martes, 9 de diciembre de 2014

2ª PARTE DEL ARTÍCULO SOBRE LA PEDERASTIA

   Podemos considerar el Celibato desde dos puntos de vista: desde el de su desarrollo histórico y desde el bíblico-teológico. Vamos con este segundo, que es con el que la Iglesia intenta justificar el primero.
   En la Biblia, como en el Corán y otros libros considerados revelados, se encuentran interpretaciones de hecho o narraciones iguales o similares para todos los gustos; y las contradicciones interesadas abundan por doquier.

   Si tenemos presente el “plan” de Dios al crear el mundo, narrado en el primer libro de la Biblia, se tiene la impresión de que el Celibato contradice ese plan divino. En la primera narración de la Creación (Gen. 1, 1-30), concretamente en el vs. 27 se dice: Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya; y los creó macho y hembra. Y en siguiente, los bendijo Dios con estas palabras: sed fecundos y multiplicaos… En la segunda versión (Gen. 2, vs. 18) Dijo Dios: no es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Y esta ayuda es la mujer, formada de una costilla del hombre (vs. 19-23). Es importante el vs. 24; por eso (porque es carne de aquél) el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Ahí queda eso. Que el lector saque su propia opinión…
   En otros libros del A.T. como el Levítico, en el capítulo 8, que trata de la investidura de Aarón y sus hijos como sacerdotes, o en Número, cap. 6, que trata de la ordenación de los nazir (consagrados), las prohibiciones a éstos son muchas, el Celibato no aparece por ninguna parte. El vino debió considerarse más peligroso que las relaciones sexuales, a tenor de su constante prohibición, junto con otros alimentos y bebidas alcohólicas. Dice así el Levítico (10, 9): cuando (referido a Aarón) hayáis de entrar en la Tienda del Encuentro, no bebáis vino ni bebida que pueda embriagar, ni tú ni tus hijos, no sea que muráis. Decreto perpetuo es este para vuestros descendientes. Y, a tenor del vs. 10 debemos deducir que la ingesta de alcohol dificulta más la “distinción entre lo impuro y lo puro”, que las relaciones sexuales…
   La idea, en fin, del Celibato no tiene cabida en el pensamiento hebreo, ni hay un solo texto que lo mencione. Para los hebreos era muy importante la descendencia, y no tenerla constituía una gran desgracia.
   ¿Qué ocurre en el Nuevo Testamento? Empecemos considerando la actitud del propio Jesús. Y lo primero que hay que decir es que Él era judío de “pura cepa”, de la estirpe de David; y que no había venido a abolir ni un ápice de la Antigua Ley… Pero vayamos a los textos: -Mat. 8, 14, Jesús visita la casa de Pedro para curar a la suegra de éste, que padecía fiebre. De donde se deduce que Pedro (no olvidemos que será el primer Papa) estaba casado. Lo corrobora Luc. 4, 38-39). En Mat. 19, 12, concordando con Marc. 10 , se narra la respuesta de Jesús antes las típicas preguntas-trampas de un grupo de fariseos, que le interrogan sobre la licitud de repudiar a la mujer. Es importante destacar que en ambos textos la respuesta de Jesús no es otra que repetir lo que se había dicho en Génesis, 2, anteriormente citado. Es más, ante las dificultades que ocasiona divorciarse, los discípulos que le están oyendo, entendiendo que si tal cosa es la condición del hombre respecto de su mujer, (infieren) que no trae cuenta casarse. Jesús les responde con aquello sólo recogido en el texto de Mateo: hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hecho tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales por el Reino de los cielos (vs.12). Quien  pueda (termina Jesús) entender, que entienda… Y, efectivamente, entendemos muy forzado y como traído por los pelos, interpretar este texto para fundamentar el celibato. Además, Jesús, como buen judío, no podía tener en su mente la equivalencia de significado de ambos vocablos. Y, dado que Marcos no lo incluye, no es disparatado pensar que se trata de una “inserción” posterior interesada…
   Por otra parte, que Jesús fuera célibe y de que su madre, María, no hubiera tenido más hijos, es algo que nunca sabremos con total fiabilidad. De lo primero, al menos por los textos “ortodoxos”, ignoramos todo lo referente a los años “ocultos” de Jesús. De lo segundo, la ignorancia es menor, dado que ciertos textos hacen mención a la familia y demás hermanos, especialmente de Santiago. Pero, como hemos dicho, tanto en estas como en otras cuestiones, existen cantidad de interpretaciones. Desde luego, la menos de fiar por sus intereses doctrinales y prejuicios dogmáticos, son las “oficiales” de la Iglesia Católica.
   Lo que sí podemos intuir es que, dada la “supuesta” naturaleza divina de Jesús y del escaso tiempo que disponía para cumplir su “misión”, como sus discípulos, no pensara en complicárselo con relaciones sentimentales estables. De su vida social, en cambio, podemos decir que su relación con las mujeres es perfectamente homologable con cualquiera de sus coetáneos. Sobre todo, con el grupo de las “Marías”. Sin que eso nos exima de hacer una excepción de la relación que mantenía con la de Magdala. Sobre todo, y más importante, no podemos dejar de destacar que fueron las mujeres las primeras a las que anunció su Resurrección y presentarse a ellas. Pero, como sobre esto hay mucho escrito y publicado, dejemos aquí el tema.
   Vamos a los textos paulinos, que, por ser su autor, Pablo de Tarso, el fundador del Cristianismo, son sus Epístolas dirigidas a las diferentes comunidades primitivas las que orientarán el rumbo de la posterior Iglesia.
  -1ª a Corintios, 7, 26-35. Este texto es una larga respuesta a una cuestión, no está claro cual, planteada por esa comunidad. En ella podemos destacar: que es mejor abstenerse de mujer (vs.7-8); la mujer como solución a la incontinencia sexual (vs.2,9 y 28); una prepotencia del marido sobre la mujer (vs. 11); en el matrimonio mixto, la parte no creyente es inferior a la creyente (vs. 14-15); que cada cual viva según le asignó el Señor (vs. 17); que la virginidad no es un precepto del Señor, si bien es un consejo del propio Pablo,  vivir en ella (vs.25), porque, aun casándose, no se evitarán las tribulaciones de la carne, y, dado que el tiempo apremia, mantener el estatus. Pero, en cualquier caso y por la misma razón, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran (célibes) (vs.29); que de cara al servicio del Señor, es mejor estar soltero que casado, debido a las cargas familiares que el matrimonio supone (vs.32-35); finalmente, que el que se casa con su doncella libremente hace bien; pero el que no se casa, hace mejor (vs. 38). El texto no tiene desperdicio. Aconsejo al lector su meditación y se explicará muchas cosas sobre los problemas de la Iglesia con el sexo y con las mujeres. ¡No se puede ser más machista!...
   En 2ª Corintios, 11,2 pretende desposarlas con un solo esposo, y presentarlas a Cristo cual vírgenes castas.
   Efesios, 5,25-32 es una exhortación de moral familiar. A imitación del matrimonio “místico” de Cristo con su Iglesia, debe ser el amor entre los esposos. Pero esta relación amorosa no es igualitaria, pues lleva las de ganar el esposo, porque como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo (vs.24). La misma idea de sumisión se repite en Cols.,3,18.
   En 1ª Timoteo, 4,1-5 critica a los falsos doctores, que, como otros alimentos, prohibirán el matrimonio, cuando todo lo creado por Dios es bueno.
   En Hebreos, 13,4 aconseja un gran respeto por el matrimonio; eso sí, que el lecho conyugal sea sin mancha; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.
   En 1ª Timoteo, 3 aconseja a los obispos casarse una sola vez (vs.2). Igual a los diáconos (vs.12).
   San Juan, en su Apocalipsis, 14,4, afirma que serán rescatados por el Cordero los 144.000 que no se mancharon con mujeres, permaneciendo vírgenes.
   Ni de todos en su conjunto, ni de  cada uno de los textos relacionados, se puede concluir que la imposición del celibato tenga una base bíblica. Más bien se deduce lo contrario. Ni siquiera Pablo, que pudiera parecer más explícito y contundente, pensó en su obligatoriedad. Más bien aconseja el matrimonio como norma para el común de los cristianos. Tampoco se puede deducir que el celibato fuera una virtud o estado “ontológicamente” superior al matrimonio. Sólo funcionalmente y en determinados “momentos” y casos el celibato puede ser asumido como ventajoso, y su práctica como un don especial de Dios. Aun así, la cuestión estribaría en saber cuándo y, sobre todo, cómo  y quén determinaría la posesión de ese regalo, salvo el mismo “agraciado”. Examinados estos textos en sus contextos concretos, sólo se podría ver en ellos, no doctrina permanente, sino opiniones y medidas para resolver problemas organizativos de cada comunidad.
   Dada la relevancia del pensamiento paulino, tanto en este tema, como en otros de la Iglesia que él fundó, no me resisto, por la simpatía que le tuve y que aún le profeso, aunque solamente por su coherencia de su vida con su Fe y su proyecto vital-existencial, a dedicarle los párrafos que siguen. Tengo que confesar que hoy estoy en otra “onda”.

   EXCURSUS SOBRE LA FIGURA DEL APÓSTOL PABLO.-
   Nacido en Tarso de Sicilia (Hech.,22,3), a su nombre judío, Saulo, le añade otro griego, Paulus, fonéticamente similar. Hijo de padres judíos emigrados de Palestina, pudiendo educarse en Tarso en la cultura greco-romana, fue educado en la observancia de la Ley judía, e incluso, ya en Jerusalén siguió su educación en una escuela rabínica, a los pies de Gamaliel (Hech., 22,3). Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable (Filip., 3, 5-6). Yo he vivido como fariseo conforme a la secta más estricta de nuestra religión (Hchos. 26,5). En vs. 9-10 hace alarde de la persecución a los del Nazareno por orden del sumo sacerdote. Ante el rey Agripa expone su cambio radical de actitud, camino de Damasco a donde se dirigía a perseguir cristianos.
   En Galat. 1, 13-14 dice: Pues habéis oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuando encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios para destruirla, y cómo superaba en el judaísmo a muchos compatriotas de mi generación, aventajándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Todo un fariseo de “derechas”. Vamos, todo un “facha”.
   Entre otras sectas que pululaban en el judaísmo, según Flavio Josefo y Plinio, la de los fariseos era la más conservadora e integrista, exponente oficial, por su situación sociológica, de las esencias religiosas y nacionales. No obstante eso, tenía un pacto, un “modus vivendi” con el poder romano. Todo un “nacionaljudaísmo”.  “De viejo de viene al galgo… al “nacionalcatolicismo”…
   Destacaba, aparte de la saducea (esta no creía en la Resurrección), la secta de los “esenios”. Estos tendían al monacato (cuevas qumrámicas). Su vida era el celibato, la oración y el estudio. Uno de los “conventos” pudo estar camino de Damasco, donde se refugiaban monjes huidos de la persecución. Eran menos legalistas y ritualistas. Frente al orgullo farisáico, éstos eran más humildes; y, frente al nacionalismo de aquéllos, los esenios, a pesar de su tendencia al “claustro”, eran más abiertos y universalistas. A esta secta parece que perteneció Jesús. Y de la misma parece proceder muchos cristianos, a los que Lucas denomina “helenistas” (Hchos., 6,1). A este movimiento pertenecia y capitaneaba el joven protomártir Esteban, muy peligroso para los fariseos, en cuyo apedreamiento participó Pablo, guardando las ropas de los lapidadores (Hchos. 22,20).
   Este hecho ocasionó la fuga de esa “ala izquierda” cristiana y su refugio en Damasco, precisamente a donde se dirigía Pablo con sus “fechorías”, cuando fue sorprendido en el camino (Hchos. 22, 4-10). Esta “conversión” supuso un duro golpe al carácter del Apóstol, que además, fue obligado a practicar su “noviciado-catecumenado” en la secta que había capitaneado Esteban. Hay que decir con González Ruíz, gran conocedor y exégeta de San Pablo, que “Esta transformación dolorosa de su postura mental constituye indudablemente la infraestructura psíquica de aquella actitud combativa, a veces violenta, que tuvo que adoptar en el seno de la Comunidad Cristiana, contra sus antiguos correligionarios fariseos que intentaban mantener, dentro del Cristianismo, una posición integrista que ahogaba la novedad expansiva del Evangelio” (“El Evangelio de Pablo”, ed. ATENAS, S.A. 1963).
   Entender en abstracto que el celibato en sí es un valor superior a la vida matrimonial con sus anexas cargas y preocupaciones, es una interpretación, en mi opinión, errónea del auténtico pensamiento paulino. Pero, desgraciadamente, el pensamiento “oficial” de la Iglesia ha entendido y sobre todo, practicado, el celibato como un deshacerse de esas cargas familiares, en favor de una vida “muelle”, “confortable” y “cómoda” para los curas. Misma razón por la que “esa” Iglesia ha liberado a sus ministros de cualquier otro trabajo o profesión, que no sea la dedicación al culto y a la “venta” de los Sacramentos. No obstante, quien haya visitado las “casas parroquiales”, habitadas por padres, hermanos, sobrinos, etc. del cura, difícilmente verá  a éste liberado de tales cargas…
   Por tanto, creemos que, para entender correctamente el consejo de Pablo a su equipo de colaboradores, unos solteros, otros en relaciones prematrimoniales y otros casados, hay que ponerse en su psicología, en su “propósito” vehemente apostólico, y, sobre todo, su profunda preocupación por aprovechar al máximo el escaso tiempo para la salvación (soteriología). Y a este respecto hay que tener presente la valoración del tiempo que hace el Apóstol. En el pensamiento paulino es fundamental la concepción del tiempo, que no es un mero discurrir cronológico, sino como “kairós”, es decir, como “oportunidad” única e irrepetible, para la realización de un proyecto importante. Este proyecto es, para Pablo, nada menos que la salvación-resurrección, el advenimiento del “reino prometido” por Dios a través de los Profetas y del Mesías. Algo por lo que él ha cambiado, no sin “tribulaciones”, la posibilidad de seguir viviendo una vida tranquila como fariseo, por otra más arriesgada, en el corto período de tiempo disponible, para llevar a cabo la misión que se le había encomendado. Tal lo ve así de urgente, que, incluso, piensa que habrá gente que no tenga que morir o esperar la muerte, para resucitar. En ese momento, los que queden vivos no tendrán que morir, sino que sus cuerpos serán transformados en cuerpos gloriosos (cfr. 1ª Tesals., 4,15-17). Ante tal urgencia no es nada anormal que aconseje a sus colaboradores desprenderse de otras preocupaciones que les distraigan de la más importante, aunque, para ello, aun los casados tengan que vivir como si no lo estuvieran. Tenemos que destacar aquí que la salvación será la resurrección también del cuerpo, apartándose así y superando la dicotomía “alma/cuerpo”, heredada de las filosofías maniqueas y platonizantes, que aun vige en la mentalidad de muchos creyentes.
   No es el caso el tiempo de que dispone la Iglesia, que, una vez comprobado que la “ilusión” de S. Pablo no se ha cumplido, le da la vuelta al “crono”, y a lo que Pablo tenía como fin, Élla lo pone como principio “primicial”. Esto es, con Ella comienza en esta vida el Reino que se completará en “la otra”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario