Los señores pertenecientes
a este “grupo de presión”, cuando exponen sus teorías, debieran recordar que la
autorita de sus discursos les viene
validada por la fe en el sacramento sacerdotal que ellos mismos han inducido en
sus fieles, y sólo para cuestiones relacionadas con su “mundo” mítico-teológico.
Por tanto, debieran ser muy prudentes cuando osan tratar otros temas, para cuya
explicación hay otros profesionales mucho más capacitados y preparados. Con su
arrogante persistencia en sus peroratas dogmáticas y trasnochadas sólo
consiguen mantener en la ignorancia a sus adeptos, cuando no someterlos a un
continuo sacrificio que prolonga la buena
cruz del que lo lleva y de su familia desde su adolescencia por los motes y
otras señales de desprecio sufridas por tales personas, según las palabras del
Presidente de la Conferencia Episcopal, sr. Ricardo Blázquez.
¿En qué bases científicas y empíricas se apoya monseñor Blázquez para
lanzar el siguiente párrafo, por lo demás, incomprensible y contradictorio? Cuando
se intenta separar el género del sexo me parece poco serio, porque la
sexualidad no es sólo genitalidad, también es una forma especial de sentir.
Esta cuestión no se resuelve con una operación quirúrgica, es de otro orden.
¿Tiene claro su eminencia qué es el género,
el sexo, la genitalidad? ¿Ha estudiado científicamente la relación entre sí de
esos conceptos-vivencias? ¿Quiere explicarnos cuál es esa otra forma especial de sentir? ¿La ha sentido
él o tiene conocimiento directo de quien la haya sentido?
Cuando, por otra parte, el sr. Blázquez dice que la Humanidad no se
distribuye entre homosexuales y heterosexuales, sino que distribuye sabiamente entre varones y mujeres, además de no definir
rigurosamente esos conceptos, parte de un apriorismo bíblico-mítico,
posteriormente dogmatizado por la Teología católica, pero que, en absoluto, se
corresponde con lo que es la Naturaleza. Ésta es lo que es, y de esa manera se
intentará manifestarnos siempre, salvo que interpretaciones míticas interesadas
quieran inducirnos a verlas de otra manera. Las pulsiones sexuales de los seres
vivos son las que son, y así seguirán siendo y manifestándose cada vez más
claramente, a medida que la humanidad avance en su conocimiento científico, y
éste nos vaya librando de las explicaciones mítico-religiosas de nuestros
ancestros.
Si los progresos científicos-técnicos son capaces de liberar a las
personas que sufren esos supuestos “desajustes”, al mismo tiempo que van
desapareciendo los prejuicios sociales y culturales, la vida en este mundo será
más feliz para todos. Y se cumplirá el mandato bíblico de la creación del
hombre con capacidad de poner nombre, de dominar, todo lo creado en los días
precedentes. ¡Ay si los curas y obispos creyeran en lo que predican!... Si la
capacidad racional del homínido no hubiera progresado, y ese progreso no
hubiera puesto en sus manos los medios científico-técnicos, que nos ayudan a
remover esos desajustes naturales y culturales, aún seguiríamos en las
cavernas…
El sr. Cardenal vuelve a confundirse cuando, desde sus prejuicios
dogmático-religiosos, critica la revolución biotecnológica en el ámbito de la
reproducción humana. Afirma que una
persona no es producto de laboratorio, y responde con un no a la falaz pregunta de si los hijos se van a fabricar en un
laboratorio. La “perogrullez” es evidente. No sé si algún día se podrá
crear vida en un laboratorio científico. ¡Hasta será posible! Pero lo que está
meridianamente claro es que, si tan osado proyecto se consigue, jamás será vida
con personalidad humana. Ésta sólo se adquiere en el gran laboratorio que es la
civilización, la cultura, la educación y, en fin, la relación entre los
humanos. Desengáñese, pues, ms. Blázquez y la Comunidad a la que pertenece, ya
que una vida engendrada por la unión de un óvulo y un espermatozoide, bien en
las condiciones y “catequesis” que la Iglesia Católica pretende imponer, bien
en esas “otras catequesis” o laboratorios científicos, nunca llegará a adquirir
personalidad humana, si no pasa por ese otro gran laboratorio que es la
sociedad. Es más, me atreveré a decir que el paso previo, si fuese necesario,
por el laboratorio de la ciencia capacitará mejor a ese “proyecto de vida
personal”, al poder liberarle de las “anomalías” con que la Naturaleza bruta
“tara”. Y, desde luego, el laboratorio social no tendrá por qué considerar
entre esas anomalías o taras la tendencia sexual del nacido.
Es tiempo ya de que la Iglesia Católica se vaya liberando de esa
obsesión por el sexo, y descubra sin ambages todos los intereses económicos que
ha venido ocultando tras el velo de toda una “falsa” teología sobre la
sexualidad, la mujer, el celibato, etc., etc… Y es ese trasfondo
económico-comercial al que el propio jerarca alude, al reconocer el auténtico desplome de los matrimonios
canónicos y del incremento de los divorcios civiles. Critica la facilidad que
para ellos ofrece la legislación española. Pero olvida que la Iglesia también
ha entrado en esa “competitividad a la baja”, cuando al mismo hecho, que ella
lama “anular”, aminora los precios que el Tribunal de la Rota cobra por los
trámites…
Y para finalizar, es de risa el escándalo que le supuso, durante su
estancia en Alemania, que los jóvenes conviviesen sin haber “pasado por la
vicaría”, o, incluso, sin intenciones de pasar. Tenía, dice, la secreta
esperanza de que esto no nos llegaría a nosotros. ¡El pobre prelado aún se
ha percatado de que los tiempos del “nacionalcatolicismo” han quedado bastante
lejanos!
Manuel Vega Marín. Madrid, 26 de octubre de 2016. www.solicitoopinar.blogspot.com.es
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