la interpretación de la Historia,
que, a su vez, lleva a un planteamiento circular, antitético y contradictorio
de los conceptos de “soberanía popular” y “soberanía estatal”. Plantear la
cuestión en los términos de qué es antes la Ley o la Democracia, dando
precedencia o preferencia a uno de los dos, demuestra una actitud dogmática y
no dialéctica. Es como preguntarse por quién fue antes: si “el huevo o la
gallina”. Es la realidad histórico-política –la praxis diría un marxista- la
que indicará la opción más conveniente y sensata en cada momento de la vida.
Hay que recordarles a ciertos jóvenes políticos que el paso de la
dictadura a un comienzo de la Democracia se hizo desde la “legalidad” (no
dejaban otra salida), de la Ley a la Ley,
decía Fernández Miranda, presidente de las Cortes y mentor de Adolfo
Suárez. Pero sin las fuerzas que, desde la clandestinidad y de manera casi
revolucionaria, lucharon contra la dogmática inmovilista de los “Principios del
Movimiento”, jamás se hubiera dado esa opción, aunque impuesta por los “poderes
fácticos”, en detrimento de los que optábamos por otra salida más democrática y
“popular”. Por tanto, mantenerse anclado en la tesitura de que la “legalidad
vigente” no permite un referéndum consultivo, o defender que el “derecho a
decidir” corresponde primeramente a la totalidad del Estado y no a los
habitantes de un determinado territorio, con lengua e idiosincrasia propias,
es, a parte de una ignorancia de la historia, optar por una engañosa salida
jurídico-dogmática, en vez de preferir una salida política negociada entre las
partes, que sería, además, mucho más duradera…
No soy, ni mucho menos, un experto constitucionalista, pero mi opinión
de que la Constitución no impide una consulta de parte sobre el hecho de una
sección, cosa que sí prohíbe aquélla, viene avalada por algunos expertos
consultados, y, sobre todo, por la propia historia reciente de Cataluña, a la
que se sometió por mandato legal a refrendar su Estatuto. Muchas más dudas
ocasionó la sentencia de un Tribunal Constitucional politizado y no totalmente
independiente… La enseñanza del Tribunal Supremo canadiense, en su sentencia de
1998 sobre la separación unilateral de Quebec puede servir de guía. Entiendo
que la consulta sobre qué desean los catalanes sobre su ensamblaje en el Estado
español debería ser previa, incluso, a una reforma constitucional; y, si el
resultado de la misma fuera una voluntad clara y mayoritaria en pro de la
independencia, sería el momento de someter tal decisión a todo el pueblo
español. Así de claro y de sencillo lo veo. E igual de seguro estoy, de que si
el grupo político, Psoe, que quiere formar y presidir el próximo Gobierno,
recobrara sus raíces y desechara los intereses no tan ocultos de algunos de sus
capitostes, y se apartara de la senda que le viene marcando el grupo Prisa y
otros del Ibex-35, “mejor gallo le cantaría”… Pero…, lo diré, para terminar,
con las contundentes y sabias palabra del profesor Vicenc Navarro: El
argumento de defender la “unidad de España” es una gran manipulación para
movilizar a las clases populares… Decir que las izquierdas (Podemos, En comú
Podem, En Marea, Compromís e IU) están defendiendo la “desunión de España” es
de una mezquindad (o mejor dicho, mala leche) sin precedentes, sólo entendible
en una España que no rompió con el estado dictatorial anterior, reproduciendo,
en sus formas regresivas, la arrogancia de que son ellos los que “aman a
España” y los que defienden la Patria, típico eslogan de las derechas, que
consideran a los que tienen otra visión como anti-España… Esta constante
referencia a la “unidad de España” para defender el pacto neoliberal
PSOE-Ciudadanos refleja una enorme arrogancia por parte de los que quieren
presentarse como los defensores de España, arrogancia que ignora que sus
políticas, no sólo en el tema nacional, sino también en el tema económico,
están haciendo un enorme daño a las clases populares de las distintas naciones
existentes en este país al cual dicen que amán… (Público digital de 8
mar. 2016).
Manuel Vega Marín. Madrid, 9 de Marzo de 2016.
Solicitoopinar.blogspot.com.es
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