Aun aceptando la fábula de que el
pequeño David venció al monstruo Goliat que es la Naturaleza, habría que ser
muy ingenuo para creerse que un “invisible bichito” sea capaz de poner al borde
del abismo a todo un modelo socio-industrial-económico-financiero del que tanto
alardean sus creadores y difusores. ¿No será que tal modelo viene tambaleándose
hace bastante tiempo, pero que, como borracho elegante y cursi, rechaza
cualquier ayuda que delate su embriaguez? No trato ahora de hacer un análisis
comparativo con otros modelos que el lector imaginará con sólo recordarle la
frase de Carlos Marx, de que el Capitalismo lleva en su seno el germen de su
propia destrucción. Este tipo de debate resurge de su letargo cada vez que una
amenaza global aparece en nuestro apacible horizonte socio-económico-cultural.
Ese agente amenazador puede adquirir diversas formas: como Revolución
Comunista-soviética, Guerras mundiales, falsas crisis económicas como la del
2008, o en la actualidad el coronavirus. Todas ellas evidencian los fallos del
sistema liberal-capitalista, pero que, una vez superado el “pico” álgido de la
crisis, el propio modelo neoliberal, con la inestimable ayuda de sus lacayos,
los medios de comunicación, se “regenera”, volviendo a reincidir en los mismos
errores. El poder real de los favorecidos por tal modelo se impone a todos los
debates y conclusiones teóricos suscitados y aconsejadas por los expertos
.
Como en anteriores crisis, en la actual, los fallos y errores del
sistema puestos de manifiesto por el coronavirus volverán a hacer correr ríos
de tintas en la prensa de papel u otro material proporcionado por las nuevas
tecnologías. En estos días de confinamiento los interesados podrán distraerse
leyendo, viendo u oyendo muchos análisis y comentarios. Por mi parte,
recomendaré algunos pareceres y diagnósticos sensatos, cuyos autores me parecen
honestos:
Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal. Andrés
Piqueras, prof. de Sociolog. Univ. Jaume I. público.es 17-3-20;
Las consecuencias del neoliberalismo en la pandemia actual. Lo que no
se ha dicho de la pandemia de coronavirus. Ambos del prof. Vicenç Navarro
en público.es de 17 y 4-3-2020.;
El virus y la economía: mucho peor de lo que parece. Europa se pega un
tiro en los pies, ambos del prof. Juan Torres López, igualmente en público.es
de 15 y 17-3-20 respectivamente;
El bicho nos pone a prueba. Juan Carlos Escudier, publico.es de
17-3-2020;
El Covid-19 hace de Bin Laden, entre otras verdades incómodas. Nazanín
Armanian, 14-3-2020, en público.es. Etc., etc....
Sin mermar la divulgación de las opiniones de expertos, pretendida con
mis trabajos, osaré también dar mi propia opinión, lógicamente, conformada por mis
múltiples lecturas anteriores y actuales, y cuya confrontación con la realidad
la hace parecer más personal. Hay muchos temas que la crisis que estamos
padeciendo incita a tratar. Pero por no hacer muy pesado y largo este artículo,
me referiré a tres que considero fundamentales, y que el neoliberalismo
capitalista tiene e impone como dogmas, pero que ahora, y una vez más, el
coronavirus desmiente.
a) Desde que Adam Smith, uno de los padres de la Economía, dijo aquello
de que el Mercado es la mano invisible que conduce al bienestar social, sus
torpes émulos lo han convertido en un dogma de fe. Posiblemente, en su contexto
inicial tuviera razón de ser. Pero cualquiera aún, no versado, puede constatar
que, desde hace tiempo, el Mercado no es la mano invisible y milagrosa, ni
mucho menos correctora de los desequilibrios económicos. Más bien los produce.
Es por ello que el Estado debe fomentar y preservar, por encima de los
intereses de los defensores del modelo, aunque sólo sea interviniendo en la
imposición de unas reglas de juego transparentes y equitativas para todos los
agentes y factores intervinientes en las relaciones económicas. Fue con la Ley
Glass Steagall, de 1933 como el Presidente F.D. Roosevelt evitó que se
repitiera la gran crisis de 1929. Con su famosa frase prefiero rescatar a los que producen alimentos, que a los que producen
miseria. Tal ley dio lugar a las políticas del New Deal. No es mera
casualidad que las epidemias producidas en los últimos cuarentas años coincida
con la expansión de las políticas ultraliberales. Igualmente, la
desregularización en el movimiento de capitales, la deslocalización y la
movilidad de personas y mercancías ha supuesto todo un debilitamiento en el
mundo sindical y una reducción de los derechos de los trabajadores. ¿Fue J.M.
Keynes quien señaló el factor psicológico en la economía?....
b) El dogma de que la gestión privada de la economía es más eficiente
que la gestión pública cae estrepitosamente. Tal axioma pudo tener algún
sustento mientras la industria y la empresa eran familiar. Con el desmontaje en
España de la gran industria nacional por exigencias de la política económica de
la UE, comienza un trasvase de los sectores productivos públicos a manos
privadas. Ello ha conllevado, por lo que ahora ocupa, a la privatización de
grandes parcelas de la Sanidad pública y otros servicios sociales a engordar el
negocio de los gestores privados. Y cualquier españolito ecuánime podrá
observar cómo los recortes y la subfinanciación en la Sanidad pública ha
empeorado las prestaciones sanitarias públicas, sin que haya mejorado la
atención privada, salvo en lo referido al reparto de millones entre los accionistas y
gestores de la empresa privada. La pandemia está evidenciando que en aquellos
países donde existe una cultura en pro de lo público y popular, con menores
recortes en los servicios fundamentales, donde la cobertura sanitaria es más
universal, las medidas de control de la contaminación del virus están
resultando mucho más positivas y efectivas. En resumen, en España, que presume
de su Sanidad, la pandemia está mostrando grandes insuficiencias en los
servicios públicos, debido a los recortes impuestos por la política de
privatización de la UE. Y en España, donde los servicios sanitarios están
transferidos a las CC.AA., los efectos nocivos de la enfermedad se manifiestan
más en aquellas gobernadas por la derecha.
Cuando el Marxismo proclama la nacionalización
de los grandes medios de producción, interesada y mentirosamente, se interpretó
que hasta el cepillo de dientes tenía que ser público. Incluso en la Unión
Soviética, quizá por una errónea interpretación de la “división del trabajo”,
los famosos planes quinquenales de una economía “planificada” causaron la escasez de muchos productos, cuyas piezas se
fabricaban y se almacenaban en fábricas y almacenes muy distantes entre sí.
Resultaba raro que en un País, capaz de mandar al hombre al espacio, escasearan
los elementos de primera necesidad. Es el mismo efecto, curiosamente, obtenido
por una economía que propugna la competitividad y la deslocalización. La
economía ultraliberal, en su afán por el máximo lucro, ayudada y confiada en
exceso en las nuevas tecnologías, facilitadoras de un rápido acercamiento de
capitales allí donde las condiciones
laborales son más baratas, llega a la misma meta: escasez de productos. Ha
tenido que ser un microbio, capaz de paralizar la producción, quien nos enseñe lo mucho que ciega el egoísmo. Y, si algo, aparentemente
tan simple, es capaz de poner ante el abismo un sistema económico que se ha
impuesto como el óptimo y único, ¿no va siendo ya hora de que los ciudadanos
escuchemos a otros honestos y desinteresados expertos, que, desde hace mucho,
se desgañitan para indicarnos que otro modelo y otro mundo es posible?
c) Otro de los mitos o dogmas que el ultraliberalismo económico no
querrá reconocer como tal es el de los impuestos. “El dinero donde mejor está
es en el bolsillo de uno”. Es su eslogan. Junto con el principio de la “gestión
privada de los recursos”, ambos serían admisibles si los hombres fuésemos
espíritus puros y todos hubiésemos nacido gozando de las mismas oportunidades.
Pero sólo con fijarnos en los problemas sanitarios que está produciendo la
enfermedad, sería más que evidente para que el más testarudo viera que sin una
holgada y suficientemente financiada Sanidad Pública, sería imposible evitar
los contagios si los atendiera la Sanidad Privada. Es de Perogrullo entender
que si el Estado no recauda es del todo imposible que se puedan mantener y
ampliar, no sólo los elementos comunes y públicos que diariamente utilizamos,
sino también aunque sólo fuese para acumular reservas, para cuando las
entidades privadas, como ocurre en el tema que nos ocupa, tengan necesidad de
recurrir a “papá” Estado. Sólo la
ceguera egoísta e insolidaria les impide admitir, incluso, una mayor eficacia
económica. No hay más que mirar a EE.UU. Hasta el socialdemócrata Zapatero cayó
en la trampa que le urdió la competencia bipartidista, cuando dijo aquello de
que bajar los impuestos también es de
izquierda, o cuando sin luz ni taquígrafos, por mandato de la Merkel,
modificó en comandita con Rajoy el art. 132 CE, para dar preferencia al pago de
la deuda a los acreedores. Creo que cuando
el Marxismo teorizó sobre la nacionalización de los medios de producción, se
estaba refiriendo también, aunque el contexto era de supervivencia, a los
pilares sobre los que hoy descansa el llamado Estado del Bienestar: Educación,
Sanidad y otros servicios públicos bien financiados y gestionados con los
impuestos proporcionales de todos los ciudadanos.
Los impuestos son una de las fuentes de liquidez con la que cuenta el
Estado para ir tirando con los gastos del día a día. Pero el sistema económico
imperante nos ha hecho creer que, cuando el Estado recauda, lo que hace es
usurpar el dinero que los ciudadanos, en su actividad privada generan, cuando
lo que ocurre es, realmente, lo contrario. Muchos ciudadanos se preguntarán de
dónde va a salir el gran caudal de dinero con que los Estados tendrán que
afrontar los gastos provocados por la pandemia. Nada más oportuno, aconsejo,
que leer el artículo,
¿De dónde van a sacar el dinero los
Estados para combatir la crisis del coronavirus?, del economista Eduardo
Garzón en público.es de 18-3-20.
Son los Banco Centrales estatales los organismos capacitados legalmente
para crear ese medio llamado dinero, convertido en mercancía por el
capitalismo, que no es más, como bien se enseña en el artículo citado
anteriormente, no es más que una magnitud con la que medimos el gasto en
nuestras transacciones mercantiles. La creación de tal magnitud, que también es
un derecho, es una atribución del sector público y no el privado. Siempre he
entendido, y así lo he expresado, el dinero, per se, es público.
Con la puesta en vigor de la UE, los Estados asociados, aparte de
renunciar a otras muchas parcelas de “soberanía”, renunciaron a una de las más
importantes: su capacidad ilimitada de crear esa “cosa” llamada dinero. El
Banco Central Europeo (BCE), que debería haber asumido esa capacidad, ha
“renunciado” a ella a favor de la mediación del sistema bancario privado, al
que los Estados se ven obligados a recurrir, endeudándose y estando muy atentos
a no sobrepasar el porcentaje marcado del déficit y deuda pública. En controlar
esos factores sí que están muy vigilantes. Y, en vez de ayudar a los Estados,
empresas y familias directamente, lo hace a través de los bancos, generándoles
un beneficio en intereses, que en la crisis de 2008 les supuso un montante de
cuatro billones de euros pagados por los 28 países afectados. ¿Nos imaginamos
cuántas ayudas a los ciudadanos hubiera supuesto tan enorme cifra?
Bienvenido sean los 750.000 millones de euros con que, aunque tarde, la
UE pretenda lavar cínicamente la cara de su insolidaria actitud de “sálvese
quien pueda” en esta crisis. Pero no seamos ingenuos, y observemos que la
distribución de esos miles de millones se hará por el camino inadecuado de aumentar la deuda y la factura de
intereses... Es el único camino que sabe recorrer el capitalismo neoliberal de
nuestros días, completamente plegado a los intereses de la gran banca (“Por
fin reacciona el BCE, aunque no de la mejor manera”. Juan Torres en publico.es
de 19-3-20)
Y tocando infinidad de palos, podríamos hacer infinito este artículo.
Cosa no deseada. Así que terminaremos con un emocionante párrafo del anterior
artículo: La vida de los seres humanos y la conservación del planeta son los
bienes más preciados que hemos de cuidar y conservar y para eso está
demostrándose estos días que es imprescindible que existan servicios públicos
potentes y bien dotados. Su desmantelamiento más o menos inmediato, impuesto de
facto por criterios prevalecientes de financiación, es una aberración que
pagamos cara y ahora es el momento de empezar a evitar que siga ocurriendo en
el futuro.
.
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