En Noviembre de 2013 escribí un artículo sobre dos posturas encontradas,
la del Papa y la de su cancerbero de la Fe, Mons. Gerahrd L. MULLER, sobre el
problema que tienen los divorciados/as, para recibir la Eucaristía, o, algo más
importante aún: su pertenencia o no a la Comunidad Cristiano-católica. El
motivo de fondo de tal impedimento no es otro que el dogma de la
"indisolubilidad" del Sacramento matrimonial. Para el grueso
argumental, remito al lector al artículo citado
(solicitoopinar.blogspot.com.es).
La actitud del Papa, más conforme con la caridad cristiana, consistía en
que, puesto que tales creyentes no están formalmente "excomulgados",
podrían recibir la Comunión. La de mons. Muller, como defensor del rigorismo
racionalista de la Fe, pero sin intención de entrar en las razones de fondo de
la indisolubilidad, era más pragmática y crematística: la nulidad de tan insoportable "yugo". Esto es, pasar por la
Vicaría (tribunal de la Rota), previo pago del servicio y sin escrúpulos de
aducir pretextos mentirosos, para conseguir aquélla. Cito las palabras de Muller
(en el referido artículo), prenunciadoras de lo que sucedería posteriormente: La mentalidad actual contradice la
comprensión cristiana del matrimonio, especialmente en la relativo a la
indisolubilidad y a la apertura a la vida. Puesto que muchos cristianos están
influidos por este contexto cultural, en nuestros días los matrimonios están
más expuestos a la invalidez que en el
pasado. Y así, el motu proprio
del Papa viene a confirmar lo que se preveía. El gesto papal parece más bien
una solución de compromiso con la intransigencia de su Cardenal: no remover las "aguas fondales" de
la indisolubilidad a cambio de hacer más leve el proceso burocrático-jurídico
de la anulación (menos instancias), y
acortar el tiempo (de 90 días a un año, salvo en casos complicados), y eximiendo del coste a los interesados,
que no gratuidad, pues las diócesis tendrán que hacerse cargo de tal coste. En
definitiva, alguien tiene que pagar. Todo sigue siendo cuestión de dinero. Es
una solución que yo considero "montoriana" (de Montoro); bajar o
subir impuestos, quitar o restituir pagas a los funcionarios, según intereses
electoralistas. A la postre, como la Iglesia; miedo a perder clientela...
El segundo gesto de aparente generosidad del Papa está referido al
problema del "pecado" de las mujeres que abortan. Como en el caso
anterior, nada de poner al día los argumentos doctrinales, mantenidos desde el
Medioevo sobre el origen de una vida personal. Es importante destacar que en la
Edad Media, la Iglesia católica Regó a dudar de si las mujeres tenían alma...
(Vuelvo a remitir al lector a mi art. de Sepbre. De 2014).
Más que una actitud maternal de
la Iglesia, es una actitud "paternalista" del Papá. El aborto, para
la Iglesia, sigue siendo un pecado gravísimo; tan grave, que no cualquier cura
puede perdonarlo. Hasta el próximo 8 de Diciembre de 2015, sólo el Obispo
diocesano o el "penitenciario", facultado por aquél, pueden perdonar.
La novedad está en que, desde la fecha indicada, hasta el 20 de Noviembre de
2016, todos los sacerdotes tendrán la facultad de "absolver" el
pecado de las abortistas. Ese gran drama
existencial y moral que el Papa dice conocer muy bien - no sé cómo ni por
qué-, como los yogures, tiene fecha de caducidad. Sólo falta que, como en otros
tiempos, haya que pagar "bula*' o "estipendio" por tal
"servicio”. Pero, ¡no se preocupen los Obispos ni los penitenciarios, que
no van a tener "colas", sólo las habituales, de mujeres que vayan a
satisfacer la morbosa curiosidad de los oídos de los confesores...!
Respecto del tema de homosexuales
y gays, nada nuevo después de aquellas “conmovedoras” frases, si una persona es gay y busca al Señor y
tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? (Julio de 2013).
Igualmente sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. No ha cambiado el
tema de fondo. Es el inmovilismo de la Iglesia, que creyéndose fuera del tiempo
y de la historia y de los avances científicos y de la razón humana, se atrevió
a “fabricar” dogmas por doquier, el causante de que ahora le resulte casi
imposible librarse de tan enorme peso. Si sólo se hubiera dedicado a elaborar doctrina sobre dioses,
arcángeles y santos, otro gallo le cantaría…
El lector intuirá fácilmente que las tres cuestiones referidas están
atravesadas por el gran problema de la Iglesia: su eterna obsesión por el sexo,
y, especialmente, en lo que atañe a los dos primeros, también por el dinero y
la riqueza…
Si no fuera por el tremendo drama que la Iglesia, con su dogmática y su
excesivo respeto por ciertas tradiciones, ha causado en la conciencia de los
fieles, habría que ironizar de élla con el dicho famoso de Groucho Marx: estos son mis principios, pero, si no les
gusta, tengo otros…
Y, aunque parezca fuera de contexto, dado lo que está ocurriendo con los
inmigrantes, fugitivos de guerras y hambrunas, en las fronteras de los países
europeos, no quiero terminar sin preguntarles al Papa y a su Iglesia DÓNDE
ESTÁN LAS RAICES CRISTIANAS DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA, POR LAS QUE INSTARON
SUS ANTECESORES A QUE FUESEN MENCIONADAS EN UNA MALOGRADA CONSTITUCIÓN EUROPEA?
¿CUÁNDO EL ESTADO VATICANO VA A ABRIR SUS FRONTERAS, PARA MITIGAR ESOS
AUTÉNTICOS DRAMAS HUMANOS, MUCHO MÁS IMPORTANTES QUE POR LOS QUE SE PREOCUPA
TANTO?...
Todo el respeto y estimación para aquella otra iglesia silenciosa, que
diariamente ofrece vida y hacienda por los menesterosos y desvalidos de todo el
Mundo…
Manuel Vega Marín. Madrid, 16 de Spbre. De 2015.
solicitoopinar.blogspot.com.es
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