martes, 15 de septiembre de 2015

¿SACAREMOS ENSEÑANZAS POSITIVAS DE LA ACTUAL CRISIS ECONÓMICA?



   Del concepto “crisis”, cuya etimología procede del griego y del latín, la RAE nos ofrece no menos de siete acepciones, y en todas ellas alude a un momento de cambio, mutación, situación dificultosa y complicada, etc. Ello hace que nos tomemos la palabra con una cierta aversión. Sin embargo es como una ley que se impone en todo proceso, desde lo físico-biológico, social-histórico, económico-político y hasta psíquico-espiritual. De su aceptación y, sobre todo, del “manejo” inteligente que hagamos de ella dependerá el éxito de cada uno de esos procesos. Por haberla vivido todos los humanos, traeré el ejemplo de nuestra adolescencia, la llamada “crisis de la pubertad”. Todos hemos experimentado los problemas e incomodidades que, mientras la padecemos, nos produce. Pero lo cierto es que, si no se produjera ese “cambio”, nos hubiéramos estancado en la infancia. Precisamente, muchos de los problemas a los que se tiene que enfrentar la psiquiatría obedecen a no haber aceptado esa crisis, pero, sobre todo, no haberla “manejado” y superado con éxito.

   Pues bien, la crisis económica que padecemos guarda una cierta semejanza, en cuanto tiene de cambio, con la que atravesamos en la pubertad. Ésta la aceptamos como algo natural, ya que de ella depende nuestro desarrollo, tanto físico-biológico, como psíquico-espiritual, en contra de la cual nada o poco podemos hacer, salvo buscarnos buenos amigos y asesores que nos ayuden a superarla exitosamente. Sin embargo, esa “naturalidad” que subyace a ambas crisis en cuanto “proceso” evolutivo, no lo es tanto cuando la economía se constituye en una “disciplina” sistematizadora y estructuradora de todos los factores actuantes en el proceso económico. El proceso  económico se inicia en el momento que el hombre, solo, con otros o contra otros hombres, se enfrentó a la Naturaleza, para extraer de élla los elementos necesarios para la supervivencia, tanto individual, como colectiva. Tan antigua es, mirada así, la economía. Sin embargo su constitución como disciplina, que no ciencia, sistematizada y estructurada, no va más allá del s. XVIII, cuando sus primeros teorizadores, como A.SMITH y D.RICARDO, se enfrentaron a los problemas originados por la revolución industrial. Hasta entonces ciertos factores, como el Mercado, aunque de manera muy “rudimentaria”, ya existían. El gran error que cometen los economistas ultraliberales es confundir ambos momentos, el del proceso con el de sistematización, identificándolos en uno solo. Y nos quieren, no sólo hacer ver, sino imponer como algo “natural”, devenido el segundo del primero, siendo el sistema actual capitalista la meta final a la que se dirigía todos los procesos anteriores. Y, en este sentido, prolongan la semejanza entre la crisis de la pubertad, que siempre se dará, con la crisis económica del sistema que nos envuelve. Por tanto, los períodos críticos por los que atraviesa el sistema económico vigente y “único pensable” son algo esencial al mismo, pudiendo hacer poco para evitarlos; a lo más, intentar preverlos y aminorar sus efectos. Podremos estirar los intervalos de tiempo en que se producen estos “ciclos críticos”, pero producirse, se producirán. Convendrá conmigo el lector si no es esta una visión mecanicista de la economía, por más liberales que se consideren sus defensores.
   Como consecuencia de esa visión mecanicista y unilateral de la economía, no es de extrañar la acérrima defensa de determinados principios, que mantienen como dogmas de fe, detrás de los cuales bulle una “ideología” interesada. Algunos de esos principios vamos a exponer brevemente con su consiguiente crítica.
   Uno de esos principios tenidos como dogma es el de la libertad de mercado, en el que los más “ultras” tienen una fe ciega. El mercado es como una mano milagrosa que, automáticamente, arreglará todos los problemas o desajustes que sufra la economía. Naturalmente, no todos los pertenecientes a esta “iglesia” comulgaban con el mismo fervor. El propio A. SMITH, fundador de esta tendencia “clásica”, u otro “pontífice” de la “escuela austríaca”, Friedrich HAYER (1899-1992), premio Nobel en 1974, en sus momentos menos radicales, dejaron algún espacio en favor de la intervención del Estado; éste incluso llegó a criticar a sus correligionarios la aceptación, sin discutir, del principio base del capitalismo liberal cual es el leisser-faire. Será el profesor de Chicago, Milton FREIDMAN (1912-2006), también Nobel en 1976 y líder de los “chicago-bois”, quien extremase esta visión económica. Las tesis de Freidman de que el mercado es la única fuente de riqueza; que los beneficios de las empresas serían los generadores del crecimiento económico y de que el Estado, bajando los impuestos, dejaría más dinero y beneficio para invertir, se impusieron. Las doctrinas de Hayer y Freidman fueron llevadas a la práctica por personajes tan influyentes como Nixon, R.Reagan, M.Thatcher, G.W.Bush. Esa imposición contó con la fuerza en la dictadura de Pinochet en Chile y en otros países latinoamericanos y europeos, en los que se expandieron los bois, aprovechando la fortaleza de los respectivos gobiernos, para poner en práctica sus “peligrosos” experimentos.
   Ese mercado, dejado al albur de la regla aurea de la oferta y la demanda, se autorregularía solo, llegando por sí mismo a equilibrarse en el medio y largo plazo, con tal de dejar máxima libertad a los agentes que en él actúan. Algo así como en física se comportan los vasos comunicantes. Estos economistas, convencidos de que la Economía es una ciencia empírica, olvidaron, no obstante, que por eso mismo, es la práctica y el experimento, el método error/ensayo, quienes certifican la verdad de la Teoría. Los experimentos en los laboratorios de física y química están muy bien controlados y a lo más que perjudican son a los ratones… Pero experimentar las teorías económicas, que no tienen nada de científicas, con los seres humanos y los ciudadanos de un país, es otro cantar muy peligroso, como estamos viendo…
   Estos señores no tienen en cuenta qué sucede, siguiendo el ejemplo de los vasos comunicantes, en el tiempo en que un vaso contiene más líquido que el otro. Olvidan también que el mercado es un lugar de “trueque”, en donde en el intercambio de las mercancías puede estar “mediatizado” por muchos otros factores, como por ejemplo la información/desinformación, la necesidad de los oferentes de mercancías, la manipulación de los precios, etc., etc., sin olvidar factores de tipo psicológico.  En definitiva, olvidan que el mercado es como un “pastel”, que, por mucho que se haga crecer, el “listillo” que se lleva un  trozo más grande, siempre lo hará a costa del que se queda con uno más pequeño. Es como en matemáticas, la razón entre el perímetro y el diámetro de una circunferencia, que siempre será la misma constante, por más grande que la hagamos: “pi”=3,l4…
   En el fondo late un problema de desigualdad, al que los movimientos socialistas y socialdemócratas de los países avanzados habían comenzado a solucionar con el llamado “estado de bienestar”,  para conseguir el cual es imprescindible la intervención del Estado. Me pregunto qué interés tenía el sr. Freidman y sus secuaces en cargarse, hasta hacerla desaparecer, esta gran conquista social. Encontraron un pretexto en la inflación, que según su teoría cuantitativa monetaria, es la “madre del cordero” de muchos de los males del sistema. Aun viendo la aportación beneficiosa para la salida de la Gran Depresión sufrida por EE.UU y otros países, de las teorías keynesianas, puestas en práctica por el presidente Franklin Roosevelt, los liberales prefirieron fijarse más en los defectos de aquéllas que en los aciertos. Si el lector quiere seguir profundizando en esta discusión, reactualizada por la crisis presente, le aconsejo la lectura  del libro del periodista y escritor inglés, Nicholás WAPSHOTT, “Keynes vs Hayek” (Ed. Deusto, 2013).
   La tesis de la eficiencia del mercado y su autorregulación es engañosa, pues esconde el interés de muchos financieros y especuladores, cuyos beneficios se verían mermados, si ese mercado fuera heterorregulado o regulado por el Estado. Las restricciones de esa regulación externa  necesariamente restarían parte de sus beneficios. Así pues, detrás de la idea hipócrita de la autorregulación se esconde la contraria: la “desregulación”, por la que tanto presionan a los gobiernos las grandes corporaciones bancarias y financieras. Pero, en definitiva, esa tesis ha sido demostrada falsa por la experiencia y la historia de la economía. Por no alargar este trabajo, sólo un ejemplo: la formación de burbujas. Y, entre otras, una que nos afecta y de la que ha derivado la actual crisis: la del ladrillo. Si el mercado fuera tan racional y eficiente, automáticamente hubiera previsto el efecto tsunami  provocado por la burbuja inmobiliaria. Ciertamente, prever tal ciclón no es sencillo. Pero algunos economistas, a los que se les hizo caso omiso, e inversores, sí la vieron venir, aprovechando estos últimos la inmejorable ocasión para “llenarse los bolsillos” con miles de millones de dólares. Citaré a John PAULSON, el gurú de los hedge funds.
   La propia Reserva Federal estadounidense, cuyo presidente Alan GREENSPAN afirmaba que no se puede estar seguro de la existencia de una burbuja hasta que no estalla, fue víctima de esa fe seudocientífica, olvidando que hasta la ciencia física actúa siempre dentro de un contexto probabilístico y de incertidumbre. Los ultraliberales, que tanta importancia le dan a los datos macroeconómicos, confiaron en la recuperación ocurrida en anteriores crisis, pero despreciando, como ocurre en la actual crisis, a los que perdieron empleo, derechos, viviendas, ahorros o una jubilación digna… Como dice J. Stiglitz, esta vez los costes reales y presupuestarios de la Gran Recesión serán de billones. Greenspan y la Reserva Federal simplemente se equivocaron. La Reserva Federal se creó, en parte, para evitar accidentes como este. No se creó para ayudar a la reconstrucción. Olvidó cuál era originariamente su misión.
   Correlativo con el principio de autonomía eficiente del mercado es el principio de la minimización del Estado. El ultraliberalismo económico considera que la intervención estatal en la gran maquinaria que es el mercado, es la madre de todos los males; por tanto, hay que “gibarizar” tan antigua institución.  La Gran Depresión de los años treinta probó la falsedad de tal dogma, y la presente crisis vuelve a probarlo. La Gran Depresión, dice Stiglitz, demostró que la economía de mercado no se autorregulaba, al menos en un espacio de tiempo razonable. Y, como dijo Keynes, esperar un plazo largo es una guía engañosa para los asuntos del presente. En el largo plazo todos estaremos muertos. Otros “Nobeles” y especialistas en historia económica, como Charles KINDLEBERGER, ha mostrado que la intervención gubernamental ha producido una economía más estable, contribuyendo así a un mayor crecimiento y a una mayor igualdad. Y, si nos referimos a la Recesión que comenzó en 2007, basta sumar los miles de millones de dólares que la Reserva Federal y el Tesoro de EE.UU. tuvieron que inyectar en Wall Street, para salvar de la quiebra al sistema, quiebra provocada por las grandes (demasiado grandes para quebrar) entidades financieras privadas. En España todos sabemos, aunque el actual gobierno pretenda disfrazarlo, los cientos de miles de millones de euros que nos ha costado a todos los ciudadanos reflotar la maltrecha economía de Bancos y Cajas. ¡Y no digamos la enorme desigualdad social que ha generado! Basta con leer la prensa de estos días. En nuestro país el número de los más ricos ha aumentado un 44%, mientras el nivel de las clases medias y bajas no deja de descender…
   Pero, a pesar de lo que estamos viviendo, la “globalización”, con la ayuda que las nuevas tecnologías sigue optando por repetir errores del pasado. Los “casinos económicos” que imponen las reglas, prefieren dirigir esos enormes chorros de dinero a enriquecer aún más a sus “amiguetes”, en vez de inyectarlo a la que siempre fue, incluyendo a la iniciativa privada, la economía real y productiva. Y así, a pesar de la experiencia, los grandes trusts financieros-especulativos, en la década de los ochenta, volvieron a imponer las tesis del ultraliberalismo económico. No sólo en los sectores más conservadores, también en facultades universitarias consideradas “progres”, e, incluso, partidos y gobiernos tenidos por socialistas o socialdemócratas, sucumbieron a los “encantos” de este sistema.
   Se pretende dejar a los Estados y sus Gobiernos el papel de una institución benéfica o de una ONG de “último recurso”. Debemos plantearnos qué sería de tantos millones de ciudadanos que, aun teniendo trabajo, tienen que acudir a ese tipo de instituciones para poder “llegar a fin de mes”. ¿Es que el Estado tiene que renunciar a unos de sus fines más importantes, cual es la distribución equitativa y justa de las riquezas producidas por todos los ciudadanos? En absoluto debemos aceptar la interpretación hipócrita del Evangelio, de que a los pobres siempre los tendréis, o aquel otro pasaje, porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tienen se le quitará (Mat., 13, 12).
   Para que mi paciente lector siga ampliando sobre el papel del Estado en la economía, le remito a mis artículos anteriores (solicitoopinar.blogspot.com.es).
   Y, antes de sacar las conclusiones que den sentido al título de este artículo,  no puedo por menos (ya escribiré sobre ello) que hacer una firme protesta: ¡ES UNA VERGÜENZA Y UNA INFAMIA CONTRA LA HUMANIDAD LO QUE ESTÁ OCURRIENDO EN LAS FRONTERAS DE LOS PAISES DE LA UNIÓN EUROPEA CON LAS FAMILIAS QUE HUYEN DE LA MISERIA Y DE LAS GUERRAS, PROVOCADAS POR OCCIDENTE EN SUS PAISES! ¡NO QUIERO PERTENECER A UNA CIVILIZACIÓN “CRISTIANÍSIMA”, A CUYOS DIRIGENTES SE LES REMUEVE LA CONCIENCIA VIENDO LA IMAGEN DEL PEQUEÑO AYLAN MUERTO EN LA PLAYA, PERO QUE A LOS DOS MINUTOS ESOS LLANTOS SE TRANSFORMAN EN “LÁGRIMAS DE COCODRILOS”. Piensen si lo que está ocurriendo no es una consecuencia del sistema capitalista que venimos criticando…  
   La crisis que padecemos nos ha enseñado muchas cosas; una fundamental: que no debemos confiar ingenuamente en los “profesionales” de la economía algo tan importante para nuestras vidas como son las decisiones políticas, previas a los rumbos y directrices del sistema económico. Con el bagaje de conceptos básicos: déficit público, prima de riesgo, deuda pública y privada, bonos basuras, hipotecas engañosas con sus derivados, tipos de interés, inflación/deflación, etc., etc…, los ciudadanos, con sólo pensar un poco y a poco que estemos interesados en nuestro presente y en el futuro de los nuestros, tendremos suficiente para participar más activamente en la vida pública, no conformándonos con votar cada cierto tiempo.
   Nos debe quedar claro que la Economía no es una ciencia, ni, mucho menos, un dogma intemporal; que los mercados no se autorregulan automáticamente, ni son eficientes ni racionales; que los asuntos económicos no son algo privado, cuyo manejo se debe dejar en manos privadas; que el Estado y los gobiernos tienen un importante papel que cumplir, para evitar que algunos se aprovechen de la “dejación” y desinformación de los más; que los impuestos que recauda sean bien administrados y asignados a los sectores que más beneficien al bien común; evitar, como dice Stiglitz, la explotación de las irracionalidades individuales, y apoyar a los ciudadanos a tomar mejores decisiones (pg.425).
   La crisis también nos ha enseñado que el modelo económico imperante ha afectado a la estructura misma de nuestra sociedad. Por eso, todos los errores cometidos nos deben hacer reflexionar y recapacitar, para encontrar el camino mejor en la construcción de una sociedad más justa, en la que todos, solidariamente, nos podamos sentir más felices en este mundo, sin esperar otro “venidero”…
   Y, por último, dos apuntes más: recuperar la confianza entre los seres humanos y en el valor del esfuerzo conjunto para hacer este mundo mejor. Confianza perdida, incluso, entre banqueros, debido a la codicia y corrupción causadas por el sistema político-económico que venimos criticando. Asignar bien los recursos escasos que el actual sistema financiero ha venido dilapidando, sin valorar los bienes más preciados que la Naturaleza nos ofrece. Pero, sobre todo, asignar capital al recurso más escaso, cual es el talento humano. De varias décadas atrás, las Facultades de Económicas se abarrotaban de estudiantes, cuyo objetivo era ganar dinero, emulando a los colegas que trabajaban en las grandes multinacionales. A este respecto es emocionante, a la vez que muestra el talante y el talento humanitario de Stiglitz, que estudiando economía hasta alcanzar el Nobel, siguió el consejo de sus padres. Es un consejo que casi todos hemos oído de nuestros mayores: el dinero no es importante. Nunca te dará la felicidad. Usa el cerebro que Dios te ha dado para ser útil a los demás. Eso es lo que te dará satisfacción.
   Y con esta última cita, quiero rendir tributo a Joseph E. STIGLITZ y a muchos otros colegas de su mismo talante y talento, cuya lectura me han servido de guía y ayuda en la elaboración de este y otros artículos sobre economía. Aconsejo, pues, la lectura de su libro Caída libre.El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. (Ed. Debolsillo. Barna. 2015).


  Manuel Vega Marín. Madrid, 15, Sptbre. 2015. Solicitoopinar.blogspot.com.es

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