Varias cosas buenas han traído los grandes incendios de este verano. De entre ellas, destacaremos dos: una, mayor concienciación del “cambio climático”, y dos, mayor valoración de “lo público”.
En cuanto a la primera, sólo destacar que, aunque sigue habiendo ciudadanos que aún dudan de lo que los científicos vienen pronosticando hace tiempo, unos lo hacen por ignorancia, y otros –y esto es peor- lo hacen por intereses espurios. Lo cierto es que objetivamente los resultados son los mismos.
En cuanto a una mayor valoración de lo público, me atrevería a decir que nos encontramos ante el comienzo de la caída del sistema capitalista, esto es; estamos al principio de una “revolución”. Muchos capitalistas seguirán optando por el beneficio a corto plazo e, incluso, en los incendios verán un nicho para hacer negocios y obtener beneficios. Pero, a la larga, todo lo finito se acaba, y a la Naturaleza, si no se le da un tiempo de recuperación, también terminará agotándose. De ahí el título de este artículo.
Es un tópico decir que “vivimos por encima de nuestras posibilidades”, pero la gente, -se nota a raíz de la pandemia-, parece tener prisa por vivir a tope el presente, sin ser conscientes de que pueden estar consumiendo el “último huevo de la gallina”. Los medios de transporte y las playas y restaurantes se han visto abarrotados, sin importar mucho la incomodidad que ello supone. A pesar de la crisis de la vivienda las hipotecas aumentan y se sigue construyendo en donde se sabe que, más temprano que tarde, las “Danas” u otros meteoros acabarán destruyendo. Claro que ese tremendo “dispendio” se produce por los que pueden financiarlo, ocultando otras realidades más míseras, como pueda ser la migración, etc.
No sé qué pasará el año próximo, cuando los que optan por unas vacaciones en un pueblecito serrano, lejos del mundanal ruido, se encuentren un paisaje ennegrecido por el fuego.
He recurrido a las vacaciones como símbolo de algo más profundo que caracteriza lo que se ha venido llamando “estado del bienestar”: SANIDAD, EDUCACIÓN, VIVIENDA, ETC., que no es más que un eufemismo de la “odiada” palabra de Comunismo. Porque, si las necesidades básicas del ser humano están cubiertas por un sistema público y estatal, ¿qué es si no? Otra cuestión será cómo establecer ese sistema público. Y aquí entraríamos en un intenso y extenso debate, que no viene al caso.
No obstante, conviene no olvidar que el susodicho estado del bienestar tiene su origen a raíz de la segunda guerra mundial, en que los países occidentales europeos se ven obligados a ayudar a sus ciudadanos, en confrontación con la URSS y otros Estados orientales.
Actualmente, los modernos medios de comunicación nos permiten entablar un debate, que, como dije, no es el momento; pero que, en definitiva, nos llevaría a unas muy perecidas conclusiones, sin tener que renunciar al mundillo –lo digo sin desprecio- de las iniciativas privadas.
Las religiones, los mitos o el “pensamiento mágico” nos han llevado a creer que el Universo era infinito y eterno; que el planeta que habitamos era el centro de nuestro sistema solar. Pero la Ciencia actual encargada de estudiar el Universo tiene otro sentido de la infinitud. La ciencia moderna nos enseña que el Universo está en continua expansión, y que nuestro sistema solar no es sino uno más de los cientos de millones de sistemas, que componen ese Universo expansivo, con fecha de caducidad. También es cierto que la Ciencia nos enseña que esos sistemas, por causas propias y prefijadas, algún día desaparecerán. Pero es cierto también que la acción humana puede adelantar su desaparición, por muy lejana que ésta nos parezca. Justo es eso lo que los humanos estamos haciendo, cuando “consumimos” -el vocablo consumir está tomado en un sentido general- desordenadamente, instigados por un sistema capitalista que sólo busca el beneficio a corto plazo.
El párrafo precedente parece una elucubración filosófica. Pero en absoluto lo es; y cuando decimos que hay que “reciclar” y dejar a nuestros nietos un planeta Tierra limpio, no hacemos más que confirmar lo que nos parece una mera divagación filosófica.
Quemar bosques, abarrotar playas, y, en definitiva, consumir ansiosamente, etc., es lo que pretendo decir de manera sintética con el título que encabeza este artículo.
Aquí lo dejo...
Manuel Vega Marín (1-9-2025)
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