Hace muchísimo tiempo, cuando las playas eran “salvajes” y aún no se veían bikinis, ni la gran mayoría de españolitos, debido a sus escasas posibilidades económicas, pensaban en vacaciones; cuando cada cual construía por los arenales sin respetar el medio ambiente, y, cuando los gobiernos de turno tenían complejo de regular lo que la Naturaleza y nuestra situación geográfica nos había “regalado”, dije, -no sé si escribí- que ese “regalo”, más temprano que tarde, acabaría haciéndonos “morir de éxito”, como vulgarmente se dice.
Pues bien, ese momento ha llegado. Y no sólo afecta a las playas “abarrotadas” de bañistas, sino que el turismo ha entrado de lleno en la vida de los españoles, afectando a la vivienda en las ciudades, en el trabajo, etc., etc.
La juventud actual se ve avocada, aún teniendo trabajo, a tener que convivir con sus mayores hasta muy avanzada edad, y éstos se ven obligados a abandonar sus viviendas por el “ruido” de la avalancha turística, por la carestía de la vida, etc., y porque ya no pueden comprar en la “tiendecita” del barrio. Se ven impelidos por los llamados “fondos buitres” a desalojar sus viviendas de “alquiler antiguo” y buscar dónde vivir con alquileres muchos más caros, sin que los gobiernos se atrevan a intervenir, poniendo límites a aquéllos, ni siquiera en las llamadas “zonas tensionadas”. Sólo buscan “titulares” con los que pretenden dar a entender que están haciendo algo de provecho para la ciudadanía más necesitada.
Y así seguimos. Es fácil “sacar pecho” cuando los aires del mercado macroeconómico soplan de cola; pero, mientras el turismo siga facilitando trabajo precario, los gobiernos del Psoe y del PP, seguirán, cómodamente, sin preocuparse por crear otro tipo de empleo más estable. Deberían saber que el turismo de sol y playa es enormemente volátil; bastaría que la situación bélica, por ejemplo, existentes en otros Estados, se solventara, que éstos bajaran los precios o que un “terrorista” de la competencia nos pusiera una bombita. De todas maneras, vendrán, más extranjeros o que éstos sean relevados por un turismo nativo; pero lo que sí es cierto es que, precisamente, por la subida de precios que la multitud provoca, los turistas gastan menos. Y eso, sin tener en cuenta los beneficios que los “operadores” extranjeros se quedan.
Es una pena que con la diversidad cultural que este país ofrece, entre la desidia de los gobiernos de turno, los incendios, provocados o no, por falta de inversión en su prevención, aquéllos no hayan tomado medidas eficaces.
El vocablo vacacione proviene del latín “vacare”, cuyo significado alude a descansar del trabajo habitual, y que también podríamos tomar en su acepción de “cambiar de actividad”, siendo una “desgracia” que nuestra educación nos haya dirigido a buscar sol y playa principalmente.
Además, aunque haya gentes o partidos políticos que amenacen con su “deportación”, hemos recibido un sin número de inmigrantes, que, lejos de venir de vacaciones, su situación laboral y social les obliga a aceptar trabajos sin cualificar y salarios de miseria, sin que ello suponga una bajada en la carestía de vida, obligando al resto de “españolitos” a vivir casi en las mismas condiciones.
Hace unos días el sr. Núñez Feijóo, el que no gobierna porque no quiere, dijo una frase, que ni él mismo sabía lo que quiso decir: “las vacaciones están sobrevaloradas”, e inmediatamente toda la oposición montó en cólera. Nosotros, de dicha frase, nos quedamos con el término “vacaciones” como un derecho de los trabajadores recogido en su Estatuto, y dictaminado en la Ley 8/1980 de Marzo del mismo año. No obstante, hay más de cinco millones de trabajadores que por motivos económicos no pueden ejercer dicho derecho.
Con ello quiero manifestar que, aunque veamos abarrotadas las carreteras, las estaciones de trenes, aeropuertos y playas, antes que contradecir, más bien reafirma la tesis defendida en el presente artículo.
Aquí lo dejo......
Manuel Vega Marín (2-8-2925)
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