Los atentados de los últimos días en París,
sobre todo el del día siete contra la revista Charie Hebdo, con resultados indeseables, han puesto de manifiesto,
una vez más, la hipocresía de una cultura que se cree el centro del Universo.
Sobra que insistamos en la condena de tan execrables hechos. Casi a diario se
producen en el mundo hechos tanto o más abominables, que los ocurridos en la
capital del país vecino, sin que tengan el mismo efecto mediático en todos los
países de nuestro entorno.
Hay derechos, si cabe decirlo así, mucho más
fundamentales que el de la libertad de expresión: a parte del más básico a la
propia vida, existen otros como el derecho a un trabajo y una vivienda dignos,
sanidad, educación, etc., que llenan y dan sentido al primero. Todos, sin ir
más lejos, están recogidos en nuestra Constitución. Sin embargo, su vulneración
a diario no produce el mismo efecto en los medios. ¡He ahí la hipocresía! ¿Es,
o no, hipócrita admitir en la “magna” manifestación en París a jefes de Estados
y de Gobiernos, que, como el de Israel, masacran gratuitamente a pueblos
vecinos e, incluso, a los propios conciudadanos, como lo hacen muchos países
árabes-musulmanes? Ante esos grandes atropellos de derechos fundamentales,
todos los países del mundo, occidentales o no, miran para otro lado, cuando
algunos de ellos no dejan de ser cómplices de tales tragedias. Tenemos que
recordar que algunos de esos grupos, hoy llamados “terroristas-yihadistas”, no
existían antes del “caprichoso” bombardeo de Irak, o son herederos de otros,
fomentados y alimentados armamentísticamente por EE.UU. y por la propia
Francia, para combatir el predominio soviético en el Medio Oriente, aún después
de la “guerra fría”. ¡Qué pronto se nos olvida o se nos hace olvidar la
historia reciente!...
Particularmente considero la libertad de
expresión, ciertamente, como un derecho fundamental, pero “formal”, en el
sentido de que carece de contenidos materiales. Estos contenidos se los
proporciona otros derechos más “sustanciales”, como los que he citado arriba.
Con ellos se llena de contenido el de libre
expresión, que no es más que poder manifestar y criticar públicamente y sin
miedo a reprimendas violentas, provenientes de estamentos privados o de instituciones
públicas, si aquéllos otros son protegidos, fomentados y llevados a la
práctica, o no, por los poderes públicos democráticamente constituidos. Tales
derechos se constituyen en “subjetivos” en tanto en cuanto son “derechos de”
ciudadanos individuales o colectivos. Y, porque son “derechos de” uno, varios o
muchos sujetos, pueden entrar en colisión entre sí. De ahí que tenga que haber
normas o leyes que los delimiten. La línea básica delimitadora es el derecho
del “otro”. Serán las leyes posteriores las que concretarán en cada momento y
circunstancia el lugar donde colocar el “mojón” delimitador. Por supuesto,
estamos hablando de normas y leyes establecidas y asumidas con el mayor
escrúpulo y rigor democráticos. Con respecto al tema que estamos tratando, la
ley más importante es la Ley Penal, el Código Penal y sus leyes auxiliares.
También damos por supuesto que ese “complejo legal” deberá ser auténticamente
democrático, laico y depurado de todo dogmatismo o contaminación de postulados
o valores religiosos.
Y lo triste de todos esos actos abominables
es que “pagan el pato” los mismos de siempre: el pueblo llano. Bien siendo
víctimas directas, los muertos y heridos; bien sufriendo sus consecuencias:
recorte de otras libertades ciudadanas, incluida la libertad de expresión por
la que hoy, hipócritamente, protestamos; cierre de fronteras para refugiados o
inmigrantes que buscan trabajo en los países ricos. Incluso dentro de estos
Estados, formalmente democráticos, algunas instituciones, so pretexto de la
seguridad, aprovecharán para recortar aún más derechos individuales o
colectivos. Sin ir más lejos, en España tenemos a la vista la llamada “ley
mordaza”. Y, ¡cómo no!, los beneficiados también serán, como siempre, los
mismos: los “señores del mundo”. Los que fabrican armas o controlan su tráfico
legal o ilegal; los que controlan y administran las materias primas, tanto
energéticas como alimenticias. Pero ante estas conductas, que, muchas veces,
son la causa profunda de los hechos que hoy condenamos, “los medios” callan o
son callados, sin aludir ni echar de menos la “kakareada” libertad de
expresión. Los mismos “señores” se encargan de cuándo, quién y, sobre todo cómo
esos mismos medios tienen que tratar determinados temas, según sean sus
intereses. ¡Y sus capitales circulan on
line, sin fronteras materiales!.
Por otra parte, y a estas alturas de la
Historia, los ciudadanos del mundo tenemos que saber y recordar que las grandes
guerras, masacres o actos terroristas han tenido lugar en nombre de las religiones,
principalmente de las monoteístas, siempre subsumidas o subsumentes en
anacrónicos y desfasados “derechos de
conquista”, por los que claramente se traspasan esos límites materiales, para
imponer fanáticamente valores o creencias espirituales, tenidos por superiores
por cada uno de los contendientes, e impuestos por la fuerza de los vencedores.
Tampoco debemos olvidar que, bajo el manto de esos supuestos valores
espirituales, se tapan otros mucho más materiales. En aras de llevar la
democracia occidental, se bombardea y destruye un Estado-nación como Irak,
claramente para controlar el petróleo, la riqueza o, simplemente, establecer
influencia política en la zona… Todo ello provoca, igualmente que otros menos
violentos, como la “inmatriculación”, la
supresión de la palabra “mezquita” o la instalación en sus espacios de imágenes
e íconos cristianos, en nuestra ciudad de Córdoba, provoca, repito, reacciones
que pueden resultar imprevisibles.
No debemos ignorar, por otra parte lógico,
el sentimiento “corporativista” que este atentado contra un medio de
comunicación produce en el resto de “medios”. Estos sentimientos pueden ser
aprovechados manipuladoramente, para hacer negocio (aumento de tirada, aumento
de teleoyentes), por políticos, para aumentar si índice de aceptación decadente
(caso Hollande), etc. O algo más espurio, como la interpretación interesada de
las palabras-respuesta de Jorge M. Bergoglio. La respuesta a los periodistas
de este señor ante el horrible atentado es contundente: condena total. A
continuación juega con la posibilidad de cómo reaccionaría alguien ante una
ofensa contra su madre. Pero el contexto es hipotético, no aseverativo, con
lenguaje y gestos coloquiales. Bien; a partir de esa interesada interpretación,
se han lanzado en tromba portavoces y medios de la Religión, de la que es Jefe
Supremo, para criticarle su actitud en favor de los débiles y su visión
progresista de la Iglesia Católica. Naturalmente, prescindiendo de otros medios
laicos o no “contaminados”, nos estamos refiriendo a medios católicos
ultraconservadores. Y así, sólo por citar un ejemplo, es cómico oír y ver en
televisión al sr. Marhuenda, director de la “hojita parroquial”, diario La
Razón, calificar a su Papa de “populista” y “peronista” (Progr. “Sexta Noche”,
sábado 17 de Enero). Dudo si admitiría una portada de un periódico, por
supuesto, no el suyo, que hiciera una caricatura de Jesucristo. No quiero decir
que atentara violentamente contra la sede de tal periódico; pero sí me lo
imagino organizando un via crucis a
su alrededor…
Es hipócrita, por demás, extrañarse que un
Papa, por muy progresista que sea, sigue siendo, no obstante el Gran Jefe de
una religión, cuya esencia doctrinal y su preponderancia ideológica están
basadas en el dogma inconmovible, en el canon y en el “anatema” para los que
piensan diferente. Sus verdades, que sus fieles, como los de Mahoma, creen
superiores a otras verdades “mundanas” por ser “reveladas”, son per se incontrastables con las que
derivan de otras estructuras mentales. No esperemos, por tanto, que a pesar del
sempiterno ecumenismo y del
proclamado diálogo entre religiones, la condena ante intentos de imponer a
otros esas verdades, no pasará de un mero repudio verbal a la forma violenta
con que se quieran imponer. Pero esto es sólo un signo de los tiempos. No hay
que olvidar otros tiempos, en los que el propio Cristianismo, siendo hegemónico
terrenalmente, imponía al resto de los pueblos, con la “cruz y la espada”, sus
verdades y su fe, porque el origen de éstas era de otro mundo. Tenemos que
aceptar que el Islamismo está en otro momento de la Historia.
Además, para una correcta interpretación de
la actitud del “bueno” de Francisco, el miedo a que su “reino temporal” y el
Estado que lo sustenta, sea objetivo de un ataque de su otro contendiente, en
el afán por conquistar las conciencias de las gentes. No nos engañemos, la
conquista y manipulación de esas conciencias conlleva la influencia y la
posesión de otros dominios mucho más “a ras de suelo” que la auténtica fe y, sobre
todo, la Justicia. Por cierto, y con esto termino estas reflexiones, esta
Justicia, en cuya definición sustancial podríamos coincidir todos los pueblos,
procurando que cada vez sea más universal, y algo se estaba consiguiendo con
esfuerzo, sospecho que hay signos de que nadamos a contracorriente de lo que la
“globalización” podría facilitar. Pero aquí nos encontramos otra vez con los
intereses de los “señores del mundo” y de su sistema capitalista inhumano y
destructor. Et ita porro…
Madrid, Enero de 2015. Manuel Vega Marín
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